viernes, 26 de mayo de 2017

Palabras de María

Javier  Leoz 

Que no dude de Dios, aunque me parezca imposible
Que, siendo libre, no me olvide de Dios
Que siendo esclavo, me sienta libre en Dios
Que me alegre por el hecho de haber sido tocado por Dios
Que nunca deje de llamarte: ¡bienaventurada!
Que disfrute con tantas cosas que Dios hace por mí y en mí
Que disperse de mí, como lo hizo en ti, la soberbia y el orgullo
Que me haga gustar la grandeza de la pobreza y la miseria de la riqueza
Que me colme de lo bueno para vivir
y me aparte del maligno que me hacer morir.
Y si en algún instante, María rompo con la palabra que dí a Dios:
te pido me recuerdes que la proeza no está en el la cantidad,
sino en la calidad de lo que se da.
Que al igual que Tú, María,
sepa darme y no contentarme con dar.

El árbol feo que no servía para nada

Hace mucho tiempo había un señor muy rico, que vivía cerca del desierto. Tenía casas y mansiones pero todas estaban por el desierto. Después de haber hecho tanto dinero, un día dijo que quería algo nuevo. Y empezó a buscar algo diferente, un nuevo estilo de vida. Entonces comenzó a viajar, a ver lugares nuevos. Pasó un tiempo y no encontraba lo que quería, hasta que un día llego a un campo muy hermoso donde no había casi árboles, había mucho sol y pasto abundante. Solo había dos árboles que eran muy peculiares. Eran muy altos. Eran prácticamente del tamaño de un edificio.
La diferencia de estos dos árboles, a pesar de estar juntos y ser igual de altos, es que uno era muy grueso, frondoso, muy verde, donde no pasaba ni la luz, ni el viento, ni el agua, a través de lo que abarcaba ese árbol. El otro árbol, no obstante, no era frondoso, tenía menos ramas y era un poco más delgado.
El señor estuvo analizando, estuvo viendo la zona, y dijo que ese era el lugar perfecto, quería construir ahí su nuevo hogar. Entonces empieza a hacer sus planes para construir su nueva mansión y un día se percata de que los dos árboles le están observando mientras hace todo esto. El señor estaba haciendo sus cálculos. Los dos árboles le escuchan decir: ¿dónde quedará mejor mi casa, en este lado o en el otro? En ese momento, el árbol más delgado comienza a sentirse mal, ya que se imagina que la iba a poner en el lado de su amigo, porque él no tiene ramas, no le puede proteger de los rayos de sol, ni de la lluvia, ni del viento, tan bien como lo hacía el otro árbol.
Empieza a construir su casa y un jardín. Construye su casa al lado del árbol frondoso, el cual le da bastante sombra. Un día el señor sale de su casa a disfrutar de la naturaleza y se da cuenta de que el árbol con menos ramas está triste y le pregunta que qué le sucede. El árbol le responde que siempre ha sentido que es muy feo y que no sirve para nada y que él vino a reafirmar ese pensamiento, ya que eligió poner su casa al lado del árbol más bonito y frondoso. Pero se sentía mal por él mismo, no porque le tuviese envidia al otro árbol. Era lógico que el señor escogiera al otro árbol, ya que era más frondoso, fuerte, y lo protegería mejor.
El señor le contesta que no vino allí a buscar sombra, y que no sabía lo que estaba diciendo, se estaba equivocando. Él venia del desierto y tenía muchas mansiones y si hubiera querido sombra, se hubiera ido a un sitio donde hubiera cantidad de árboles como su amigo. Le preguntó al árbol que si no había visto el jardín que estaba enfrente de él. El señor era aficionado a los jardines y le cuenta que no está aquí por su amigo, si no por él. No se vino simplemente para tener una casa sino también para tener un bello jardín ya que en el desierto era imposible tener uno. Y gracias al árbol había cumplido su sueño, ya que éste le daba la cantidad correcta de viento, de agua, y de sol para poder mantener su jardín.
- ¡Eres perfecto! Yo estoy aquí por ti, no por tu amigo. Tú me das el ambiente perfecto para construir este inmenso jardín. Yo tengo aquí flores muy bellas pero sobretodo muy delicadas. La forma en que tú estás hecho permite que pasen los suficientes rayos de sol para alimentarlas pero no para quemarlas. Tú trasmites la cantidad correcta de agua para hidratar mis flores pero no para ahogarlas. Y dejas que pase la cantidad correcta de viento. Mis flores necesitan el viento pero no puede ser tan fuerte porque son muy delicadas. Tú estás viendo las virtudes que yo vi en ti, como una desventaja... si tú no estuvieras aquí, yo no hubiera puesto mi casa aquí. Yo lo que quería era tener un bello jardín y, ¡tú me has permitido hacer mi sueño realidad!

