sábado, 18 de febrero de 2017

Oración de la Catequista

Señor Jesús, aquí me tienes para servirte
y colocar a tus pies la labor en que estoy empeñada.
Tú me escogiste para ser catequista,
anunciadora de tu Mensaje a los hermanos.
Me siento muy pequeña e ignorante,
soy a menudo inconstante,
pero sé que Tú me necesitas.
Gracias por confiar en mí, pequeña servidora tuya.
Estoy pronta a cumplir esta hermosa tarea
con sencillez y modestia, amor y fe.
Quiero ser instrumento tuyo,
para despertar en muchos hermanos
cariño por tu persona, confianza en tus promesas,
deseos de seguirte como discípulo.
Bendice día a día mis esfuerzos,
pon tus palabras en mis labios,
haz que, en comunión con mis hermanos,
pueda colaborar a extender tu Reino.
María, tú que seguiste siempre con fidelidad
las huellas de tu Hijo,
guíame por ese mismo camino. Amén

El paquete de galletas

A una estación de trenes llega una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren viene con retraso y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación. Un poco enfadada no le queda más que esperar. Va al kiosko y compra una revista, un paquete de galletas y un refresco. Preparada así para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén.
Mientras hojea la revista, un joven de color se sienta a su lado y, al poco, sin decir palabra, estira la mano, coge el paquete de galletas, lo abre y después de sacar una, lo deja sobre la banca y comienza a comerse la galleta despreocupadamente.
La mujer está indignada. No quiere ser grosera, pero tampoco hacer como si nada hubiera pasado; así que, con gesto ampuloso, toma del paquete otra galleta que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente. Por toda respuesta, el joven sonríe y... toma otra galleta! La señora, con ostensibles señales de fastidio, toma otra y se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita.
- No podrá ser tan caradura” -piensa, y se queda esperando mirando alternativamente al joven y a la galleta.
Con calma, el muchacho alarga la mano, coge la galleta y, con mucha suavidad, la parte. Con su sonrisa más amorosa le ofrece la mitad a la señora.
- ¡Gracias! -dice ella tomando con rudeza la media galleta.
- De nada -contesta el joven sonriendo angelical mientras se come su mitad.
El tren llega. Furiosa, la señora se levanta toma sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: “Insolente”. Siente la boca reseca por la ira. Abre su bolso para sacar la lata del refresco y se sorprende al encontrar, bien cerrado, su paquete de galletas... Intacto!
Sólo entonces vio lo equivocada que estaba. El paquete de sus galletas estaba dentro de su bolso y se había comido las del joven.

jueves, 16 de febrero de 2017

Qué bonito sería, Señor

Qué bonito sería, Señor,
si todos los hombres de todas las naciones
se pusieran a cantar.
Qué bonito sería, Señor,
si todas las razas de todas las naciones
se pusieran a cantar.
Qué bonito sería, Señor,
el canto de todos los hombres unidos,
y las voces de todos los hombres unidas:
pues la voces no tienen color.
Qué bonito sería, Señor,
si las manos se juntaran todas
y los ojos se juntasen todos
y los pasos se dieran a la vez.
Qué bonito sería, Señor,
si todos los hombres acuñáramos
en el asfalto de la carretera,
en el campo que se dijo de batalla,
en el camino de los mares y de muertes,
en los espacios, sin límites,
la palabra amor.
Qué bonito sería, Señor,
si todos los hombres plantáramos rosas
por las puertas, por las ventanas,
por los rostros en tristeza.
Y nosotros podemos hacer muy bonito
este mundo que es nuestro
con las manos que Tú nos has dado, Señor.

El perro y el hueso

Un perro corría feliz por la calle porque había encontrado un hueso bueno y jugoso. ¡Estaba tan contento con su enrome hueso!
Correteaba feliz de aquí para allí hasta que llegó al borde de un riachuelo. Al intentar atravesarlo, miró hacia abajo y vio un perro con un hueso enorme en la boca. ¡Le pareció que el hueso era más grande que el suyo! Entonces quiso arrebatárselo pero, al abrir la boca, se le cayó el hueso que llevaba. La corriente lo arrastró rápidamente y se quedó sin ninguno, ya que el otro no era más que el reflejo del que él mismo llevaba.

