sábado, 26 de noviembre de 2022

Salmo 91: Alabanza del Dios creador

Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.

El maravilloso poder de los cuentos

Leticia fue mi alumna en la escuela en un pueblo de la Sierra. Tenía 11 años. Once años conociendo las carencias y la mugre de la vida. Siempre con la misma ropa, heredada de una prima o vecina. Once años batallando con los bichos de día y de noche. Con una nariz que escurría como una vela. Con el pelo largo y sucio sirviendo de tobogán a los piojos. Aun así, era de las primeras en llegar a la escuela. Tal vez iba para soñar que era lo que no; aunque tuviera que soportar el rechazo y el asco de los demás.
A la hora del trabajo en equipo nadie la quería. No le dieron la oportunidad para demostrar lo inteligente que era: el rechazo de sus compañeros fue lo que Leticia conoció.
Otros niños semejantes a Leticia eran aceptados por el resto de niños, pero no ocurría lo mismo con Leticia y las niñas. A mí sólo se me ocurría hacer recomendaciones que nunca fueron atendidas.
En ese tiempo me preguntaba: ¿de qué sirve leer cuentos a esos niños que no han comido?; ¿serviría de algo alimentarlos con fantasías? Yo creía que sí, pero no sabía hasta dónde. Constantemente les brindaba relatos, sobre todo en la mágica hora de lecturas, dos veces por semana.
Un día conté "La Cenicienta" y cuando llegué a la parte en que el hada madrina transformó a la jovencita andrajosa en una bella señorita de vestido vaporoso y zapatillas de cristal, Leticia aplaudió eufórica el cambio realizado. Había una súplica en su rostro que provocó la burla de los que no tenían ni capacidad ni la misma necesidad de soñar.
Esta vez hubo recomendaciones y regaños.
En otra ocasión, pregunté a mis alumnos: ¿qué querían ser cuando sean mayores?
Y el cofre de sus deseos se abrió ante mí: uno quería ser astronauta, aunque al pueblo ni el autobús llegaba; otros querían ser maestros, artistas o soldados.
Cuando le tocó el turno a Leticia, se levantó y con voz firme dijo:
- ¡Yo quiero ser doctora!
Una carcajada insolente se escuchó en el salón.
Apenada, se deslizó en su silla invocando al hada madrina que no llegó.
Mi labor en esa escuela terminó con el año escolar. La vida siguió su curso.
Después de quince años, regresé por esos lugares, con mi nombramiento de maestro.
Entonces encontré algunas respuestas y surgieron otras preguntas.
Las buenas noticias me llegaron en el autobús, antes de llegar al barco donde trasbordan los pasajeros que van al otro poblado. Una señorita vestida de blanco se dirigió a mí:
– ¡Usted es el maestro Víctor Manuel!..., usted fue mi maestro! -me dijo- sorprendida y sonriente. El que podía encantar serpientes con las historias que contaba.
– Sí, ciertamente soy yo, contesté halagado.
– ¿No me recuerda, maestro? -preguntó y continuó diciendo con la misma voz firme de otro tiempo -soy Leticia... y soy doctora...
Mis recuerdos se atropellaban para reconstruir la imagen de aquella chiquilla que en otro tiempo nadie quería tener cerca.
Se bajó del autobús dejando, como La Cenicienta, la huella de sus zapatillas en el estribo... Y a mi con mil preguntas. Todavía alcanzó a decirme:
– Trabajo en Parral... búsqueme en la clínica tal... Y se fue …
Un día fui a la clínica que me dijo y no la encontré. No la conocían ni la enfermera ni el conserje. ¡Era demasiada belleza para ser verdad! "Los cuentos son bellos pero no dejan de ser cuentos", me lamentaba. Arrepentido de haber ido, y casi derrotado, encontré a la directora de la clínica y hablé con ella. Lo que me dijo, revivió mi fe en la gente y en la literatura:
– La doctora Leticia trabajaba aquí -me contó-. Es muy humana y tiene mucho amor por los pacientes, sobre todo con los más necesitados.
– Ésa es la persona que yo busco, le dije emocionado.
– Pero ya no está con nosotros -dijo la directora.
– ¿Qué le ha pasado? -pregunté ansioso.
– La doctora Leticia solicitó una beca para especializarse y la ganó... ahora está en Italia.
Leticia sigue aprendiendo más y enseñando sus secretos para luchar. Yo sigo queriendo saber hasta dónde llega el poder de los cuentos; ¿cuándo empezó el despegue de los sueños de Leticia respecto al resto de sus compañeros?; ¿dónde radica la fortaleza de las mujeres que superan cualquier expectativa?
Ya no quiero ser el maestro de Leticia: Ahora quiero aprender. Quiero que me enseñe cómo evoluciona una oruga hasta convertirse en ángel y, sobre todo, quiero descubrir cuál fue la varita mágica que la convirtió en la Princesa del Cuento.

