sábado, 26 de octubre de 2019

A veces...

A veces, queremos decir tantas cosas pero no las decimos...
A veces, se nos va el tiempo, en discusiones sin sentido...
A veces, en vez de decir cuanto amas, te la pasas diciendo tonterías...
A veces, pierdes a la persona que más amas, por no tratar de entenderla...
A veces, es bueno decir te amo, en vez de decir otras cosas...
A veces, es bueno pedir a Dios amar más y entender a la gente mejor...
A veces, las días no son, como quisieras que fueran...
el sol no brilla como quisieras y tus días son grises...
la luna no la ves y tus noches son oscuras...
A veces, hay que tener paciencia, con la persona que dices que amas...
A veces, nos ciega la ira y ofendemos sin querer, a quien más amamos...
A veces, es bueno pedir perdón, si sabes que has ofendido...
A veces, es bueno dar gracias a la vida por tenerte...
A veces, es bueno decir una plegaria a Dios, dando gracias...
A veces, es bueno decirle a un amigo cuánto lo extrañas...
A veces, es bueno ver los defectos tuyos antes que los ajenos.
Por eso yo hoy te digo... Que me perdones, por todos esos momentos
que no disfrutamos, por andar en discusiones tontas.
Quizás olvidaremos, pues hay que olvidar y perdonar.
Que el sol hoy, esta alumbrando este día más que nunca.
Que mi noche es clara, porque la luna esta dándome su luz.
Que mi Dios escucha mis oraciones y esta conmigo...
¿Por qué si la vida es tan corta, me la tengo que pasar
peleándome con todos los que me rodean?
¿Por qué no disfrutar de estos momentos, que son tan pocos,
que viven en ti y te dan esa energía que necesitas,
para luchar en la vida por lo que quieres?
¿Por qué no sonreírle a la vida?
¿Por qué no rodearme de amor, así la vida la veo de otro color,
y las penas son menos y los dolores se curan más rápido?
A veces, lo más bueno de la vida, no es lo mas bello: es lo que se ama.
A veces, es bueno decir estas palabras.
Hoy es un día que quiero decirlas.

Esfuerzo


En cierta ocasión -según cuentan los Maestros zen- una anciana, en plena estación de lluvias, fue en peregrinación a un lejano santuario, situado en una montaña. De camino se detuvo en una posada para pedir alojamiento y pasar la noche antes de comenzar el ascenso a la montaña sagrada.
- No podrá trepar, por el resbaladizo barro de la montaña con este tiempo. Es imposible -le dijo el posadero.
- Será muy fácil -contestó la anciana-. Mi corazón lleva años allí. Ahora sólo es cuestión de llevar el cuerpo.

jueves, 24 de octubre de 2019

Yo soy la vida

                   F. Ulibarri

Dices que soy manantial y no vienes a beber.
Dices que soy vino gran reserva y no te embriagas.
Dices que soy suave brisa y no abres tus ventanas.
Dices que soy luz y sigues entre tinieblas.
Dices que soy aceite perfumado y no te unges.
Dices que soy música y no te oigo cantar.
Dices que soy fuego y sigues con frío.
Dices que soy fuerza divina y estás muy débil.
Dices que soy abogado y no me dejas defenderte.
Dices que soy consolador y no me cuentas tus penas.
Dices que soy don y no me abres tus manos.
Dices que soy paz y no escuchas el son de mi flauta.
Dices que soy viento recio y sigues sin moverte.
Dices que soy defensor de los pobres y tú te apartas de ellos.
Dices que soy libertad y no me dejas que te empuje.
Dices que soy océano y no quieres sumergirte.
Dices que soy amor y no me dejas amarte.
Dices que soy testigo y no me preguntas.
Dices que soy sabiduría y no quieres aprender.
Dices que soy seductor y no te dejas seducir.
Dices que soy médico y no me llamas para curarte.
Dices que soy huésped y no quieres que entre.
Dices que soy sombra fresca y no te cobijas bajo mis alas.
Dices que soy fruto y no me pruebas.

