viernes, 26 de enero de 2024

"Estate, Señor, conmigo..."

        de Fray Damián de Vegas (España, + 1590)

Estate, Señor, conmigo
siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte,
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin mí te vas.
Llévame en tu compañía,
donde tú vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú
la vida del alma mía;
si tú vida no me das,
yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.
Por eso, más que a la muerte,
temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das
sé que alcanzarla no puedo
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mí te vas. Amén.

El silencio del ruiseñor

En los tiempos de Salomón, el mejor de los reyes, un hombre compró un ruiseñor que tenía un trino excepcional. Lo puso en una jaula en la que al pájaro nada le faltaba, y éste cantaba durante horas y horas, para admiración de los vecinos.
Un día en que la jaula estaba en un balcón, se acercó otro pájaro, le dijo algo al ruiseñor y se fue volando. Desde aquel día el incomparable ruiseñor permaneció en silencio.
El hombre, desesperado, llevó a su pájaro ante el rey Salomón, que conocía el lenguaje de los animales, y le pidió que le preguntase por las razones de aquel silencio. El pájaro le dijo a Salomón:
-- ‘En otro tiempo no conocía ni cazador ni jaula. Un día me enseñaron un apetecible cebo y, empujado por mi deseo, caí en la trampa. El cazador de pájaros me vendió en el mercado, lejos de mi familia, y me encontré en la jaula del hombre que aquí ves. Empecé a lamentarme día y noche, lamentaciones que ese hombre tomaba como cantos de agradecimiento y alegría. Hasta que vino otro pájaro a decirme: “Deja ya de llorar porque es por tus gemidos por lo que te guardan en esta jaula.” Entonces decidí callarme.’
Salomón tradujo estas frases al propietario del pájaro.
El hombre se dijo: ¿Para qué guardar un ruiseñor si no canta? Y lo puso en libertad.

martes, 23 de enero de 2024

Aprendiendo a ser discípulo

              Florentino Ulibarri

Paseando por la orilla del lago, o recorriendo pueblos y ciudades,
o adentrándote en el silencio del desierto,
o deteniéndote en las plazas públicas,
o contemplando las muchedumbres derrengadas,
o invitándote a comer en nuestra casa,
o haciéndote presente en las sendas y encrucijadas
que frecuentamos, y en las que nos perdemos...
nos ves tan atrapados en las redes del ayer y del presente
-en el trabajo, en la familia, en el ocio o en el negocio,
en el paro o en el confort, en el fracaso y en la desilusión,
en los viajes y en las soledades,
en las drogas con nombre o sin él, en las migajas de placer....
Pero Tú nos invitas y llamas a seguirte, 
dejando lo que nos ata libremente,
y ofreciéndonos un nuevo horizonte
si creemos y acogemos el reino que traes.
Y nosotros te escuchamos, y dejando todas las redes,
nos convertimos y nos vamos contigo,
y gustamos tu buena noticia al instante.
Mas al poco tiempo, como casi siempre,
viene la crisis, se nos nubla el horizonte,
nos hacemos reticentes y nos olvidamos de que nos enamoraste.
Pero Tú, que eres fiel,
vuelves a llamarnos por nuestro nombre
y a susurrarnos tus quereres
invitándonos a ser tus seguidores para que vivamos felices.

Un momento para la sabiduría

        Historia de la vida real.

Cuando Charlie Chaplin decidió casarse con Oona, 30 años menor que él. Le dijo lo siguiente:
- Cásate conmigo para enseñarte a vivir y tú a enseñarme a morir...
- No Charlie, respondió ella, me casaré contigo para que me enseñes a madurar y te enseñaré a ser joven hasta el final.
Fue un matrimonio maravilloso, tuvieron 8 hijos y vivieron juntos hasta que Charlie murió a los 88 años... Quien ama no es duro, no se aburre, no huye, no deja, no engaña, y a quien no le gusta esconderse detrás de excusas artificiales... falsas excusas... frágiles.
Fue allí cuando compuso la canción Candilejas, una de sus estrofas reza algo así, "Tú llegaste a mi cuando me voy, eres luz de abril yo tarde gris", fue dedicada a su amor Oona