viernes, 25 de noviembre de 2022

Himno de perdón

Por el dolor creyente que brota del pecado;
por haberte querido de todo corazón;
por haberte, Dios mío, tantas veces negado,
tantas veces pedido, de rodillas, perdón.
Por haberte perdido, por haberte encontrado.
Porque es como un desierto nevado mi oración;
porque es como la hiedra sobre un árbol cortado
el recuerdo que brota cargado de ilusión.
Porque es como la hiedra, déjame que te abrace,
primero amargamente, lleno de flor después,
y que a mi viejo tronco poco a poco me enlace,
y que mi vieja sombra se derrame a tus pies.
¡Porque es como la rama donde la savia nace,
mi corazón, Dios mío, sueña que tú lo ves! Amén.

El demonio y los tres monjes

El demonio se apareció a tres monjes y les dijo:
- Si os diera potestad para cambiar algo del pasado, ¿qué cambiaríais?
El primero de ellos, con un gran fervor apostólico respondió:
- Impediría que hicieras caer a Adán y Eva en el pecado para que la humanidad no pudiera apartarse de Dios.
El segundo, un hombre lleno de misericordia, le dijo:
- Impediría que tú mismo te apartases de Dios y te condenaras eternamente.
El tercero de ellos era el más simple y, en vez de responder al tentador, se puso de rodillas, hizo la señal de la cruz y oró diciendo:
- Señor, libérame de la tentación de lo que pudo ser y no fue.
El diablo, dando un grito estentóreo y estremeciéndose de dolor se esfumó. Los otros dos, sorprendidos, le dijeron:
- Hermano, ¿por qué has reaccionado así?
Él les respondió:
- Primero: NUNCA debemos dialogar con el enemigo. Segundo: NADIE en el mundo tiene poder para cambiar el pasado. Tercero: el INTERÉS de Satanás no era probar nuestra virtud, sino atraparnos en el pasado, para que descuidemos el presente, el único tiempo en el que Dios nos da su gracia y podemos cooperar con ella para cumplir su voluntad.

De todos los demonios, el que más atrapa a los hombres y les impide ser felices es el de "lo que pudo ser y no fue". El pasado queda a la Misericordia de Dios y el futuro a su Providencia. Solo el presente está en nuestras manos. "Vive hoy"…


martes, 22 de noviembre de 2022

A María en la fiesta de los músicos

María, Tú que eres toda corazón
y supiste hacerte eco de la música de Dios,
pon tu ternura materna en cada una de nuestras palabras y gestos,
para que seamos motivo de un encuentro de hermanos y amigos.
Que cada acorde que salga de nuestras manos
y cada cadencia que dibujen nuestras voces
sean el reflejo de la melodía de Dios de la Vida.
Que cada canción que brote de nuestros labios
sea una alabanza armoniosa para nuestro Dios
y un anuncio misionero de la Buena Noticia
de aquel que nos ama con locura.
Ayúdanos a afinar nuestra vida en clave de Amor
y que nuestro día a día siga siempre el compás de tu Corazón.

Los músicos de Bremen

          Hermanos Grimm

Había una vez un campesino que tenía un asno. Durante mucho tiempo le había servido para llevar los sacos de trigo al molino, pero el asno se empezó a hacer viejo e inservible y el amo pensó en deshacerse de él.
El asno no era tonto, y como sabía de las intenciones de su amo se escapó rumbo a Bremen para tratar de hacer carrera como músico, ya que el animal tocaba el laúd. n su camino se tropezó con un perro cazador que jadeaba agotado.
- ¿Todo bien amigo?
- Sí, sí tranquilo. Intentaba escaparme de mi amo, que quiere matarme porque soy viejo y ya no le sirvo para ir de caza.
- ¿Por qué no te vienes conmigo? Voy camino de Bremen, donde pienso ganarme la vida como músico. Juntos podríamos formar una banda… tu podrías tocar los timbales. ¿Qué te parece?
El asno convenció al perro y continuaron su camino juntos. Al poco, se encontraron con un gato con mala cara.
- ¿Qué te pasa minino? - preguntó el asno
- Que no tengo adónde ir. Mi ama ha tratado de ahogarme porque estoy viejo y me paso el día echado junto al fuego.
- ¿Y por qué no te unes a nosotros? Vamos a Bremen, a formar una banda de música.

