sábado, 5 de febrero de 2022

Oración por la mujer

             Rodrigo Aguilar Martínez, Obispo de Matehuala

Gracias, Dios Padre Bueno, por el amor que nos tienes;
porque nos has creado a tu imagen y semejanza
en la condición de varón y mujer; reconociéndonos diferentes.
Gracias, Padre Bueno, por la mujer y su misión en la comunidad humana.
Te pedimos por la mujer que es hija:
que sea acogida y amada por sus padres, tratada con ternura y delicadeza.
Te pedimos por la mujer que es hermana:
que sea respetada y defendida por sus hermanos.
Te pedimos por la mujer que es esposa:
que sea reconocida, valorada y ayudada por su esposo,
compañero fiel en la vida conyugal;
que ella se respete y se haga respetar,
para vivir ambos la comunión de corazones y anhelos
que se prolongan en la fecundidad de una nueva vida humana,
participando así en la máxima obra de la creación: el ser humano.
Te pedimos por la mujer que es madre:
que reconozca en la maternidad el florecimiento de su feminidad.
Creada para la relación, sea sensible, tierna y firme
en la educación de cada hijo; con la dulzura y la fortaleza,
la serenidad y la valentía, la fe y la esperanza
que van forjando la persona, como ciudadanos e hijos de Dios.
Te pedimos por las mujeres buenas y generosas
que han entregado su vida para realizar la nuestra.
Te pedimos por las mujeres que se sienten solas,
por las que no encuentran sentido a su vida;
por las marginadas y usadas como objeto de placer y de consumo;
por las que han sido maltratadas y asesinadas.
Te pedimos, Padre Bueno, por todos nosotros, varones o mujeres;
que nos sepamos comprender, valorar y ayudar mutuamente,
para que en la relación, amable y positiva,
colaboremos juntos al servicio de la familia y de la vida.
Te lo pedimos por intercesión de tu mártir santa Águeda,
llena de fe humilde y valiente,
que nos acompaña, sostiene y conduce a tu Hijo Cristo Jesús,
el cual vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.

Las cicatrices de los clavos

Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre intentó ayudarle de todas maneras, sin resultado alguno. Un día le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar uno detrás de la puerta.
El muchacho aceptó la propuesta de su padre. El primer día clavó 37 clavos, algo que le supuso un gran trabajo. Durante los días que siguieron, a medida que aprendía a controlar su temperamento, clavaba cada vez menos clavos.
Descubrió que era más fácil dominarse que clavar clavos detrás de la puerta.
Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Su padre le sugirió que retirara un clavo por cada día que lograra dominarse.
Los días pasaron y, pronto, pudo anunciar a su padre que no quedaban clavos que retirar.
El hombre lo tomó de la mano, lo llevó hasta la puerta y le dijo:
- "Has trabajado duro, hijo mío, pero mira esos agujeros en la madera: nunca más será la misma.”

miércoles, 2 de febrero de 2022

Himno de Laudes de hoy

Iglesia santa, esposa bella, sal al encuentro del Señor,
adorna y limpia tu morada y recibe a tu Salvador.
Abre tus brazos a María, Virgen Madre del Redentor,
puerta del cielo siempre abierta por la que vino al mundo Dios.
¿A quién sostienes en tus manos, dinos, anciano Simeón,
por qué te sientes tan alegre?
«Porque ya he visto al Salvador.
Este Niño será bandera y signo de contradicción,
con su muerte, traerá la vida, por la cruz, la resurrección.»
Jesús, el hijo de María, es el Hijo eterno de Dios,
la luz que alumbra a las naciones los caminos de salvación.
La Virgen Madre ofrece al Niño como una hostia para Dios;
la espada de la profecía atraviesa su corazón.
Honor y gloria al Padre eterno, y al Hijo eterno que engendró,
y que, por obra del Espíritu, de la Virgen Madre nació. Amén.

