sábado, 27 de octubre de 2018

A Santa María en sábado

María, pureza en vuelo,
Virgen de vírgenes, danos
la gracia de ser humanos
sin olvidarnos del cielo.
Enséñanos a vivir,
ayúdenos tu oración,
danos en la tentación
la gracia de resistir.
Honor a la Trinidad
por esta limpia victoria,
y gloria por esta gloria
que alegra la cristiandad. Amén.

El gran jefe

Había una vez un gran jefe que era muy orgulloso. Un día se paseaba por la ciudad y gritaba para quien quisiera oírle:
- "Soy grande. No hay nadie más grande que yo".
Una anciana que lo oyó, se le acercó y le dijo:
- "Yo conozco a uno que es verdaderamente grande".
El gran jefe se sorprendió y enojado le dijo:
- "¿Quéeee? ¿Quién es más grande que yo?
La sabia anciana dijo:
- "Venga a mi casa mañana cuando el sol esté en lo más alto del cielo y yo te lo presentaré".
- "Muy bien, dijo el jefe, mañana veremos quién es más grande".
Al día siguiente, el jefe vestido con sus mejores ropas y joyas fue a visitar a la anciana; mientras se iba repitiendo por el camino:
- "No hay nadie más grande que yo".
Cuando el jefe entró en la casa vio a la anciana sentada y a un niñito gateando junto a ella.
- "¿Dónde está ese gran jefe del que me hablaste ayer?"
La anciana cogió en sus brazos al niño y dijo:
- "Éste es el grande del que te hablé".
Al gran jefe no le agradó este anuncio. Muy enfadado gritó a la anciana:
- "¿Qué es esto? No intentes engañarme. Esto no es más que un bebé."
El niño asustado por el grito súbito y poderoso comenzó a llorar. El jefe se conmovió. No quería asustarle. Arrodillado, se quitó las plumas de águila y halcón que llevaba en el pelo y acarició las mejillas del niño. Sacó la bolsa de las medicinas y las colocó debajo de su nariz. Se quitó finalmente sus collares que hicieron de sonajero a los oídos del niño. Poco a poco el niño dejó de llorar y comenzó a escuchar y mirar.
La anciana sonriendo le dijo:
- "Te das cuenta, incluso tú, el gran jefe, has tenido que dejar de gritar y cuidar al niño. En cada casa, el niño es de verdad grande porque incluso el jefe más grande, como tu, tiene que convertirse en el servidor de un niño. Así lo quiso el Creador. El Creador no te hizo grande para que pudieras presumir de tu grandeza. El Creador te hizo grande para que pudieras ayudar a los que no son tan fuertes como tu".
A partir de aquel día nadie oyó al gran jefe proclamar su grandeza.

viernes, 26 de octubre de 2018

Líbrame de la codicia

Señor, líbrame de la codicia de tener mucho dinero y hazme generoso, como Tú.
Líbrame de la codicia de acaparar mucho poder y hazme servicial, como Tú.
Líbrame de la codicia de desear muchos caprichos y hazme austero, como Tú.
Líbrame de la codicia de ser famoso y hazme pasar por uno de tantos, como Tú
Líbrame de la codicia de poseer a las personas y haz que busque la libertad de todos, como Tú.
Líbrame de la codicia de querer ser el mejor y hazme ser hoy mejor que ayer, con tu ayuda.
Líbrame de la codicia de buscar continuamente el placer y haz que busque sólo el Amor, contigo.
Líbrame de la codicia de hacer muchas cosas y ayúdame a cumplir la voluntad del Padre, como Tú.
Líbrame de la codicia de pretender ser un salvador y hazme humilde colaborador tuyo.
Ayúdame, Señor, a poner mi confianza en ti y en las capacidades que me has dado. Amén.

