sábado, 4 de marzo de 2023

Si yo fuera Dios…

              María Blasco Gamarra (enferma ataxia de Friedrich)

Si yo fuera Dios… si yo fuera Dios…
Más vale que no lo soy, porque me enfadaría con mi creación.
Me enervaría su ineptitud y la manera tan tosca en que lo complica todo,
en cómo me abruman sus intransigencias y pequeñeces,
en cómo me angustian sus peticiones cuando reclaman justicia.
¿Quién hay más casto que yo? ¿Quién más ecuánime?
Todos nacen y mueren de la misma forma: desnudos, sin nada.
Todos tienen o deberían tener las mismas oportunidades para ser felices.
¡Sí, he dicho bien! Ser feliz. ¡Todos sin excepción!
Porque ese es el auténtico trabajo del ser humano, su misión.
Acercar a los demás la igualdad de oportunidades
dejando que cada uno decida libremente por sí mismo.
No hay más.
También me culpan de enviar desgracias y otorgar dones.
No es cierto, no. ¡Serán torpes!
Si yo fuera Dios… Los humanos me crisparían los nervios.
Pero no, no soy Dios. Él es mucho más grande que todas mis pequeñeces.

Pureza de corazón

Se trataba de dos ermitaños que vivían en un islote cada uno de ellos. El ermitaño joven se había hecho muy célebre y gozaba de gran reputación, en tanto que el anciano era un desconocido. Un día, el anciano subió a una barca y se desplazó hasta el islote del afamado ermitaño. Le rindió honores y le pidió instrucción espiritual. El joven le entregó un mantra y le facilitó las instrucciones necesarias para la repetición del mismo. Agradecido, el anciano volvió a subir a la barca para dirigirse a su islote, mientras su compañero de búsqueda se sentía muy orgulloso por haber sido reclamado espiritualmente.
El anciano se sentía muy feliz con el mantra. Era una persona sencilla y de corazón puro. Toda su vida no había hecho otra cosa que ser un hombre de buenos sentimientos y ahora, ya en su ancianidad, quería hacer alguna práctica metódica.
Estaba el joven ermitaño leyendo las escrituras, cuando, a las pocas horas de marcharse, el anciano regresó. Estaba compungido, y dijo:
-- Venerable asceta, resulta que he olvidado las palabras exactas del mantra. Siento ser un pobre ignorante. ¿Puedes indicármelo otra vez?
El joven miró al anciano con condescendencia y le repitió el mantra. Lleno de orgullo, se dijo interiormente: "Poco podrá este pobre hombre avanzar por la senda hacia la Realidad si ni siquiera es capaz de retener un mantra". Pero su sorpresa fue extraordinaria cuando de repente vio que el anciano partía hacia su islote caminando sobre las aguas.

El Maestro dice: No hay mayor logro que la pureza de corazón. ¿Qué no puede obtenerse con un corazón limpio?

jueves, 2 de marzo de 2023

Cuidar la Creación

Padre Bueno, que creaste todas las cosas
y nos diste un mundo tan hermoso para poner en él tu amor.
Te pido para que las personas sepamos cuidar tu creación.
Que respetemos la vida de los animales, de los bosques.
Que no abusemos de la naturaleza ni la ensuciemos con contaminación.
Pero, sobre todo, que tratemos con cariño tu mayor regalo: cada vida humana.
Te pido me enseñes a abrir los ojos y a descubrir la belleza de todo.
Ayúdame también a descubrir la bondad que hay dentro de cada corazón.
Queremos esforzarnos y trabajar por un mundo más limpio.
Te pido también para que todas las personas puedan gozar de la naturaleza
y los bienes que a través de ella Tú nos das.
Que a nadie le falte el pan, ni el vestido, ni la vivienda, ni la educación...
Que no le falten a nadie los regalos que Tú nos diste con generosidad para todos.
Padre Bueno, ayúdanos a colaborar Contigo para hacer, entre todos, un mundo mejor.

