martes, 6 de febrero de 2024

Himno de alabanza

Al canto de los gallos viene la aurora;
los temores se alejan como las sombras.
¡Dios, Padre nuestro,
en tu nombre dormimos y amanecemos!
Como luz nos visitas, Rey de los hombres,
como amor que vigila siempre de noche;
cuando el que duerme bajo el signo del sueño
prueba la muerte.
Del sueño del pecado nos resucitas,
y es señal de tu gracia la luz amiga.
¡Dios que nos velas!
tú nos sacas por gracia de las tinieblas.
Gloria al Padre y al Hijo, gloria al Espíritu,
al que es paz, luz y vida, al Uno y Trino;
gloria a su nombre y al misterio divino
que nos lo esconde. Amén.

Fregar los platos

Un amigo vino a mi casa a tomar café, nos sentamos y charlamos, hablando de la vida. En un cierto punto de la conversación, le dije: "voy a fregar los platos y vuelvo enseguida".
Él me miró perplejo y extrañado. Entonces me dijo con admiración:
- Me alegra que ayudes a tu mujer, yo no ayudo porque cuando hago algo mi mujer no me lo agradece. La semana pasada fregué el suelo de casa y ni un gracias.
Volví a sentarme con él y le expliqué que yo no "ayudo" a mi esposa. En realidad, mi mujer no necesita ayuda, ella necesita un socio. Yo soy un socio en casa y en esa sociedad dividimos las funciones, pero no se trata de una "ayuda" como las tareas de casa.
Yo no ayudo a mi esposa a limpiar la casa porque yo también vivo aquí y es necesario que yo también limpie. Yo no ayudo a mi mujer a cocinar porque yo también quiero comer y es necesario que yo también cocine. Yo no ayudo a mi mujer a lavar los platos después de comer porque yo también uso esos platos.
Yo no ayudo a mi esposa con sus hijos porque también son mis hijos y mi trabajo es ser padre. Yo no ayudo a mi mujer a lavar, tender o doblar la ropa, porque la ropa también es mía y de mis hijos.
Yo no soy una ayuda en casa, soy parte de la casa. Y con respecto a elogiar, le pregunté a mi amigo ¿cuándo fue la última vez que, después de que tu mujer terminó de limpiar la casa, lavar la ropa, cambiar las sábanas de la cama, bañar a sus hijos, cocinar, organizar, etc., le dijiste gracias?
Pero un gracias de verdad: Wow, ¡¡¡cariño, eres fantástica!!!
¿Eso te parece absurdo o extraño? En cambio, por una vez que limpias el suelo, esperabas, al menos, un reconocimiento y agradecimiento... ¿por qué? ¿Nunca pensaste en eso amigo?
Tal vez porque te parece que todo eso sea tarea de ella.
¿Tal vez has sido educado en que todo esto se hace sin tener que mover un dedo? Entonces elogia a tu esposa como tu querías ser elogiado, de la misma forma, con la misma intensidad. Échale una mano, compórtate como un verdadero compañero, no como un huésped que solo va a casa para comer, dormir, bañarse y satisfacer los deseos sexuales... Siéntete como en casa, ¡en tu casa!

domingo, 4 de febrero de 2024

A tiempo

                José María Rodríguez Olaizola, sj

A tiempo y a destiempo,
en cualquier lugar, a cualquier hora,
con el viento de espalda
o un huracán a la contra;
alegre o afligido, sereno o exaltado,
descansado o exhausto,
lleva el Amor por bandera.
No cejes en el intento
de compartir la justicia.
No acomodes la Palabra
en nombre de la prudencia,
no adulteres la esperanza,
proclama la Vida plena
de quien con su voz nos llama
y con su historia nos llena.
No niegues que eres apóstol,
no olvides que eres profeta,
portador de una noticia
que ha de atravesar la guerra,
que ha de romper las paredes
y ha de fecundar la tierra.

“Hoy no lo hice...”

Un hombre llega a casa del trabajo y encuentra a sus tres hijos en el jardín aún con los pijamas puestos jugando en el barro, con cajas de comida vacías y los envoltorios de éstas esparcidos por todo el jardín.
La puerta del coche de su mujer estaba abierta, así como la puerta de entrada de la casa y no había señales del perro.
Cuando entró encontró aún mayor desorden. Una lámpara caída en el suelo y la alfombra arrugada contra la pared.
En el salón la televisión estaba a todo volumen con un canal de dibujos animados y la salita de estar estaba cubierta de juguetes y ropa.
En la cocina la fregadera estaba llena de trastes, el desayuno derramado por la mesa, la puerta del refrigerador abierta de par en par, la comida del perro tirada por el suelo, un vaso roto debajo de la mesa y un pequeño montón de arena detrás de la puerta.
Inmediatamente subió las escaleras haciendo a un lado todos los juguetes y los montones de ropa, buscando a su mujer preocupado por si estaba enferma o le había ocurrido algo serio.
De camino a la habitación, vio como corría el agua por debajo de la puerta del cuarto de baño y cuando entró las toallas estaban empapadas, espuma y más juguetes por el suelo, kilómetros de papel higiénico amontonado y pasta de dientes untada por el espejo y las paredes.
Entró corriendo en el dormitorio y encontró a su mujer acurrucada en la cama, en pijama y leyendo un libro. Ella le miró, le sonrió y le preguntó:
- ¿Qué tal estuvo tu día?
Él la miró furioso y le preguntó:
- ¿Qué ha pasado hoy aquí?
Ella volvió a sonreír y contestó:
- ¿Sabes cuando vuelves del trabajo y me preguntas... por Dios, ¿qué es lo que haces todo el día?
- Si -respondió él incrédulo.
- Bueno pues hoy no hice nada... contestó ella