sábado, 7 de diciembre de 2019

Hágase en mi


        Ain Karem

HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA
HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU SUEÑO
HÁGASE EN MÍ SEGÚN TÚ QUIERAS
HÁGASE EN MÍ TU AMOR
En la luz o en la tiniebla, en el gozo o el dolor
En certezas o entre dudas, ¡hágase!, Señor.
En la riqueza o la nada, en la guerra o en la paz
En la fiesta o en el duelo. ¡Hágase!, Señor.
Envuelta en miedo sosiego, en silencio con tu voz
En risas o entre sollozos. ¡Hágase!, Señor.
En la muerte o en la vida, en salud o enfermedad
Frágil o fortalecida. ¡Hágase!, Señor.

Los tres filtros


En la antigua Grecia Sócrates tenía una gran reputación de sabiduría. Un día vino alguien a encontrarse con el gran filósofo, y le dijo:
– ¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo?
– Un momento, –respondió Sócrates– antes de que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba, la de los tres filtros.
– ¿Los tres filtros?
– Sí, -continuó Sócrates– antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno dedicar tiempo a filtrar lo que se quiere decir. Lo llamo el test de los tres filtros. El primer filtro es la verdad. ¿Has comprobado si lo que me vas a decir es verdad?
– No, sólo lo escuché.
– Muy bien. Así que no sabes si es verdad. Continuamos con el segundo filtro, el de la bondad. Lo que quieres decirme sobre mi amigo, ¿es algo bueno?
– ¡Ah, no! Por el contrario.
– Entonces, -cuestionó Sócrates– quieres contarme cosas malas acerca de él y ni siquiera estás seguro de que sean verdaderas. Tal vez aún puedes pasar la prueba del tercer filtro, el de la utilidad. ¿Es útil que yo sepa lo que me vas a decir de este amigo?
– No, en serio.
– Entonces, -concluyó Sócrates– lo que ibas contarme no es ni cierto, ni bueno, ni útil; ¿por qué querías decírmelo?
Mejoremos nuestra vida y sociedad. Un fuerte abrazo

Los tres filtros


En la antigua Grecia, Sócrates tenía una gran reputación de sabiduría. Un día vino alguien a encontrarse con el gran filósofo, y le dijo:
– ¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo?
– Un momento, –respondió Sócrates– antes de que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba, la de los tres filtros.
– ¿Los tres filtros?
– Sí, -continuó Sócrates– antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno dedicar tiempo a filtrar lo que se quiere decir. Lo llamo el test de los tres filtros. El primer filtro es la verdad. ¿Has comprobado si lo que me vas a decir es verdad?
– No, sólo lo escuché.
– Muy bien. Así que no sabes si es verdad. Continuamos con el segundo filtro, el de la bondad. Lo que quieres decirme sobre mi amigo, ¿es algo bueno?
– ¡Ah, no! Por el contrario.
– Entonces, -cuestionó Sócrates– quieres contarme cosas malas acerca de él y ni siquiera estás seguro de que sean verdaderas. Tal vez aún puedes pasar la prueba del tercer filtro, el de la utilidad. ¿Es útil que yo sepa lo que me vas a decir de este amigo?
– No, en serio.
– Entonces, -concluyó Sócrates– lo que ibas contarme no es ni cierto, ni bueno, ni útil; ¿por qué querías decírmelo?
Mejoremos nuestra vida y sociedad. Un fuerte abrazo

viernes, 6 de diciembre de 2019

De San Nicolás a Santa Claus


Hay varias teorías sobre el origen de Santa Claus. La más difundida es que fue la empresa Coca Cola que inventó el personaje para promover el consumo de su bebida en 1920.
Sin embargo, en el siglo XIX, escritores de Nueva York intentaron dar un sello nacional a las fiestas de Navidad llenas de tradiciones cristianas de los inmigrantes europeos. En poco tiempo, las celebraciones dejaron de lado el carácter santo de estas fechas y se popularizaron las fiestas desenfrenadas, con borracheras y desorden público.
En 1821 se publicó el libro de litografías para niños "Sante Claus, el amigo de los niños" en el que se presentaba a un personaje que llegaba del Norte en un trineo con un reno volador. Esa publicación hizo aparecer al personaje cada Nochebuena y no el 6 de diciembre, día de la fiesta del santo obispo.  Un poema anónimo y las ilustraciones de esa publicación resultaron clave en la distorsión de San Nicolás.
Según los expertos de St. Nicholas Center, fue la élite de Nueva York la que logró nacionalizar la Navidad a través de Santa Claus y el apoyo de artistas y literatos como Washington Irving, John Pintard y Clement Clarke Moore.
En 1863, durante la Guerra Civil, el caricaturista político Thomas Nast comenzó a dibujar a Santa Claus con los rasgos que ahora le atribuyen: gorro rojo, abundante barba blanca y abultado vientre. Junto con los cambios de apariencia, el nombre del santo cambió a Santa Claus, una alteración fonética del "Sankt Niklaus" alemán.
Y ya en 1920, Santa Claus apareció por primera vez en un anuncio de Coca Cola.

