sábado, 19 de agosto de 2017

Una oración por las víctimas de Barcelona

Por los fallecidos, en primer lugar. Por sus historias truncadas, por ser víctimas de una violencia terrorista absurda. Por todo el dolor que esas muertes repentinas dejan atrás.
Por las demás víctimas, heridos de distinta consideración, que habrán de superar las secuelas del horror experimentado en esos minutos de pánico y muerte.
Por los familiares y amigos que tienen que afrontar las consecuencias de este terrorismo salvaje.
Por los fanáticos que creen que la violencia consigue algo, para que abran los ojos, el corazón y la entraña a una lógica que no se basa en el odio o la destrucción.
Por quienes tienen que intentar que esto no ocurra: autoridades, fuerzas de seguridad y tantos otros. Que sigan haciendo su trabajo con convicción, con paciencia, con generosidad y con perseverancia, aunque a veces el agresor consiga golpear.
Por las gentes de paz que, ante esto, serán señaladas injustamente, por entrar en una etiqueta, una categoría o una adscripción religiosa. Por la paz. Que se convierta en clamor, en camino y en resultado.

¿Por qué gritan los humanos?

- ¿Por qué los humanos se gritan cuando están enfadados?
- Cuando dos personas están enfadadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar.
¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente. Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. 
Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? No hablan, sólo susurran y su amor les acerca aún más. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. 
Así de cerca están dos personas cuando se aman. 

Cuando discutáis no dejéis que vuestros corazones se alejen, no digáis palabras que os distancien más; o llegará un día en que la distancia será tanta que no encontraréis el camino de regreso.

viernes, 18 de agosto de 2017

Lo tuyo es darte

 Javi Montes, sj

Nos empeñamos en apropiarnos de todo
y nos quedamos solo con la frustración.
Queremos programar cada instante
pero la vida se nos escapa de las manos.
Nos gustaría conocerlo todo
y nos descubrimos los más ignorantes.
Soñamos con triunfar en cada proyecto
pero el fracaso nos devuelve a nuestro sitio.
Lo tuyo es dar, darte, sin calcular.
Lo nuestro es recibir, acoger, sin preguntar.
Solo me conozco al mirarme en Ti.
Eres el manantial del que todo brota,
donde veo la primera luz y empiezo a correr.
Eres el mar, donde todo acaba
hacia allá me dirijo, en Ti quiero descansar.

El profesor de piano

J. López Melús

En un país africano el gobernador  británico ofreció una cena de gala en honor de un profesor de color, famoso pianista.
Al final de la cena, el gobernador pidió al profesor que tocase al piano alguna pieza de su gusto para hacer honor a la fiesta. El profesor aceptó gustoso y se sentó ante el piano. Ante la sorpresa general, empezaron a sonar notas discordantes, sin ninguna armonía ni ritmo dando un efecto desastroso que no correspondía a lo que se esperaba de él. La asamblea empezó a ponerse nerviosa pero el profesor seguía tocando el piano imperturbablemente, llenando el salón de un amasijo de notas que sonaban muy mal. 
Terminó una pieza ante el asombro de los asistentes y atacó una segunda con las mismas características que la anterior. Aquello era inaudible, el gobernador estaba abochornado y a punto de levantarse, como todos los asistentes, cuando el profesor, de repente, hizo brotar del mismo piano una melodía exquisita que entusiasmó a la asistencia. 
Todos se sintieron cautivados por la música y, cuando el profesor se levantó la saludar a la asamblea, una salva de aplausos retumbó en la residencia. Entonces el profesor tomó la palabra y dijo:
- ‘Señoras y señores, me he dado cuenta al principio que apenas habéis podido aguantar la música que os ofrecía. Ya sé que era una cacofonía horrible y probablemente habéis pensado que os tomaba el pelo. No era mi intención gastaros ninguna broma. Fijaos, en el piano hay teclas blancas que pueden representar a los europeos y teclas negras que pueden representar a los africanos. Si tocamos únicamente las teclas blancas, sonará una música hiriente y lo mismo pasará si se tocan las teclas negras. Si se tocan las dos de una manera acorde y artística, la música podrá ser maravillosa.
 Es imposible hacer un trabajo útil si blancos y negros no trabajan juntos. El buen entendimiento, la unión entre unos y otros son condiciones necesarias para construir una obra que nos enriquezca a todos.

jueves, 17 de agosto de 2017

¡Cuánto os amo!

