sábado, 29 de agosto de 2020

Gracias por los Amigos

               Marcelo A. Murúa 

Te doy gracias, Padre Bueno, Dios de la Vida, 
por los amigos que me regalas en el camino de la vida. 
Mis amigos me alientan, Señor. 
Saben encontrar lo mejor de mí mismo. 
Me aceptan como soy y se alegran con lo bueno que tengo. 
Me ayudan a caminar con nuevas fuerzas 
y me estimulan a buscar nuevas metas. 
Ellos me acompañan, me aconsejan, siempre están atentos, 
dispuestos a ayudarme y a escuchar mis palabras. 
Me recuerdan tu Presencia, Padre Bueno, Dios de la Vida. 
Tu presencia compañera, peregrina a mi lado, siempre a la espera. 
En el crisol de la fidelidad. 
Con mis amigos, Señor, comparto mis sueños, 
mis esperanzas, mis locas utopías de un mundo nuevo. 
Con ellos intentamos aportar nuestro granito de arena 
para que los sueños se vuelvan realidad, 
y las utopías se acerquen en la historia y en la vida cotidiana. 
Me recuerdan tu Presencia, Padre Bueno, Dios de la Vida. 
Tu presencia que señala el horizonte, 
que enseña a mirar más allá, que ayuda a pensar en los otros, 
que muestra el camino del compromiso. 
Buscando la utopía del Reino de los Cielos. 
En el crisol de la Esperanza compartida.

El escarabajo y el gusano

Había una vez un gusano y un escarabajo que eran amigos, pasaban charlando horas y horas...
El escarabajo era consciente de que su amigo era muy limitado en movilidad, tenía una visibilidad muy restringida y era muy tranquilo comparado con los de su especie.
El gusano era muy consciente de que su amigo venía de otro ambiente, comía cosas que le parecían desagradables y era muy acelerado para su estándar de vida, tenía una imagen grotesca y hablaba con mucha rapidez.
Un día, la compañera del escarabajo le cuestionó la amistad hacia el gusano.
¿Cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro del gusano?
A lo que él respondió que el gusano estaba limitado en sus movimientos.
¿Por qué seguía siendo amigo de un insecto que no le devolvía los saludos efusivos que el escarabajo le hacía desde lejos?
El escarabajo entendía todo esto, ya que sabía de su limitada visión, muchas veces ni siquiera sabía que alguien lo saludaba y cuando se daba cuenta, no distinguía si se trataba de él para contestar el saludo. Sin embargo calló para no discutir.
Fueron muchas las respuestas que en el escarabajo busco ante el constante cuestionamiento por parte de su esposa y los de su género, respecto a su amistad con el gusano, tantas, que al final, decidió poner a prueba la amistad alejándose un tiempo para esperar que el gusano lo buscara.
Pasó el tiempo y la noticia llegó: el gusano estaba muriendo, pues su organismo lo traicionaba por tanto esfuerzo; cada día emprendía el camino para llegar hasta su amigo y la noche lo obligaba a retornar hasta su lugar de origen.
El escarabajo decidió ir a ver sin preguntar a su compañera qué opinaba. En el camino varios insectos le contaron las peripecias del gusano por saber qué le había pasado a su amigo. Le contaron cómo se exponía día a día para ir dónde él vivía, pasando cerca del nido de los pájaros. De cómo sobrevivió al ataque de las hormigas y así sucesivamente. Llegó el escarabajo hasta el árbol en que yacía el gusano esperando pasar a mejor vida. Al verlo acercarse, con las últimas fuerzas que la vida te da, le dijo cuánto le alegraba, que se encontrara bien. Sonrió por última vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le había pasado.
El escarabajo avergonzado de sí mismo, por haber dudado de su amistad por los comentarios de otros, había perdido muchas horas de regocijo y alegría charlando con su amigo. Al final entendió que el gusano, siendo tan diferente, tan limitado y tan distinto de lo que él era, era su amigo, a quien respetaba y quería no tanto por la especie a la que pertenecía sino porque le ofreció su amistad.
El escarabajo aprendió varias lecciones ese día:
La amistad está en ti y no en los demás, si la cultivas en tu propio ser, encontrarás el gozo del amigo.
El tiempo no delimita las amistades, tampoco las razas o las limitaciones propias o ajenas.
El tiempo y la distancia no destruyen una amistad, son las dudas y nuestros temores los que más nos afectan.
Y cuando pierdes un amigo una parte de ti se va con él. Las frases, los gestos, los temores, las alegrías e ilusiones compartidas en la envoltura de la confianza se van con él.
El escarabajo murió después de un tiempo. Nunca se le escuchó quejarse de quien mal le aconsejó, pues fue decisión propia el poner en manos ajenas su amistad solo para verla escurrirse como agua entre los dedos.