Gandhi y el profesor universitario


Cuando Mahatma Gandhi estudiaba Derecho en Londres, un profesor de apellido Peters le tenía mala voluntad... pero, el alumno Gandhi nunca le bajó la cabeza y eran muy comunes sus encuentros.
Un día Peters estaba almorzando en el comedor de la Universidad y Gandhi venía con su bandeja y se sentó a su lado.
El profesor muy altanero, le dice:
- "Estudiante Gandhi, ¡usted no entiende! Un puerco y un pájaro, no se sientan a comer juntos".
- ¡Esté usted tranquilo profesor, le contesta Gandhi, yo me voy volando!", y se cambió de mesa.
El profesor Peters lleno de rabia, porque entendió que el estudiante le había llamado puerco, decidió vengarse con el próximo examen... Pero el alumno respondió con brillantez a todas las preguntas.
Entonces el profesor le hace la siguiente interpelación:
- "Gandhi, si usted va caminando por la calle y se encuentra dos bolsas, una llena de sabiduría y otra de dinero, ¿cuál de las dos se lleva?"...
Gandhi responde sin titubear:
- "¡Claro que el dinero, profesor!"
El profesor sonriendo le dice:
- "Yo, en su lugar, hubiera agarrado la sabiduría, ¿no le parece?"
Gandhi responde:
- "Cada uno coge lo que no tiene, profesor".
El profesor ya histérico, escribe en la hoja del examen: "idiota" y se la devuelve al joven.
Gandhi toma la hoja y se sienta... Al cabo de unos minutos se dirige al profesor y le dice:
-"Profesor Peters, usted me ha firmado la hoja, pero no me puso la nota".

MORALEJA: Si permites que una ofensa te dañe... Te dañará... Pero si no lo permites, la ofensa volverá al lugar de donde salió.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Líbrame, Señor

Señor, líbrame de la codicia de tener mucho dinero y hazme generoso, como Tú.
Líbrame de la codicia de acaparar mucho poder y hazme servicial, como Tú.
Líbrame de la codicia de tener muchos caprichos y hazme austero, como Tú.
Líbrame de la codicia de ser famoso y hazme pasar por uno de tantos, como Tú
Líbrame de la codicia de poseer a las personas y ayúdame a buscar su libertad, como Tú.
Líbrame de la codicia de querer ser el mejor y, con tu ayuda, hazme ser hoy mejor que ayer.
Líbrame de la codicia de buscar el placer y haz que busque sólo el Amor, contigo.
Líbrame de la codicia de hacer muchas cosas y ayúdame a cumplir la voluntad del Padre, como Tú.
Líbrame de la codicia de pretender ser un salvador y hazme humilde colaborador tuyo.
Ayúdame, Señor, a poner mi confianza en ti y en las capacidades que me has dado. Amén.

Fábula “El león y el ratoncito”


Había una vez un ratoncito que vivía cerca de la guarida de un león muy fiero. Un día, sin querer, lo despertó mientras éste dormía.
El león lo atrapó y rápidamente se lo metió en la boca, para comérselo. El ratoncito aterrorizado, le dijo:
- ¡Se lo suplico, majestad, no me devore, si me deja ir le estaré eternamente agradecido, se lo juro; además ayudar a los demás, aunque sean pequeños e indefensos como yo, dará gozo a su corazón!
- Escucha, escucha…., rugió divertido el león, ¿Quizá me quieras ayudar a cazar o prefieres rugir en vez de mí?
El ratoncito confundido balbuceó:- En verdad, majestad, yo…
El león exclamó:- ¡Está bien! ¡Eres un ratoncito afortunado, hoy me siento generoso, y te dejaré en libertad!
Pasaron días, semanas y meses, pasó un día y otro, y un buen día aparecieron cazadores en el bosque, que querían capturar a un león. Para eso pusieron trampas por aquí y por allá.
El león cayó en una trampa y se encontró prisionero en una espesa y resistente red. Intentaba con todas sus fuerzas liberarse, y romper la red que lo tenía atrapado, pero su esfuerzo fue inútil. ¡Oh, pobre de mí!, se decía, ¡no puedo escapar!
Al fin, exhausto, se resignó a su destino, rugiendo de dolor y desesperación. En aquel momento escuchó una vocecita que le decía:
- ¡Majestad, veo que está en dificultades! ¡Quizás pueda ayudarle! ¡Roeré la cuerda que lo tiene atrapado hasta que logre liberarlo!
El ratoncito trabajó velozmente, roe que te roe, hasta hacer hilachas las fuertes cuerdas de la red y, al poco rato, el león estaba de nuevo libre.
Entonces, conmovido el león, agradeció a su amigo y le dijo:
- ¡Me alegra tener un amigo como tú, que ha venido a ayudarme cuando lo necesité!

