viernes, 13 de octubre de 2017

A ti, Señor, presento mi ilusión y mi esfuerzo

A ti, Señor, presento mi ilusión y mi esfuerzo;
en ti, mi Dios, confío, confío porque sé que me amas.
Que en la prueba no ceda al cansancio,
que tu gracia triunfe siempre en mí.
Yo espero siempre en ti.  
Yo sé que tú nunca defraudas al que en ti confía.
Indícame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas.
Que en mi vida se abran caminos de paz y bien,
caminos de justicia y libertad.
Que en mi vida se abran sendas de esperanza,
sendas de igualdad y servicio.
Encamíname fielmente, Señor.
Enséñame tú que eres mi Dios y Salvador.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu lealtad nunca se acaba;
no te acuerdes de mis pecados.
Acuérdate de mí con tu lealtad, por tu gran bondad, Señor.
Tú eres bueno y recto y enseñas el camino a los desorientados.
Encamina a los humildes por la rectitud,
enseña a los humildes su camino.
Tus sendas son la lealtad y la fidelidad
para los que guardan tu alianza y tus mandatos.
Porque eres bueno, perdona mi culpa.
Cuando te soy fiel, Señor,
tú me enseñas un camino cierto;
así viviré feliz y enriquecerás mi vida con tus dones.
Tú, Señor, te fías de mí y me esperas siempre.
Tú, Señor, quieres que sea de verdad tu amigo.
Tengo los ojos puestos en ti
que me libras de mis amarras y ataduras.
Vuélvete hacia mí y ten piedad, pues estoy sólo y afligido.
Ensancha mi corazón encogido y sácame de mis angustias.
Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados.
Señor, guarda mi vida y líbrame de mí mismos.
Señor, que salga de mi mismo y vaya hacia ti,
que no quede defraudado de haberme confiado a ti.
Indícame tus caminos, Señor, tú que eres el Camino.
Hazme andar por el sendero de la verdad,
tú que eres la Verdad del hombre.
Despierta en mí el manantial de mi vida,
tú que eres la Vida de cuanto existe. 

Es mejor dar que recibir

Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor, a quien los alumnos consideraban su amigo debido a su bondad para quienes seguían sus instrucciones.
Mientras caminaban, vieron en el camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo de al lado y que estaba terminando sus labores diarias. 
El alumno dijo al profesor:
– Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.
– Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres. Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.
Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo. Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, pero no se veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano desconocida ese día podrían comer.
El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas.
Ahora -dijo el profesor- ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma? El joven respondió:
– Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: Es mejor dar que recibir…

miércoles, 11 de octubre de 2017

A San Juan XXIII

Hoy, en la fiesta de San Juan XXIII, el Papa bueno, le invocamos y pedimos su ayuda.

Dios, Padre amado, que nos diste a San Juan XXIII,
llamado por todos el Papa de la paz y el Papa bueno.
Por su intercesión haznos ser portadores en esta tierra
del don maravilloso de tu paz y ser hombres y mujeres
de diálogo, comprensión y tolerancia.
Ayúdanos Señor a ver a todos como hermanos
e hijos de un mismo Dios
y a buscar en todo momento el entendimiento
sin desvirtuar tu luz y tu verdad.
Infinitas gracias doy a Dios, porque desde siempre
te eligió para tan altos misterios,
y te adornó con las virtudes de la caridad,
pobreza, humildad y obediencia.
Te pido nos alcances la paz para todos los pueblos,
la unidad de las iglesias, la caridad para todos los hombres.
Tú, el Papa Bueno, ayúdanos a vivir
como verdaderos hijos de Dios,
como fieles discípulos de Jesús y apóstoles de su palabra.
Te pido de manera especial por todas las familias
para que sean santuario de vida y amor,
bendícelas y líbralas de todo mal.
Intercede por todos nosotros
en unión de nuestra Madre Santísima María. Amén.

El joven del autobús

Un chico de 24 años mirando a través de la ventana del autobús gritó: 
– ¡Papá, mira los árboles como van corriendo detrás! 
El padre sonrió y una pareja de jóvenes sentados cerca, miro al joven de 24 años con conducta infantil y murmuraron que ya era mayor como para andar diciendo eso. De pronto, otra vez exclamó: 
– ¡Papá, mira las nubes están corriendo con nosotros! 
La pareja no pudo resistirse y le dijo al padre:
– ¿Por qué no llevas a tu hijo a un buen médico?
El padre sonrió y dijo: 
– Ya lo hice y precisamente venimos del hospital, mi hijo era ciego de nacimiento, y hoy por primera vez puede ver. 
La pareja de jóvenes quisieron tragarse lo que habían dicho…

Cada persona en el planeta tiene una historia. No juzgues a la gente antes de que realmente los conozcas. La verdad puede sorprenderte.

lunes, 9 de octubre de 2017

Himno de agradecimiento

Gracias, Señor, por esta agua que llega
del aire hasta los campos, hasta el bosque y el huerto;
gracias por tu palabra que riega este desierto
del alma, prometiendo las horas de la siega.
Gracias por tanta gracia, tanta cuidada entrega,
por el sol que calienta este corazón yerto;
gracias por estas flores primeras que han abierto
ojos de luz a tanta claridad honda y ciega.
Gracias porque te he visto latiendo en los bancales,
favoreciendo, urdiendo los tiernos esponsales
del verdor con la tierra, la rosa con la rama.
Gracias porque nos enseñas a ser en lo que era
al olvidar mis estiajes en esta primavera;
gracias porque es llegado el tiempo del que ama. Amén

