viernes, 10 de marzo de 2023

Salmo 50: Misericordia, Dios mío

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, 
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
¡Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Ni tú ni yo somos los mismos

El Buda fue el hombre que comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.
Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido y permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.
Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.
Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
-- ¿No estás enfadado, señor?
-- No, claro que no.
Sin salir de su asombro, preguntó:
-- ¿Por qué?
-- Porque, dijo el Buda, ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.

El Maestro dice: Para el que sabe ver todo es transitorio: para el que sabe amar todo es perdonable.

miércoles, 8 de marzo de 2023

Servir a todos, Señor

Tú Jesús nos propones servir a todos
como manera habitual de vivir.
Tú, Señor nos invitas a ser los últimos
en vez de buscar en la vida los primeros puestos .
Tú, Jesús sabes el deseo de poder
que habita en todo corazón humano,
por eso recomiendas que vivamos sirviendo,
cuidando, acompañando y facilitando la vida
a todos los que nos rodean
y hasta los que están lejos.
Enséñanos a amar como tú amabas,
haznos sencillos a tu estilo,
límpianos de poderes y de prestigios
y del deseo de tener y acaparar.
Todos queremos tener asegurada tu amistad.
Envuélvenos a todos en tu amor
y no permitas que vivamos sin tu presencia Señor

El barquero inculto

Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Sosegado y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:
-- Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
-- No, señor -repuso el barquero.
-- Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.
Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:
-- Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
-- No, señor, no sé nada de plantas.
-- Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó el petulante joven.
El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba su luz sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:
-- Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas. ¿por cierto, sabes algo de la naturaleza del agua?
-- No, señor, nada sé al respecto. No sé nada de estas aguas ni de otras.
-- ¡Oh, amigo! -exclamó el joven-. De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.
Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:
-- Señor, ¿sabes nadar?
-- No -repuso el joven.
-- Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.

El Maestro dice: No es a través del intelecto como se alcanza la perfección: el conocimiento erudito no tiene nada que ver con la Sabiduría.

lunes, 6 de marzo de 2023

Himno de Cuaresma

En tierra extraña peregrinos con esperanza caminamos,
que, si arduos son nuestros caminos,
sabemos bien a dónde vamos.
En el desierto un alto hacemos,
es el Señor quien nos convida,
aquí comemos y bebemos el pan y el vino de la Vida.
Para el camino se nos queda entre las manos, guiadora,
la cruz, bordón, que es la venera
y es la bandera triunfadora.
Entre el dolor y la alegría,
con Cristo avanza en su andadura
un hombre, un pobre que confía
y busca la ciudad futura. Amén.

Soy tú

Era un discípulo honesto. Moraba en su corazón el afán de perfeccionamiento. Un anochecer, cuando las chicharras rompían el silencio de la tarde, acudió a la modesta casita de un sabio y llamó a la puerta.
-- ¿Quién es? -preguntó el sabio.
-- Soy yo, respetado maestro. He venido para que me proporciones instrucción espiritual.
-- No estás lo suficientemente maduro -replicó el sabio sin abrir la puerta-. Retírate un año a una cueva y medita. Medita sin descanso.
Después regresa y te daré instrucción. Al principio, el discípulo se desanimó, pero era un verdadero buscador, de esos que no ceden en su empeño y rastrean la verdad aun a riesgo de su vida. Así que obedeció al sabio.
Buscó una cueva en la falda de la montaña y durante un año se sumió en meditación profunda. Aprendió a estar consigo mismo; se ejercitó en el Ser.
Sobrevinieron las lluvias del monzón. Por ellas supo el discípulo que había transcurrido un año desde que llegara a la cueva. Abandonó la misma y se puso en marcha hacia la casita del maestro. Llamó a la puerta.
-- ¿Quién es? -preguntó el sabio.
-- Soy tú -repuso el discípulo.
-- Si es así -dijo el sabio -, entra. No había lugar en esta casa para dos yoes.

El Maestro dice: Más allá de la mente y el pensamiento está la Sabiduría.

domingo, 5 de marzo de 2023

Oye, Señor…

Tú te transfiguras ante tus amigos
y ellos, al tratar contigo, se transforman,
se convierten en otras personas,
más profundas, más auténticas,
con más sencillez y más Amor.
Vivir ratos de amistad contigo
cambia del todo a la persona;
ayuda a abandonar situaciones negativas,
a vivir con más positividad y menos rutina
y a salir siempre al encuentro del hermano.
Tú nos susurras cómo vivir
en el silencio del encuentro
cada vez que nos ponemos a tu escucha.

La sonrisa de cada día

Hace tiempo leí una historieta que me gustó.

En una leprosería había un leproso que se pasaba el día encerrado en sí mismo, triste y sin esperanza. Hasta que un día comenzó a sonreír.
Todo el mundo se preguntaba qué había pasado. Y se dieron cuenta de que todas las mañanas se asomaba al muro que lo separaba de la calle.
Se subía al muro para poder mirar a la calle. Bajaba y comenzaba a sonreír.
Llenos de curiosidad se acercaron. Una señora todos los días pasaba a esa hora por allí. Esperaba ver al leproso. Y desde la calle le regalaba una sonrisa.
Y esto era suficiente para hacerle feliz a aquel hombre lleno de angustia y tristeza durante todo el día.