martes, 22 de octubre de 2019

Ayúdame, oh Dios

                  J. Leoz

Dios, porque caigo a menudo en la impaciencia
dame fe para seguir esperando
lo que mis ojos quisieran ver antes que después.
Dios, si Tú quieres, confíame un poco de tu espíritu
para que, las fisuras que se abren a mi paso,
gocen de mi perdón y reconciliación con todos.
Ayúdame, oh Dios, a esperar aunque desespere
a mirar hacia lo alto, aunque me tiren de abajo
a comprender aún a riesgo de ser tenido por loco
a rezar, aunque me digan que soy un iluso.
Oh, Señor, si yo te pido algo que no me conviene
hazme ver que, no es que no me das,
sino que me das aquello que menos infeliz me puede hacer.
Hazme entender que sembrar y dejar el grano,
he de hacerlo con cariño, tiento y paciencia.
Oh, Señor, pon en mis labios palabras oportunas
para que digan lo que mi corazón cobija y mi mente piensa,
para que, lejos de acercarme a Ti con rodeos
sea como el agua transparente
que se desliza rápidamente por los manantiales.
Oh, Señor, que sepa sentirte, amarte, servirte, rezarte y alabarte
como tu nombre requiere y merece. Amén

La flor y la mariposa


                      Del libro “El Silencio del Alma”

En el jardín de un pequeño pueblecito, había una vez una flor. Era la flor más bonita de todo el parque, aunque durante los últimos siete años hubiera perdido parte de su esplendor, pues el jardinero se había olvidado de ella y no la cuidaba como necesitaba. No la regaba, no la abonaba y lo que era peor, no le daba su cariño y la flor ya no parecía la misma de antaño. Ella se sentía muy triste y abandonada, ningún pájaro iba ya a jugar con ella, pues ninguno se sentía atraído por su color ni por su aroma.
Pero un día de primavera una mariposa blanca volaba casualmente por allí y se posó en la flor. Estaba un poco perdida y necesitaba tomar fuerzas para volver a casa. La flor se sentía tan feliz al ver a la mariposa a su lado que se abrió todo lo que pudo y enseñó sus más bellos colores y su más preciado olor. Hacía tiempo que no mostraba lo mejor de sí misma y al hacerlo se sentía bien. La mariposa que casi no había reparado en la flor, poco a poco se fue dando cuenta de lo bella que era y de cómo le cuidaba con su aroma. Entre ambas surgió una atracción instantánea y tanto la mariposa blanca como la flor intentaban dar a la otra lo mejor de sí mismas.
La mariposa tuvo que regresar a su casa pero prometió volver al día siguiente. Así, día tras día, entre ambas surgió un amor que pocos podían comprender.
- “Mariposa, tú no puedes enamorarte de una flor, es una planta. Además fíjate cuántas más flores hay, ella es sólo una más”.
- “No es una más, es mi flor, la más bella para mí, ella es con la que quiero estar todos los días de mi vida”.
- “Flor ¿cómo se te ocurre enamorarte de una mariposa? Fíjate en su belleza y en la gracia de su vuelo. Tú para ella sólo eres una flor más”.
- “Me da igual, sólo saco lo mejor de mí cuando está ella. Únicamente ella me hace sentir la más bella flor del jardín”.
Una mañana nublada, Pilar la pintora, llegó hasta el jardín con intención de pintar un cuadro. “Es una pena el día que ha salido hoy, nublado, qué poca luz y color hay, todas las flores están cerradas”.
Pero en ese momento vio a la mariposa blanca revoloteando alrededor de una bella flor. No podía creer lo que veía, la escena irradiaba luz y color. La mariposa abriendo y cerrando sus alas blancas jugaba con una flor resplandeciente de color y orgullosa de su esplendor. El amor que sentían ambas era como un oasis de luz y color en el gris jardín.
La escena era tan preciosa que rápidamente la pintora se dispuso al trabajo. Se sentó y dejó que sus pinturas reflejasen lo que estaba viendo. Y sin que se diera cuenta del tiempo transcurrido, había acabado el cuadro. Había estado en trance, era como si el cuadro se hubiera pintado solo, como si la belleza de la escena la hubiera utilizado a ella para inmortalizarse.
No se sabe si la mariposa dejó a su familia y se fue con la flor. No se sabe si con el tiempo la flor se marchitó o si el frío invierno acabó con la mariposa blanca. Lo que sí sabemos es que el instante de amor de aquella tarde quedó reflejado en el cuadro para siempre. Un instante de amor perfecto, un instante en el que mariposa y flor fueron UNO para siempre, un instante llamado Eternidad.