El gran árbol

En el centro de un gran bosque había un gran árbol, un magnífico árbol. A su sombra se sentaban a descansar los caminantes y sus ramas los pájaros construían sus nidos. Pero un día las ramas dijeron:
- ¿Veis lo importante que somos? Somos la admiración de todos los que nos ven y los pájaros están muy contentos de vivir con nosotras… Además, ¡qué colorido tan maravilloso tienen nuestras hojas! ¿Qué tenemos nosotras que ver con ese sucio y gordo tronco, tan feo y horrible, y mucho menos con esas apestosas raíces que están todo el día bajo tierra?
Y decidieron que desde aquel día vivirían solas sin necesitar de nadie. El tronco por su lado dijo:
- ¿Qué sería del árbol sin mí? Soy quien sustenta a las ramas y doy vigor a todo el árbol. Si yo no estuviese aquí las ramas no tendrían fundamento ni savia que les diese colorido y vida… Ciertamente, soy, el más fuerte e importante.
– Nosotras sí que somos bien importantes, dijeron las raíces. El árbol no podría subsistir sin nosotras que absorbemos de la tierra la sustancia con la que producimos el alimento que sustenta al tronco y a las hojas. Por eso, no tenemos nada que ver con ese tronco tan antipático y gordo, y menos con esas ramas tan creídas. Desde hoy nos alimentaremos nosotras solas y no daremos nuestra savia a nadie.
Y así lo hicieron.
El gran árbol comenzó a secarse. Las hojas se cayeron y el tronco se quedó sin una gota de savia. Las raíces estaban más tristes que nunca. Los pájaros abandonaron los nidos construidos en las ramas y la gente, que pasaba por el bosque, ya no se sentaba bajo su sombra… Todo el bosque estaba muy triste porque el gran árbol se estaba muriendo.
Pero poco a poco las raíces, las ramas y el tronco se dieron cuenta de que no podían vivir separados, que estaban hechos unos para otros y que la importancia no era de cada uno, sino del árbol que todos formaban… Así que las raíces dejaron de guardarse la savia sólo para ellas y se la dieron al tronco. Este, al principio, se negaba a participar, pero al fin también colaboró. Las ramas se alegraron al recibir la primera gota de savia y pidieron perdón al tronco y a las raíces por haberlos despreciado.
Todo volvió a ser como antes. Los pájaros siguieron anidando en las ramas y la gente sigue tomando la sombra bajo sus ramas. El árbol ya está de nuevo feliz y el bosque se alegra con él.

jueves, 25 de octubre de 2018

Cuenta conmigo, Señor

El mundo necesita hombres y mujeres,
que no se guíen por dinero, bienestar y poder.
Cuenta conmigo, Señor.
El mundo necesita hombres y mujeres
que pongan al hombre como centro
de las personas, de los grupos, de la sociedad.
Cuenta conmigo, Señor.
El mundo necesita que el amor
sea el motor de sus acciones, el motor de su historia.
Cuenta conmigo, Señor.
El mundo necesita hombres y mujeres
que hagan fraternidad donde estén,
que se dejen de palabrería y ayuden a solucionar
los problemas concretos de los hermanos.
Cuenta conmigo, Señor.
El mundo necesita hombres y mujeres
que lo den todo por el evangelio: alma, vida y corazón,
y se pongan sin reservas al servicio de los demás.
Cuenta conmigo, Señor.
El mundo necesita hombres y mujeres
que anuncien con su palabra y con su vida que el único Salvador,
que la única libertad está en Jesús de Nazaret.
Cuenta conmigo, Señor.

Trabajo en equipo

miércoles, 24 de octubre de 2018

Jaculatorias del Diario Espiritual

               San Ignacio de Loyola

- Dios me ama más que yo a mí mismo.
- ¡Siguiéndoos, Jesús, no me puedo perder!
- Dios proveerá lo que le parezca mejor.
- ¡Señor, soy un niño! ¿A dónde me lleváis?
- ¡Jesús, por nada del mundo te dejaría!
- ¿Qué queréis, Señor, de mí?
- ¡Señor, sostenedme con vuestra gracia!
- ¡No merezco, Señor, cuanto recibo!
- ¡Dadme, Señor, vuestro amor y gracia, éstas me bastan!
- Jesús, sé mi guía, condúceme.