jueves, 25 de mayo de 2017

María arrodillada

Manos creadoras muestran a María arrodillada.
María de rodillas, orando a Dios.
La figura de María me invita a poner todo en sus manos.
María arrodillada, fruto del profundo encuentro con Aquel que todo lo puede,
arrodillada de forma humilde, sencilla...
Dame María una fe fortalecida 
que pueda subir montañas, saltar barreras, cruzar ríos...
Una fe en la que me muestre ante Dios tal cual soy,
con mis cualidades y mis limitaciones.
Dame María, la capacidad de entrar en mi misma,
de descubrir el paso de Dios en mi vida,
de profundizar cada día sobre aquello y aquellos que pones en mi camino
para alabarte y bendecirte por los tesoros que pones a mi paso.
Me arrodillo contigo, María, en actitud suplicante.
El silencio reina cuando las palabras 
no llegan a expresar lo que siente nuestro corazón.
Así me siento María, sin palabras, dejando paso a la contemplación.

La visita de Jesús

Un ángel se apareció a una señora: ‘esta noche el Señor Jesús vendrá a visitar tu casa’. 
La señora quedó entusiasmada. De inmediato se puso a preparar una cena excelente para recibir a Jesús.
De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, embarazada
- Señora, ¿no tendría algún trabajo para darme? lo necesito 
- ¿Pero esta es hora de molestar? Vuelva otro día. Ahora estoy ocupada preparando la cena para una importante visita.
Al poco tiempo un hombre, sucio de grasa, llamó a la puerta.
- Señora, mi camión se ha averiado aquí en la esquina, ¿por casualidad no tendría usted una caja de herramientas que pueda prestarme?
- Estoy ocupada, no puedo.
Oyó ruido y dijo será que ahora llega Jesús, pensó ella emocionada y con el corazón acelerado fue a abrir la puerta. Pero no, era un niño harapiento de la calle.
- Señora, deme algo de comida.
- Vuelve mañana, porque esta noche estoy muy atareada.
Al final, la cena estaba ya lista. Toda la familia emocionada esperaba la ilustre visita. Sin embargo, pasaban las horas y Jesús no parecía. Al fin, cansados de esperar, todos se fueron a dormir.
A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró, con gran espanto frente a un ángel.
- ¿Un ángel puede mentir?, gritó ella, lo preparé todo con esmero, aguardé toda la noche y Jesús no apareció. ¿Por qué me hizo esta broma?
- No fui yo quien mentí, fue usted la que no tuvo ojos para ver, dijo el ánge, Jesús estuvo aquí tres veces, en la persona de la mujer embarazada, en la persona del camionero y en el niño hambriento. Pero usted no fue capaz de reconocerlo y de acogerlo…