El gato dijo que no sabía mucho de música, pero como no se le ocurría nada mejor aceptó y se unió al asno y al perro. Más adelante dieron con un gallo que gritaba con todas sus fuerzas.
- ¿Por qué gritas gallo? -dijo el asno
- Porque mi granjero va a echarme a la cazuela esta noche. Por eso grito mientras estoy vivo.
- Anda, no malgastes tu tiempo y vente con nosotros. Vamos a Bremen y tienes buena voz así que eres perfecto para nuestra banda de música.
Continuaron caminando los cuatro animales todo lo que pudieron pero no llegaron esa misma noche a Bremen. No sabían dónde pasar la noche cuando vieron luz en una casa al otro lado del bosque y decidieron acercarse. Vieron a un grupo de ladrones a punto de darse un gran festín de comida y con el hambre que tenían decidieron que tenían que hacer algo para echar de la casa a los ladrones.
El asno se colocó junto a la ventana, el perro se subió encima del asno, el gato encima del perro y el gallo encima de la cabeza del gato. Así, unos encima de otros, empezaron a rebuznar, ladrar, maullar y cantar con toda su alma. Armaron tal estruendo que los ladrones huyeron creyendo que se trataba de algún fantasma.
Los animales cenaron hasta que ya no pudieron más y se echaron a dormir. El asno eligió el estiércol, el perro se fue detrás de la puerta, el gato prefirió las cenizas del hogar y el gallo se puso encima de una viga.
A media noche uno de los ladrones, viendo a lo lejos que la casa parecía en calma se armó de valor y decidió volver.
Pero cuando llegó la casa estaba a oscuras, confundió los ojos del gato con las brasas del hogar, acercó una cerilla y el gato le arañó la cara, fue hacia la puerta y le mordió el perro en la pierna, salió corriendo fuera de la casa, pisó el estercolero y el asno le dio una coz y justo en ese momento el gallo empezó a cantar desde la viga ¡¡Kirikíi!!
El ladrón corrió todo lo rápido que pudieron sus pies y cuando llegó contó a sus compañeros:
- ¡En la casa hay una bruja que me ha arañado la cara, detrás de la puerta un hombre con un cuchillo que me lo ha clavado en la pierna, y fuera un monstruo que me ha golpeado con un terrible mazo!! Y encima del tejado un juez que gritaba ¡Traedme el ladrón aquí!
Tras esto a los ladrones ni se les ocurrió volver a pisar esa casa y los músicos de Bremen todavía siguen allí.

lunes, 21 de noviembre de 2022

La niña María

La niña María -¡qué gracia es su vuelo!-,
paloma del cielo, al templo subía
y a Dios ofrecía el más puro don:
sagrario y mansión por él consagrada
y a él reservada en su corazón…
¡Oh blanca azucena!,
la Sabiduría su trono te hacía,
dorada patena, de la gracia llena,
llena de hermosura.
Tu luz, Virgen pura, niña inmaculada,
rasgue en alborada nuestra noche oscura.
Tu presentación, princesa María,
de paz y alegría llena el corazón.
De Dios posesión y casa habitada,
eres la morada de la Trinidad.
A su Majestad la gloria sea dada. Amén.

