jueves, 23 de febrero de 2017

Has venido, Señor...

A traer plenitud a las vidas mediocres...
A traer libertad a los que estamos atados...
A traer ilusión a las vidas cansadas...
A traer sorpresa a la gris rutina...
A traer descanso a los agobiados...
A traer sabiduría a los pequeños...
A levantar a los encorvados...
A perdonar una y mil veces, has venido, Señor...
A liberarnos de los compromisos...
A enseñarnos a ser los últimos...
A demostrarnos el valor de la pobreza y del compartir...
A construir tu Reino de justicia, has venido, Señor...
A sacamos de la esclavitud del poder, del dinero y del prestigio...
A cambiarnos el corazón de piedra, has venido, Señor...
A revitalizar nuestra historia personal...
A contagiarnos la misericordia...
A potenciar lo mejor de nosotros mismos...
A dinamizar nuestra existencia, has venido, Señor...
A poner a las personas por encima de las normas...
A despertar nuestra coherencia y fraternidad...
A entusiasmarnos con tu Reino, has venido, Señor...
A hablarnos al corazón a cada uno...
A llenar nuestra vida de sentido y de tu Espíritu...
A hacernos grandes en el Reino de los cielos,
...has venido y vienes siempre, Señor.

El carbón y la camisa



Un día, Jorgito entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto. Su padre, lo llamó. Jorgito, le siguió, gritando:
- Papá, ¡Te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso, le deseo todo el mal del mundo, ¡Tengo ganas de matarlo!
Su padre, un hombre sencillo, pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo, quien continuaba diciendo:
- Imagínate que el estúpido de Pedrito me humilló delante de mis amigos. ¡No acepto eso! Me gustaría que se ponga enfermo para que no pueda ir más a la escuela.
El padre siguió escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, de donde cogió un saco lleno de carbón que llevó hasta el final del jardín y le propuso:
- ¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo. Después vuelvo para ver como ha quedado.
El niño lo aceptó como un juego y comenzó a lanzar los trozos de carbón, pero como el tendedero estaba lejos, pocos de ellos acertaron a la camisa.
Cuando, el padre regresó y le preguntó:
- Hijo ¿qué tal te sientes?
- Cansado pero alegre. Acerté algunos pedazos de carbón a la camisa.
El padre tomó al niño de la mano y le dijo:
– Ven conmigo quiero mostrarte algo.
Lo colocó frente a un espejo que le permitía ver todo su cuerpo. ¡Qué susto! Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo:
- Hijo, como puedes ver la camisa ha quedado un poco sucia pero no es comparable a lo sucio que has quedado tú. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre queda en nosotros mismos.

Ten mucho cuidado con tus pensamientos porque ellos se transforman en palabras.
Ten mucho cuidado con tus palabras porque ellas se transforman en acciones.
Ten mucho cuidado con tus acciones porque ellas se transforman en hábitos.
Ten mucho cuidado con tus hábitos porque ellos moldean tu carácter.
Y ten mucho cuidado con tu carácter porque de él dependerá en gran medida tu destino.

martes, 21 de febrero de 2017

Perdono, pero no olvido

Tú conoces mi corazón rácano, Jesús.
Tú sabes cómo funciona mi memoria,
y la cuenta que lleva de los fallos que le hacen...
Límpiame de todo recuerdo de aquello que me hicieron.
Regálame, Señor, una memoria sana.
Ayúdame a olvidar y no permitas
que mi rencor me deje llevar cuenta de nada.
Líbrame, Tú, de la vanidad exigente,
que me hace regañarme y no aceptarme.
Susúrrame que los fallos son oportunidades para crecer.
Me exijo, y exijo demasiado a los demás.
Dame, Señor, un corazón tolerante para mí y para los otros.
Enséñame a perdonar a tu manera: sin fin.
Jesús, pongo ante Ti los nombres
de todos aquellos que me hicieron algún daño.
Quiero perdonarlos contigo,
y quedarme con el corazón limpio de memorias dolientes.
Señor, vacía mi mente de todos los rencores,
que no me quede ni un detalle de dolor,
que acepte todo lo que me dolió como parte de mi historia,
como semilla de lo que hoy soy,
de lo que Tú y la vida habéis hecho conmigo.
Me perdono contigo por mis fallos, mis desaciertos,
mis prisas, mis malos humores, mi falta de risa.
Siento, Señor, que eres perdón y que me envuelves.

