viernes, 25 de septiembre de 2020

Discípulo catequista

Señor, he escuchado tu voz
y quiero seguir buscándote y ser tu discípulo.
Aquí estoy para caminar contigo,
acompañando los pasos de otros.
No soy ningún portento
ni tú necesitas «poderosos».
Aquí estoy, Señor,
para hablar de ti a mis hermanos,
para ser tu discípulo
y para ser misionero de tu Amor.

Discriminación

La mujer le preguntó: ¿A cuánto estás vendiendo los huevos?
El viejo vendedor respondió: a 20 céntimos el huevo, señora.
Ella le dijo: Póngame 6 huevos por 1€ o me iré.
El anciano vendedor respondió: Esta bien señora, llévelos al precio que usted quiera. Puede ser, que este sea un buen comienzo, porque hoy no he podido vender ni un solo huevo.
Ella tomó los huevos y se fue sintiendo que había ganado. Se subió a su automóvil y se fue a un elegante restaurante con una amiga.
Allí, ella y su amiga, escogieron de la carta lo que más les gustaba. Comieron un poco y dejaron mucho de lo que pidieron. Luego ella fue a pagar la cuenta. La factura le costó 180€. Ella dio 200 € y le pidieron al camarero del restaurante que se quedara con el cambio.
Este suceso puede ser bastante normal para el camarero pero muy doloroso para el pobre y anciano vendedor de huevos.
Alguna vez leí en alguna parte: "Mi padre solía comprar productos simples a los pobres a precios altos, aunque no los necesitaba. A veces solía pagarles más. Me preocupé por este acto y le pregunté por qué lo hacía. Entonces mi padre respondió: Es una caridad envuelta en dignidad, hija mía”.

jueves, 24 de septiembre de 2020

María de nuestra liberación

            Pedro Casaldáliga 

María de nuestra liberación, 
cantadora de la Gracia que se ofrece a los pequeños, 
porque sólo los pequeños saben acogerla; 
Profetisa de la liberación que sólo los pobres conquistan, 
porque sólo los pobres pueden ser libres, 
queremos ser como tú, queremos orar contigo, 
queremos cantar tu mismo Magníficat. 
Enséñanos a leer la Biblia –leyendo a Dios- como tu corazón la sabía leer, 
más allá de la rutina de las sinagogas, 
y a pesar de la hipocresía de los fariseos. 
Enséñanos a leer la Historia –leyendo a Dios, leyendo al ser humano 
como la intuía tu fe, bajo el bochorno del Israel oprimido, 
frente a los alardes del Imperio Romano. 
Enséñanos a leer la Vida –leyendo a Dios, leyéndonos 
como la iban descubriendo tus ojos, tus manos, tus dolores, tu esperanza.

La sal la pones tú

Llegó el día de abrir el nuevo restaurante, y la gente hacía fila para entrar a probar los menús del chef más famoso de la ciudad, un prestigioso cocinero con tres estrellas Michelin, que había cocinado para personalidades muy importantes y famosas. La gente, mientras esperaba en la calle, comentaba extrañada que el restaurante no tenía nombre…
Por fin, se abrieron las puertas y los comensales entraron a los comedores. Tomaron asiento, leyeron el menú y empezaron a pedir. Al poco rato no paraban de salir suculentos platos de las cocinas.
Después de unos minutos, los clientes comenzaron a llamar a los camareros para quejarse porque su comida no tenía sal. Y estos respondían con la misma frase a todos los comensales:
- “La sal la pones tú”.
Todos miraban a su alrededor y no veían ningún salero. Los clientes comenzaron a incomodarse, a pedir la hoja de reclamaciones…
De repente, un señor, para romper un poco la tensión, se lanzó a contar un chiste de un borracho, y todos se rieron a carcajadas; luego una joven les deleitó con una bella canción, y todos la aplaudieron; también otra persona pidió a los camareros unas hojas de papel e hizo pajaritas que repartió a los niños allí presentes…
Salió el chef e, interrumpiendo a los clientes, les dijo:
- Este es el ambiente que yo quiero en mi restaurante y este es el nombre que daré a este lugar: “la sal la pones tú”.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Bienaventuranzas del agradecimiento

                 Miguel Angel Mesa Bouzas 

Felices quienes, al recibir un vaso de agua fresca, un regalo inesperado, una palabra de consuelo, dicen desde el fondo de su corazón: gracias… 
Felices quienes se muestran agradecidos por el sol recién nacido, por el alimento diario, por la primera sonrisa del día o por el periódico que le regalan en el metro. 
Felices quienes no pueden pagar con dinero la compañía en los momentos difíciles, la sinceridad ante la prueba, el abrazo que tanto abriga. 
Felices quienes sienten un enorme reconocimiento por las enseñanzas recibidas, los libros que le hicieron mella, los amigos que lo demuestran en los momentos difíciles. 
Felices quienes se ofrecen por entero cuando les necesitan, y no para que se lo agradezcan, sino porque les brota sinceramente del corazón. 
Felices quienes celebran cada pequeño detalle que les regala la vida, que les ofrece un rayo de felicidad que les deslumbra ante la gris cotidianidad. 
Felices quienes, cuando los problemas les visitan, intentan solucionarlos con serenidad y aprecian lo positivo que han aprendido de ellos. 
Felices quienes dan gracias a la vida por tener lo esencial para vivir, por tener cariño en el corazón para compartir, por gozar de una familia, por experimentar que Dios les ama…

