sábado, 2 de octubre de 2021

Al ángel de la guarda

Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día.
Aunque espíritu invisible, sé que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones y cuentas todos mis pasos.
En las sombras de la noche, me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho tus alas de nácar y oro.
Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje y que lo siga,
que vaya siempre contigo hacia Dios, que me lo envía.
Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía.
En presencia de los ángeles, suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amén.

El desaliento y el diablo

Cuenta la historia que un día el diablo decidió retirarse de su actividad y vender sus herramientas al mejor postor. Cuando llegó la noche de la venta, tenía preparado todo su material, que, por cierto, era un lote siniestro: odio, celos, envidia, malicia, engaño… y todo lo malo que puedas imaginar.
Entre todas las herramientas había una muy gastada, como si hubiese sido usada muchísimas veces. Sin embargo, era más cara que el resto de las herramientas. Alguien le preguntó al diablo, qué era esa herramienta tan cara. «Desaliento» fue la respuesta.
- ¿Por qué su precio es tan alto?, siguió preguntando. Porque esa herramienta, respondió el diablo, es la más útil de todas. Con ella puedo entrar en la conciencia de las personas y una vez adentro, por medio del desaliento, puedo hacer de esa persona lo que se me antoje. Está muy gastada, porque la uso con casi todos los seres de este mundo.
A pesar de la explicación y de ver la gran utilidad de esa herramienta, nadie la pudo comprar, porque el precio del ‘desaliento’ era muy alto. Esa es la razón por la que aún sigue siendo propiedad del diablo.
El desaliento es uno de los estados de ánimo contra el cual es indispensable fortalecerse. Nos desalentamos con las situaciones económicas, laborales, familiares, con el fracaso, con el engaño, con la mentira, con el desamor…

Debemos mantenernos alertas contra el desaliento. Si hay un tropezón o una caída no hay que rendirse. Cada día podemos empezar otra vez desde el punto más alto.
«Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente, estarás haciendo lo imposible» (San Francisco de Asís)

jueves, 30 de septiembre de 2021

En medio

Malvi Baldellou

En mis rutinas. En mis fatigas. En mi gente amada.
En mis agobios. En mi sentirme el más importante.
En mis alzadas de voz sin sentido.
En mis luchas cotidianas.
En mis consuelos más hondos.
En mi búsqueda de aprobación constante.
En mi miedo congelante.
En mis búsquedas de aplausos.
En mis risas y en mis sueños.
En mi querer quedar bien a cualquier precio.
En medio de eso, en medio de mí, en medio de todo y de todos:
hazme buscarte, hazme hallarte.
En medio, estás, para abrazarme.

Da y se te dará

Cuenta la leyenda que en un monasterio había un abad muy generoso. Jamás negaba alojamiento a nadie y siempre daba todo lo que tenía. Lo extraño del caso es que cuanto más daba, más próspero era el monasterio.
Al morir el viejo abad, fue sustituido por otro de naturaleza totalmente opuesta. Era mezquino y muy poco generoso. Un día llegó un anciano al monasterio pidiendo alojamiento. Le contó al nuevo abad, que años atrás ya le habían acogido por una noche. El abad se negó a alojarlo, alegando que el monasterio ya no podía darse el lujo de ser tan hospitalario como antes.
- Nuestra abadía ya no puede ofrecer pensión a los extraños como hacíamos cuando éramos más prósperos, porque ya nadie hace ofrendas para nuestra obra.
- No me sorprende, dijo el anciano. Creo que se debe a que echaron a dos de los más importantes habitantes del monasterio.
- No recuerdo que jamás hayamos hecho eso, respondió el abad desconcertado.
- Sí que lo hicieron, replicó el anciano. Eran gemelos: uno se llamaba ‘Dad’ y el otro ‘Se os dará’. Como echaron a ‘Dad’, también ‘Se os dará’ decidió irse.

miércoles, 29 de septiembre de 2021

A los santos Arcángeles

En la hora en que Cristo resucita,
clama Miguel, el poderoso príncipe:
«¿Quién como tú, mi Dios, Jesús humilde?
Al pecado de los hombres descendiste
y hoy el Padre te signa y te bendice.»
En la hora en que Cristo resucita,
Dice Gabriel, el que anunció a María:
«¡Exulta, Iglesia, virgen afligida,
el santo vencedor es tu Mesías!
Nadie podrá dar muerte a tu alegría.»
En la hora en que Cristo resucita,
Proclama Rafael, el peregrino:
«¡Glorificad conmigo a aquel que dijo:
Yo soy la luz del mundo y el camino!
¡Bendecidle, que el viaje está cumplido!»
En la hora en que Cristo resucita,
se ha tendido la escala misteriosa
y el coro de los ángeles le adora:
«¡Somos, Señor, los siervos de tu gloria,
cielo y tierra cantemos tu victoria!» Amén.

Renunciar

El Maestro soportó, pacientemente sentado, las quejas que una mujer tenía contra su marido.
Cuando ella concluyó, dijo:
- "Tu matrimonio sería más feliz, querida, si tú fueras una esposa mejor".
- "¿Y cómo puedo serlo?"
- "Renunciando a tus esfuerzos por intentar hacer de él un mejor marido".
Antes de cambiar a los demás, cambia tú. Limpia tu ventana para ver mejor.

domingo, 26 de septiembre de 2021

Soy de los tuyos, Señor

Soy de los tuyos, Señor,
si no desprecio a los demás,
si trabajo por la verdad y la paz,
si me dejo llevar por tu Espíritu.
Soy de los tuyos, Señor,
si respondo a tu llamada,
si dejo que los demás también sigan tus huellas,
si, lejos de quererte sólo para mí,
abro las puertas de tu Evangelio a cuantos me rodean.
Soy de los tuyos, Señor,
si sigo tu criterio y no el mío,
si te miro a Ti y no a los demás,
si pienso como Tú y no como yo pretendo,
soy de los tuyos, Señor

Elefantes blancos y negros

              David Mckee

Hace mucho tiempo, todos los elefantes del mundo eran negros o blancos. Amaban a los demás animales, pero se odiaban entre ellos y por eso los dos grupos vivían separados: los negros vivían en un lado de la jungla y los blancos en el lado contrario.
Un día los elefantes negros pensaron en matar a todos los elefantes blancos y los elefantes blancos pensaron en matar a todos los elefantes negros.
Pero ocurrió que algunos elefantes de los dos grupos que querían la paz se escondieron en lo más profundo de la jungla. Y nunca más se les volvió a ver.
El resto de los elefantes empezaron una batalla que duró mucho, mucho tiempo. Hasta que no quedó ni un solo elefante vivo. Durante años no se volvió a ver ningún elefante sobre la tierra.
Pero un día, los nietos de los elefantes pacíficos salieron de la jungla donde estaban escondidos. Eran grises.
Desde entonces los elefantes han vivido en paz.