El país de las cucharas largas

                     De Jorge Bucay

Los cuentos fueron hechos para contarse, no importa quién los cuente, no importa quién los hace, lo que importa es que se cuente.
Se cuenta que aquel hombre había viajado mucho a lo largo de su vida; había visto cientos de Países reales o imaginarios, uno de los viajes que más recordaba era su corta visita al país de las cucharas largas.
Había llegado a la frontera, por casualidad el sinuoso camino terminaba en una sola casa enorme, al acercarse notó que la mansión parecía dividida en dos pabellones una al oeste y una al este, estacionó el coche y se acercó a la casa, en la puerta un cartel anunciaba: “País de las cucharas largas”. Este pequeño país consta sólo de dos habitaciones llamadas negra y blanca; para recorrerlo debe avanzar por el pasillo hasta que éste se divide, y girar a la derecha si quiere visitar la habitación negra, o a la izquierda si lo que quiere es visitar la habitación blanca.
El hombre avanzó por el pasillo y el azar lo hizo doblar primero a la derecha, un nuevo corredor de unos 50 metros terminaba en una puerta enorme, desde los primeros pasos por el pasillo empezó a escuchar los ayes y quejidos que venían de la habitación negra, por un momento las exclamaciones de dolor y sufrimiento lo hicieron dudar pero siguió adelante, llegó a la puerta la abrió y entró, sentados alrededor de una mesa enorme había cientos de personas en el centro de la mesa estaban los manjares más exquisitos que cualquiera podría imaginar, y aunque todos tenían una cuchara con la cual alcanzaban el plato central se estaban muriendo de hambre, el motivo era que las cucharas tenían el doble de largo de sus brazos y estaban fijadas a sus manos, de este modo todos podían servirse pero nadie podía llevarse el alimento a la boca, la situación era tan desesperante y los gritos tan desgarradores que el hombre dio media vuelta y salió casi huyendo del salón.
Volvió al hall central y tomó el pasillo de la izquierda que iba a la habitación blanca, un corredor igual al otro terminaba en una puerta similar la única diferencia era que en cambio no se oían gritos, ni quejidos, ni lamentos. Al llegar a la puerta el explorador la abrió y entró en el cuarto, cientos de personas estaban también sentados en una mesa igual que en la habitación negra, también en el centro había manjares exquisitos, también cada persona tenía una cuchara larga fijada a su mano pero nadie se quejaba ni lamentaba, nadie estaba muriendo de hambre, porque todos se daban de comer unos a otros.
El hombre sonrió, se dio media vuelta y salió de la habitación blanca, cuando escuchó el clic de la puerta que cerraba, se encontró de pronto y misteriosamente en su propio coche.

Moraleja: Este cuento sobre la solidaridad y la empatía, nos enseña a reflexionar que cuando se lucha sólo por alimentarse a uno mismo, todo el mundo pasa hambre. Pero cuando nos centramos en el hambre de nuestro vecino, encontraremos que hay manera de alimentar a todo el mundo.

martes, 28 de febrero de 2023

Ponerse en camino

Señor Jesús: me pongo en camino. Quiero buscarte.
Dame un corazón sencillo, unos pies ligeros, unos ojos abiertos
para que mi marcha sólo se dirija a ti.
Oriéntame cuando me pierda, acógeme cuando me canse,
llévame con los otros cuando me sienta solo.
Dame valentía, fortaleza y audacia para no decaer en mi búsqueda,
para permanecer siempre firme.
Haz que mis pies pisen la tierra pobre que pisaron los tuyos,
que mis hombros sólo carguen la libertad
y el desprendimiento que llevaron los tuyos,
que mis entrañas anhelen sólo tu palabra.
Y cuando al fin pueda encontrarme contigo cara a cara,
Cristo luminoso, Eterna Pascua,
concédeme descansar mi cabeza sobre tu hombro
y pronunciar tu nombre, Señor,
siempre hermano; hermano, siempre nuevo.

Los 3 hijos del rey

Érase una vez un Rey que tenía tres hijos. Como era ya anciano quería elegir al mejor de sus tres hijos para nombrarle su heredero. Entonces dijo el Rey al hijo mayor:
- Mañana, al amanecer, saldré cabalgando por mi reino. Quiero que me acompañes.
Al día siguiente se presentó el mayor en la cámara real, pero no tan temprano como le había mandado su padre.
- Quiero vestirme -dijo el Rey.
El hijo mayor buscó al criado, pero el criado no sabía qué vestido quería ponerse el Rey. El mayor volvió a la cámara real y lo preguntó a su padre qué vestido deseaba ponerse:
- El verde -dijo el Rey.
El hijo mayor dijo al criado que el Rey quería el vestido verde, pero el criado no sabía qué manto quería ponerse el Rey, así que el mayor volvió a la cámara real y preguntó a su padre qué manto quería ponerse:
- El blanco -dijo el Rey.

