sábado, 22 de junio de 2019

El Jesús de Madre Teresa de Calcuta

Para mí, Jesús es: 
El Verbo hecho carne. El Pan de la vida.
La víctima sacrificada en la cruz por nuestros pecados.
El Sacrificio ofrecido en la Santa Misa
por los pecados del mundo y por los míos propios.
La Palabra, para ser dicha. La Verdad, para ser proclamada.
El Camino, para ser recorrido. La luz, para ser encendida.
La Vida, para ser vivida. El Amor, para ser amado.
La Alegría, para ser compartida. El sacrificio, para ser dados a otros.
El Pan de Vida, para que sea mi sustento.
El Hambriento, para ser alimentado.
El Sediento, para ser saciado. El Desnudo, para ser vestido.
El Desamparado, para ser recogido. El Enfermo, para ser curado.
El Solitario, para ser amado. El Indeseado, para ser querido.
El Leproso, para lavar sus heridas. El Mendigo, para darle una sonrisa.
El Alcoholizado, para escucharlo. El Deficiente Mental, para protegerlo.
El Pequeñín, para abrazarlo. El Ciego, para guiarlo.
El Mudo, para hablar por él. El Tullido, para caminar con él.
El Drogadicto, para ser comprendido en amistad.
La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga.
El Preso, para ser visitado. El Anciano, para ser atendido.
Para mí, Jesús es mi Dios. Jesús es mi Esposo. Jesús es mi único amor.
Jesús es mi Vida. Jesús es mi Todo.

La leyenda del pan


                         Michel Tournier 


Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, dos pueblos vecinos que estaban peleados, tan peleados, que no querían tener nada igual, ni siquiera nada parecido: si uno plantaba trigo, el otro cultivaba patatas; si en uno los músicos tocaban la guitarra, en el otro soplaban la flauta. Y así ocurría con las comidas, los vestidos, los trabajos y las fiestas.
Todo tenía que ser completamente diferente, menos una sola cosa: en los dos pueblos había panadería y se comía pan. Pero claro, no era el mismo pan. En un pueblo el pan era sequito, casi como uno galleta, pura corteza tostada. En el otro hacían un pan blando, un bollo tierno como una espuma blanquísima, toda miga, que se deshacía en la boca.
Un buen día, el hijo del panadero de uno de los pueblos se enamoró de la hija del panadero del otro pueblo. De nada valieron las protestas de los padres porque los jóvenes se amaban y querían estar juntos. Después de muchas discusiones, los mayores aprobaron el casamiento con la condición de que se fueran a vivir a otro pueblo cercano donde no hubiera panadería; y entonces serían ellos, los enamorados, los panaderos del lugar.
Pero... ¿cómo tendría que ser el pan para que ninguno de los dos pueblos se sintiera disminuido? La nueva panadería debería fabricar un nuevo pan que fuera algo así como un casamiento de bollos y galletas. ¿Cómo hacer un pan que tuviera el mismo tiempo miga y corteza? Los jóvenes panaderos hicieron muchas pruebas; con más y con menos harina, con más y con menos calor en el horno, hasta que por fin consiguieron dorar la corteza y mantener blandito el interior del pan. Y así, por primera vez, la gente de ese pueblo probó el pan que ahora todos conocemos, y los panaderos que lo fabricaban fueron muy felices. Y colorín, colorado… 

jueves, 20 de junio de 2019

La verdad nos hace libres

Y te digo la verdad, ¡Espera! ¿Digo la verdad?
Padre, hablo contigo y no lo tengo claro,
¿Lo hago por obligación? ¿Por rutina?
¿O porque realmente creo?
Y así con los demás, ¿soy tal como parezco ante el resto?
¿O tan sólo una muestra de lo que alguien quiere ver?
Padre, a veces noto dentro de mí una sombra,
me persigue cuando me pongo esa máscara,
cuando miento, callo y no digo quién soy.
Sombras oscuras como la vergüenza, la hipocresía, la mentira...
Pero entonces aparece ella, la verdad,
Y respiro, y de repente siento mi cuerpo flotar,
ligero, libre, y lo recuerdo:
La verdad me hará libre, la verdad os hará libres, y lo soy,
y te hablo porque quiero, consciente de lo que siento.
Y les hablo porque quiero, consciente de lo que soy:
¡¡Libre!!

