sábado, 10 de noviembre de 2018

Eres el Dios de la fe

Sólo en la noche profunda de la fe,
cuando callan la mente y la boca,
en el silencio total y en la Presencia Total,
dobladas las rodillas y abierto el corazón,
sólo entonces aparece la certeza de la fe,
la noche se trueca en mediodía,
y se comienza a entender al Inteligible.
Mientras tanto, ténuemente vamos vislumbrando tu figura
entre penumbras, huellas, analogías y comparaciones.
Pero cara a cara no se puede mirar.
Eres el Dios de la Fe.
...Si yo soy el río, y tú el mar, ¿cuándo voy a descansar en Ti?
Te aclamo y reclamo, te afirmo y confirmo.
Te exijo y necesito, te añoro y te anhelo, ¿dónde estás?
Aquel a quien nunca alcanzarán los silogismos;
Aquel que es para ser acogido, asumido, vivido.
Aquel al que se le "entiende" de rodillas, en la fe, entregándose.
Eres el Dios de la Fe.

Teoría o Práctica

                         Cristian Franco

Hace una semana presencié un hecho llamativo. No se trató de alguna hazaña espacial, ni tampoco de un acto político. Parece mentira, pero estas cosas ya no nos sorprenden…
Mientras viajaba en el Metro de Buenos Aires, un desfile de vendedores ambulantes ofrecía un amplio surtido de productos. Porta-documentos de plástico, linternas recargables, pilas alcalinas, chocolates y naipes españoles se ofrecían “sólo por hoy” y “a precios increíbles”. Pero en medio de todo aquello, ingresó un niño pequeño y de apariencia triste; de los que denominamos como “chico de la calle”.
Ofrecía calendarios de bolsillo con una ilustración infantil al dorso. Pero mientras hacia su recorrido por el vagón, un hombre entró y a viva voz comenzó a vender un “trompo luminoso”.
El pequeño detuvo su tarea y se quedó quieto, observando con ojos de asombro aquel juguete.
Cuando el vendedor concluyó su demostración, una señora de condición humilde lo llamó, le compró uno de aquellos trompos y se lo entregó al niño como un obsequio (¡se me adelantó!). La sonrisa del “pibe” iluminó la tarde de muchos, y el gesto de aquella mujer logró “arrancar” más de una lágrima de emoción entre los que estábamos allí.

¡Es tan fácil perderse en teorías! ¡Es tan común discutir sobre lo que “debería hacerse” para mejorar nuestra sociedad… y no hacer nada al respecto! Las teorías no sirven para nada, si no se llevan a la práctica realizando pequeñas acciones que terminan hablando más que las palabras.
¡Ahora es el momento para la acción! ¡Es el tiempo de llevar a la práctica los “pequeños - grandes” planes! Como lo hizo aquella mujer en el tren al demostrar un poco de amor hacia ese niño pequeño. Como podemos hacerlo usted y yo a partir de hoy.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Señor, bendícenos

Señor, bendice mis manos para que sean delicadas
y sepan tomar sin jamás aprisionar, que sepan dar sin calcular
y tengan la fuerza de bendecir y consolar.
Señor, bendice mis ojos para que sepan ver la necesidad
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra;
que vean detrás de la superficie para que los demás
se sientan felices por mi modo de mirarles.
Señor, bendice mis oídos para que sepan oír tu voz
y perciban muy claramente el grito de los afligidos;
que sepan quedarse sordos al ruido inútil y la palabrería,
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad.
Señor, bendice mi boca para que dé testimonio de Ti
y no diga nada que hiera o destruya;
que sólo pronuncie palabras que alivian,
que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas.
Señor, bendice mi corazón
para que sea templo vivo de tu Espíritu
y sepa dar calor y refugio;
que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría con un gran amor.
Dios mío, que puedas disponer de mí
con todo lo que soy, con todo lo que tengo.