Si tienes un amigo no pongas en tela de juicio lo que es, pues sembrando dudas cosecharás temores. No te fijes demasiado en cómo habla, cuánto tiene, qué come o qué hace, pues estarás poniendo en una vasija rota tu confianza.
Reconoce la riqueza de quien es diferente de ti y está dispuesto a compartir sus ideales y temores, pues esto alimenta el espíritu de supervivencia más que un buen platillo.
La esencia del gusano y el escarabajo se volvió una en el plano que se encuentra más allá de este mundo, volviendo al regocijo que en esta vida habían encontrado.
No sé si soy gusano o escarabajo, a veces una cosa y otra y otra, pero seguro que cada uno es distinto del otro y nos movemos en planos ajenos. Yo, como gusano, te seguiré buscando día a día, y como escarabajo, no me fijaré en limitaciones. Como gusano, omitiré lo grotesco que me puedas parecer. Como escarabajo, haré uso de mis habilidades para ayudarte. Juntos haremos que la vida sea más bonita, más fraterna, más viva.
Dijo madre Teresa de Calcuta: "Voy a pasar por la vida una sola vez, cualquier cosa buena que pueda hacer o la amabilidad con mis semejantes debo hacerlo ahora, porque no pasaré de nuevo por ahí".

viernes, 28 de agosto de 2020

Tarde te amé

                     San Agustín (Confesiones 10,27,38) 

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, 
tarde te amé! 
Tú estabas dentro de mí, y yo estaba fuera, 
y por fuera te buscaba, 
y me lanzaba sobre las cosas hermosas creadas por ti. 
Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo. 
Me retenían lejos de ti todas las cosas, 
que, si no existieran en ti, nada serían. 
Me llamaste y clamaste, y rompiste mi ceguera. 
Brillaste y resplandeciste, y pusiste en fuga mi ceguera. 
Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por ti. 
Gusté de ti, y siento hambre y sed. 
Me tocaste, y me abraso en tu paz.

El coche antiguo

Un padre le dice a su hijo:
- Te has graduado con honores, aquí tienes un auto que adquirí muchos años atrás... tiene más de 50 años de antigüedad. Pero antes de dártelo, llévalo a la tienda de coches usados del centro y diles que lo quiero vender y pregunta cuánto te ofrecen.
El hijo fue a la tienda de coches usados, regresó a casa de su padre y le dijo:
- Me han ofrecido 1.000 dólares porque se ve muy desgastado.
El padre dijo:
- Ahora lo vas a llevar a una casa de empeño.
El hijo fue a la casa de empeño, regresó donde su padre y dijo:
- La casa de empeño me ha ofrecido 100 dólares porque era un auto muy viejo.
Por fin el padre le pidió a su hijo ir a un Club de coleccionistas de Autos y lo enseñara allí.
El hijo así lo hizo, regresó y le dijo a su padre:
- Unas personas en el Club ofrecieron 100.000 dólares por él, ya que es un Shelby Clásico y muy buscado entre los miembros del Club.
El padre dijo a su hijo:
- Quería que supieras que en el lugar correcto te valoran de la forma correcta...

Sí no eres valorado, no te enfades, significa que estás en el lugar equivocado. Aquellos que conocen tu valor son aquellos que te aprecian, y nunca te quedes en un lugar dónde nadie te valore.

jueves, 27 de agosto de 2020

Plegaria por su madre

              San Agustín, Confesiones. 9,35-37

 Mónica había dicho a sus hijos: «Enterrad este cuerpo en cualquier parte. Solamente os ruego que os acordéis de mí ante el altar del Señor, doquiera os encontréis». 

Alabanza mía y vida mía y Dios de mi corazón. 
Te pido ahora perdón por los pecados de mi madre. 
Oyeme, Medicina de nuestras heridas, que pendió del leño de la cruz, 
y sentado ahora a tu diestra «intercede contigo por nosotros». 
Yo sé que ella obró misericordia y perdonó de corazón a sus deudores; 
perdónale también sus deudas, si alguna contrajo después de su bautismo. 
Perdónala, Señor, perdónala y no entres en juicio con ella. 
Triunfe la misericordia sobre la justicia, porque tus palabras son verdaderas 
y prometiste piedad a los misericordiosos, 
tú que tienes compasión de quien la tuviere 
y ofreces misericordia a quien fuere misericordioso. 
Yo bien creo que has hecho con ella lo que te pido, 
pero deseo que apruebes, Señor, los deseos de mi boca. 
Porque estando inminente el día de su muerte, 
no pensó en enterrar su cuerpo con gran pompa 
o en que fuese embalsamado con preciosas esencias, 
ni deseó un sepulcro escogido, 
ni pidió un trozo de parcela en el suelo patrio. 
Únicamente deseó que nos acordásemos de ella 
ante el altar del Señor, al cual había servido sin dejar ni un solo día, 
sabiendo que allí se inmola la Víctima santa. 
A este sacramento ligó tu sierva su alma. 
Nadie la aparte de tu protección. 
Inspira a tus siervos, mis hermanos, a quienes sirvo con el corazón, 
con la palabra y la pluma, 
para que cuantos leyeren estas líneas se acuerden ante tu altar 
de Mónica, tu sierva, y de Patricio, su esposo, en otro tiempo, 
por cuya carne me introdujiste en esta vida no sé cómo. 
Acuérdense todos, a fin de que lo que ella me pidió en su último instante 
le sea concedido más abundantemente 
por las oraciones de muchos y no por mis solas plegarias.

