sábado, 10 de junio de 2017

Los Dones del Espíritu Santo

Hoy, un grupo de jóvenes recibe el sacramento de la Confirmación. Al igual que el día de Pentecostés el Espíritu Santo descendió sobre la comunidad y nos dejó sus regalos; es decir los dones del Espíritu; quien vive y utiliza estos regalos de Dios empieza a dar frutos abundantes; estos frutos se traducen en obras y actitudes; a saber:

  • LA AUDACIA, que nos hace capaces de asumir tareas comunitarias sin temor a las dificultades, superar la tentación de caer en la apatía y el desánimo frente a lo que aparece como imposible de cambiar y nos conduce a poner su confianza en Dios.
  • EL DINAMISMO, que nos mantiene inquietos y nos llena de energía para participar en la vida de la comunidad, aportar iniciativas y capacidades de realización y celebrar activamente la presencia de Dios en sus vidas;
  • LA ESPONTANEIDAD, que permite expresarse libremente ante la comunidad y buscar juntos lo mejor para todos respondiendo con gestos oportunos a los desafíos y acontecimientos de la vida diaria y celebrar comunitariamente su fe con sencillez y entusiasmo;
  • LA AMISTAD, que nos hace querernos entre nosotros y dejarse querer por las personas, gustar de las acciones y de la vida en comunidad, disfrutar la gratuidad de los momentos para encontrarse con todos los miembros de la Iglesia y compartir y ser así manifestación del amor de Dios;
  • EL ESFUERZO, que nos ayuda a hacer suyas las aspiraciones de la comunidad, a comprometerse en la defensa de la vida y de los derechos humanos, a no desanimarse o cruzarse de brazos frente a las situaciones de pobreza e injusticia y a jugarse todo siempre por la causa del Reino;
  • LA SOLIDARIDAD, que nos impulsa a hacer suyo el espíritu del Buen Samaritano (Lc 10,25-37), a ser sensibles para compartir y combatir las miserias de la condición humana y los sufrimientos de nuestra Iglesia y a no cansarse de levantar a los caídos del camino y ofrecer esperanza a los que viven en la marginalidad.
  • LA ALEGRÍA, que nos motiva a seguir celebrando como comunidad la fiesta de la vida aún en medio de las dificultades y obstáculos de cada día, porque en ella Dios se hace presente para renovar el triunfo de la vida sobre la muerte y reafirmar el compromiso de todos.
  • LA CREATIVIDAD, que despierta los intereses y anima los sentimientos más hondos del corazón de los jóvenes, les permite expresar comunitariamente a través del arte, la poesía, la música y el baile, la presencia de Dios Creador en medio de su pueblo y les ayuda a comprender mejor y profundizar el misterio mismo de la vida.


Zanahoria, huevo o café

Una hija se quejaba a su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía qué hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un plato. Sacó los huevos y los colocó en otro. Coló el café y lo puso en un tazón. Mirando a su hija le dijo:
- "Querida, ¿qué ves?"
- "Zanahorias, huevos y café", fue su respuesta. 
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Después de quitarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Confusa, la hija preguntó:
- "¿Qué significa esto, padre?"
Él le explicó que los tres elementos habían afrontado la misma adversidad: ¡agua hirviendo!, pero habían reaccionado de forma diferente. La zanahoria llegó al agua siendo fuerte y dura. Pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua siendo frágil. Su cáscara fina protegía su interior líquido. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.
- "¿Cuál de estos tres eres tú?, preguntó a su hija, cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?"
¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando una dificultad o problema llega a tu vida, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? 
¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, posees un espíritu fluido, pero después de la adversidad y el dolor te tocan te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero... ¿eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido?
¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. ¡Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor! Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor... ¡tú reaccionas mejor! y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.