Jesús nos dice lo siguiente:
¡Me encanta que te acerques!
Que compruebes que encontrarte conmigo nunca es aburrido.
No te quiero triste.
Tampoco solitario, ni con cara de aburrido o amargado.
¡Qué amigo quiere eso de otro amigo!
Solo te deseo que seas feliz
Que te sientas a gusto. Que te sientas amado.
Yo te quiero y te quiero como eres.
¿No te lo había dicho? ¿No te habías fijado?
Eres estupendo
Si no, no serías obra de mi Padre. ¿Tampoco lo sabías?
Me encanta tu alegría
Quiero que tu vida sea una pasada. 
Que este mundo cambie y también sea una pasada. 
Que algún día mi voz sea escuchada. 
Que por fin mi palabra se comprenda.
Por eso, me encanta que te acerques.
Necesito tu empuje. Necesito tus manos. 
Necesito que digas a más gente.
¡Cuánto os quiero! 

Pagando tres veces por lo mismo

P. Coelho

Cuenta una leyenda de la región del Punjab que un ladrón entró en una hacienda y robó doscientas cebollas. Antes de que pudiera huir, el dueño del lugar lo capturó y lo llevó ante el juez.
El magistrado pronunció la sentencia: pagar diez monedas de oro. Pero el hombre alegó que era una multa demasiado alta y el juez, entonces, decidió ofrecerle otras dos alternativas: recibir veinte latigazos o comerse las doscientas cebollas.
El ladrón eligió comerse las doscientas cebollas. Pero cuando llegó a la vigésimo quinta, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar y el estómago le quemaba como el fuego del infierno. Como aún le faltaban 175 y se dio cuenta de que no aguantaría el castigo, pidió para recibir los veinte latigazos.
El juez aceptó. Cuando el látigo golpeó su espalda por décima vez, él imploró que parasen de castigarlo, porque no soportaba el dolor.
Su petición fue obedecida, pero el ladrón tuvo que pagar las diez monedas de oro.
– Si hubieras aceptado la multa, te habrías evitado comer las cebollas y no habrías sufrido con el látigo –le dijo el juez–. Pero preferiste el camino más difícil sin entender que, cuando se hace algo mal, es mejor pagar enseguida y olvidar el asunto…

miércoles, 16 de agosto de 2017

La Asunción de la Virgen María

Alégrate y gózate Hija de Jerusalén
mira a tu Rey que viene a ti, humilde,
a darte tu parte en su victoria.
Eres la primera de los redimidos
porque fuiste la adelantada de la fe.
Hoy, tu Hijo, te viene a buscar, Virgen y Madre:
“Ven amada mía”,
te pondré sobre mi trono, prendado está el Rey de tu belleza.
Te quiero junto a mí para consumar mi obra salvadora,
ya tienes preparada tu «casa» donde voy a celebrar
las Bodas del Cordero:
Templo del Espíritu Santo, Arca de la nueva alianza
Horno de barro, con pan reciente de mil sabores.
Mujer vestida de sol, tu das a luz al Salvador
que empuja hacia el nuevo nacimiento.
Dichosa tú que has creído, porque lo que se te ha dicho
de parte del Señor, en ti ya se ha cumplido.
María Asunta, signo de esperanza y de consuelo,
de humanidad nueva y redimida, danos de tu Hijo
ser como tú llenos del Espíritu Santo,
para ser fieles a la Palabra que nos llama a ser,
también como tú, sacramentos del Reino.
Hoy, tu sí, María, tu fiat, se encuentra con el sí de Dios
a su criatura en la realización de su alianza,
en el abrazo de un solo sí. Amén.

El saco de plumas

Hoy puede ser un buen día para reflexionar sobre algunas de nuestras actitudes.
Somos muy dados a chismorrear, hablar de los demás, juzgando desde parámetros adquiridos, por envidias, inseguridad, falta de autoestima, complejos y sobre temas o personas que desconocemos. Desde esos prejuicios que nos hacen creer que nuestra percepción es la única verdad, dando valor a lo que nos cuentan aquellos que son igual que nosotros, olvidando que generalmente las apariencias engañan y que detrás de cada historia existen motivos y razones que no tenemos por qué entender.
Cada vez que escuchamos y hablamos de los demás es como echar “plumas al viento”.
Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.
Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:
- Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?
A lo que el hombre respondió:
- “Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suéltalas por donde vayas”.
El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado todas.
Volvió donde el sabio y le dijo:
- “Ya he terminado”.
A lo que el sabio contestó:
- “Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas”.
El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar casi ninguna.
Al volver, el hombre sabio le dijo:
- “Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste”.

“Cometer errores es de humanos y de sabios pedir perdón”.