miércoles, 24 de mayo de 2017

Oración de consagración a María Auxiliadora

¡Oh Santísima e Inmaculada Virgen María, 
Madre nuestra y poderoso Auxilio de los Cristianos! 
Nosotros nos consagramos a tu dulce amor y a tu santo servicio. 
Te consagramos la mente con sus pensamientos, el corazón con sus afectos, 
el cuerpo con sus sentidos y con todas sus fuerzas, 
y prometemos obrar siempre para mayor gloria de Dios y salvación de las almas.
Tú, pues, ¡oh Virgen incomparable! que fuiste siempre Auxilio del Pueblo Cristiano, 
continúa siéndolo especialmente en estos días. 
Ilumina y fortalece a los obispos y sacerdotes 
y tenlos siempre unidos al Papa, maestro infalible; 
promueve las vocaciones y aumenta el número de los ministros, 
a fin de que, por medio de ellos, el reino de Jesucristo se conserve entre nosotros 
y se extienda hasta los últimos confines de la tierra.
Te suplicamos ¡oh dulce Madre! que no apartes nunca tu piadosa mirada 
de la juventud expuesta a tantos peligros, ni de los pobres pecadores: 
sé para todos ¡oh María! Esperanza nuestra, Madre de Misericordia y Puerta del Cielo.
Te suplicamos, oh Madre de Dios, que nos enseñes a imitar tus virtudes, 
particularmente la sencilla modestia, la humildad profunda y la ardiente caridad, 
a fin de que, con tu presencia, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo, 
seamos, en medio del mundo, signos tu Hijo, Jesús, logremos que te conozcan y amen 
y podamos, conducir a la salvación a muchas almas.
Haz, ¡oh María Auxiliadora! que todos permanezcamos reunidos bajo tu maternal manto; 
haz que en las tentaciones te invoquemos con toda confianza; 
y en fin, el pensamiento de que eres tan buena, tan amable y tan amada, 
el recuerdo del amor que tienes a tus devotos, nos aliente de tal modo, 
que nos mantengamos fieles en la vida y en la muerte, 
para que podamos formarte una corona en el Paraíso. Así sea

Dar de lo cuesta

(Tomado de Álvarez Izquierdo, “Gaudí”, p. 181)

Poca gente sabe que Gaudí tuvo que salir a la calle a pedir dinero para poder proseguir las obras del templo de la Sagrada Familia de Barcelona. En una de esas visitas, exitosa, ocurrió lo siguiente:
- Muchas gracias, dijo Gaudí.
- No, no me de las gracias. En realidad no me supone ningún sacrificio. 
- Entonces -añadió el arquitecto con gracia- no sirve. Mejor dicho, no le sirve a usted. Vea de aumentarlo hasta le suponga sacrificarse... ¡Le será más agradable a Dios! Porque la caridad que no tiene el sacrificio como base no es verdadera y tal vez no sea más que vanidad.
El caballero se quedó boquiabierto. Reflexionó. Buen cristiano, comprendió y entregó un donativo mucho mayor. 
- Ahora soy yo quien le da a usted las gracias, señor Gaudí -dijo al arquitecto-. 

martes, 23 de mayo de 2017

Por los mayores que han sembrado en nosotros el amor a la Virgen

A ti Virgen Santa María elevo mi oración de este día: 
por todos los que se sienten agobiados por el peso de los años, 
tu amorosa presencia permitió que se prolongasen sus días en la tierra.
Virgen Santa María, ellos miran para atrás y ven todo el camino recorrido, 
desde las travesuras de la infancia hasta la fragilidad del ahora.
Borra, Virgen Santa María, toda la amargura de sus espíritus 
y haz que recuerden más los hechos agradables y felices.
Borra cualquier resentimiento causado por la ingratitud y la maldad 
de los que algún día pasaron junto a ellos,
alegra sus corazones cansados y abatidos, 
dales los medios de revivir las alegrías de una vida normal y sociable,
Virgen Santa María, ahuyenta los fantasmas 
de la soledad, del abandono y del desprecio.
Rodéalos de amparo y calor humano en su diario vivir 
para que puedan mantener un ánimo bien dispuesto, abierto y feliz.
Recompensa la disposición que demostraron, 
con la bendición de aquella paz que viene de ti 
y supera todas las limitaciones de la vejez. Amén.