El oro para ser purificado debe pasar por el fuego, así como el ser humano necesita pruebas para pulir su carácter. Pero lo más importante es: ¿Cómo reaccionamos frente a las pruebas? ¿Cómo manejas la adversidad? ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café? Piénsalo...

miércoles, 7 de junio de 2017

Espíritu de Oración

Queremos salir a tu encuentro, Señor. Concédenos el Espíritu de la oración.
Ayúdanos a ponernos ante ti cada día, a buscarte en la acción y en el silencio. 
Enséñanos a orar en los buenos momentos y también en las dificultades. 
Queremos buscar tu voluntad en nuestra vida, abrirnos a tu Palabra que nos salva.
Necesitamos fe para poner en tus manos cuanto somos, tenemos y esperamos, 
para entrar en tu Reino y para atrevemos a llamarte 'Padre' entre tantos que aún no te conocen.
Queremos aprender a rezar desde la vida, 
para no repetir oraciones sin sentido, para que nadie piense que estás lejos. 
Deseamos rezar en la lucha cotidiana, oír en los hermanos y en los pobres tu voz y tu llamada. 
Orar, como Jesús, encarnado entre su pueblo, capaz de llamarte 'padre bueno', 
solidario con todos los hermanos dando por ellos la vida cada día.
Enséñanos, Señor, a escuchar y a mirar con ojos de evangelio a cada persona, a cada situación.
No nos dejes caer en la tentación de escamotearte nuestra verdad. 
Tú sabes lo que pedimos y necesitamos, 
haznos fieles seguidores de tu voluntad sin apaños, 'arreglos', ni mentiras, 
seguidores cercanos de tus signos.

El árbol mágico

Pedro Pablo Sacristán

Hace mucho, mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol con un cartel que decía: “soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás”.
El niño trató de acertar con el hechizo, y probó con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras, pero nada. 
Rendido, se tiró suplicante, diciendo: “¡¡por favor, arbolito!!”, y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. 
Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: “sigue haciendo magia”. 
Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y dulces de todo tipo.
El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras mágicas.
Por favor, sé cortés,  nada perderás con ello y sí puedes ganar mucho.

lunes, 5 de junio de 2017

Creo en el Espíritu Santo

Creo en el Espíritu Santo, “Señor y dador de vida”.
Creo en su soplo, imperceptible pero lleno de fuerza, 
que nos estimula a crear comunión con nuestros hermanos 
y formar una comunidad de salvados.
Creo que Él nos hizo renacer en las agua del bautismo 
y nos constituyó hijos de Dios y hermanos de Cristo Jesús.
Creo que en la confirmación se renueva la gracia de Pentecostés 
y, fortalecidos con su unción, nos enviará como miembros de un pueblo profético 
a dar testimonio de Cristo en medio del mundo.
Creo que Él nos constituye en una comunidad celebrante para glorificar a Dios Padre 
y participar en el misterio de Cristo con la oración y los sacramentos.
Creo que Él hace siempre actual la Palabra de Dios 
que se proclama en nuestras celebraciones y suscita nuevas energías 
para que luego sea vivida en nuestra existencia.
Creo que Él es quien suscita y anima nuestra oración, 
para que sea “en espíritu y en verdad”: la oración de los hijos 
que se dirigen a Dios como a su Padre.
Creo que Él, a cuantos cada domingo, participamos en la eucaristía, 
nos llena de su energía, de su novedad, de su vida.
Creo que Él es la nueva y eficaz memoria 
que nos hacer revivir día a día la Pascua salvadora de Cristo en nuestra vida.
Creo que Él os anima a ser testigos y misioneros del evangelio de Cristo 
en nuestra familia y en nuestra sociedad.

Sin prejuicios

Sucedió que un presidiario de Darlington, Inglaterra, que acababa de ser puesto en libertad, se cruzó con el alcalde John Morel en la calle. El hombre había pasado tres largos años en la cárcel por malversación de fondos y estaba sumamente susceptible por el ostracismo social que esperaba recibir por parte de la gente de su pueblo.
- ¿Qué tal?, lo saludó el alcalde alegremente. ¡Qué gusto verlo! ¿Cómo le va?
El hombre parecía sentirse incómodo y la conversación terminó bruscamente.
Años más tarde, el alcalde Morel y el ex presidiario volvieron a encontrarse por casualidad en otro pueblo, y este último le dijo:
- Quiero agradecerle lo que hizo por mí cuando salí de la cárcel.
- ¿Y qué fue lo que hice?, preguntó el alcalde.
- Fue muy amable conmigo y eso transformó mi vida, respondió agradecido el hombre. 

domingo, 4 de junio de 2017

¡Ven Espíritu Santo!