Murrungato del zapato

María Elena Walsh

El gato Murrún no era empleado ni sastre ni militar. El gato Murrún no era bailarín ni heladero. El gato Murrún era nada más que un vagabundo, profesión muy respetable entre los gatos, los gatolines y los gatiperros.
Vivía vagando, con su colita a cuestas, por la calle y por la plaza, la azotea y la terraza, sin tener dueño ni casa.
Una noche fría y lluviosa trotaba muy alicaído pensando en dónde dormir.
Y de repente… ¡Oooh! Allí, junto al cordón de la vereda, vio un gran zapato viejo.
Como Murrún era muy chiquito, se acurrucó dentro del zapato, y comprobó que le iba a medida. Y que además era abrigado y no dejaba pasar la lluvia. (No sé si ustedes habrán observado que los gatos y las gotas no se llevan nada bien.)
Ronroneó y se durmió, con la puntita de la cola asomada por el agujero del zapato.
Durmió y durmió. Roncó y roncó, y a la mañanita se despertó.
Murrún quiere desperezarse y lavarse la cara, pero… ¿Qué pasa? El zapato está lleno de tierra húmeda. Murrún no puede respirar, se ahoga, tiene que darse vuelta trabajosamente y asomar el hocico por el agujero para tomar un poco de aire.
¿Qué es esto? ¿Quién ha llenado de tierra mi casa mientras yo dormía?
Murrún se pone a arañar valientemente para remover los terrones. Le cuesta mucho, porque están endurecidos por el sol, que ya brilla en el último piso del cielo.
Por fin consigue asomar el hocico al aire… ¿Y qué es lo que ve?
¡Una Plantita! Una Plantita, muy instalada y plantada en el zapato, ¡en su zapato!
- ¡Qué bonito! -dijo Murrún.
- Gracias -contestó la Planta, creyendo que era un piropo.
- ¿Quién te ha dado permiso para instalarte en mi casa?
- Estaba tan cansada de vivir siempre quieta en el mismo lugar… -le contestó la Planta-, soñaba con mudarme a un zapato y pasearme de aquí para allá, de allá para aquí, ir a visitar a la mamá del alhelí.
- ¡Eso sí que no! -rezongó Murrún-, está muy bien que un Gato Murrungato viva en un zapato, pero tú, ¿para qué quieres zapatos si no tienes pies?
- Yo soy Planta -le contestó ella muy orgullosa-, y aunque no sea planta del pie, tengo derecho a vivir en un zapato, sí señor.
- ¡Pero este zapato es mi casa y no quiero inquilinos! ¡Fuffff!
- ¡Qué lástima! -lloriqueó la Plantita-, tendré que pedirle a Felipe que me trasplante otra vez a la vereda donde todos me pisotean… ¡Ay, yo que soñaba tanto con viajar en zapato por el mundo! ¡Ay, qué va a ser de mí, de mí y de la mamá del alhelí!
Murrún se lavaba la cara de muy mal humor.
- Justo cuando había encontrado una casa tan linda…-rezongaba entre lengüetazo y lengüetazo.
- Bueno, si te molesto me voy- dijo la Planta.
- ¿Cómo te vas a ir si no tienes patitas, tonta?
- Esperaré a que pase Felipe y me trasplante a la vereda -dijo ella lloriqueando.
- Esperemos que pase Felipe…-suspiró Murrún con cara de mártir.
Y mientras esperaban los dos muy callados, la Plantita, ya que no tenía nada que hacer, se puso a dar flores.
Un montón de flores, como cuatro: una celeste, una colorada, una amarilla y una más grande.
Murrún vio las flores y se puso bizco de la sorpresa. No atinó a decir ni mu ni miau ni prr ni fuff.
Estiró la patita para juguetear un poco con ellas… Y el viento las movía, y Murrún trataba de acariciar las flores muy suavemente, escondiendo las uñas.
- Cuidado, no las arañes- dijo la Planta.
- Debo reconocer- contestó Murrún sin dejar de jugar- que aunque eres una Planta muy molesta, tus flores son realmente lindas y peripuestas.
- No, faltaba más -dijo la Planta modestamente, bajando las hojas.
- Y tienen rico perfume -dijo Murrún con el hocico pegado a los pétalos. La verdad es que me gustaría tenerlas siempre cerca, para jugar.
- Si ahora te gusto más -dijo tímidamente la Planta-, ¿por qué no me llevas a pasear en zapato, como era mi ilusión?
- ¿Estás loca? -contestó Murrún.
- Todo el mundo te miraría con admiración, porque nadie ha visto nunca algo tan maravilloso. Viajaríamos… Yo andaría de aquí para allá, de allá para aquí, vería a la mamá del alhelí.
Entonces Murrún lo pensó bien. Él también estaba cansado de vagabundear solo. Y dijo: -Bueno.
Murrún se olvidó de su mal humor y empuñó los cordones.
Allá se fue, llevando la Plantita con sus flores a pasear en Cochezapato por el mundo.