El valor del violín

El subastador pensó que perdía su tiempo mostrando ese viejo violín estropeado y arañado, pero aún así, lo mostró.
- ¿Cuánto ofrecen, buena gente?, gritó, ¿Quién hace la primera oferta?
- ¡Un dólar, un dólar!
- ¿Hay alguien que dé más?
- ¡Dos!
- ¿Sólo dos? ¡Dos dólares! ¿Hay alguien que dé tres?
- ¡Tres!
- ¡Tres dólares!... a la una, tres dólares... a las dos...
Ya se iba a vender el violín por tres dólares, pero en ese momento un hombre canoso se puso de pie, se acercó hasta donde estaba el subastador y tomó en sus manos el arco. Limpiando el polvo del viejo violín armonizó sus cuerdas y tocó una melodía muy tierna. Al cesar la música el subastador dijo, en voz muy baja y más bien para sí:
- “¿Cuánto daría yo por tener este viejo violín?”.
 Y tomándolo con más cariño lo volvió a levantar y gritó:
- ¡Cien dólares! ¿Y quién da doscientos? ¡Doscientos! ¿Y quién da trescientos? ¡Trescientos! ¡Trescientos, a la una! ¡Trescientos a las dos! ¡Y trescientos a las tres! “Vendido en trescientos dólares”
Algunos lloraban y los demás aplaudían...
- “No podemos comprender” se decían, ¿Qué ha cambiado su valor?
Alguien que estaba allí dijo que fue "El toque de la mano de un maestro".

Muchas personas sienten que sus vidas están fuera de tono. No saben cómo aprovechar todos los recursos y talentos que disponen. No le encuentran sentido a lo que hacen. Pero un día, cuando menos lo esperan, el Maestro aparece portando su secreto: mirar más allá de las apariencias y conectarse con la verdadera alma de las cosas. “La diferencia entre lo que hacemos y lo que somos capaces de hacer resolvería los problemas más grandes que hay en el mundo"

martes, 23 de octubre de 2018

Despierta, Señor, nuestros corazones

                          Florentino Ulibarri

Despierta, Señor, nuestros corazones,
que se han dormido en cosas triviales
y ya no tienen fuerza para amar con pasión.
Despierta, Señor, nuestra ilusión,
que se ha apagado con pobres sueños
y ya no tiene razones para esperar.
Despierta, Señor, nuestra sed de ti,
porque bebemos aguas de sabor amargo
que no sacian nuestros anhelos diarios.
Despierta, Señor, nuestra hambre de ti,
porque comemos manjares que nos dejan hambrientos
y sin fuerzas para seguir caminando.
Despierta, Señor, nuestras ansias de felicidad,
porque nos perdemos en diversiones fatuas
y no abrimos los secretos escondidos de tus promesas.
Despierta, Señor, nuestro silencio hueco,
porque necesitamos palabras de vida para vivir
y sólo escuchamos reclamos de la moda y el consumo.
Despierta, Señor, nuestro anhelo de verte,
pues tantas preocupaciones nos rinden
y preferimos descansar a estar vigilantes.
Despierta, Señor, esa amistad gratuita,
pues nos hemos instalado en los laureles
y sólo apreciamos las cosas que cuestan.
Despierta, Señor, nuestra fe dormida,
para que deje de tener pesadillas
y podamos vivir todos los días como fiesta.
Despierta, Señor, tu palabra nueva,
que nos libre de tantos anuncios y promesas
y nos traiga tu claridad evangélica.
Despierta, Señor, nuestro espíritu,
porque hay caminos que sólo se hacen
con los ojos abiertos para reconocerte.
Despierta, Señor, tu fuego vivo.
Acrisólanos por fuera y por dentro,
y enséñanos a vivir despiertos.

