viernes, 22 de noviembre de 2024

Oración de la Música

¡Señor, Dios Todopoderoso,
alabanza, honor y gloria a tu nombre por los siglos!
En Ti residen la santidad, la gracia y la belleza.
Esplendor y majestad irradia tu trono,
fuerza y magnificencia adornan tu santuario.
En tu palacio todo proclama: ¡Gloria!
Tú has hecho todas las cosas bellas,
que manifiestan el esplendor de tu grandeza;
sus acentos armoniosos resuenan en todo el Universo.
Cuando el viento murmura a través de las hojas,
cuando el manantial balbucea, es como un reflejo de tu gracia.
Y cuando los pájaros hacen resonar sus cantos
tan variados y tan melodiosos,
percibimos como un eco de la música de tu voz.
Tú has hecho nacer en nuestro corazón el deseo de celebrarte.
Tú te complaces con nuestras alabanzas y aceptas nuestros cantos.
Tú nos has dado la música como un medio privilegiado
para expresar nuestros sentimientos: ¡Gracias por este regalo!
Queremos utilizarlo para cantar tus alabanzas
y para revelarte a los que viven sin esperanza.
¡Gracias por todos los salmos, los himnos y los cánticos
compuestos por los que nos han precedido!
¡Gracias por los dones musicales que has dado a tu Iglesia,
concédenos en tu amor, utilizarlos para tu Gloria!
Desde aquí abajo Señor, queremos unir nuestras alabanzas,
a aquellas que hacen resonar el coro de miles de ángeles
que te celebran en el cielo, esperando el día glorioso,
en el que entonaremos el cántico nuevo en compañía de los redimidos
de todos los tiempos y lugares reunidos delante de Ti.

Las dos semillas

Dos semillas estaban juntas en la fértil tierra de la primavera. La primera semilla dijo:
– ¡Quiero crecer! Quiero impulsar a mis raíces a lo profundo de la tierra que está debajo de mí, y extender mis brotes a través de la corteza de la tierra que esta sobre mí. Quiero desplegar mis tiernos brotes como banderas que anuncian la llegada de la primavera. Quiero sentir el calor del sol sobre mi rostro y la bendición del rocío matinal sobre mis pétalos.
Y creció.          La segunda semilla dijo:
– Tengo miedo. Sí impulso mis raíces dentro de la tierra que esta debajo de mí, no sé qué encontrarán en la oscuridad. Sí me abro paso por la corteza dura que esta sobre mí, puedo hacer daño a mis delicados brotes. Y ¿si al dejar que mis brotes se abren, un caracol intenta comérselos? Y si abro mis capullos, un niño pequeño podría arrancarme de la tierra. No, será mejor que espere hasta que no haya peligro.
Y esperó.
Una gallina de corral que buscaba comer afanosamente entre la tierra de comienzos de primavera encontró a la semilla en espera y rápidamente se la comió.
Maestro: aquellos de nosotros que nos negamos a arriesgarnos a crecer, pudríamos ser engullidos por la vida.

jueves, 21 de noviembre de 2024

Himno a la niña María

 En la fiesta de la Presentación de la Virgen

La niña María -¡qué gracia en su vuelo!-
paloma del cielo, al templo subía
y a Dios ofrecía el más puro don:
sagrario y mansión por él consagrada
y al él reservada es su corazón.
¡Oh blanca azucena!,
la Sabiduría su trono te hacía,
dorada patena, de la gracia llena,
llena de hermosura.
Tu luz, Virgen pura, niña inmaculada,
rasgue en alborada nuestra noche oscura.
Tu presentación, princesa María,
de paz y alegría llena el corazón.
De Dios posesión y casa habitada,
eres la morada de la Trinidad.
A su Majestad la gloria sea dada. Amén.

