sábado, 14 de enero de 2017

Mírame y llámame, Señor

Florentino Ulibarri

Si me llamas, te seguiré sin dudar
aunque el camino sea desconocido y duro.
Si me hablas, callaré y creeré en Ti
aunque tu voz destroce mis planes y sueños.
Si quieres podarme, me dejaré podar
aunque mi savia se desparrame en tierra sin nombre.
Si me acrisolas al fuego, me dejaré purificar
aunque pulverices mis deseos y posesiones.
Si me invitas, entraré en tu casa y en tu corazón
aunque sea pobre y mendigo.
Si me quieres contigo, iré a donde quieras,
aunque no me gusten leyes y obediencias.
Y si me miras con amor, intentaré acoger tus anhelos
aunque los mimbres de mi ser no sirvan para ello.

La historia de la madre en el asilo

Un matrimonio anciano vivía en su casa tranquilamente. El esposo, con mejor salud, cuidaba y atendía a su esposa que estaba más delicada. Su hijo los visitaba muy de vez en cuando. 
Ocurrió que el padre murió de forma repentina. El hijo, agobiado por el trabajo y las ocupaciones, no podía atender a su madre de forma adecuada por lo cual decidió llevarla a un asilo. Solo la visitaba una vez al mes, y, en ocasiones, pasaba más tiempo sin ir a verla.
Todo cambió cuando un día recibió una llamada de ese asilo, informándole que su madre estaba muriendo. Rápidamente dejó todo lo que estaba haciendo y fue deprisa al lugar antes de que ella falleciera.
Cuando llegó, la primera pregunta que le hizo a su madre fue:
- “¿Qué quieres que haga por ti, mamá?”
A lo que su madre respondió lo siguiente:
- “Siembra amor. Y también quiero que coloques ventiladores en el asilo porque, como no hay, el calor es insoportable, quiero que compres refrigeradores también, para que la comida no se estropee, muchas noches tuve que ir a cama sin haber comido nada.”
Sorprendido su hijo le pregunta:
- “Pero ¿por qué ahora me estás pidiendo estas cosas, cuando estás a punto de irte? ¿Por qué no me lo dijiste antes?”
A lo cual la madre le responde muy triste:
- “Yo me acostumbré a convivir con el hambre y el calor, pero mi miedo es que tú no puedas acostumbrarte cuando tus hijos no se esfuercen en cuidarte en tu casa y te envíen aquí, cuando estés viejo.

jueves, 12 de enero de 2017

Abecedario Plegaria del 2017

Señor, en este nuevo año, te pido...
Amor para reconocerte a mi lado todos los días del año.
Bondad para responder a las contrariedades que encuentre por el camino.
Compromiso para llevar a cabo la tarea que me encomiendas.
Decisión para considerar cada problema una oportunidad, un desafío.
Escucha para oírte en cada uno de mis hermanos.
Fe para no desalentarme en los días aciagos, en las noches oscuras.
Generosidad para darme sin medida, sin esperar nada a cambio.
Humor para dejar de ver la vida en blanco y negro y vivirla en color.
Inconformismo para superarme cada día un poquito más.
Júbilo para brindar contigo y con mis hermanos por el milagro de la vida
Lucha para vencer a mis miedos, acorralar mis dudas, destrozar mi ego.
Maestría para hacer del Amor mi asignatura favorita.
Necesidad para que el tener jamás me aleje del ser.
Oración para apoyarme sobre tu corazón y saber lo que quieres de mí.
Perdón para empezar de nuevo, al menos, setenta veces siete.
Responsabilidad para construir, cada día, un trocito de tu reino.
Servicio para seguir lavando los pies a mis hermanos más necesitados.
Tolerancia para que el único baremo que use sea el del Amor.
Utopía para no olvidar nunca que a tu lado todo es posible.
Valentía, Señor, para saltar, cada día, desde el trampolín de tu corazón.
Y...
Zambullirme en el mar de tu misericordia... en el océano de la fraternidad...

en las aguas de un mundo mejor... ¡es posible!

El tonto de la taberna

Se cuenta que en una localidad de interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños mandados y limosnas. Diariamente algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 400 reales y otra de menor tamaño, pero de 2.000 reales. Él siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, le llamó aparte y le preguntó si todavía no se había dado cuenta que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le respondió:
- Lo sé, no soy tan tonto, vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba y no voy a ganar más mi moneda.
Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones:
La primera: Quien parece tonto, no siempre lo es.
La segunda: ¿Quiénes son los verdaderos tontos de la historia?
La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.
Pero la conclusión más interesante es: Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo.
"El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente"

lunes, 9 de enero de 2017

Tarea y misión

                 J. Leoz

Que también, en mí Señor, se inaugure como en Ti
un nuevo tiempo de misión y de trabajo.
Que la presencia de Dios y del Espíritu
y de toda tu persona, se haga presente en mí,
de tal manera que, viviendo con alegría mi ser cristiano,
sea semilla de la Buena Noticia del Evangelio.
Que  también, yo Señor, renazca a una vida nueva.
Que no me sienta seguro de  mí mismo
Que no crea que, con ser  bueno, ya es bastante.
Que me fíe de tu Palabra, y  con tu Palabra,
me sienta querido por Dios y  empujado
a proclamar su existencia en  medio del mundo.
Tú,  Señor, nos ofreces una forma de entender la vida.
Tú, Señor, nos das el  secreto de la felicidad.
Tú, Señor, con tu Bautismo,
cargas con todas nuestras  flaquezas y miserias.
Dios, pon sobre tus hombros, el futuro de nuestra humanidad:
¡Redímela con tu testimonio  y sacrificio!
¡Rescátala de las  incertidumbres que la asolan!
¡Recupérala de aquellos  falsos dioses ante los que se postra!
Tú,  Jesús, que eres preferido, amado, tocado por el Espíritu
haz que, también nosotros, sintamos el calor de la  gloria del Padre

que no es otra que la  comunión del Hijo con el Espíritu Santo. Amén

La cicatriz

Una niña invitó a su madre a una reunión de padres y maestros que se celebraba en la escuela primaria a la que asistía. Aunque la hija no deseaba que fuera, la madre aceptó la invitación. Sería la primera vez que sus compañeros de clase y su maestra vieran a su madre, y le daba vergüenza su aspecto. A pesar de que era una hermosa mujer, había una gran cicatriz que cubría casi todo el lado derecho de su rostro y a la niña le impresionaba tanto que nunca quería hablar acerca de por qué o cómo se la había hecho.
En la conferencia, la gente quedó impresionada con la bondad y la belleza natural de su madre, a pesar de la cicatriz, pero la niña seguía avergonzada y se escondió de todos. Sin embargo, se mantuvo a una distancia que le permitía escuchar lo que decían su madre y su maestra en una conversación. Y esto fue lo que oyó:
– ¿Cómo se hizo esa cicatriz en la cara? Le preguntó la maestra.
– Cuando mi hija nació, respondió la madre, se incendió la habitación en la que dormía. Todos tenían miedo de entrar, porque el fuego estaba descontrolado, de manera que me arriesgue y entré. Cuando corría hacia su cuna, vi que caía una viga del techo y me lance sobre mi hija para protegerla. El golpe me dejó inconsciente, pero gracias a Dios, entró un bombero y nos salvó a las dos. Esta cicatriz me acompañará por siempre, pero nunca lamentaré haber hecho lo que hice.
En ese punto, la niña se dio cuenta del sacrificio que su madre había hecho para salvarla y corriendo hacia ella con lágrimas en los ojos, la abrazó y estuvo con ella el resto del día diciendo a todos, llena de orgullo, que ésta era su mamá.