Los zapateros

Dos amigos, tras varios años estudiando y trabajando en un taller, habían finalizado su formación para convertirse en zapateros.
Hablaban ahora de cumplir su gran sueño, montar cada uno de ellos su propio negocio.
Pero como en su ciudad ya había muchas zapaterías decidieron buscar otro lugar. Se rumoreaba que había una isla lejana en la que aún no habían abierto ninguna zapatería.
Así que decidieron cada uno de ellos montar su propio establecimiento allí.
Tras casi un año en la isla ambos volvieron para hacer una visita a sus respectivas familias.
El primero de ellos, en cuando llegó a casa de sus padres, entró triste y desolado.
- Hola, hijo -le saludaron-, pero… ¿qué ocurre? ¿Cómo ha ido el negocio?
- La verdad es que bastante mal -contestó disgustado- creo que voy a tener que cerrar.
- Pero, ¿y eso? ¿Qué ha ocurrido?
- No os lo vais a creer, pero allí nadie lleva zapatos, todo el mundo va descalzo.
A los pocos días, el segundo zapatero regresó también a la ciudad a ver su familia. En cambio este llegó muy alegre e ilusionado. En cuanto entró en casa, sus padres le preguntaron:
- ¿Qué tal va el negocio, hijo?
- Muy bien, muy bien, la verdad es que en breve tendré que contratar a alguien para que me ayude, pues yo solo ya no puedo atender a tantos clientes.
- ¿Y eso?
- No os lo vais a creer, pero allí nadie lleva zapatos, todo el mundo va descalzo.

domingo, 30 de enero de 2022

El profeta en su tierra

                 José María Rodríguez Olaizola

Nadie es profeta en su patria,
y, sin embargo, hay que serlo.
Hay que levantar la voz para gritar
que es posible desmantelar los rencores.
Hay que hacer callar al odio, y acostumbrarse al silencio,
antesala de palabras que han de romper los candados
que separan y dividen.
Hay que regresar a casa y remover certidumbres,
desenmascarar inercias,
mostrar que hay otros caminos para celebrar la vida.
Basta ya de laberintos en que se gastan los días
inventando recorridos que a ningún lugar conducen.
Basta de duelos estériles entre esgrimistas de versos
que conocen los discursos, pero ignoran el amor.
Y aunque ataquen al profeta, por mostrar, en su regreso,
que otra mirada es posible, seguirá plantando cara,
porque lleva dentro el fuego que en su entraña puso Dios
.

Gandhi, el gran defensor de la paz

Nació en 1869 en la India y se le considera padre de esa nación. Conocido como Mahatma, que significa Alma Grande, Gandhi tuvo un peso imprescindible en la liberación del pueblo hindú, hasta entonces sometido por el gobierno colonial inglés. El imperio británico gobernó en la India entre los años 1858 y 1947. Para acabar con eso, Gandhi encabezó una resistencia pacífica, es decir, su lucha no incluía armas.
Pero vamos a ir algo más atrás, hasta su infancia. Cuando tenía 13 años, Gandhi tuvo que casarse, en un matrimonio arreglado por sus padres, con una niña de su misma edad. Años después se fue a estudiar Derecho a Londres. Volvió a la India en 1891 y después se fue a trabajar como abogado a Sudáfrica, que también era colonia de los británicos.
Poco a poco fue dándose cuenta de todas las cosas que había que cambiar a su alrededor. Fue trazando un método basado en los principios del coraje, la no violencia y la verdad. Lo llamó “Satyagraha”. En 1915, Mahatma Gandhi regresó a la India y se convirtió en el líder del movimiento que buscaba la independencia de la India de Gran Bretaña. Esto le llevó en muchas ocasiones a la cárcel a pesar de que nunca hizo uso de la violencia. De hecho, una de sus frases más conocidas es “No hay camino para la paz, la paz es el camino”.
En total, pasó siete años en prisión por sus actividades políticas. Más de una vez hizo huelga de hambre para protestar. Al final, la India logró la independencia en 1947. Se dividió en dos países: India y Pakistán. En ese momento empezaron los enfrentamientos entre hindúes y musulmanes, dos religiones opuestas.
Ante esto, Gandhi defendía una India en la que todas las religiones pudiesen convivir en paz. Con esta idea en la cabeza, el 13 de enero de 1948, Gandhi comenzó un ayuno para detener la violencia. Tenía entonces ya 78 años, pero eso no le frenó. Tras cinco días, los líderes de ambos bandos dijeron que detendrían la lucha y Gandhi abandonó su huelga de hambre. Tristemente, doce días después Gandhi fue asesinado por un fanático hindú que no estaba de acuerdo con la visión de tolerancia que defendía.