El gigante y el pigmeo

Cuentan de un gigante que se disponía a atravesar un río profundo, al llegar a la orilla se encontró con un pigmeo que no sabía nadar y no podía atravesar el río por su profundidad. El gigante lo cargó sobre sus hombros y se metió al agua.
Hacia la mitad de la travesía el pigmeo, que sobresalía casi medio metro por encima de la cabeza del gigante, alcanzó a ver, sigilosamente apostados detrás de la vegetación de la otra orilla, a miembros de una tribu que esperaban con sus arcos a que se acercase el gigante.
El pigmeo rápidamente avisó al gigante. Éste se detuvo, dio media vuelta y comenzó a regresarse al punto de partida. En aquel momento, una flecha disparada desde la otra orilla se hundió en el agua cerca del gigante, sin acertar a herirle. Así se repitió en varias ocasiones, mientras ambos -gigante y pigmeo- ganaban la orilla de salida sanos y salvos.
El gigante agradeció al pigmeo el haberle salvado la vida, a lo que éste replicó:
- “Si no me hubiese apoyado en ti, no habría podido ver más lejos que tú”

En muchas ocasiones nos sentimos superiores a los demás, creemos haber alcanzado todo y que no necesitamos la ayuda de nadie. Por ello, debemos aprender a ser lo suficientemente humildes para valorar a otras personas por insignificantes que estas pudiesen parecer. “Necesitamos de otros”

jueves, 8 de noviembre de 2018

Ahora...

Ahora que he aprendido a vivir
sin acaparar, sin fantasear, sin quejarme, sin apropiarme,
sin erudición, sin claridades, sin imágenes, sin mochilas,
sin miedos, sin pesos...
Ahora que no estoy enganchado a nada:
ni a emociones, ni al trabajo, ni al dinero, ni a la casa,
ni a las ideas, ni a la información, ni al consumo,
ni al descanso, ni a la familia, ni a la iglesia...
Ahora que no deseo nada:
ni ganar, ni adquirir, ni poseer,
ni dominar, ni captar, ni tener, ni lograr,
ni obtener, ni alcanzar, ni triunfar...
Ahora que mi equipaje es ligero
para las noches oscuras, para los días largos,
para los lunes pesados, para los martes monótonos,
para los miércoles de siempre, para los jueves de confidencias,
para los viernes amargos, para los sábados de soledades,
para las semanas santas, para los Vía crucis de cada día...
Ahora, quizá sea caminante, peregrino, romero
aventurero, receptor, sabedor,
creyente y testigo de tu Pascua y resurrección.

No dejar nada para después

Hace un tiempo en la presentación de un hotel, nos regalaron a los asistentes un bolígrafo de una marca muy reconocida. Era muy elegante, bañado en oro y personalizado con el nombre de cada uno. En fin, un gran regalo.
Decidí guardarlo para un acontecimiento especial. A veces pensaba en usarlo, pero me decía a mi mismo que era mejor en otra ocasión. Diariamente lo llevaba, pero no lo utilizaba esperando usarlo solamente para una ocasión especial.
Pasado el tiempo tuve que ir a firmar un contrato a un importante banco y decidí utilizarlo. Para mi sorpresa, cuando intenté escribir la tinta se había secado por falta de uso.

Eso mismo nos sucede con nuestros dones y medios, aquellos que Dios nos da y nos pide ponerlos al servicio de los demás. Piénsalo bien, podrías estar secando tus virtudes, y cuando llegues delante de Dios llevarás un bolígrafo muy elegante, pero que no sirve para nada.
Lo bueno es que hoy es una buena oportunidad de hacer el bien al prójimo.

martes, 6 de noviembre de 2018

Los ”nuncas” de nuestra vida...

Si nunca rompes un racimo de uva en el lagar, nunca tendrás un vaso de vino sobre tu mesa.
Si nunca te arriesgas a perder, nunca te das la oportunidad de ganar.
Si nunca afrontas la pena de partir, nunca conocerás la alegría del regreso.
Si nunca sufres muriéndote en la siembra, nunca gozarás en la cosecha.
Si nunca te dueles bajo el peso de tu culpa, nunca saborearás el alivio del perdón.
Si nunca mueles los granos de tu trigo, nunca conocerás el sabor del pan.
Si nunca afrontas el miedo de dejar de ser como eres, nunca descubrirás la alegría de ser como puedes ser.
Si nunca estas dispuesto a dejar todo lo que tienes, nunca sentirás que lo tienes libremente.
Si nunca estás dispuesto a morir por una causa, nunca sabrás para qué vives.
Si nunca desafías tu pena, y dejas de reír para llorar, nunca conocerás la dicha del que deja de llorar para reír.
Si nunca te arriesgas a cruzar el río, nunca sabrás lo que te aguarda en la otra orilla.
Si nunca te pones a rezar, nunca sabrás lo que es hablar con Dios.
Si nunca...

