viernes, 4 de abril de 2025

Himno de Cuaresma

Éste es el día del Señor.
Éste es el tiempo de la misericordia.
Delante de tus ojos ya no enrojeceremos
a causa del antiguo pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde de corazón sincero.
En medio de las gentes nos guardas como un resto
para cantar tus obras y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe, según tu Primogénito.
Caerán los opresores y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio serán tus herederos.
Señalarás entonces el día del regreso
para los que comían su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas! ¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo revoca sus decretos:
La salvación se anuncia donde acechó el infierno,
porque el Señor habita en medio de su pueblo.

Las apariencias engañan

En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía un relojero llamado Elías, conocido por su cuidado y su amor por los relojes antiguos. Un día, Elías notó que su reloj de bolsillo más preciado, una herencia familiar, había desaparecido. La sospecha cayó sobre Mateo, un joven recién llegado al pueblo, con una apariencia desaliñada y una forma de hablar poco convencional.
Elías, consumido por la angustia y el resentimiento, comenzó a observar a Mateo detenidamente. Cada movimiento, cada palabra, parecía confirmar sus sospechas. Mateo siempre llegaba tarde a su trabajo, no le gustaba bañarse, y siempre vestía ropa sucia. Su presencia en la relojería era una espina clavada en el corazón de Elías.
Un día, mientras limpiaba el taller, Elías encontró el reloj escondido detrás de una estantería. El sentimiento de culpa lo invadió al momento. Se dio cuenta de lo injusto que había sido al juzgar a Mateo por su apariencia y sus modales. Con el corazón apenado, Elías buscó a Mateo y le manifestó su error. Mateo, sorprendentemente, lo perdonó con una sonrisa amable.
-- "Todos cometemos errores, dijo, lo importante es aprender de ellos".
La experiencia cambió a Elías. Ya no se dejaba llevar por las apariencias y conceder a cada persona el beneficio de la duda. Comprendió que la verdadera justicia está en la comprensión y el perdón, y que los prejuicios solo nublan nuestro juicio y nos impiden ver la verdadera esencia de las personas.

Recuerda:
No juzgues por las apariencias: La forma en que alguien se ve, viste o habla no define su carácter ni sus intenciones.
Un fallo es oportunidad para crecer: Reconocer nuestros errores y pedir perdón nos permite aprender y mejorar como personas. El perdón libera: Perdonar a los demás y a nosotros mismos nos libera del resentimiento y nos permite sanar.
La empatía es la clave: Intentar comprender la perspectiva de los demás nos ayuda a superar los prejuicios y construir relaciones más auténticas.
Todos merecemos una segunda oportunidad: No permitamos que un error encasille a una persona para siempre.
Esta historia nos recuerda que todos somos humanos y que merecemos ser tratados con respeto y compasión, independientemente de nuestra apariencia, origen o creencias.

miércoles, 2 de abril de 2025

Volveré a la casa del Padre

        Mari Patxi Ayerra

¡Hasta dónde llega tu amor, Dios nuestro!
Tú, Padre de todos nosotros, sales a nuestro encuentro,
aunque te hayamos fallado, nos recibes de nuevo
una y mil veces, nos esperas con los brazos abiertos
y nos entregas el anillo de tu confianza.
Nosotros, en cambio, nos ponemos furiosos,
cuando a otros nos parece que les tratas mejor,
nos quejamos de nuestra suerte 
y sentimos envidia de otros hermanos,
juzgando tu comportamiento amoroso e incondicional.
Y es que Tú, Padre, tienes un corazón blando,
al que nada le hiere, más que nuestro desamor,
al que sólo le preocupa nuestra felicidad,
y que sólo desea que nos amemos como hermanos.
Ayúdanos a no volvernos exigentes con nadie,
a pedir perdón por nuestros errores, con humildad,
a aceptar que otros tengan mejor suerte,
a sentir con el otro, a amarle desde el adentro,
a captar lo que vive y a tratarle como le tratas Tú.

Las cuatro esposas

Había una vez un rey que tenía cuatro esposas. Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás y la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Sólo le daba lo mejor. También amaba mucho a su tercera esposa y siempre la exhibía en los reinos vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro. También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para ayudarle a salir de los tiempos difíciles. La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa y aunque ella lo amaba profundamente, apenas él se fijaba en ella.
Un día el rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo, y pensó: “Ahora tengo cuatro esposas conmigo pero, cuando muera, estaré solo”. Así que le preguntó a su cuarta esposa:
- Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
- ¡Ni pensarlo! Contestó la cuarta esposa y se alejó sin decir más palabras…
Su respuesta cayó en su corazón como un cuchillo afilado. El entristecido monarca le preguntó a su tercera esposa:
- Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
- ¡No! Contestó su tercera esposa. ¡La vida es demasiado buena!, ¡Cuando mueras, pienso volverme a casar!…
Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se quedó frío. Entonces preguntó a su segunda esposa:
- Siempre he venido a ti en busca de ayuda y siempre has estado allí para mí. Cuando muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
- ¡Lo siento, no puedo ayudarte esta vez!, contestó la segunda esposa, ¡Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte!…
Su respuesta fue como un relámpago fulgurante que hundió al rey. Entonces escuchó una voz:
- Me iré contigo y te seguiré doquiera tú vayas…
El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su primera esposa. Se veía tan delgaducha, sufría de desnutrición. Profundamente afectado, el monarca dijo:
- ¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!

MORALEJA: En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas:
Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo… no importa cuánto tiempo y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando muramos.
Nuestra tercera esposa son nuestras posesiones, condición social y riqueza… cuando muramos, irán a parar a otros.
Nuestra segunda esposa es nuestra familia y amigos… no importa cuánto nos hayan sido de apoyo a nosotros aquí, lo más que podrán hacer es acompañarnos hasta el sepulcro.
Y nuestra primera esposa es nuestra alma, frecuentemente ignorada en la búsqueda de la fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin embargo, nuestra alma es la única que nos acompañará a donde quiera que vayamos. ¡Así que cultívala, fortalécela y cuídala ahora! Es el más grande regalo que puedes ofrecerle al mundo