"La esposa sorda"

- Cuál es el problema de su esposa?, dijo el médico.
- Sordera. No escucha casi nada.
- Entonces, señor va a hacer lo siguiente: antes de traerla, haga un test para facilitar el diagnóstico. Usted le va a hablar a cierta distancia, hable en tono normal, hasta que logre determinar la distancia en que ella puede escucharlo.
Y cuando venga -dice el médico- me dirá, a qué distancia estaba de ella cuando logró escucharlo. ¿Está bien?
- Sí, claro, así lo haré, doctor.
Por la noche, cuando la esposa preparaba la cena, el esposo decidió hacer el test. Midió la distancia a la que estaba en relación a la mujer. Y pensó: estoy a 15 metros de distancia. Voy a hacerlo ahora.
- María, ¿qué hay para cenar?
No oyó nada. Entonces se acercó a 10 metros.
- María, ¿qué hay para cenar?
Nada todavía. Entonces, se acercó más, a 5 metros.
- María, ¿qué hay para cenar?
Sigue el silencio… Por último, se apoya a la espalda de la mujer y vuelve a preguntar:
- María, ¿ qué tenemos para cenar?
- Pollo, mi vida... ¡Es la cuarta vez, que te contesto!

Muchas veces pensamos que el problema ocurre con los demás, cuando en realidad el problema es nuestro, sólo nuestro...
Muchas veces creemos, que Dios no escucha nuestras oraciones, pero cuando nos acercamos a Él, nos damos cuenta qué el error siempre está en nosotros por no escuchar e interpretar bien lo que dice...  Y usted ¿a qué distancia, está de Dios?

domingo, 23 de agosto de 2020

¿Quién decimos que eres, Señor?

                Mari Patxi Ayerra 

Decimos que eres Dios, pero seguimos a otros dioses: 
el poder, el prestigio, la eficacia, el dinero, la salud, la casa, 
las cosas, el ocio... 
Decimos que eres Padre, pero vivimos como huérfanos: 
tristes, desorientados, agobiados, cansados, indiferentes al otro, 
como si no fuera hermano. 
Decimos que eres el Camino, pero seguimos otras rutas, 
no encontramos tiempo para Ti, no reflexionamos, 
no hablamos contigo, ni te disfrutamos. 
Decimos que eres la Verdad, pero nos engañamos: 
nos creemos todas las mentiras que nos ofrecen. 
Decimos que eres la Vida, pero vivimos de forma rutinaria: 
arrastramos la vida sin entusiasmo ni plenitud. 
Decimos que eres Todo, pero no se nota en nuestro comportamiento: 
no vivimos como personas habitadas por Tí. 
Llénanos de tu Vida en abundancia, 
ocúpate de que nuestra vida recupere su sentido y tu Amor.

Tres peticiones

El Señor Vishnú estaba tan harto de las continuas peticiones de su devoto que un día se apareció a él y le dijo:
- "He decidido concederte las tres cosas que desees pedirme. Después no volveré a concederte nada más".
Lleno de gozo, el devoto hizo su primera petición sin pensárselo dos veces. Pidió que muriera su mujer para poder casarse con una mejor. Y su petición fue inmediatamente atendida.
Pero cuando sus amigos y parientes se reunieron para el funeral y comenzaron a recordar las buenas cualidades de su difunta esposa, el devoto cayó en la cuenta de que había sido un tanto precipitado. Ahora reconocía que había sido absolutamente ciego a las virtudes de su mujer. ¿Acaso era fácil encontrar otra mujer tan buena como ella?
De manera que pidió al Señor que la volviera a la vida. Con lo cual sólo le quedaba una petición que hacer. Y estaba decidido a no cometer un nuevo error, porque esta vez no tendría posibilidad de enmendarlo. Y se puso a pedir consejo a los demás. Algunos de sus amigos le aconsejaron que pidiese la inmortalidad. Pero ¿de que servía la inmortalidad -le dijeron otros- si no tenía salud? ¿Y de qué servía la salud si no tenía dinero? ¿Y de qué servía el dinero si no tenía amigos?
Pasaban los años y no podía determinar qué era lo que debía pedir: ¿vida, salud, riquezas, poder, amor...? Al fin suplicó al Señor:
- "Por favor, aconséjame lo que debo pedir".
El Señor se rió al ver los apuros del pobre hombre y le dijo:
- "Pide ser capaz de contentarte con todo lo que la vida te ofrezca, sea lo que sea".