jueves, 2 de febrero de 2017

Himno de Laudes del 2 de febrero

Iglesia santa, esposa bella, sal al encuentro del Señor,
adorna y limpia tu morada y recibe a tu Salvador.
Abre tus brazos a María, Virgen Madre del Redentor,
puerta del cielo siempre abierta por la que vino al mundo Dios.
¿A quién sostienes en tus manos, dinos, anciano Simeón,
por qué te sientes tan alegre? "Porque ya he visto al Salvador.
Este Niño será bandera y signo de contradicción,
con su muerte, traerá la vida, por la cruz, la resurrección".
Jesús, el hijo de María, es el Hijo eterno de Dios,
la luz que alumbra a las naciones los caminos de salvación.
La Virgen Madre ofrece al Niño como una hostia para Dios;
la espada de la profecía atraviesa su corazón.
Honor y gloria al Padre eterno, y al Hijo eterno que engendró,
y que, por obra del Espíritu, de la Virgen Madre nació. Amén.

El fontanero

“Había una vez un fontanero muy bueno al que un día llamaron con urgencia para poner un parche a una tubería. El fontanero replicó
- “Esa tubería no necesita un parche, lo que hace falta es cambiar todo el sistema de fontanería de la casa”.
Los dueños de la casa le dijeron
- “Ya, lo sabemos, pero ahora mismo tenemos prisa. El agua se sale y lo encharca todo, no tenemos dinero para cambiar el parche… Pónganos el parche ahora y en cuanto cobremos la paga le llamaremos para cambiar toda la fontanería”.
El fontanero aplicó el parche, cobrando barato en espera de poder llevarse luego el contrato de cambio de fontanería. Y puso el parche muy bien para que vieran una muestra de cuán hábil podía llegar a ser. Tan bien puso el parche que dejó de gotear por completo, y así los dueños de la casa perdieron la prisa. Pasó un mes, y luego otro, y luego otro…
Un año y medio después los dueños de la casa decidieron cambiar la fontanería completa. Como habían podido ahorrar durante mucho tiempo gracias al parche del fontanero, reunieron una buena cantidad y diseñaron un cambio que incluía griferías de oro, bañeras de mármol, duchas de hidromasaje… Tan goloso resultó el proyecto que muchas grandes empresas de fontanería presentaron sus ofertas junto con la del fontanero. Y a la hora de evaluarlas todas, al llegar a la del humilde fontanero, los dueños de la casa dijeron:
- “Este es un parcheador, un chapuzas, no es quien necesitamos para nuestro bonito y nuevo sistema de fontanería”

Moraleja uno: lo provisional, con demasiada frecuencia, se convierte en permanente.
Moraleja dos: si pones parches, serás “el de los parches”

martes, 31 de enero de 2017

Oración de Mahatma Gandhi

Señor:
Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes
y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla,
no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo
y a no juzgarme como a los demás..
No me dejes caer en el orgullo si triunfo,
ni en la desesperación su fracaso.
Más bien recuérdame que el fracaso es la
experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y
que la venganza es una señal de bajeza.
Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso.
Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme
y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.
¡Señor... si yo me olvido de ti, nunca te olvides de mí!

Cuento sobre la Paz

Leyenda de Bakú, Azerbaiyán
Hace miles de años hubo en Asia dos príncipes enemigos que constantemente se amenazaban aprovechando el menor pretexto.
Uno de ellos decidió declarar la guerra y ordenó a los habitantes de su nación que se prepararan para luchar.
El otro príncipe aceptó el desafío. Sin embargo, como habían pasado más de quince años desde la última batalla, no recordaba dónde estaban guardadas su armadura y su ropa de combate. Cuando faltaba un día para el enfrentamiento pidió a su madre que le llevara su casco. La señora regresó con las manos vacías.
— ¿Por qué no lo trajiste? -le reclamó.
— No pude cargarlo, pesa mucho -contestó ella.
— Yo mismo iré por él.
— No, por favor no lo toques -pidió la madre mientras le impedía el paso.
— ¿Cómo piensas que puedo ir a la guerra sin casco? -preguntó él.
— Mira hijo, dentro de tu casco, que estaba en el patio trasero, una paloma hizo su nido, y dentro de él hay tres pequeñas crías. Las palomas son las aves de la paz: nunca hacen daño a nadie. Todos los días su madre les trae de comer lo que encuentra. ¿Cómo puedo destruir su nido? Cuando vea que quiero llevarme el casco, la madre se irá volando y dejará llorando a los polluelos. Eso traerá desgracias a nuestro país.
El príncipe no quería discutir con su madre y se presentó al combate sin casco. Al verlo, su enemigo quedó sorprendido.
— ¿Cómo se te ocurre combatir así?
— Mi madre halló que en el casco viven una paloma y sus polluelos. No quisimos hacerles daño.
El otro príncipe no podía creer lo que escuchaba y pidió a uno de sus hombres que comprobara si la historia era cierta.
— Pues sí. Dentro del casco hay tres pichones pequeños con su madre. Se me hace que apenas rompieron el cascarón -confirmó el enviado.
Entonces el príncipe le tendió la mano a su enemigo.
— Hagamos la paz para siempre. Le propuso. Tu madre no quiso destruir el nido de la paloma y sus polluelos ¿cómo podemos querer tú y yo destruir los hogares de miles de personas?
Desde aquel día, los dos reinos fueron amigos y la paloma se convirtió en símbolo de la paz.

