sábado, 21 de abril de 2018

Salmo misionero

No tengáis miedo.
Si sois hombres tentados por el miedo,
si lo nuevo os aterra, si os habéis acostumbrados a la rutina,
si no sabéis por donde vais, si os espanto todavía la cruz...
¡No tengáis miedo!
¡Está vivo y camina, como Señor, delante de vosotros!
Si vuestros ojos se llenan de sueños,
si no veis nada detrás de los cosas,
si la realidad sólo es lo que veis,
si buscáis y sólo encontráis la frialdad de¡ silencio,
si clamáis y Dios no os responde al instante...
Si el cansancio os abruma, si la decepción os invade,
si la palabra no os dice nada, si las palabras os faltan,
si no encontráis las razones para vivir tantos veces buscados,
si habéis perdido la ilusión, si ya todo es noche sin chispo de luz...
¡No tengáis miedo! ¡Él está vivo!

La pequeña vela




          P. Marcos Rivarola

Érase una vez una pequeña vela que vivía feliz su infancia, hasta que cierto día le entró curiosidad en saber para qué servía ese hilito negro y finito que sobresalía de su cabeza.
Una vela vieja le dijo que ese era su “cabo” y que servía para ser “encendida”.
Ser “encendida” ¿qué significa eso?
La vela vieja le dijo que era mejor que nunca lo supiera, porque era algo muy doloroso.
Nuestra pequeña vela, aunque no entendía de qué se trataba, y aún cuando le habían advertido que era doloroso, comenzó a soñar con ser encendida. Pronto, este sueño se convirtió en una obsesión. Hasta que por fin un día, “la Luz verdadera que ilumina a todo hombre”, llegó con su presencia contagiosa y la iluminó, la encendió. Y nuestra vela se sintió feliz por haber recibido la luz que vence a las tinieblas y le da seguridad a los corazones.
Muy pronto se dio cuenta de que haber recibido la luz constituía no sólo una alegría, sino también una fuerte exigencia… Sí. Tomó conciencia de que para que la luz perdurara en ella, tenía que alimentarla desde el interior, a través de un diario derretirse, de un permanente consumirse… Entonces su alegría cobró una dimensión más profunda, pues entendió que su misión era consumirse al servicio de la luz y aceptó con decisión su nueva vocación.
A veces pensaba que hubiera sido más cómodo no haber recibido la luz, pues en vez de un derretirse a diario, su vida hubiera sido un “estar ahí”, tranquilamente. Hasta tuvo la tentación de no alimentar más la llama, de dejar morir la luz para no sentirse tan molesta.
También se dio cuenta de que en el mundo existen muchas corrientes de aire que buscan apagar la luz. Y a la exigencia que había aceptado de alimentar la luz desde el interior, se unió la llamada fuerte a proteger la luz de ciertas corrientes de aire que circulan por el mundo.
Más aún: su luz le permitió mirar más fácilmente a su alrededor y alcanzó a darse cuenta de que existían muchas velas apagadas. Unas porque nunca habían tenido la oportunidad de recibir la luz. Otras, por miedo a derretirse. Las demás, porque no pudieron defenderse de algunas corrientes de aire. Y se preguntó muy preocupada: ¿Podré yo encender otras velas? Y, pensando, descubrió también su vocación de apóstol de la luz. Entonces se dedicó a encender velas, de todas las características, tamaños y edades, para que hubiera mucha luz en el mundo.
Cada día crecía su alegría y su esperanza, porque en su diario consumirse, encontraba velas por todas partes. Velas viejas, velas hombres, velas mujeres, velas jóvenes, velas recién nacidas… Y todas bien encendidas.
Cuando presentía que se acercaba el final, porque se había consumido totalmente al servicio de la luz, identificándose con ella, dijo con voz muy fuerte y con profunda expresión de satisfacción en su rostro: ¡Cristo está vivo en mi!