Generalmente en la vida, no apreciamos lo que tenemos. Siempre vamos buscando más y más, sin valorar lo que ya poseemos. Nos sentimos infelices por no poder conseguir esto o lo otro y no sabemos disfrutar con lo que ya disponemos. A veces nos ocurre que por un motivo u otro perdemos lo que teníamos y es entonces cuando nos damos cuenta de lo ricos que éramos y de lo felices que podíamos haber sido. Abramos los ojos miremos a nuestro alrededor y demos gracias por la vida que tenemos.

martes, 14 de febrero de 2017

Oración de solidaridad

Mantener siempre atentos los oídos
al grito del dolor de los demás
y escuchar su pedido de socorro:
Es solidaridad.
Mantener la mirada siempre alerta
y los ojos tendidos sobre el mar,
en busca de algún naufrago en peligro…:
Es solidaridad.
Sentir como algo propio el sufrimiento
del hermano de aquí y del de allá;
hacer propia la angustia de los pobres…:
Es solidaridad.
Llegar a ser la voz de los humildes,
descubrir la injusticia y la maldad,
denunciar al injusto y al malvado…:
Es solidaridad.
Dejarse transportar por un mensaje
cargado de esperanza, amor y paz,
hasta apretar la mano del hermano…:
Es solidaridad.
Compartir los peligros en la lucha
por vivir en justicia y libertad,
arriesgado en amor hasta la vida…:
Es solidaridad.
Entregar por amor hasta la vida
es la prueba mayor de la amistada:
es vivir y morir con Jesucristo:
Es solidaridad.

Milagros que hace el amor

Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y yo no dejaba de recordarme a mí mismo lo neurótico que yo era. Y me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él.
De manera que me sentía impotente y como atrapado. Pero un día, mi mejor amigo, me dijo:
- No cambies. Sigue siendo tal cual eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte.
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: No cambies. No cambies… Te quiero… Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh maravilla!, cambié.

domingo, 12 de febrero de 2017

Oración por Manos Unidas

Benditas las manos que construyen escuelas,
centros de formación profesional, hospitales y maternidades
en los países en vías de desarrollo.
Benditas las manos que trabajan por la paz, la justicia, el desarrollo sostenible
y los derechos humanos de las personas y de los pueblos.
Benditas las manos que nos traen noticias de nuestros hermanos de otros mundos
para que conociendo sus necesidades reivindiquemos sus derechos
y compartamos con ellos algo de lo que nos sobra.
Benditas las manos, las que dan y las que reciben,
sabiendo que siempre se recibe mucho más de lo que se da.
Benditas las manos que nos descubren que "su mañana es hoy"
y nos recuerdan que “su vida depende de nosotros”
Benditas las "manos" que desde hace 52 años
reparten Vida, Dignidad y Esperanza
por la geografía de los países en vías de desarrollo.
¡Benditas las "manos unidas" por la solidaridad! ¡Benditas sean!

La estatua para la catedral

Érase una vez un escultor a quien un obispo le había encargado una estatua para la catedral. Cuando llegó el día de entregarla, el escultor se sentía mal, no estaba satisfecho de su trabajo y no le gustaba su estatua.
Llamó a su ayudante para que le ayudara a transportarla y le dijo:
- Ya tenía ganas de quitarme de encima este muerto.
Su ayudante de mal humor miró para otro lado.
Entonces el escultor recordó las veces que le había maltratado e insultado durante el trabajo. Éste le pidió perdón y el viaje hasta la catedral se hizo más agradable.
En el camino se encontró con su mujer que le miró con desprecio y no quería viajar con ellos. Pero el escultor, con humildad, le pidió perdón y ella con una sonrisa lo perdonó y se sentó junto a su marido.
Más adelante se encontró con el cantero que le había vendido la piedra para hacer la estatua. El cantero le miró con ira porque no le había pagado a pesar de sus promesas de hacerlo.
El escultor se disculpó una vez más y pagó su deuda y viajó con ellos a la catedral.
Cuando llegaron a la catedral, la mujer del escultor invitó al obispo para que viera la estatua mientras el escultor, su ayudante y el cantero la descargaban.
Cuando la descubrieron todos se maravillaron de su extraordinaria belleza.
El más sorprendido fue el escultor y es que cada vez que pedía perdón y se reconciliaba la estatua se hacía más hermosa.