La viga de hierro



Érase una viga de hierro muy dura que había que romper.
- "Yo haré el trabajo", dijo el hacha. Y comenzó a golpear con fuerza el hierro y a cada golpe que daba su filo se iba dañando hasta que dejó de dar golpes.
- "Déjame a mi", dijo la sierra. Y comenzó a trabajar la superficie del hierro hasta que sus dientes se gastaron y se rompieron. Y se dio por vencida.
- “Ah, dijo el martillo, ya sabía yo que no lo ibais a conseguir. Miradme a mí”. Y después del primer golpe, el martillo voló por el aire y la viga de hierro seguía igual.
- "¿Me dejáis intentarlo?", preguntó tímidamente la llama de fuego.
- "¡Ni lo intentes!", le contestaron el martillo, la sierra y el hacha. "¿Qué puedes hacer tú?"
Pero la llama abrazó el hierro, lo calentó y no lo dejó hasta que se fundió bajo su influencia poderosa.
La perseverancia de la pequeña llama rompió la viga de hierro.

domingo, 19 de febrero de 2017

¡Como Tú, Padre!

Sobre buenos y malos, Padre,
haces salir el sol y mandas la lluvia.
A todos sostienes, a todos ofreces tu regazo
y susurras palabras de vida y ternura,
independientemente de sus méritos,
de su dignidad, de su bondad o malicia,
de su credo, de su autoestima.
Graba en nosotros las claves de tu corazón,
y da a nuestras entrañas los ritmos de tu querer
para respetar a los que son diferentes,
ser tolerantes con los que no coinciden,
prestar sin esperar recompensa.
defender al débil y amar a todos
por encima de nuestros gustos y preferencias.
Ruega por nosotros para que aprendamos
el difícil arte de perdonar, olvidando las ofensas,
ofreciendo la flor de la compasión
tras los muros del rencor y de la incomprensión.
Enséñanos, Padre, a ser como Tú,
que todos puedan decir:
son hijos dignos de tal Padre.
Al final todo se reduce a una decisión:
-alimentar el odio... o el entendimiento.
-crear al enemigo... o al amigo.
-construir barreras... o puentes.
-contribuir al amor... o al dolor.
 -tender la mano siempre aunque...
a pesar de... incluso cuando... incluso a quien... o no amar.

La fuerza del perdón

Érase una vez un escultor a quien un obispo le había encargado una estatua para la catedral. Cuando llegó el día de entregarla, el escultor se sentía mal, no estaba satisfecho de su trabajo y no le gustaba su estatua. Llamó a su ayudante para que le ayudara a transportarla y le dijo:
- Ya tenía ganas de quitarme de encima este muerto.
Su ayudante de mal humor miró para otro lado. Entonces el escultor recordó las veces que le había maltratado e insultado durante el trabajo; le pidió perdón y el viaje hasta la catedral se hizo más agradable.
En el camino se encontró con su mujer que le miró con desprecio y no quería viajar con ellos. Pero el escultor, con humildad, le pidió perdón y ella con una sonrisa se lo dio y se sentó junto a él.
Más adelante se encontró con el cantero que le había vendido la piedra para hacer la estatua. El cantero le miró con ira porque no le había pagado a pesar de sus promesas. El escultor se disculpó una vez más y pagó su deuda y viajó con ellos a la catedral.
Cuando llegaron a la catedral, la mujer del escultor invitó al obispo para que viera la estatua mientras el escultor, su ayudante y el cantero la descargaban.
Cuando la descubrieron todos se maravillaron de su extraordinaria belleza. El más sorprendido fue el escultor y es que cada vez que pedía perdón y se reconciliaba la estatua se hacía más hermosa.