Mateo y la puerta mágica

Érase una vez un niño llamado Mateo, de grandes ojos oscuros y baja estatura, que vivía junto a sus padres una vida normal sin ningún contratiempo. Lo verdaderamente curioso de la vida de Mateo fue una vez que, siendo muy pequeñito, había intentado entrar en el cuarto que había en el fondo de la casa. Pero su papá se dio cuenta al instante evitando que Mateo entrara.
Entonces, cuando Mateo preguntó la razón por la cual no podía entrar, su padre dijo solemnemente:
— Hoy vas a tener que confiar en tu padre. No puedo decirte la razón por la cual no puedes atravesar esa puerta, pero sí puedo decirte que, cuando crezcas y tengas edad suficiente, podrás verlo con tus ojos y lo entenderás.
Aquellas palabras retumbarían en la cabeza de Mateo durante muchos años y, aunque podría haberlas olvidado, como otros tantos recuerdos de cuando era más pequeño, nunca lo hizo.
Y era normal, porque aquella habitación no salía nunca de su cabeza, y muchas veces sorprendía a su padre o a su madre entrando por la puerta. A veces Mateo se asomaba como podía para tratar de ver aunque fuera un poquito, pero no lograba saber qué era aquel misterio tan grande.
Y así pasaron los años hasta que un día, poco después de haber cumplido años, su padre le dijo:
— ¿Recuerdas esa conversación que tuvimos hace años? Pues ha llegado el momento de que sepas qué es lo que hay detrás de esa puerta.
Y aquello hizo que Mateo se emocionara mucho.
— Pero algo debo advertirte -continuó su padre-, si no logras superar los peligros que hay ahí dentro, te quedarás allí para siempre.
Así que Mateo, que era muy valiente, no dudó en entrar y cruzar aquella puerta, pasando primero por un pasillo oscuro para encontrarse al final con algo que parecía un campo abierto. Era como un gran prado, pero no estaba vacío, sino que había toda clase de criaturas en él: hadas, duendes, trolls, minotauros y muchas otras especies extrañas.
Mateo estaba muy impresionado con aquello y no tenía palabras para describirlo. Sin embargo, tal y como le había dicho su padre, también había peligros: ¡un gran dragón rojo que lanzaba fuego por la boca empezó a perseguirle al poco de llegar! Entonces Mateo pidió ayuda a las demás criaturas, que parecían amigables, pero nadie acudía a su rescate.
— ¡Debes usar tu ingenio! -gritó uno de los minotauros.
Pero Mateo no sabía qué hacer, el dragón lanzaba llamas de fuego sin parar y no veía dónde esconderse. De pronto vio un lago y, sin pensarlo, Mateo corrió y se sumergió en él. El dragón hizo lo mismo, pero al entrar en el agua desapareció y así Mateo logró salvarse del gran peligro. Tras esto, las demás criaturas se acercaron para aplaudirle por lo bien que lo había hecho: ¡Hurra! ¡Al fin lo lograste!
Poco después apareció su padre, como de la nada, diciéndole:
— Me alegra que hayas logrado superar la prueba, hijo, es hora de que sepas que en esta casa hay mucha magia, y ya estás preparado para practicarla. Pero la magia, al igual que otras habilidades, depende del ingenio, que fue lo que utilizaste para escabullirte del dragón. Ahora quiero que conozcas a estas maravillosas criaturas, que van a ayudarte a descubrir todos tus poderes mágicos.
Y su padre le dio un gran abrazo. De esta forma Mateo conoció el secreto que había detrás de aquella puerta y que no era otra cosa que el comienzo del resto de su vida… una vida absolutamente preciosa y mágica.

domingo, 17 de noviembre de 2024

Himno de alabanza dominical

Es domingo; una luz nueva resucita la mañana
con su mirada inocente, llena de gozo y de gracia.
Es domingo; la alegría del mensaje de la Pascua
es la noticia que llega siempre y que nunca se gasta.
Es domingo; la pureza no solo la tierra baña
que ha penetrado en la vida por las ventanas del alma.
Es domingo; la presencia de Cristo llena la casa:
la Iglesia, misterio y fiesta, por él y en él convocada.
Es domingo; «este es el día que hizo el Señor», es la Pascua,
día de la creación nueva y siempre renovada.
Es domingo; de su hoguera brilla toda la semana
y vence oscuras tinieblas en jornadas de esperanza.
Es domingo; un canto nuevo toda la tierra le canta
al Padre, al Hijo, al Espíritu, único Dios que nos salva. Amén

El halcón de Gengis Khan

Una mañana, el guerrero mongol Gengis Khan y su corte salieron a cazar. Sus compañeros llevaban arcos y flechas, pero Khan llevaba en el brazo su halcón favorito, que era mejor y más seguro que cualquier flecha, porque podía volar por los cielos y ver todo lo que un ser humano no podía ver.
Sin embargo, a pesar de los entusiastas esfuerzos del grupo, no encontraron nada. Decepcionado, Khan regresó al campamento, dejó al resto del grupo y continuó su camino solo. Habían permanecido en el bosque más tiempo del esperado y Khan estaba cansado y sediento. Con el calor del verano, todos los arroyos se habían secado y no pudo encontrar nada para beber. Entonces, para su asombro, vio un hilo de agua que fluía de una roca justo frente a él.
Se quitó el halcón del brazo y sacó la copa de plata que siempre llevaba consigo. Justo cuando estaba a punto de llevársela a los labios, el halcón voló, le arrancó la copa de las manos y la arrojó al suelo.
Khan se puso furioso, pero el halcón era su favorito y quizá también tenía sed. Cogió la copa, la limpió y la llenó de nuevo. Cuando la copa quedó solo medio vacía, el halcón volvió a atacarla y derramó el agua.
Khan adoraba a su ave, pero no podía, bajo ninguna circunstancia, permitir tal falta de respeto; alguien podría estar observando esa escena desde lejos y, más tarde, diría a sus guerreros que el gran conquistador era incapaz de dominar a un simple pájaro.
Esta vez, sacó su espada, cogió la copa y la volvió a llenar, sin perder de vista al halcón. En cuanto se puso a beber, el halcón volvió a volar hacia él. De un solo golpe, Khan atravesó el pecho del ave.
El agua, sin embargo, se había secado; pero Khan decidió buscar agua para beber y subió a la roca en busca del manantial. Para su sorpresa, allí había un estanque de agua y, en él, yacía muerta una de las serpientes más venenosas de la región. Si hubiera bebido el agua, él también habría muerto.
Khan regresó al campamento con el halcón muerto en sus brazos. Mandó hacer una figura de oro del halcón. En una de las alas hizo grabar: “Incluso cuando un amigo hace algo que no te gusta, sigue siendo tu amigo”. Y en la otra ala tenía grabadas estas palabras: “Cualquier acción cometida con ira es una acción condenada al fracaso”.
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