Entradas para el circo



La misma Katharine Hepburn cuenta esta emotiva historia de su infancia.
Una vez cuando era adolescente, mi padre y yo estábamos haciendo fila para comprar entradas para el circo.
Al final solo había otra familia entre nosotros y el mostrador de entradas
Eran ocho niños todos probablemente menores de 12 años. De la forma en que estaban vestidos, se podía decir que no tenían mucho dinero, pero su ropa era limpia, muy limpia.
Los niños eran bien educados, todos ellos parados en la cola, de dos en dos detrás de sus padres, tomados de la mano. Estaban emocionados por los payasos, los animales, y todos los actos que verían esa noche. Sería un día importante en sus vidas. El padre y la madre estaban a la cabeza de la manada de pie orgullosos de sus hijos.
La madre estaba sosteniendo la mano de su marido. Él estaba sonriendo y disfrutando viendo a su familia feliz.
La señora de la taquilla le preguntó al hombre cuántas entradas quería.
El respondió con orgullo, "Me gustaría comprar ocho entradas para niños y dos para adultos, para poder disfrutar con mi familia en el circo. "
La señora de la taquilla le dijo el precio.
La esposa soltó su mano de su marido, el labio del hombre comenzó a temblar. Entonces se inclinó un poco más cerca y preguntó:
- ¿Cuánto ha dicho usted?
La señora de la taquilla volvió a decir el precio.
El hombre no tenía suficiente dinero. Pero…, cómo iba a decir a sus ocho hijos que no tenían suficiente dinero para entrar al circo.
Viendo lo que estaba pasando, mi papá metió su mano en su bolsillo, sacó un billete de 20 dólares, y lo dejó caer al suelo. Mi padre se inclinó, recogió el billete, tocó al hombre en el hombro y dijo:
- Disculpe, señor, esto cayó de su bolsillo.
El hombre comprendió lo que había pasado. No estaba pidiendo una limosna, pero sin duda agradeció la ayuda en una situación desesperada, desgarradora y vergonzosa.
Miró directamente a los ojos de mi papá, tomó la mano de mi padre, apretó fuertemente el billete y con el labio tembloroso y una lágrima cayendo de su mejilla, respondió,
- Gracias, gracias a usted, señor. Esto realmente significa mucho para mí y mi familia.
Mi padre y yo volvimos a nuestro coche y volvimos a casa. Los 20 dólares que regaló mi papá eran con los que íbamos a comprar nuestras propias entradas. Aunque no pude ver el circo esa noche, ambos sentimos una alegría dentro que fue mucho mayor que ver el circo. Ese día aprendí el verdadero valor de dar. 

domingo, 20 de noviembre de 2022

Señor Jesús

       Pedro Casaldáliga

Mi Fuerza y mi Fracaso eres Tú.
Mi Herencia y mi Pobreza.
Tú, mi Justicia, Jesús.
Mi Guerra y mi Paz.
¡Mi libre Libertad!
Mi Muerte y Vida,
Tú, Palabra de mis gritos,
Silencio de mi espera,
Testigo de mis sueños.
¡Cruz de mi cruz!
Causa de mi Amargura,
Perdón de mi egoísmo,
Crimen de mi proceso,
Juez de mi pobre llanto,
Razón de mi esperanza, ¡Tú!
Mi Tierra Prometida eres Tú...
La Pascua de mi Pascua.
¡Nuestra Gloria por siempre, Señor Jesús!

El caballero de la armadura

Érase una vez un terrateniente que deseaba convertirse en caballero.
Quería servir a su rey y ser el más noble y más leal caballero que jamás hubiera tenido. El día de su investidura, abrumado por el honor, hizo un voto solemne. Prometió no arrodillarse ni levantar sus brazos en homenaje a nadie más que a su rey.
Y se le encomendó la guardia de una ciudad en la frontera del reino. Cada día vigilaba la entrada enfundado en su armadura.
Pasó el tiempo. Un día, desde su puesto de guardia vio pasar una campesina con su carro lleno de verduras y frutas. Éste volcó y todo se derramó por el suelo.
Nuestro caballero, para no romper su promesa, no se movió.
Otro día pasaba un señor que tenía sólo una pierna y su muleta se rompió.
- "Buen caballero, ayúdeme a levantarme".
Pero el caballero no dobló las rodillas ni levantó las manos para ayudarle.
Pasaron los años y nuestro caballero ya anciano recibió la visita de su nieto que le dijo:
- "Abuelo cógeme en tus brazos y llévame a la feria".
Pero no se agachó para no quebrantar su promesa.
Finalmente, el rey vino a visitar la ciudad y saludar al caballero que estaba rígido guardando la entrada. El rey observó que estaba llorando.
- Eres uno de mis más nobles caballeros, ¿por qué lloras?
- Majestad, hice promesa de no inclinarme ni levantar mis brazos en homenaje más que para usted, pero ahora soy incapaz de cumplir mi promesa. El paso de los años ha producido su efecto y hasta las junturas de la armadura se han oxidado. Ya no puedo levantar los brazos ni doblar las rodillas.
El rey, como un buen padre, le dijo:
- "Si te hubieras arrodillado para ayudar a todos los que pasaban y hubieras levantado tus brazos para abrazar a todos que acudían a ti, hoy, podrías haber cumplido tu promesa dándome el homenaje que juraste no rendir más que a tu rey.