jueves, 19 de abril de 2018

Tú que sabes que te quiero

             Florentino Ulibarri

Señor, tú sabes que siempre te quise
y que te sigo queriendo; tú sabes que te quiero.
A pesar de mi soberbia y orgullo,
a pesar de mis miedos e infidelidades,
y de mis quejas permanentes,
tú sabes que te quiero.
A pesar del cansancio y abandono de tantos días,
a pesar de mi cabeza vacía y dura,
y de mi corazón de piedra, tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta adivinarte entre la gente,
a pesar de lo torpe que soy para verte vestido de pobre,
tú sabes que te quiero.
A pesar de mis dudas de fe, de mi vacilante esperanza,
y de mi amor posesivo, tú sabes que te quiero.
A pesar de las bravuconadas de algunos días
y de la apatía y desgana de otros,
a pesar de mis pies cansados, tú sabes que te quiero.
A pesar de mis entrañas yermas de mi rostro destemplado,
y de mis manos sucias, tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta quererme a mí mismo,
a pesar de que no siempre te entiendo,
a pesar de los líos que presiento, tú sabes que te quiero.
Yo te quiero, Señor, porque tú me quisiste primero
y no renegaste de mí a pesar de ser torpe y frágil.
Yo te quiero, Señor, porque siempre confías
en las posibilidades que tengo de ser, junto a ti,
aquí en mi puesto, servidor fraterno.

Buscando el Océano

Anthony de Mello

- Usted perdone, le dijo un pez a otro. Es usted más viejo que yo, y con más experiencia que yo, y probablemente podrá usted ayudarme. Dígame: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes sin resultado.
- El océano, respondió el viejo pez, es donde estás ahora mismo.
- ¿Esto?, replicó el joven pez totalmente desilusionado. Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano!
Y se marchó a buscar en otra parte.
- ¡Deja de buscar, pequeño pez! No hay nada que buscar. Sólo tienes que estar tranquilo, abrir los ojos y mirar. ¡No puedes dejar de verlo!

martes, 17 de abril de 2018

Salmo a la búsqueda de Dios

Señor, Señor, ¿por qué te escondes de mí de esa manera?
Te llamo con todas mis ansias, te busco en todas direcciones,
grito desesperadamente hacia Ti, me ofrezco a Ti por entero...
¿Qué más quieres?
¿Acaso vas a negarte indefinidamente a escucharme?
Hijo mío, deja de agitarte de ese modo.
¿Cuándo vas a comprender
que no eres tú quien me busca,
sino Yo quien te llamo desde siempre;
que no eres tú quien me reza,
sino Yo quien intenta sin descanso hacerme oír por ti;
que no eres tú quien me desea,
sino Yo quien aspira a ti infatigablemente;
que no eres tú quien me llama,
sino Yo quien, día y noche, llama a tu puerta?
Tus oraciones y tus súplicas
no son sino respuesta a las que yo te dirijo.
Y es que el hambre que tienes tú de Mí
jamás podrá compararse al hambre que Yo tengo de ti.
La sed que tienes tú de Mi agua no se aplacará jamás
si no aprendes, en el silencio
a venir a beber de Mi fuente sin desear ninguna otra.

