viernes, 22 de septiembre de 2017

Salmo en busca de verdad

Sálvanos, Señor, que se acaba la lealtad, 
que desaparece la sinceridad entre los hombres: 
no hacen más que mentirse unos a otros, 
sus palabras son engañosas y halagadoras, 
hablan con segundas intenciones en su corazón.
Sus periódicos están llenos de mentiras, 
y sirven a los intereses de unos pocos. 
Nos aturden con los anuncios de sus productos, 
y ofrecen la felicidad que no pueden dar.
En la lengua tienen puesta su valentía. 
Confían en sus labios y quieren esclavizarnos. 
Pero Tú, Señor, has visto la opresión del humilde, 
y oyes el lamento del pobre sin defensa.
Levántate y líbranos de sus cadenas, 
no dejes que nos engañen sus anuncios y promesas. 
Tus palabras sí que son palabras auténticas, 
como plata limpia y refinada. 
Tú nos guardarás, Señor, 
nos librarás para siempre de esa gente, 
de aquellos que sólo buscan su interés, 
de los que han hecho de la palabra 
el arte de engañar a sus iguales.

La túnica lujosa

Cuento sufí

Un hombre fue invitado a una fiesta en la mansión de unas personas muy ricas, y llegó al ágape ataviado con ropas modestas. Al instante, advirtió que los anfitriones eludían saludarlo y que los camareros evitaban servirlo.
Como vivía cerca, corrió a su casa y se vistió con una túnica muy cara y lujosa. Así volvió al banquete, donde nadie había reparado en su ausencia. 
A su regreso, los dueños de la casa lo recibieron cortésmente y los criados mostraron ante él grandes ademanes de respeto.
Llegado el momento de la cena, aquel hombre se quitó la túnica y la arrojó en medio de los manjares. 
– ¿Por qué haces eso?, le preguntaron extrañados los anfitriones. 
– Ha sido mi túnica y no yo la que ha recibido vuestro respeto y atenciones. Que sea ella la que se quede a comer. 
Dicho lo cual, aquél hombre abandonó aquel lugar y se fue a su casa.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Escucha la oración por los sacerdotes



Oración por los sacerdotes

Recordando aquel 20 de septiembre de 1981

Señor Jesús, presente en el Santísimo Sacramento,
que quisiste perpetuarte entre nosotros
por medio de tus Sacerdotes,
haz que sus palabras sean sólo las tuyas,
que sus gestos sean los tuyos,
que su vida sea fiel reflejo de la tuya.
Que ellos sean los que hablen a Dios de los hombres
y hablen a los hombres de Dios.
Que no tengan miedo al servicio,
sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida.
Que sean hombres, testigos caminando
por las sendas de la historia con tu mismo paso 
y haciendo el bien a todos.
Que sean fieles a sus compromisos,
celosos de su vocación y de su entrega,
claros espejos de la propia identidad
y que vivan con la alegría del don recibido.
Te lo pido por tu Madre Santa María:
Ella que estuvo presente en tu vida
estará siempre presente en la vida de tus sacerdotes. Amén

La prueba de la hoja en blanco

¿Ya conoce usted la prueba de la hoja en blanco?
Usted coge una hoja blanca, la presenta a las personas y pregunta:
- ¿Qué es lo que ustedes observan aquí? 
Y todos van a responder:
- “Pues, ¡una hoja blanca!”
Luego usted pinta un punto con un lápiz en medio de la hoja, la muestra y pregunta nuevamente:
- ¿Qué es lo que están viendo ahora? 
Y la respuesta no será otra que esta:
- “¡Una mancha!”
La misma realidad se repite con relación al ser humano. Una persona puede haber hecho noventa y nueve cosas buenas, pero si algún día hiciese algo equivocado todo el mundo sólo va a ver el error. Olvidarán fácilmente toda la parte de la “hoja blanca” para ver solamente “la mancha”.
A pesar de ser así las cosas, vale la pena continuar haciendo el bien, viviendo mejor, y tener al mismo tiempo, la mente y el corazón preparados para saber aceptar, en caso de equivocarse, la mediocridad de las personas que, desafortunadamente, van a juzgar y ven solamente el error.