Velocidad excesiva

Cierta vez, un conductor se desplazaba por una autopista a una velocidad excesivamente alta, cuando, de repente justo después de una curva aparece un hombre parado en medio de la vía, haciendo señal de parada con los brazos y de una forma desesperante.
El conductor, sorprendido y a la vez asustado, toca insistentemente la bocina para ver si así el individuo se quita de en medio. Pero el hombre seguía haciendo señal de parar con sus brazos.
Debe de estar loco, dijo el conductor mientras pisaba el freno provocando un fuerte chillido y dejando dos largas marcas negras en el pavimento, logrando así detener el coche antes de atropellar a aquel hombre. Muy enojado, se baja del coche dando un portazo y se dirige hacia el hombre y le dice:
- ¿Acaso no tienes ojos? ¿No ves lo peligrosa que es esta carretera y te pones en medio como si nada? ¿O acaso eres loco para no ver el peligro que corres?
- No, señor, no estoy loco, le contestó el individuo. Lo que pasa es que el puente que esta en la próxima curva acaba de desplomarse; y sabía que, si no hacia algo, usted, en este momento, ya estaría muerto. Tuve que arriesgar mi vida para ver si podía salvar la suya.

lunes, 22 de octubre de 2018

Oración a san Juan Pablo II

            Cardenal Angelo Comastri 

¡Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo danos tu bendición!
Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado,
animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo
para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús.
Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión.
Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto
para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra.
Bendice las familias, ¡bendice cada familia!
San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada nueva vida.
Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias.
Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor:
ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz.
Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María,
haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios. Amén.

El mendigo que confesó a Juan Pablo II

Un sacerdote norteamericano de la diócesis de Nueva York se disponía a rezar en una de las parroquias de Roma cuando, al entrar, se encontró con un mendigo. Después de observarlo detenidamente, el sacerdote se dio cuenta de que conocía a aquel hombre. Era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora mendigaba por las calles.
El cura, tras identificarse y saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación. Quedó profundamente estremecido.
Al día siguiente el sacerdote llegado de Nueva York tenía la oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa al que podría saludar al final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno sintió el impulso de arrodillarse ante el Papa y pedir que rezara por su antiguo compañero de seminario, y describió brevemente la situación al Papa.
Un día después recibió la invitación del Vaticano para cenar con el Papa, en la que solicitaba llevara consigo al mendigo de la parroquia. El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo del Papa. Una vez convencido el mendigo, le llevó a su lugar de hospedaje, le ofreció ropa y la oportunidad de asearse.
El Pontífice, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara solos, y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, le respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó:
- “Una vez sacerdote, sacerdote siempre”.
- “Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero”, insistió el mendigo.
- “Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso”, dijo el Papa.
El hombre escuchó la confesión del Papa y le pidió a su vez que escuchara su propia confesión. Después de ella lloró amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y le designó asistente del párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos.

domingo, 21 de octubre de 2018

Domund: Cambia el mundo

Señor, ayúdame a cambiar para cambiar el mundo.
Necesito renovar el corazón, la mirada, mis modos de hacer,
para no terminar en un museo.
Y no es solo renovar lo viejo:
es permitir que el Espíritu Santo cree algo nuevo.
Señor, vacíame de mis esquemas para hacer sitio a tu Espíritu
y dejar que sea Él quien haga nuevas todas las cosas.
Él nos envía, nos acompaña, nos inspira;
Él es el autor de la misión,
y no quiero domesticarlo ni enjaularlo.
Haz que no tenga miedo de la novedad que viene de Ti,
Señor Crucificado y Resucitado.
Que mi misión sea comunicar tu vida, tu misericordia, tu santidad.
Enséñame a amar como Tú para cambiar el mundo. Amén.

El cambio comienza por uno mismo

Un sufí, de nombre Bayazid, rogaba a Dios todos los días fervorosamente:
- “Señor dame fuerzas para cambiar el mundo”.
A medida que fui haciéndome adulto caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma. Cambié mi oración y comencé a decir:
- “Señor dame la gracia de transformar a cuántos entren en contacto conmigo, aunque solo sea familiares y amigos”. Con eso me doy por satisfecho.
Ahora que soy un viejo y tengo los días contados he empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi única oración es la siguiente:
- “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo”.
Si yo hubiera orado así desde el principio, no habría malgastado mi vida.