Oración de un niño con síndorme de Down

Señor, hoy he nacido. He partido de tu vida
para vivir con los míos hasta el día que Tú decidas.
Señor, hoy he nacido, y en los brazos de mi madre
se confunden las angustias con los llantos al mirarme.
Señor, porque tú lo sabes, ¿por qué he nacido distinto?:
distintos son mis ojitos, mis manitas más gordas
y mis labios y mi cara son diferentes…
¿Por eso llora mi madre?
¿Por ello me miran todos, como queriendo decir:
“con qué pena has nacido”?
Señor, Tú que lo sabes, Tú que guías a la mente,
diles con tu voz divina que yo también vivo y siento.
Que soy como aquellos arboles más débiles y pequeñitos,
que soy entre las montañas solamente un montículo.
Diles que juego y que bailo, diles que lloro y que río,
diles que aprendo también y que correré con ellos.
Diles, Señor de los cielos, que yo también soy un hijo,
que adoro a mis hermanitos cuando se ríen conmigo.
Y al hombre que desde lejos mira mi andar torpe,
dile también que me quiera porque yo también soy hijo.
Señor, Tú que comprendes cuánta alegría yo siento
cuando feliz en mi casa con mis queridos juego,
Tú que conoces por dentro cuánto sueño, cuánto pienso,
Tú que has dado tu vida con idénticos desvelos
con que han llegado otros niños, diles a todos mis anhelos.
Diles que canto y que quiero, diles que juego y que río,
y diles siempre, Dios mío, que como ellos yo también siento.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Caminar en la voluntad del Señor

                               Salmo 118

Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón;
el que, sin cometer iniquidad, anda por sus senderos.
Te alabaré con sincero corazón cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus leyes exactamente, tú, no me abandones.
Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.
Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes.
Medito tus decretos, y me fijo en tus sendas;
tu voluntad es mi delicia, no olvidaré tus palabras.
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu voluntad, porque ella es mi gozo.
Inclina mi corazón a tus preceptos, y no al interés;
aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu palabra;
cumple a tu siervo la promesa que hiciste a tus fieles.
¡Cuánto amo tu voluntad!: todo el día la estoy meditando;
tu mandato me hace más sabio que mis enemigos, siempre me acompaña;
soy más docto que todos mis maestros, porque medito tus preceptos.
¡Qué dulce al paladar tu promesa: más que miel en la boca!
Considero tus decretos y odio el camino de la mentira.
Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.
Mi lengua canta tu fidelidad, porque todos tus preceptos son justos;
que tu mano me auxilie, ya que prefiero tus decretos;
ansío tu salvación, Señor; tu voluntad es mi delicia.

Los zapatos de Dios


Soy un experto en huellas. Estudiando las huellas he detenido a muchos ladrones y asesinos.
Un día me llamó el director del departamento de seguridad y me dijo:
- Tengo un nuevo caso para usted. Quiero que descubra el camino por el que va a venir Dios. Usted es un experto en huellas, confío en que lo resolverá.
Salí a la calle, recorrí caminos y avenidas, pregunté a los seguidores de ese tal Jesús, examiné muchas huellas y por primera vez en mi vida sentí que el caso se me escapaba de las manos.
Decidí abandonar el caso y, una mañana, muy desilusionado, me dirigí a la oficina del director de seguridad.
En mi camino leí el rótulo de un escaparate que decía: “Los zapatos de Dios”. Entré y le expliqué al anciano que la regentaba mi gran problema. Éste me escuchó con mucha atención y entró en el interior de la tienda y me sacó unos zapatos desgastados, sin marca alguna y que no eran de mi número. Eran más pequeños.
Tanto me insistió el buen hombre que me los puse y salí a la calle con los zapatos puestos.
Lo que pasó a continuación es un misterio.
La tienda fue derribada para edificar apartamentos de lujo. Yo decidí largarme a Nueva York.
Así que amigos, como el caso está aún sin resolver, os invito a hacerse cargo de él. Tenéis dos pistas fiables.
Primera. Debéis poneros los zapatos de Dios, calza el mismo número que tus hermanos más pobres y menos queridos.
Segunda. Las huellas de Dios son las huellas de la humanidad pobre y necesitada.
Si seguís estas huellas descubriréis el camino por el que Dios viene a vuestra vida y experimentaréis la alegría de la salvación.

martes, 3 de diciembre de 2019

Himno a San Francisco Javier

           Música: C. Erdozáin Letra: Antonia Cler

ALEGRÉMONOS, ALEGRÉMONOS,
ALEGRÉMONOS, POR NUESTRO PATRONO.
CON NOSOTROS ESTÁ, SAN FRANCISCO JAVIER,
CON EL PUEBLO ESTÁ, EN NUESTRAS FIESTAS
Desde el cielo nos da, ejemplo de vida.
Desde el cielo nos da, la fe y devoción, amor y alegría.
ALEGRÉMONOS…
Con esfuerzo y valor, siguió a Jesucristo,
en su fiesta y honor, cantemos a Dios, seguimos a Cristo.
ALEGRÉMONOS…
Apasionado de amor, extendió el Evangelio
su servicio excelente, ejemplo nos da para ser misioneros.
ALEGRÉMONOS…
En su vida buscó, mayor Gloria de Dios
luz para el mundo fue, en amar y servir él su vida gastó.
ALEGRÉMONOS…
Regala a San Javier, bendiciones y dones
intercede por tus hijos, que te llevan siempre en sus corazones.
ALEGRÉMONOS…
Patrón de nuestro pueblo, cuida a San Javier
que te quiere y quisiera, ser por siempre puedo de recia fe.
ALEGRÉMONOS…