martes, 19 de septiembre de 2017

Salmo del Amor de Dios conmigo

 Salmo 136

Te doy gracias, Señor, porque eres bueno,
porque es constante y eterno tu amor conmigo.
Te doy gracias, Señor, Dios de todo,
porque en todo lo mío Tú intervienes,
porque es constante y eterno tu amor conmigo.
Tú haces grandes maravillas:
la potencia del Universo, el misterio de la Vida,
la fuerza del Amor, mi propio ser.....
porque es constante y eterno tu amor con todo 
y también conmigo.
Cuando no tenía fuerzas, me abriste el camino:
pasé y fui salvado por Ti 
sentí en mi vida una vez más
que es constante y eterno tu amor conmigo.
Me llevas al desierto, pero vienes conmigo,
me sacas... y me guías a tu estilo 
rompiste mis cadenas y viniste conmigo;
porque es constante y eterno tu amor conmigo.
Tú me das, Señor, el pan que necesito,
el pan que me da vida
y aunque me canso.... ¡Vivo!
hazme experimentar que es constante y eterno 
tu amor conmigo.
A quienes leáis esto, ¡os invito!:
leed en vuestra historia
la salvación que El hizo,
la salvación concreta que El realiza hoy
con vosotros y conmigo....
A todos nos regala el poder decir:
te doy gracias, Señor,
porque es constante y eterno tu amor conmigo.

Fe y paraguas...

En un pueblito de zona rural en los años 50, se produjo una larga sequía que amenazaba con dejar en la ruina a todos sus habitantes, debido a que subsistían con el fruto del trabajo del campo. A pesar de que la mayoría de sus habitantes eran creyentes, ante la situación límite, fueron a ver al cura párroco y le dijeron:
- "Padre, si Dios es tan poderoso, pidámosle que envíe la lluvia necesaria para cambiar esta angustiante situación."
- "Está bien, le pediremos al Señor, pero deberá haber una condición indispensable."
- "¡Díganos cuál es!", respondieron todos.
- "Hay que pedírselo con fe, con mucha fe, contestó el sacerdote."
- "¡Así lo haremos, y también vendremos a Misa todos los días!"
Los campesinos comenzaron a ir a Misa todos los días, pero los días transcurrían y la esperada lluvia no llegaba.
Un día, fueron todos a enfrentarse al párroco y reclamarle:
- "Padre, usted nos dijo que si le pedíamos con fe a Dios que enviara las lluvias, El iba a acceder a nuestras peticiones. Pero ya van varias semanas y no obtenemos respuesta alguna."
- "¿Han pedido ustedes con fe verdadera?", les preguntó el párroco.
- "¡Sí, por supuesto!", respondieron al unísono.
- "Entonces, si dicen haber pedido con Fe Verdadera... ¿por qué durante todos estos días ni uno solo de ustedes ha traído el paraguas?"

lunes, 18 de septiembre de 2017


Carmel A-Capella

El coraje del perdón

¡Señor!, perdóname
eso que sabes de mí mejor que yo mismo.
Si nuevamente cometo una falta,
Señor, concédeme de nuevo tu perdón.
¡Señor!, perdóname
si, en mi deseo de aproximarme a Ti,
mi corazón no ha sido
tan ferviente como mis palabras.
¡Señor!, perdóname
la indiscreción de mis apreciaciones,
los extravíos de mi lenguaje,
las tentaciones de mi corazón
y los desfallecimientos de mi voz.
¡Señor!, presérvame
de conocer la miseria
por relegar tu riqueza.
O de caer en el error
a pesar de tu guía.
¡Señor!, trátame con tu perdón
anteponiéndolo a tu justicia.
Señor, no dejes que me convierta
en víctima del orgullo cuando triunfo,
o de la decepción cuando fracaso.
Señor, hazme comprender
que el estar dispuesto a perdonar
es uno de los mayores signos de fuerza;
y que el deseo de venganza
es una de las manifestaciones de la debilidad.
Señor, si he herido a mi prójimo,
dame el valor de excusarme;
si las personas me han hecho daño,
dame el coraje del perdón.
¡Señor, si yo te olvido,
no me olvides Tú!

Termínate la taza de café

Todos los días ella iba a tomar un café con su mejor amigo 15 minutos antes de su trabajo, el muchacho siempre le traía una taza de café caliente y la muchacha la dejaba a medias porque tenía que irse. Ella y él, no se vieron durante varios años.
Treinta y cinco años después la muchacha, que ya era una anciana, fue a visitar a su mejor amigo. No habían tenido comunicación con él esos 35 años. Al tocar la puerta salió el anciano y le ofreció una taza de café, los dos empezaron a contar como había sido su vida antes de este reencuentro.
Cuando la señora se había acabado el café, al fondo de la taza había una pequeña frase que decía:
- “¿Te quieres casar conmigo?”, 
La señora le pregunto a su mejor amigo:
- ¿Qué es esto? 
Él le respondió:
- Esa taza la hice cuando teníamos 30 años, esperaba a que terminaras de tomar tu café para que vieras mi petición y decirte lo mucho que te amo.