viernes, 19 de mayo de 2023

Me rindo a darte gracias

              Fran Delgado sj

Hoy me rindo a darte las gracias.
Gracias por mostrarme que nuestro todo eres Tú.
Tú sosteniéndonos en el sufrimiento
y llamándonos constantemente a la reconciliación.
Tú sencillo y cotidiano y no por ello menos entregado.
Siempre Tú, hasta los rincones más oscuros
de mi propio engaño.
Gracias por entrar a avivar las brasas,
aun cuando estoy a puerta cerrada.

El cooli (peón) de Calcuta

Un buscador occidental llegó a Calcuta. En su país había recibido noticias de un maestro espiritual llamado Baba Gitananda. Después de un agotador viaje en tren de Delhi a Calcuta, en cuanto abandonó la abarrotada estación de la ciudad, se dirigió a un peón para preguntarle sobre Baba Gitananda. El cooli nunca había oído hablar de este hombre.
El occidental preguntó a otros coolíes, pero tampoco habían escuchado nunca ese nombre. Por fortuna, y finalmente, un cooli, al ser inquirido, le contestó:
-- Sí, señor, conozco al maestro espiritual por el que preguntáis.
El extranjero contempló al cooli.
Era un hombre muy sencillo, de edad avanzada y aspecto de pordiosero.
-- ¿Estás seguro de que conoces a Baba Gitananda? -preguntó, insistiendo.
-- Sí, lo conozco bien -repuso el cooli.
-- Entonces, llévame hasta él.
El buscador occidental se acomodó en el carrito y el cooli comenzó a tirar del mismo. Mientras era transportado por las atestadas calles de la ciudad, el extranjero se decía para sus adentros: "Este pobre hombre no tiene aspecto de conocer a ningún maestro espiritual y mucho menos a Baba Gitananda. Ya veremos dónde termina por llevarme".
Después de un largo trayecto, el cooli se detuvo en una callejuela tan estrecha por la que apenas podía casi pasar el carrito. Jadeante por el esfuerzo y con voz entrecortada, dijo:
-- Señor, voy a mirar dentro de la casa. Entrad en unos instantes.
El occidental estaba realmente sorprendido. ¿Le habría conducido hasta allí para robarle o, aún peor, incluso para que tal vez le golpearan o quitaran la vida? Era en verdad una callejuela inmunda. ¿Cómo iba a vivir allí Baba Gitananda ni ningún maestro espiritual? Vaciló e incluso pensó en huir. Pero, recurriendo a todo su coraje, se decidió a bajar del carrito y entrar en la casa por la que había penetrado el cooli. Tenía miedo, pero trataba de sobreponerse. Atravesó un pasillo que conducía a una sala que estaba en semipenumbra y donde olía a sándalo. Al fondo de la misma, vio la silueta de un hombre en meditación profunda. Lentamente se fue aproximando a él, sentado en posición de loto sobre una piel de antílope y en actitud de meditación.
¡Cuál no sería su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el cooli que le había conducido hasta allí! A pesar de la escasa luz de la estancia, el occidental pudo ver los ojos amorosos y calmos del cooli, y contemplar el lento movimiento de sus labios al decir:
-- Yo soy Baba Gitananda. Aquí me tienes, amigo mío.

El Maestro dice: Tenemos la mente llena de prejuicios, convencionalismo y toda clase de ideas preconcebidas, por eso se perturba nuestra visión y se distorsiona nuestro discernimiento.

jueves, 18 de mayo de 2023

Toda tristeza

       José María R. Olaizola, sj

Toda angustia se convertirá en alegría.
Toda extrañeza hallará respuesta.
Los extraviados encontrarán la ruta
de los abrazos pendientes.
Finales tristes darán paso a nuevos comienzos.
La distancia se volverá saludo.
Preguntas mil veces gritadas
desde la sima de los silencios opresivos
encontrarán por fin, un lugar
en el que volverse sabiduría.
El misterio dará paso a las respuestas.
El miedo a la danza.
El lamento a la profecía.
No regresará la marea del pesar,
contenida al fin en el dique de tu misericordia.
Nos miraremos a la cara.
Falta poco. Quizás, tan solo, abrir los ojos.

La llave de la felicidad

Dios se sentía solo y quería tener compañía. Entonces decidió crear seres que pudieran hacerle compañía. Pero cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia Dios y se reabsorbieron a Él.
Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo.
Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no diese con ella. Tenía, desde luego, que esconderla en un lugar recóndito donde el hombre no pudiese hallarla. Primero pensó en ocultarla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; después, en un remotísimo confín del espacio sideral.
Pero ninguno de esos lugares le satisfacía. Pasó toda la noche en vela, preguntándose cual sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad. Pensó que el hombre terminaría descendiendo al abismo de los océanos y que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta de los Himalayas, porque antes o después hallaría esa caverna. Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque un día el hombre exploraría todo el universo. "¿Dónde ocultarla?", continuaba preguntándose al amanecer.
Cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina, a Dios se le ocurrió de súbito el único lugar en el que el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior colocó la llave de la felicidad.

El Maestro dice: Busca dentro de ti mismo. "Desafía" a Dios y 'róbale' la suprema felicidad.

domingo, 14 de mayo de 2023

¿De dónde nos viene tanta fuerza, Padre?

        Mari Patxi Ayerra

Querríamos ser tu Buena Noticia,
nos gustaría contar a todos que existes,
que disfrutaran como nosotros de vivir la vida en tu compañía,
que se sintieran salvados, dinamizados, impulsados,
pero sólo podemos expresar nuestra alegría,
regalar nuestro amor, ser buenos compañeros de camino,
contar lo que vas haciendo con nosotros...
y así intentar que te conozcan, que te busquen,
que se dejen amar por Ti.
Gracias porque nos has hecho el regalo de conocerte.
Gracias porque nos has salido al encuentro y nos has seducido,
pero no entendemos por qué muchos viven huérfanos de Ti.
Sal a buscarles, manifiéstate, facilítales la vida, háblales al corazón.
No les dejes, Padre.

El viajero sediento

Lentamente, el sol se iba ocultando y la noche había caído por completo. Por la inmensa planicie de la India se deslizaba un tren como una descomunal serpiente quejumbrosa.
Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban muchas horas para llegar al destino, decidieron apagar la luz y ponerse a dormir. El tren proseguía su marcha. Transcurrieron los minutos y los viajeros empezaron a conciliar el sueño. Llevaban ya unas cuantas horas de viaje y estaban muy cansados. De repente, empezó a escucharse una voz que decía:
-- ¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!
Así una y otra vez, insistente y monótonamente. Era uno de los viajeros que no cesaba de quejarse de su sed, impidiendo dormir al resto de sus compañeros. Ya resultaba tan molesta y repetitiva su queja, que uno de los viajeros se levantó, salió del departamento, fue al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento bebió con avidez el agua. Todos se echaron de nuevo. Otra vez se apagó la luz. Los viajeros, reconfortados, se dispusieron a dormir. Transcurrieron unos minutos. Y, de repente, la misma voz de antes comenzó a decir:
-- ¡Ay, qué sed tenía, pero qué sed tenía!

El Maestro dice: La mente siempre tiene problemas. Cuando no tiene problemas reales, fabrica problemas imaginarios y ficticios, teniendo incluso que buscar soluciones imaginarias y ficticias.