domingo, 29 de enero de 2017

Seré bienaventurado, Señor...

SERÉ BIENAVENTURADO, SEÑOR
Si soy capaz, con el lápiz  de mi vida,
de dibujar tu rostro allá  donde yo me encuentre.
Si, por la caridad, traduzco  en práctica
lo que en lenguaje y palabra  puede sólo quedarse.
Si soy capaz de iluminar  tantas situaciones de mi mundo
con tus promesas,  indicaciones y actitudes. 
SERÉ BIENAVENTURADO, SEÑOR
Si, la felicidad, la  encuentro en la paz y no en el odio.
Si, en la pobreza, alcanzo el exponente de mi riqueza.
Si, en la sencillez,  encuentro el secreto de mi vivir.
Si, en la mansedumbre, veo  mi fortaleza. 
SERÉ BIENAVENTURADO, SEÑOR
Cuando me veas llorar  agarrado al madero de la cruz del otro
sin reírme de la mala  suerte que le acompaña.
Cuando me revele ante la  injusticia, el hambre,
o la incertidumbre del que  busca dignidad.
Cuando mi corazón no sea  discordia sino concordia
y, ante todo, un surtidor de  misericordia. 
SERÉ BIENAVENTURADO, SEÑOR
O, lo que es lo mismo, feliz  por ser diferente:
Limpio de corazón, antes que  roto en las entrañas
buscando la paz, y huyendo de  contiendas y peleas.
Incomprendido por defender la verdad
antes que ensalzado por  encubrir la mentira.
Valiente ante calumnias e  injurias,
haciendo frente a las  falsedades que aturden. 
LLÁMAME  BIENAVENTURADO, SEÑOR
Cuando me veas alegre por tu  causa
y, contento, por darte lo  mejor de mis años.
Cuando me veas decidido por  tu Reino
y sembrando ilusiones en mi  camino.
Cuando cierre los ojos a  este mundo
y, al contemplarte cara a  cara,
pueda decir que “ser  bienaventurado”
es no caer en la falsa  telaraña
de las felicidades, huecas y  baratas,

que el mundo o la sociedad  nos da por ciertas. Amén.

El secreto de la felicidad

La niña salió a dar un paseo. En su camino halló una mariposa, prendida entre las zarzas y agitando sus débiles alas.
La niña cogió con todo cuidado a la mariposa y la echó a volar.
Ya libre, la mariposa se convirtió en un hada que, agradecida, dijo a la niña:
– Quiero agradecerte tu favor. Pídeme el deseo que más quieras, que te lo concederé. Dime cuál es tu mayor deseo.
La niña le dijo con sinceridad:
– Quiero ser feliz. Indícame cuál es el camino de la felicidad.
La hada se lo susurró al oído, y se fue volando.
Desde ese momento la niña empezó a ser otra, siempre estaba feliz. Nadie en el pueblo era tan feliz como aquella niña. La gente empezó a interesarse, y curiosa le preguntaba continuamente por el secreto. Pero la niña evadía siempre la respuesta diciendo que eran un secreto, el secreto del hada. Así llegó a anciana y seguía siendo la mujer más feliz del pueblo, una viejecita realmente feliz, y eso que en su vida, como en la de las demás gentes, no faltaron dificultades.
Temerosos de que muriera y se llevara el secreto a la tumba, las gentes del pueblo le insistían más que nunca que les dijese el secreto. Al fin, un día, la viejecita, sonriendo, accedió a descubrírselo. Y les dijo:
– Lo que el hada me susurró es muy sencillo; pero para mí ha sido, a lo largo de toda mi vida, el secreto de mi felicidad. Y les dijo: Aunque las personas parezcan que no necesitan de nadie, no lo creas. Todos te necesitan… Yo he vivido siempre con la seguridad de que todos necesitaban de mí; me he dado a ellos, y eso me ha hecho feliz.