domingo, 20 de octubre de 2019

Salmo del misionero

Tú llamas a seguirte y arrancas al hombre de los suyos.
Tú llamas a seguirte y pides vender todo y darlo por nada.
Tú llamas a seguirte y exiges perder la vida, perderla toda.
Tú llamas a seguirte, cargando con la cruz como revolucionario
del amor entre los hombres. Tu llamada es radical.
Tú llamas por el nombre y haces tuyo al hombre para siempre.
Tú llamas porque has amado primero y el amor es comunión.
Tú llamas porque eres bueno, porque tu corazón es fiesta.
Tú llamas y abres al hombre la voluntad del Padre.
Tú llamas y quieres hombres libres que te sigan.
Aquí estoy, Señor, quiero seguirte con mi corazón roto.
Aquí estoy, Señor del alba, quiero cambiar haciendo seguimiento.
Aquí estoy, Señor Jesús, da ritmo a mi proceso.
Aquí estoy, Señor, porque me has llamado, gracias.
Quiero ser luz en la noche de cada hombre. Luz.
Quiero ser palabra que despierte al hombre dormido.
Quiero se agua fresca que dé vida a la planta seca.
Quiero ser pan partido, roto, dado en abundancia.
Quiero ser copa que desborde lo íntimo de mi ser.
Quiero ser racimo de uvas exprimido en el lagar.
Que tu Espíritu, Señor, sea derramado sobre mi.
Que tu Espíritu, Señor, sea la fuerza de mi debilidad.
Que tu Espíritu, señor, me conduzca al hombre oprimido.
Que con tu Espíritu libere al hombre de los cepos.
Que con tu Espíritu arranque de los labios las mordazas.
Que con tu Espíritu quite las vendas de los ojos.
Que con tu Espíritu rompa las cadenas de los pies.
Que con tu Espíritu deje al hombre sin fronteras.
Señor del alba, quiero hacer camino en tu camino.
Señor del alba, quiero hacer verdad en tu verdad.
Señor del alba, quiero hacer vida en tu vida.
Señor del alba, aquí estoy a la voz de tu llamada.

Te hice a ti (DOMUND Misionero)


Era un día lluvioso y gris. El mundo pasaba a mi alrededor a gran velocidad. Cuando de pronto, todo se detuvo. Allí estaba, frente a mí: una niña apenas cubierta con un vestidito todo roto que tenía más agujeros que tela. Allí estaba, con sus cabellos mojados, y el agua chorreándole por la cara. Allí estaba, tiritando de frío y de hambre. Allí estaba, en medio de un mundo gris y frío, sola y hambrienta.
Me enfadé mucho y dije:
- "¿Cómo es posible, Señor, que habiendo tanta gente que vive con tanto dinero, permitas que esta niña sufra hambre y frío? ¿Cómo es posible que no hagas nada?
Luego de un silencio que me pareció interminable, sentí la voz de Dios que me contestaba:
- "¡Claro que he hecho algo! ¡Te hice a ti!"

Todos podemos aportar algo para mejorar el mundo y para ayudar a los que lo necesitan. Pensemos en tantas personas que no tienen lo necesario para vivir. ¿Qué podemos nosotros hacer por ellos?