La lágrima de la novia

Se habían querido mucho. Llevaban varios años de noviazgo en los que el cariño y el conocimiento mutuo los había hecho crecer. Ya pensaban seriamente en una fecha próxima para su matrimonio. Dios había sido testigo de todo lo que había pasado entre ellos en estos años, perdonando sus equivocaciones y bendiciendo sus aciertos.
Pero un día sufrió él un accidente y murió dejando en el dolor y en la más absoluta incomprensión por lo sucedido a su novia. Las palabras de consuelo que recibía apenas si le sonaban a ejercicio de buena voluntad por parte de aquellos que, al igual que ella, no podían comprender el actuar misterioso del Señor.
Mientras tanto, el joven había tenido que presentarse ante el trono de Dios. Sabía que llegaba con deudas. Pero sabía también que Papá Dios es misericordioso y que tendría que darle alguna posibilidad de saldarlas para poder ser admitido en su casa. Cuando miró la balanza de la justicia divina, vio que el platillo de sus deudas tiraba fuertemente para abajo, inclinando el fiel para el lado peligroso.
¿Con qué podría equilibrar aquel peso? ¿Qué podría colocar sobre el otro platillo, a fin de que el saldo fuera positivo?
Papá Dios le dijo que le daba la oportunidad de regresar a la Tierra a fin de buscar entre sus cosas aquello que considerara más valioso y lo trajera a su presencia para ser colocado en la balanza.
Regresó volando a la Tierra y en un santiamén reunió todas las riquezas que poseyera, y cargado con ellas retornó al cielo. Pero al echar sobre el platillo todo aquello que había traído se dio cuenta de que no servía para nada y que ni siquiera movía la balanza.
Nuevamente rehizo el caminó a la Tierra y amontonó toda la sabiduría adquirida en sus años de estudios universitarios. Llegado delante de la balanza divina descargó lo que traía y apenas si consiguió que el fiel tomara en serio esta riqueza.
Por tercera vez volvió a la Tierra y se dedicó a reunir las cosas que le habían dado placer, prestigio, fama, fuerza, honores. Fue un cargamento de lo más heterogéneo que se pueda imaginar el de todas aquellas cosas por las que los vivientes se desviven durante su existencia terrena. Pero fue inútil. La balanza ni siquiera se dio por enterada de que se había puesto sobre el platillo de lo positivo aquel conjunto de valores humanos.
Mientras todo esto sucedía allá delante de Papá Dios, la novia se encontraba sola en su habitación, delante de un crucifijo, desahogando su dolor. Terminado su rezo, se fue a acostar sin encontrar consuelo para su enorme pena. Un pensamiento vino a golpear su corazón. Que quizá podía ofrecerlo a Dios por su ser querido, que se encontraría delante del trono de la justicia divina. Y en gesto de entrega total, le dijo a Dios que lo único que le quedaba era su dolor y que se lo ofrecía por todo aquello que su novio estuviera debiendo. Y diciendo esto se quedó dormida, mientras una lágrima quedaba detenida en su mejilla.
Mientras tanto, el novio, desesperado por no conseguir nada de valor que pudiera ser puesto en la balanza, decidió pedir ayuda a quien más lo había querido en la Tierra. Cuando llegó junto a su cama, la encontró dormida. No quiso despertarla. Pero recogió en la palma de su mano aquella lágrima, que le pareció pesar más que el mundo entero, y la llevó hasta Dios. Cuando la puso sobre el platillo, vio cómo éste se inclinaba violentamente tirando por los aires todas sus deudas y haciéndolas desaparecer.
Había encontrado algo realmente valioso con lo que pagar cuanto debía.

lunes, 16 de abril de 2018

Paz a vosotros

«Paz a vosotros»
era tu saludo y la señal de tu presencia
entre los discípulos asombrados.
Y la paz se hacía corpórea, habitaba los corazones
y llenaba la estancia, porque tu palabra es viva y eficaz.
Y la paz, que era tu don,
se volvía también para ellos una tarea:
la de ser sus testigos y extender sus efectos
desde oriente hasta occidente.
Señor Jesús,
que la alegría de la Pascua que ahora celebramos
nos llene el corazón de tu paz serena
y se extienda a nuestro alrededor.
Que tu presencia entre nosotros
ponga concordia en nuestro mundo en conflicto,
aporte equilibrio en nuestra sociedad
y en las relaciones con la naturaleza,
conscientes de que todos caminamos juntos
hacia la plenitud de tu Reino.

"Culturilla escolar"

Respuestas verdaderas de alumnos algo despistados a preguntas de exámenes rutinarios. Aquí van algunas de la clase de religión. 
Dios creó a Adán y Eva de una manzana.
El pecado original se llama así porque fue una originalidad de Adán y Eva.
Dios envió a Abrahán a que conquistase la tierra de Canadá [Canaán].
¿Qué es el Génesis? – El mejor grupo de rock de la historia.
¿Quién fue Moisés? – El protagonista de la película ‘Los Diez Mandamientos.’
¿Quién es Dios? – Es un concepto muy difícil de definir porque como no existe no se puede decir.
¿Qué es la fe? – Es un don que da Dios para entender a los curas en misa.
¿Qué es un mártir? – Un mártir es un buen cristiano matado por el Tío Cleciano. [Diocleciano]
¿Qué es el Arca de la Alianza? – Es un arca escondida en Egipto que fue encontrada por Indiana Jones en la película ‘En busca del arca perdida’.
¿Cuál es el sexto mandamiento? - Este mandamiento ya no se usa porque lo puedes hacer en cualquier parte.
Menciona una parábola de Jesús. - La parábola del fariseo y el republicano. [Publicano]
¿Cuáles son los santos lugares? – Santiago de Compostela, Santa Cruz de Tenerife, y San Sebastián.
¿Qué es el Apocalipsis? – El libro que sirvió de inspiración a la peli ‘Apocalipsis Now’.
¿Qué es un sacerdote? – En la iglesia hay dos tipos de curas: los que creen en Dios y los que no.
¿Qué es la Santísima Trinidad? – El padre y el hijo y la paloma que vive con ellos.
¿Quién era san Pedro? – San Pedro fue el primer boticario [vicario] de Jesús en la tierra.
¿Cómo se convirtió san Pablo? – Se cayó de un caballo por el susto que le dio Jesús.
¿Quién era san Pablo? – San Pablo era el apóstol de los genitales. [gentiles]
¿Qué fue la Torre de Babel? – Fue la primera escuela de idiomas del mundo.
¿Cómo se ha de resistir a la tentación? – La mejor forma de evitar la tentación del demonio es dejar que te tiente, tú caes, y luego sales.
¿Cuántas cosas son necesarias para recibir bien la Sagrada Comunión? – Ponerse bien en la fila, estar atento para que no se te cuelen, levantar un poco la cabeza y abrir bien la boca para que te entre fácil la hostia.
‘De la boca de los niños…’.

