sábado, 10 de diciembre de 2016

Sigue viniendo

Ven, Señor.
Sigue viniendo.
No te canses de venir, en espíritu, en palabra, en verdad y vida.
Ven a este mundo que hambrea de sentido y de esperanza.
Ven a habitar cada horizonte.
Ven a sacudir las inercias, a avivar los amores apagados,
a calentar los hogares fríos, ven.
Ven, de nuevo Niño, a mostrarnos
esa fragilidad poderosa del Dios Niño.
Sigue viniendo, contra viento y marea,
contra escepticismos y rutinas, contra dudas y atrofias.

El océano

- Perdona, le dijo un pez a otro. Tú eres más viejo que yo, y con más experiencia que yo, y probablemente podrás ayudarme. Dime: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes sin resultado.
- El océano, respondió el viejo pez, es donde estás ahora mismo.
- ¿Esto?, replicó el joven pez totalmente desilusionado. Pero si esto no es más que agua…. Lo que yo busco es el Océano!, y se marchó a buscar en otra parte.
- ¡Deja de buscar, pequeño pez! No hay nada que buscar. Sólo tienes que estar tranquilo, abrir los ojos y mirar. ¡No puedes dejar de verlo!

jueves, 8 de diciembre de 2016

Como tú, María, ayúdanos a ser...

COMO TÚ, MARÍA, AYÚDANOS A SER
limpios, para reflejar luminosamente el amor de Dios,
creyentes del todo , para iluminar con la luz de Cristo,
sencillos, para dejar a Dios que haga en nosotros.
COMO TÚ, MARÍA, AYÚDANOS A SER
generosos, para oír siempre la voz de Dios,
atentos, para captar pronto las necesidades del otro,
sonrientes y alegres, para hacer atractivo el Evangelio.
COMO TÚ, MARÍA, AYÚDANOS A SER
fervorosos y, por ello, enamorados de Dios,
audaces en el cumplimiento de la voluntad del Señor
austeros, para compartir lo nuestro con quien lo necesite.
COMO TÚ, MARÍA, AYÚDANOS A SER
fieles, para vivir en plenitud el Evangelio,
puros, para limpiar tanta suciedad como hay,
piadosos, para ser almas de oración y eucaristía.

COMO TÚ, MARÍA, QUEREMOS SER. AYÚDANOS. Amén.

El rey mendigo

Había un principito que un día salió solo a pasear por la calle, se encontró con otro joven que parecía una copia suya.
- ¿Nos parecemos, verdad?
- Sí, respondió el mendigo, pero mientras yo visto estos harapos usted viste sus galas y sus joyas y sus collares.
Avergonzado el Príncipe le dice: pero podemos cambiarnos las ropas si te parece. Y el mendigo se vistió con las vestiduras del Príncipe mientras el Príncipe se vistió con los harapos del mendigo.
Comenzó a recorrer la ciudad diciendo que él era el Príncipe, pero todo el mundo se rió de él y nadie le creía. Y hasta lo tomaron por loco.
Nadie le daba nada mientras mendigaba. Y debió trabajar por un mísero salario. Mientras tanto, el mendigo vestido de Príncipe vivía la gran vida en el palacio.
El príncipe mendigo debió ir a la guerra. Y un día le dice al General que la batalla estaba mal planificada, que su padre lo hubiera hecho de otra manera.
- ¿Y quién eres tú para darme lecciones a mí?
Murió el Rey y el mendigo vestido de Príncipe le sucedió en el trono. Lleno de resentimiento por la miseria que había vivido, oprimía al pueblo ansioso de sus riquezas. Mientras tanto el verdadero Príncipe, tras las rejas de palacio esperaba a que alguien le diese una limosna.
Un guardia, que estaba custodiando el palacio, descubre unas señales en el cuello del Príncipe mendigo y lo reconoció. Y descubrieron que el mendigo vestido de Príncipe era el falso rey, mientras que el verdadero Príncipe hacía de mendigo.
Destituyeron al falso rey y comenzó a reinar el verdadero. Pero en ningún momento quiso vengarse del usurpador. Y cuando todos alababan el arte de gobernar de su rey y su generosidad él respondía:
- “Es gracias a haber vivido y sufrido con mi pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey”.

martes, 6 de diciembre de 2016

Salid al encuentro del Señor que viene

José Enrique Galarreta
Así que el Adviento es un tiempo de despertar
si nos habíamos dormido, de avivar la fe.
Es muy importante sin embargo recordar
que éste no es un tiempo de amenazas.
Decimos: “¡Viene el Señor!”
Y algunos parece que lo dicen con espanto,
como si viniera el desastre,
como si hubiera que esconderse. Es al revés.
¡Viene el Señor, qué alegría!
Dios está con nosotros, Dios es el Libertador.
¿Ha tenido usted alguna vez
la experiencia de ver amanecer?
Es de noche y está oscuro, pero se adivina ya
cierto resplandor más claro...
Viene la luz, viene el sol, y nos sentimos bien,
nos sentimos llenos de esperanza.
Éste es el mensaje de Adviento:
“Alégrate, porque llega tu Luz”.

El abrazo de Dios

Pedro Ribes

Un hombre santo, orgulloso de serlo, ansiaba con todas sus fuerzas ver a Dios. Un día Dios le habló en un sueño:
- “¿Quieres verme? En la montaña, lejos de todos y de todo, te abrazaré”.
Al despertar al día siguiente comenzó a pensar qué podría ofrecerle a Dios. Pero ¿qué podía encontrar digno de Dios?
“Ya lo sé”, pensó. “Le llevaré mi hermoso jarrón nuevo. Es valioso y le encantará... Pero no puedo llevarlo vacío. Debo llenarlo de algo”.
Estuvo pensando mucho en lo que metería en el precioso jarrón. ¿Oro? ¿Plata? Después de todo, Dios mismo había hecho todas aquellas cosas, por lo que se merecía un presente mucho más valioso.
“Sí”, pensó al final, “le daré a Dios mis oraciones. Esto es lo que esperará de un hombre santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda y servicio a los demás, mi limosna, sufrimientos, sacrificios, buenas obras...”.
Estaba contento de haber descubierto justamente lo que Dios esperaría y decidió aumentar sus oraciones y buenas obras, consiguiendo un verdadero récord. Durante las pocas semanas siguientes anotó cada oración y buena obra colocando una piedrecita en su jarrón. Cuando estuviera lleno lo subiría a la montaña y se lo ofrecería a Dios.
Finalmente, con su precioso jarrón hasta los bordes, se puso en camino hacia la montaña. A cada paso se repetía lo que debía decir a Dios:
-  “Mira, Señor, ¿te gusta mi precioso jarrón? Espero que sí y que quedarás encantado con todas las oraciones y buenas obras que he ahorrado durante este tiempo para ofrecértelas. Por favor, abrázame ahora”.
Al llegar a la montaña, oyó una voz que descendía retumbando de las nubes:
-  “¿Quién está ahí abajo? ¿Por qué te escondes de mí? ¿Qué has puesto entre nosotros?”
- “Soy yo. Tu santo hombre. Te he traído este precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he traído para Ti”.
- “Pero no te veo. ¿Por qué has de esconderte detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo lejos. Quítalo de mi vista”.
No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Romper su precioso jarrón y tirar lejos todas sus piedrecitas?
- “No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he traído especialmente para Ti. Lo he llenado de mis...”
- “Tíralo. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de él. Deseo abrazarte a ti. Te quiero a ti”.