Dónde encontrar la felicidad

En cierta ocasión, se reunieron todos los dioses y decidieron formar al hombre y la mujer. Planearon hacerlo a su imagen y semejanza. Entonces uno de ellos dijo:
- Esperad, si los vamos a hacer a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro, fuerza e inteligencia igual a la nuestra. Debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros, de no ser así, estaríamos formando nuevos dioses. Debemos quitarles algo, pero ¿qué les quitamos?
Después de mucho pensar, uno de ellos dijo:
- “ ¡Ah, ya sé! vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la encuentren jamás".
Propuso el primero:
- Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo,
A lo que inmediatamente repuso otro:
- No, recuerda que les dimos fuerza, alguna vez alguien subirá, y la encontrará, y si la encuentra uno, todos sabrán donde está.
Luego propuso otro:
- Vamos a esconderla en el fondo del mar.
- No, contestó otro, recuerda que les dimos inteligencia, alguna vez alguien construirá un equipo por el que puedan entrar y bajar, entonces la encontrarán.
Uno más dijo:
- Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra.
- No, le dijeron, algún día alguien construirá una nave en la que pueda viajar a otro planeta y la descubrirán, entonces todos tendrán felicidad y serán igual a nosotros.
El último de ellos, era un dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses. Analizó cada una de ellas y entonces rompió su silencio y dijo:
- Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren,
Todos volvieron y preguntaron al unísono: ¿DÓNDE?
- La esconderemos dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán.
Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así, el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Ama y haz lo que quieras

                san Agustín
Ama y haz lo que quieras.
Si callas, callarás con amor;
si gritas, gritarás con amor;
si corriges, corregirás con amor; 
si perdonas, perdonarás con amor.
Si tienes el amor dentro de ti, 
sólo amor saldrá de ti.

Amar a Dios y al prójimo

Una señora se presentó al párroco porque quería hacer una consulta espiritual.
Comenzó por hacer toda una apología de su vida cristiana.
- Yo soy muy católica. No me pierdo una misa ni que me esté muriendo. Rezo el rosario a diario. Siempre llevo mi Cadena con San Judas Tadeo.
Pacientemente la escuchó preguntándose a qué venía si era tan maravillosa. En ese momento, recordó al joven rico que se presentó a Jesús y había cumplido los mandamientos desde joven, pero Jesús le respondió: “sólo te falta una cosa: vende lo que tienes”. Y aquí terminó  su bondad, porque triste, se dio la vuelta y se volvió a su casa.
Dicho y hecho.
– Señora, ¿y cómo se lleva con su nuera?
– No la aguanto, es una impertinente.
– ¿Y cómo se lleva con sus vecinos?
– No les hablo, todos son unos egoístas que solo piensan en sí mismos.
– ¿Y cómo se lleva con su marido?
– Vivimos hace tiempo en habitaciones separadas porque él…
– ¿Pero al menos con sus hijos me imagino que se llevará bien?
– Tengo tres hijos, el primero es buen chico, pero los otros dos han salido a su padre y ya les he dicho que se arreglen con él”.
– ¡Me imagino que usted será generosa con los pobres y necesitados!
– Mire, Padre, no se fíe, la mayoría solo vienen a engañarle, con el mismo cuento.
- Señora ¿usted sabe andar en bicicleta?
- Al Colegio iba siempre en bicicleta.
- ¿Y cuántas ruedas tiene su bicicleta?
- Dos ruedas como todas las bicicletas.
- ¿Y no sabía que para ser un buen cristiano se necesitan también dos ruedas?
La señora no se daba ni por enterada ni por vencida.
- Oiga, Padre, yo no sabía que al cielo se iba en bicicleta.
- Pues, aunque le parezca mentira, al cielo solo se va en bicicleta y con la de dos ruedas: El amor a Dios. Y el amor el prójimo. Y los Santos son los grandes patrones de los ciclistas.
- ¿Usted conoce a algún ciclista santo?
- A todos. Para ser santo es preciso amar a Dios con todo el corazón y con toda la mente y con todo lo que somos. Porque esa es una de las llantas por las que uno llega a la santidad. Y la otra: amar al prójimo como a uno mismo.