El sentido de la vida

En un denso y lejano bosque de unas picudas y rocosas montañas nacía un pequeño y ondulado riachuelo lleno de peces. Cerca del riachuelo se podía observar a los árboles bailando con el sonido del soplo de la suave brisa y a las flores embriagándose con el olor de su perfume.
En ese maravilloso lugar vivía un lémur, uno de los primates más pequeños del mundo, que se había apartado de todos porque a muchos no les caían bien. Así vivía solo y aburrido.
Pero una mañana se despertó y salió de su casa a buscarle un sentido a la vida.
Decidió caminar por el bosque con la cabeza agachada y al escuchar el canto de un pájaro se le acercó y le preguntó cuál era el sentido de la vida y porqué vivían todos tan alegres, éste le respondió:
- El sentido de la vida es expresar tus emociones a través del canto.
Más adelante una oveja le dijo.
- El sentido de la vida es ayudar a los demás.
Luego un león continúo.
- El sentido de la vida es disfrutar de la comida y la bebida.
Conforme iba avanzando un tigre exclamó:
- ¡El sentido de la vida es ser feliz y hacer feliz a los demás!
En seguida un burro gritó:
- El sentido de la vida es disfrutar del trabajo.
Más adelante un camaleón que llevaba varias horas aburrido en la rama de un árbol concluyó:
- ¡La vida no tiene sentido!
Desconsolado, el lémur se arrimó al tronco de un árbol y en ese momento una mariposa que estaba bebiendo néctar sentada sobre los pétalos de una rosa se apresuró a decirle:
- La vida es una experiencia maravillosa llena de amor hacia Dios y hacia todo el mundo

El ópalo de la simpatía
Hay una piedra preciosa que algunas veces llaman el ópalo de la simpatía. Si viéramos uno de estos ópalos en el escaparate de una joyería, preguntaríamos por qué estaba allí. Es opaco, sin lustre, y sin hermosura.
Pero si lo colocamos en la mano, brillará exhibiendo todos los colores del arco iris. Necesita el calor de la mano humana para poder lucir su hermosura.
En el mundo hay muchas vidas que son sombrías, sin hermosura y sin cariño que están esperando el toque de una mano amiga y la simpatía de un corazón humano; esperan que las comuniquemos con Aquel que puede transformarlas hasta que brillen cual joyas en su corona eterna.

domingo, 21 de mayo de 2017

Necesitamos de ti, Señor

Necesitamos de ti, Señor:
Para no vivir desunidos ni enfrentados, porque podemos olvidarte.
Para seguir tus caminos, porque no queremos vivir de espaldas a Ti.
Necesitamos de ti, Señor:
¿Quién nos dará vida e ilusión?
¿Cómo encontrar fuerza para seguir adelante?
¿Dónde está el secreto de tu persona?
Necesitamos de ti, Señor:
Somos débiles, y Tú lo sabes.
Somos contradictorios, y Tú nos conoces.
Somos “si” pero “no”, y Tú nos quieres.
Necesitamos de ti, Señor:
No dejes de recordarnos tus mandatos,
No dejes de hablarnos con tu Palabra,
No dejes de animarnos con el Espíritu,
No dejes de alimentarnos con la Eucaristía.
Necesitamos de ti, Señor:
Solos no podemos.

El secreto del Sabio chino

Érase una vez que se era, en el antiguo reino de la China, en una aldea en la montaña vivía un sabio muy, muy viejo que nunca había enfermado y que era muy feliz.
De todas partes del mundo llegaban personas buscando a este sabio para conocer el secreto de su longeva y feliz vida.
Un día, un hombre de Occidente intrigado por la fama de este sabio chino, decidió ir a visitarlo a su montaña.
Viajó y viajó y por fin llegó a esta remota aldea, y cansado por el largo viaje, se sentó en un peñasco del camino. Al cabo de un rato apareció ante sus ojos, un ser muy, pero que muy viejito, pero de aspecto ágil, saludable y con una suave y radiante sonrisa en su rostro.
Se levantó corriendo el occidental y fue hacia el anciano y le dijo:
- Sabio, mucho he andado para conocerte.
A lo que el sabio le respondió:
- Si, sí, mucho has andado.
- Quiero saber el secreto de tu vitalidad, longevidad y de esa felicidad que reflejas en el rostro.
- Bueno, dijo el sabio... quizás no te guste mi secreto, quizás te palesca una tontelia...
- No, no, por favor, dijo el occidental, dígamelo.
- Bueno... el secleto es este: Nunca discuto y siemple le doy la lazon a los demás.
- Pero... ¿cómo es eso?, dijo enfadado y sorprendido el viajero. Eso no es posible, no se le puede dar la razón a todo el mundo.
A lo que el sabio le contesto sin inmutarse:
- Si, sí, eso es imposible, no se puede dal la lazon a todo el mundo, y siguió su camino.