La madrastra


             Pedro Pablo Sacristán

La señorita Elisa entró aquel día en clase acompañada de una mujer joven y dos niñas.
- "Hoy he traído conmigo a Cenicienta y Blancanieves, que han venido acompañadas por Cruela, su madrastra".
Aquella presentación, como siempre, anticipaba que aquel día descubrirían algo interesante, y que su profesora lo había preparado con cuidado. Cuando todos se sentaron, y la señora Cruela se disponía a hablar, se apagaron todas las luces de la clase. En medio de la oscuridad, se oyeron dos bofetones tremendos, y al momento se escuchó el llanto de Cenicienta y Blancanieves. En ese momento, volvieron las luces, y todos pudieron ver a ambas niñas llorando.
- "Quién ha sido", preguntó la señorita Elisa.
Sin dudarlo, todos señalaron a la madrastra. La madrastra negó con la cabeza, pero en ese momento volvió a irse la luz, y dos sonoros tortazos cruzaron la clase, y los llantos de Clara y Felipe continuaron la historia. Al volver la luz, ambos estaban llorosos, mirando con enfado a la madrastra, a la que todos apuntaban con el dedo. Cuando la madrastra comenzaba a hablar haciéndose la inocente, una vez más se fue la luz.
Pero esta vez tardó sólo un par de segundos en volver, y entonces todos pudieron ver la escena: Cenicienta y Blancanieves corrían hacia Carla y Roberto con el brazo en alto, dispuestas a soltar otro bofetón. Al momento, todos los niños de la clase pedían perdón a la señora Cruela, quien resultó ser una mujer muy amable y simpática, que no sabía qué hacer con sus revoltosas hijastras, a las que quería con locura, pero que no dejaban de liarla allá por donde iban...
- "Y eso es lo que quería enseñaros hoy, chicos, terminó la señorita Elisa, dejarnos llevar por prejuicios basados en cosas superfluas, como la raza, la belleza, o incluso el nombre, es lo más injusto que podemos hacer. ¿No os parece?"

miércoles, 19 de junio de 2019

Yo te amor, Señor

                             A partir del salmo 13

Yo te amo, Señor, mi fortaleza, mi roca, mi baluarte, mi libertador.
Eres la peña en que me amparo, mi escudo y mi fuerza, mi salvador.
En el templo se escuchó mi voz, clamé a Tí en mi angustia;
extendiste tu mano y no caí, tu poder me libró del enemigo.
Las olas de la muerte me envolvían
me aguardaba la ruina, pero el Señor venció.
Tu eres la luz que me ilumina,
el que abre mis caminos, Tu eres mi Dios.
Cuando yo invoqué tu nombre,
me salvó tu amor con mano poderosa.
Son perfectos tus caminos, tus manos me sostienen,
Tu eres mi bien.

No olvides lo principal


Cuenta la leyenda que una mujer pobre con un niño en los brazos, pasando delante de una caverna escuchó una voz misteriosa que allá adentro le decía:
- “Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Y recuerda que después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo principal.”
La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, puso al niño en el suelo y empezó a juntar, ansiosamente, todo lo que podía en su delantal. La voz misteriosa habló nuevamente.
- “Te quedan sólo ocho minutos.”
Agotados los ocho minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia afuera de la caverna y la puerta se cerró. De pronto se dio cuenta que el niño había quedado dentro y la puerta estaba cerrada para siempre.

La riqueza duró poco y la desesperación, toda la vida. Lo mismo ocurre, a veces, con nosotros mismos. Tenemos muchos años para vivir en este mundo, y una voz siempre nos advierte: “No te olvides de lo principal.” Y lo principal son los valores espirituales, la familia, los amigos, la vida. Pero la ganancia, la riqueza, los placeres materiales, nos fascinan tanto que a veces lo principal se queda a un lado.

martes, 18 de junio de 2019

Oración de una madre por sus hijos

Ayúdame Señor a comprender a mis hijos, 
a escuchar pacientemente lo que quieren decirme,
y a responder todas sus preguntas con amabilidad.
Evítame que los interrumpa, que les riña, o contradiga.
Hazme cortés con ellos, para que ellos hagan lo mismo conmigo.

Dame el valor de confesar mis errores,
y pedirles perdón cuando comprenda que he cometido una falta.
Impídeme que lastime los sentimientos de mis hijos.

Prohíbeme que me ría de sus errores,
o que recurra a la afrenta y a la burla como castigo.
No me permitas que induzca a mis hijos a mentir o a robar.

Hazme ciega ante los pequeños errores de mis hijos,
auxíliame a ver las cosas buenas que ellos hacen
y cuando este malhumorada; ayúdame, Dios mío a callarme.
Ayúdame a tratar a mis hijos como niños de su edad,
y no me permitas exigirles el juicio y convicciones de los adultos.

Facúltame para no robarles la oportunidad de confiar en sí mismos,
pensar, escoger o tomar decisiones.
Si tengo que castigarlos que no sea para satisfacer mi egoísmo.
Socórreme, para concederles todos los deseos que sean razonables,
y apóyame, para tener el valor de negarles las comodidades
que yo comprendo que les harán daño.

Hazme justa y ecuánime, considerada y sociable para con mis hijos,
de tal manera que ellos sientan todo mi amor.

Concepto de cielo e infierno


Según cuenta un antiguo relato japonés, un belicoso Samurai desafió en una ocasión a un maestro Zen a que le explicara el concepto de cielo e infierno. Pero el monje respondió con desdén:
- "No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!".
Herido en lo más profundo de su ser, el Samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó:
- Podría matarte por tu impertinencia.
- Eso, repuso el monje con calma, "es el infierno".
Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro le señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el Samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección.
- Y eso, añadió el monje, "es el cielo".