Ven, Espíritu de Dios, Madre llena de ternura:
cuéntanos la historia de Dios.
Ven, Espíritu de Dios, Viento de compasión,
protege bajo tu manto a los pobres de toda la tierra.
Ven, espíritu de Dios, Fuego siempre encendido,
haz que todos los pueblos conozcan el sabor del pan,
lo coman en paz y lo compartan en justicia.
Ven, Espíritu de Dios, Árbol plantado junto al río,
haz que todas las religiones del mundo revelen el rostro de Dios
en toda su diversidad de matices y colores.
Ven, Espíritu de Dios, mirada de Cristo Resucitado,
haz que la Iglesia, en un nuevo Pentecostés,
continúe proclamando la Palabra que sana y libera.
Ven, Espíritu de Dios, Pies de todo caminante y peregrino,
haz que nadie se sienta ya extranjero,
que todo hombre y mujer puedan caminar libres
como buscadores del Dios verdadero.
Ven, Espíritu de Dios, Soplo de consuelo y esperanza,
vela por nuestros ancianos para que nunca se queden solos,
por nuestros jóvenes para que no se rompan sus sueños,
por nuestra Comunidad de…
para que ofrezca un espacio de contemplación y compasión
a todos los que buscan el rostro de Dios y el rostro del hombre. 

El farol rojo

Laureano Benítez

En la bella ciudad de Marraquech vivía un pobre pastelero que, ante la mala fortuna en su negocio, decidió partir hacia otras tierras, con la esperanza de encontrar una vida mejor. Ahmed recogió lo único que tenía, un farolillo de hojalata con cristales rojos, y emprendió su viaje.
Al cabo de varios días, llegó a un próspero valle, donde fue recibido por el jeque de aquel lugar, un hombre generoso y hospitalario. En pago por su hospitalidad, Ahmed le regaló lo único que tenía: su farolillo rojo. El jeque examinó el farol con asombro, porque en aquella ciudad no conocían el cristal, y aquello de ver la luz de una vela brillando a través de un cristal rojo le parecía un espectáculo maravilloso. ¿Cómo podría corresponder adecuadamente a aquel maravilloso obsequio, si él sólo tenía montones de oro y piedras preciosas? Al final, ofreció a Ahmed doce camellos cargados de piedras preciosas, y éste, sorprendido, volvió a Marraquech, donde se construyó un magnífico palacio rodeado de jardines.
Ahmed tenía un hermano llamado Said, que gozaba de cierta riqueza, pero que nunca había ayudado a su hermano cuando éste lo había necesitado. Envidioso por la suerte de Ahmed, fue a verle, y consiguió enterarse del origen de su sorprendente fortuna. Entonces pensó que si su hermano había conseguido toda esa riqueza a cambio de un simple farol rojo, ¿Qué no le darían a él, a cambio de un regalo realmente valioso? Así que vendió todo cuanto tenía, cargó sus pertenencias en unas mulas, y partió, siguiendo el camino que su hermano le había indicado.
Pero durante el viaje fue asaltado por una partida de ladrones, que le robaron todo, viéndose entonces Said tan pobre como en otro tiempo lo había sido Ahmed. Con todo, decidió seguir, hasta que un día llegó a su destino.
El jeque lo acogió con hospitalidad. En el momento de partir, Said le ofreció como regalo lo único que le había quedado, un viejo reloj de latón sin ningún valor. Mas en aquella ciudad tampoco se había oído hablar jamás de relojes, por lo que el jeque valoró aquel regalo mucho más que cualquier otra riqueza. Pensando sobre cómo corresponder a aquel maravilloso presente, y pensando que las joyas no significaban nada, que eran simples bagatelas, llegó a la conclusión de que sólo había en su palacio un tesoro que fuera digno de aquella incomparable máquina de medir el tiempo. Con infinito pesar, el jeque regaló a Said su objeto más preciado: el farol de cristales rojos que siempre llevaba consigo.
Ni que decir tiene que los ladrones no molestaron a Said en su camino de vuelta a Marraquech.