El "fracaso" del párroco

El cura de un pequeño pueblo llegó a la iglesia animado y motivado para celebrar la Misa vespertina. La hora pasaba y la gente no llegaba. Después de 15 minutos de retraso, entraron tres niños; después de 20 minutos entraron dos jóvenes.
Así que el sacerdote decidió comenzar la Misa con las cinco personas.
En el transcurso de la Misa, entró una pareja que se sentó en los últimos bancos de la iglesia.
Cuando el sacerdote hacía homilía, entró otro señor, sucio, con una cuerda en la mano.
Decepcionado y sin entender por qué tan poca participación de los fieles, el sacerdote celebró la Misa con más ánimo que nunca y predicó con dedicación y celo.
Cuando volvía a casa fue asaltado y golpeado por dos ladrones que le quitaron el maletín donde estaban su Biblia y otras pertenencias de valor.
Llegado a la casa parroquial, limpiándose las heridas, describió ese día como: el día más triste de su vida, el día más fracasado de su ministerio, el día más infructífero de tu carrera.
Pasados cinco años, el sacerdote decidió compartir esta historia con los feligreses. Cuando terminaba de contar la historia, una pareja muy conocida en esa parroquia lo paró y dijo:
- Padre, la pareja de la historia que se sentó en el fondo éramos nosotros. Estábamos al borde de la separación por muchos problemas y desacuerdos que había en nuestro hogar. Esa noche decidimos nuestro divorcio, pero primero quisimos venir a la iglesia para dejar nuestras alianzas y luego cada uno seguiría su camino. Después de escuchar su homilía paramos la separación esa misma noche. Y aquí estamos hoy con el hogar y la familia restaurados.
Mientras la pareja hablaba, uno de los empresarios más exitosos que ayudaba en el sustento de esa iglesia saludó, pidiendo hablar y dijo:
- Padre, soy el señor que entró medio sucio con una cuerda en la mano. Yo estaba al borde de la quiebra, perdido en las drogas, mi esposa y mis hijos se habían ido de casa cansados de mis agresiones. Esa noche traté de suicidarme, pero la cuerda se rompió. Así que decidí comprar otra. Cuando iba a comprar otra cuerda, vi la iglesia abierta, decidí entrar tal como iba, sucio y con la cuerda en la mano. Esa noche, su homilía traspasó mi corazón y salí de aquí con ánimo de vivir. Hoy estoy libre de las drogas, mi familia volvió a casa y me convertí en el mayor empresario del pueblo.
En la puerta de la entrada de la sacristía, el Diácono gritó:
- Padre, fui uno de esos ladrones que lo robaron. El otro murió esa misma noche cuando realizábamos el segundo robo. En su maletín, había una Biblia. La leí cada día al despertarme por la mañana. Después de tanto leer, decidí acudir esta iglesia.
El Padre se quedó en estado de shock y empezó a llorar junto con los fieles.
Después de todo, esa noche que consideraba como una noche de fracaso fue una noche con muchos y buenos frutos.

lunes, 21 de septiembre de 2020

Oración al Creador de Vida Papa Francisco

Por Tu palabra, la Tierra produjo plantas 
que dieron semillas y árboles de todo tipo que dieron frutos.
Los ríos, las montañas, los minerales, los mares y los bosques sostuvieron la vida.
Los ojos de todos te miraban para satisfacer las necesidades de cada ser vivo. 
Y a lo largo del tiempo la Tierra ha sostenido la vida. 
Con los ciclos planetarios de días y estaciones, renovación y crecimiento, 
abriste tu mano para dar a las criaturas el alimento en el momento adecuado.
En tu Sabiduría, concediste un Sabbath: 
un tiempo bendito para descansar en gratitud por todo lo que has dado: 
un tiempo para liberarnos del consumo desenfrenado: 
un tiempo para permitir que la tierra y todas las criaturas 
descansen de la carga de la producción.
Pero en estos días nuestra vida está llevando al planeta más alá de sus límites. 
Nuestras demandas de crecimiento, 
y nuestro interminable ciclo de producción y consumo 
están agotando nuestro mundo.
Los bosques se agotan, la tierra se seca, los campos fallan, 
los desiertos avanzan, los mares se acidifican, las tormentas se intensifican. 
No hemos permitido a la Tierra guardar su Sabbath 
y la Tierra está luchando por renovarse.
Durante este Tiempo de la Creación, 
te pedimos que nos concedas el valor de celebrar un Sabbath para nuestro planeta. 
Fortalécenos con la fe para confiar en tu providencia. 
Inspira nuestra creatividad para compartir lo que se nos ha dado. 
Enséñanos a estar satisfechos con lo necesario. 
Y mientras proclamamos un Jubileo para la Tierra 
envía tu Espíritu Santo para renovar la faz de la creación.
En el nombre de Aquel que vino a proclamar 
la buena nueva a toda la creación, Jesucristo. Amén.

Ella no sabe quién es

                          Hoy es el día mundial del Alzheimer

Él tiene ochenta años e insiste en llevar a su mujer de la mano a donde va. Y le pregunté:
- ¿Por qué su mujer camina como distraída?
- Porque tiene Alzheimer -me respondió él.
Entonces le pregunté:
- ¿Se preocupará su mujer si usted la suelta, la deja o simplemente usted se cansa?
- Ella no se acuerda, no sabe quien soy yo -repondió. Desde hace un par de años ya no me reconoce.
Y sorprendido, le pregunté:
- ¿Y aún así, la sigue cuidando cada día a pesar que ella no la reconoce?
El hombre sonrío, me miró a los ojos. Y me respondió:
- “Ella no sabe quien soy yo, pero yo si sé quién es ella".