Lo mismo pasó con los pantalones y las babuchas, hasta que el criado trajo toda la ropa y ayudó a vestirse al Rey. Y cuando estaba ya vestido y calzado:
- Quiero un caballo -dijo el rey.
El hijo mayor fue a las cuadras y dijo al caballerizo que preparara un caballo para el Rey, pero el caballerizo no sabía qué caballo debía preparar, así que el mayor volvió a la cámara real y lo preguntó a su padre:
- El negro -dijo el Rey.
El hijo mayor dijo al caballerizo que el Rey quería el caballo negro, pero el caballerizo no sabía qué montura debía colocarle, así que el mayor volvió a la cámara real y lo preguntó a su padre:
- La de oro -dijo el Rey.
Lo mismo pasó con las espuelas y las riendas, con la espada y el escudo. Cuando ya estuvo todo dispuesto:
- Cabalga tú -dijo el Rey- recorre la ciudad y dime a la vuelta lo que hayas visto.
El hijo mayor salió de palacio, montado en el caballo negro, y acompañado por muchos caballeros y guerreros que tocaban tambores y trompetas.
- ¿Qué te ha parecido? -le preguntó el rey a su regreso.
Y el hijo mayor le respondió que las trompetas y tambores que le acompañaban metían mucho ruido.
Al día siguiente mandó llamar al hijo segundo y le hizo las mismas pruebas que le había hecho al mayor, y el mediano a todo respondió lo mismo.
Al otro día mandó al hijo menor que fuese a su cuarto muy temprano. Y el menor madrugó y entró en la cámara real cuando el Rey dormía aún y estuvo muy callado esperando hasta que despertase.
- Quiero vestirme -dijo el Rey.
El hijo menor preguntó entonces por el traje que deseaba ponerse, y también por el manto, los pantalones y las babuchas y fue a buscarlos, y él mismo lo trajo todo de un solo viaje. No quiso llamar a ningún criado, sino que él también le ayudó a arreglarse. Y cuando estaba ya vestido y calzado.

- Quiero un caballo -dijo el Rey.

El hijo menor preguntó qué caballo quería que le preparase y con qué tipo de montura. También se informó del freno, las riendas, la espada y el escudo y hasta qué caballeros y soldados debían escoltarle. Y así, de una sola vez, lo preparó todo.
- Cabalga tú -dijo el Rey- recorre la ciudad y dime a la vuelta lo que has visto.
El hijo menor salió de palacio, montado en un caballo blanco y acompañado por muchos caballeros y soldados, que tocaban tambores y trompetas. Hizo callar la música y vio toda la ciudad, recorriendo sus calles, visitando las murallas y subiendo a sus torres. Cuando volvió era muy tarde.
- ¿Qué te ha parecido? -le preguntó el Rey.
- La ciudad es fuerte y muy rica, pero la muralla está derrumbada por la parte del río y por allí podrían entrar los enemigos.
El hijo menor fue contando todo lo que había visto y oído durante su visita a la ciudad.
Finalmente, el Rey eligió al hijo menor como su heredero, después de comparar las señales que vio en los otros y en este. Y, cuando subió al trono, fue un gran Rey. El más poderoso de todos los reinos.

domingo, 26 de febrero de 2023

Nos has llamado al desierto

NOS HAS LLAMADO AL DESIERTO, SEÑOR DE LA LIBERTAD
Y ESTÁ EL CORAZÓN ABIERTO A LA LUZ DE TU VERDAD.
SUBIMOS CON ESPERANZA LA ESCALADA CUARESMAL
EL PUEBLO DE DIOS AVANZA HASTA LA CUMBRE PASCUAL.

Tu pueblo, Señor, camina desde la aurora al ocaso
a tu Pascua se encamina y te sigue, paso a paso.
ESTRIBILLO.

Señor, te reconocemos y tu Palabra escuchamos,
tus caminos seguiremos y tu ley de amor cantamos.
ESTRIBILLO.

Se acerca, Señor, tu día en el que todo florece
con su luz y su alegría ya el camino, resplandece.
ESTRIBILLO.



La abuela y el pastel

Un niño estaba contándole a su abuelita lo mal que le iba "todo". La escuela, problemas familiares, problemas de salud, etc.
Mientras tanto la abuela estaba horneando un pastel. Entonces ella le preguntó a su nieto si deseaba tomar algo, a lo que por supuesto él aceptó de inmediato.
– Sírvete un poco de harina, le dijo.
– ¡Imposible abuelita!, dijo el niño.
– ¿Entonces que te parece servirte un par de huevos crudos?
– ¡Ni loco! ¡Qué asco comer huevos crudos!
– ¿Entonces tal vez te gustaría probar un poco de aceite?
– Abuelita, ¿qué te pasa? ¡Todo eso no hay quien se lo coma!
– En verdad, respondió la abuelita, todas esas cosas no se pueden comer así. Pero cuando todas ellas son mezcladas de manera correcta, de ellas sale un pastel delicioso.

Dios trabaja de la misma manera. Muchas veces nos preguntamos por qué Él permite que pasemos por momentos y circunstancias tan malos. Pero Dios sabe que ordenando todas estas cosas a Su manera perfecta, éstas siempre obran para nuestro bien!
Solamente tenemos que confiar en Él y, en su momento, las cosas malas que nos pasan se convertirán en algo maravilloso!