domingo, 15 de abril de 2018

Himno a la Virgen del Villar

Dios te salve María, Reina y Madre,
vida, esperanza y cielo de Corella.
Dios te Salve, María, luz y estrella,
faro de nuestra historia secular.
Hoy, tu pueblo te aclama delirante,
coronando tu frente mensajera;
hoy, Corella ha bordado en su bandera:
¡Corella, por la Virgen del Villar!
Hoy, sellamos un voto ante tus plantas;
hoy, juramos amarte y defenderte,
pregonando en la vida y en la muerte:
¡Corella, por la Virgen del Villar!

Gentil rosa que embalsamas nuestra vega milagrosa,
Reina, Virgen de la Rosa, desde el sol de tu rosal,
reina sobre nuestro hogar, mientras brilla en tu diadema
el oro y el amor de nuestro lema: ¡Corella, por la Virgen del Villar!

El Mesías disfrazado

Un monasterio muy famoso estaba atravesando una grave crisis. En el pasado sus numerosos edificios estaban todos habitados de jóvenes que llenaban con cantos la iglesia. Ahora, el monasterio estaba abandonado. La gente no venía ya a fortalecerse con la oración. Quedaba un puñado de monjes ancianos, que se arrastraban por el claustro. Rezaban con corazón pesaroso.
En los alrededores del bosque perteneciente al monasterio, un viejo ermitaño había construido una cabaña. De tanto en tanto, acostumbraba a entrar en ella para ayunar y orar.
Un día el abad se decidió a ir a visitarlo y a confiarle sus penas. Mientras se acercaba a la cabaña, vio al ermitaño que, desde el umbral, le abría los brazos en señal de bienvenida. En el centro de la habitación en la que los dos hombres entraron había una mesa de madera sobre la que estaba la Biblia abierta. Por un momento se pararon delante del libro, luego el ermitaño comenzó a llorar. Nunca en su vida había encontrado tanto alivio en el llanto.
Cesadas las lágrimas y recobrado el silencio, el ermitaño levantó la cabeza y dijo:
- «Tú y tus hermanos servís al Señor con corazón pesaroso; por eso has venido a visitarme y a pedirme consejo. Pues bien, te daré una información que es también un consejo. Podrás comunicársela a los otros sólo una vez».
El ermitaño dirigió una mirada seria y comprensiva al abad, luego dijo:
- «El Mesías, el salvador, está entre vosotros».
Sin decir una palabra, sin volver la mirada, el abad se fue.
A la mañana siguiente, reunió a los monjes en la sala capitular. Les contó que había recibido del ermitaño una información que era también un consejo; podía repetirla una vez, pero nadie más la debía pronunciar en voz alta. Luego miró a cada uno de sus hermanos y dijo:
- «El ermitaño ha afirmado que uno de nosotros es el Mesías, el Salvador».
Los monjes se quedaron desconcertados al oír esta afirmación y se preguntaron qué es lo que podía significar: «¿Es fray Juan el Mesías?, ¿o tal vez padre Mateo? ¿o fray Tomás? ¿Quizá soy yo el Salvador? Todos se sintieron sacudidos por estas palabras del ermitaño, pero ninguno volvió a pronunciarlas más.
Con el paso del tiempo, los monjes comenzaron a tratarse con profundo respeto. En sus relaciones había algo noble, auténtico, algo cálidamente humano, difícil de describir pero fácil de notar. Vivían juntos como hombres que finalmente han encontrado algo. Juntos examinaban las Escrituras, como personas siempre habitadas de una profunda espera.
Visitadores ocasionales se sintieron profundamente interpelados por la vida de estos hombres. Y muchos jóvenes pidieron agregarse a esta comunidad.