viernes, 27 de mayo de 2022

El nombre de María

He oído en la montaña, cuando levanta el cielo,
la voz del arroyuelo, su plácido rumor.
He oído en la espesura, la cántiga del ave,
cuando con voz suave bendice a su Creador.
Mas eso es menos dulce que el eco de tu nombre,
cuando te invoca el hombre con la voz del corazón.
Tu nombre es dulce, María; tu nombre es armonía,
tu nombre es bendición.
He oído los susurros del agua entre las flores,
que canta tus amores con quejumbrosa voz.
He oído el eco vago que eleva en la montaña
la mística campana, vocero de su Dios.
Pero eso es menos dulce que el nombre que dio el cielo,
a Aquella que es consuelo del hombre en su dolor.
Tu nombre es más dulce, bellísima María;
tu nombre es alegría del pobre pecador.

El canto del pájaro

          Tony de Mello, El canto del pájaro

Los discípulos tenían multitud de preguntas que hacer acerca de Dios.
Les dijo el Maestro:
- «Dios es el Desconocido y el Incognoscible. Cualquier afirmación acerca de Él, cualquier respuesta a vuestras preguntas, no será más que una distorsión de la Verdad».
Los discípulos quedaron perplejos:
- «Entonces, ¿por qué hablas sobre Él?».
- «¿Y por qué canta el pájaro?», respondió el Maestro.

El pájaro no canta porque tenga una afirmación que hacer. Canta porque tiene un canto que expresar.
Las palabras del alumno tienen que ser entendidas. Las del Maestro no tienen que serlo. Tan sólo tienen que ser escuchadas, del mismo modo que uno escucha el viento en los árboles y el rumor del río y el canto del pájaro, que despiertan en quien lo escucha algo que está más allá de todo conocimiento.

miércoles, 25 de mayo de 2022

María, Madre a querer y admirar

De Santa Ana y San Joaquín nació, del cielo, una estrella,
una preciosa niñita, como una blanca azucena,
vestida con luz de Sol, rondada por luna llena.
Sus ojos recién abiertos tienen mirada serena,
contemplan el infinito desde su cuna-saleta;
ojos misericordiosos que piadosamente rezan
por los seres pecadores que su intercesión esperan.
En su boca una sonrisa anuncia la primavera,
en sus labios entreabiertos 'fiat' de amor aletea.
En silenciosa oración su arrullo a la Altura llega,
es 'magníficat' del alma, la oblación a la Grandeza
Sus inocentes manitas, de misericordia llenas,
ofrecerán el Rosario para alcanzar, con sus perlas,
la mansión predestinada por su amable providencia.
Será su vientre el grial que albergará la Belleza,
futuro de salvación que en un cuerpo de hombre llega.
Niña Pura, Inmaculada, Niña de Dios, Niña buena,
Niña de Gracia Divina, que Dios regala a la tierra;
y será corredentora, abogada y madre nuestra.
Esta niña pequeñita, bella y celestial princesa,
será, por su abnegación, Reina de cielos y tierra.
Ella es hija de Dios Padre, del Hijo madre perfecta,
del Espíritu es la esposa y en la Trinidad se alberga.
Por su humana lealtad, por su honestidad sin tregua
y por su perpetuo amor ¡bienaventurada sea!

El icono de Kolvenbach

Cuentan que un novicio le preguntó al entonces general de la Compañía de Jesús, Peter-Hans Kolvenbach:
- «Padre, ¿usted cómo reza?».
El padre general le contestó:
- «Rezo con iconos».
- «¿Y qué hace?, insistió de nuevo el novicio, ¿los mira?».
A lo cual el padre Kolvenbach respondió:
- «No, me miran ellos a mí».
La respuesta de Kolvenbach refleja bien la diferencia entre el espejo y el icono. Una diferencia que puede salvarnos de las trampas narcisistas en las que tan fácilmente caemos.

domingo, 22 de mayo de 2022

Oración del enfermo 2022

¡Oh, Cristo, mi Buen Samaritano!
Tú que, al borde del camino de la vida, 
ves mis dolores y sufrimientos y lleno de piedad y compasión 
me recoges con tus manos, llenas de ternura y dulzura, 
y me cargas suavemente sobre ti,
¡ayúdame a sentirte junto a mí!
¡Oh, Cristo, mi Buen Samaritano!
Cuídame con tu amor misericordioso, 
derrama tu vino sobre mis heridas,
santifícame con la fuerza de tu Santo Aceite,
consuélame con el afectuoso consuelo que tú solo nos sabes dar,
y, cuando vuelvas en el último día, 
¡paga por nosotros lo que te debamos!
¡Oh, Cristo, mi Buen Samaritano, 
nunca te separes de mí! Amén.

Una historia del Abbé Pierre

            (fundador de los Traperos de Emaús)

Paris, primera mitad del siglo XX. Un joven llama a la puerta de una iglesia. Sobre ella, un cartelón toscamente escrito: “Cualquiera que tenga necesidad, llame a esta puerta. Aquí vive un pobre hombre dispuesto a echar una mano a quien pueda necesitarlo”.

- Padre, venga conmigo -dice el joven al sacerdote que le abre-. Junto a mi casa un hombre ha intentado suicidarse. No está muerto todavía.

Al llegar, el Abbé Pierre, vio a un expresidiario. Había asesinado a su padre. Acababa de salir de la cárcel después de cumplir una condena de veinte años. Una vez en libertad, se preguntó a sí mismo esta pregunta: ¿a quién le importa que yo siga viviendo?
Y no encontró respuesta. Sin amigos, sin familia, acorralado por la desesperación, había escogido el camino fatal del suicidio.
El Abbé Pierre no le dijo lo de siempre: ‘Te voy a echar una mano. No te desesperes, siempre hay una puerta abierta para los que sufren’.
Todo lo contrario. Primero le auxilió para que no se desangrara. Luego lo agarró de las solapas de la chaqueta y le dijo:
- ¡Desgraciado! No puedo darte nada. Trabajo de noche por las madres abandonadas, por la gente sin techo, por los niños enfermos. Yo también estoy enfermo y no puedo más. ¿Quieres echar una mano a toda a esa gente que sí quiere vivir?
Aquel hombre no murió. Y no sólo siguió vivo, sino lo que es más importante: ¡sabía para qué tenía que vivir!