Cuándo comienza el día


Muchos siglos atrás un rabino preguntó a sus alumnos si sabían cuando terminaba la noche y comenzaba el día.
Un alumno sugirió
– Cuando ves un animal en la distancia y puedes decir si es una oveja o una cabra.
Otro dijo
– Cuando ves un árbol en la distancia y puedes decir si es un manzano o una higuera.
Cada uno de sus alumnos iba dando respuestas parecidas y ninguna parecía satisfacer al maestro.
Éste les dijo
- Amanece de verdad cuando miras a la cara de cualquier ser humano y ves en esa cara el rostro de tu hermano o tu hermana, si no ves esto, sea la hora que sea, para ti es todavía de noche.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Pregón de Adviento

                                  F. Ulibarri

Os anuncio que comienza el Adviento.
Alzad la vista, restregaos los ojos, otead el horizonte.
Daos cuenta del momento. Aguzad el oído.
Captad los gritos y susurros, el viento, la vida...
Empezamos el Adviento,
y una vez más renace la esperanza en el horizonte.
Al fondo, clareando ya, la Navidad, esposada con la esperanza.
Es Adviento esa niña esperanza
que todos llevamos, sin saber cómo, en las entrañas;
una llama temblorosa, imposible de apagar,
que atraviesa el espesor de los tiempos;
un camino de solidaridad bien recorrido;
la alegría contenida en cada trayecto;
unas huellas que no engañan;
una gestación llena de vida;
anuncio contenido de buena nueva;
una ternura que se desborda...
Estad alerta y escuchad.
Lleno de esperanza grita Isaías:
«Caminemos a la luz del Señor».
Con esperanza pregona Juan Bautista:
«Convertíos, porque ya llega el Reino de Dios».
Con la esperanza de todos los pobres de Israel,
de todos los pobres del mundo,
susurra María su palabra de acogida:
«Hágase en mí según tu palabra».
¡Alegraos, saltad de júbilo! ¡Poneos vuestro mejor traje!
Perfumaos con perfumes caros. ¡Que se note!
Viene Dios. Avivad alegría, paz y esperanza.
Preparad el camino. Ya llega nuestro Salvador.
Viene Dios... y está a la puerta.
¡Despertad a la vida!

Esperando tu venida


                               J. L. Martín Descalzo

Dicen que en un pueblecito de la sierra madrileña, que bien pudo ser o Las Rozas o Las Matas de hace ochenta años, o sea con una pequeña ermita, cuatro casas y aun apeadero de ferrocarril donde ja-más paró un tren. Pues dicen que un día se corrió la voz de que Dios, nada menos, iba pasar por el pueblo camino de la capital del Reino.
Los cuatro vecinos, el alcalde, el viejo cura, los pastores trashuman-tes que guardaban sus rebaños, los vendedores ambulantes, todos se pusieron a limpiar el pueblo, a arrancar los cardos borriqueros, a colgar un cartel diciendo “Vienvenido”, con dos UVES para mayor redundancia, y hasta se pusieron bombillas nuevas en el apeadero, que estaban todas rotas por los tirachinas de los mozalbetes acostumbrados a correr delante de Rocambole, el bigotudo guarda del paso a nivel.
Y el viejo sacristán, en su tiempo albañil, hombre bueno donde los haya, fue enviado de vigía a un castillete del camino, que no hay otro que el que se ve a la izquierda del camino real antes de entrar al pueblo… Y el bueno del sacristán, mientras entornaba sus ojos can-sados para ver en la lejanía, pensaba, como las lecturas de hoy nos han dicho, que qué momento estaba viviendo el pueblo, que nadie podía dormirse y menos él, que no sabía como vendría el Señor, pero él había odio al cura decir que vendría en son de paz, no como esas pandillas de otros pueblos que venían con piedras y palos, que ven-dría como juez misericordioso como el mismo vigía anhelaba y necesitaba por lo que él llamaba su turbulenta juventud.
Pasaron los días, pasaron las semanas, pasaron los meses. Los obre-ros regresaron a sus trabajos, el alcalde se peleó con el cura causan-te del bulo, el apeadero perdió sus bombillas, sólo el viejo sacristán, convertido en vigía seguía esperando.
Hasta que un día frotándose la enmarañada barba de meses suspiró.
-- Señor, ¿dónde estás?
Y oyó una voz cariñosa:
-- Aquí contigo
-- Pero, ¿desde cuándo, Señor?
-- Desde que empezaste a desear que llegara…