El cielo y el infierno, la paz y la ira, la felicidad y la desdicha, están dentro de nosotros... los llevamos a donde quiera que vamos. Todo ello nos habita y siempre, siempre podemos elegir cuál prevalecerá.

lunes, 17 de junio de 2019

Mi combate cotidiano

                    Félix González

Gracias, Señor, porque llamas a mi puerta y me ofreces
una nueva oportunidad para abrazar el misterio de tu muerte y resurrección.
Ayúdame a hacer silencio, quiero escuchar tu voz.
Toma mi mano, guíame al desierto, donde nos encontraremos solos Tú y yo.
Necesito contemplar tu rostro; me hace falta la calidez de tu voz.
Caminar juntos… callar para que hables Tú.
Me pongo en tus manos, quiero revisar mi vida,
descubrir en qué tengo que cambiar, afianzar lo que anda bien,
sorprenderme con lo nuevo que me pides.
Ayúdame a dejar a un lado las prisas, las preocupaciones que llenan mi cabeza;
barre mis dudas e inseguridades; ayúdame a archivar mis respuestas hechas.
Quiero compartir mi vida y revisarla a tu lado.
Me tienta la seguridad, el “sabérmelas todas”,
tener las cosas demasiado “claras”, no necesitarte.
Me tienta el activismo: hacer, hacer, hacer.
Y me olvido del silencio y la oración.
Me tienta la incoherencia, hablar mucho y hacer poco,
mostrar apariencia de buen cristiano,
pero dentro de mi, donde Tú y yo sabemos, hay mucho que cambiar.
Me tienta ser el centro del mundo;
que los demás giren a mí alrededor, que me sirvan en lugar de servir.
Me tienta la idolatría, fabricarme un ídolo con mis proyectos,
mis certezas y conveniencias, y ponerle tu nombre de Dios.
Me tienta la falta de compromiso.
Es más fácil pasar de largo ante las necesidades de los demás,
que bajarme del caballo y hacer lo del samaritano de la parábola.
¡Hay tantos caídos a mi lado, Señor… y yo me hago el distraído!
Me tienta separar la fe de la vida.
Me tienta, Señor, el desaliento, lo difícil que se presentan las cosas.
Me tienta la falta de esperanza y confianza.
Me tienta el dejarlo para mañana,
cuando debería empezar a cambiar hoy mismo.
Me tienta creer que te escucho, cuando en realidad me escucho a mí mismo.
Dame luz, Señor, para distinguir tu rostro; despójame de lo que me ata,
y pon a prueba mi fe y mi amor, para vivir fiel a Ti. ¡Amén!

La pared del hospital


                          Pedro Pablo Sacristán

Había una vez un niño que cayó muy enfermo. Tenía que estar todo el día en la cama sin poder moverse. Como además los niños no podían visitarlo, sufría mucho por ello, y empezó a dejar pasar los días triste y decaído, mirando el cielo a través de la ventana.
Pasó algún tiempo, cada vez más desanimado, hasta que un día vio una extraña sombra en la ventana: era un pingüino comiendo un bocata de chorizo, que entró a la habitación, le dio las buenas tardes, y se fue. El niño quedó muy extrañado. Aún no sabía qué habría sido aquello, cuando vio aparecer por la misma ventana un mono en pañales inflando un globo. Al principio el niño se preguntaba qué sería aquello, pero al poco, mientras seguían apareciendo personajes locos por aquella extraña ventana, ya no podía dejar de reír, al ver un cerdo tocando la pandereta, un elefante saltando en cama elástica, o un perro con gafas que sólo hablaba de política ...
Aunque, por si no le creían, no se lo contó a nadie, aquellos personajes terminaron alegrando el espíritu y el cuerpo del niño, y en muy poco tiempo este mejoró notablemente y pudo volver al colegio.
Allí pudo hablar con todos sus amigos, contándoles las cosas tan raras que había visto. Entonces, mientras hablaba con su mejor amigo, vio asomar algo extraño en su mochila. Le preguntó qué era, y tanto le insistió, que finalmente pudo ver el contenido de la mochila: ¡¡allí estaban todos los disfraces que había utilizado su buen amigo para intentar alegrarle!!
Y desde entonces, nuestro niño nunca deja que nadie esté solo y sin sonreír un rato.

domingo, 16 de junio de 2019

Oración a la Trinidad Santa

Trinidad Santa, Un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
Misterio incomprensible a la razón humana,
Misterio inefable que no se puede decir con palabras,
te damos gracias porque en tu Misterio de amor
 nos acompaña permanentemente en nuestra existencia humana.
¿Cómo podremos adorarte si ninguna palabra hace honor a tu gloria?
¿Cómo podremos bendecirte si Tú eres la fuente de toda bendición?
Y ¿cómo podremos darte gracias si nuestra misma acción de gracias es obra tuya?
Padre Dios, fuente de toda divinidad, aquí nos tienes unidos a tu Hijo, Jesús,
unidos por los lazos de amor de tu propio Espíritu.
Te pedimos que nos recibas en tu compañía
y que por el don de la fe, la esperanza y la caridad
nos hagas ya, hora, pregustar algo de tu Misterio.
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros. Amén.

"Oler a Dios"


A un hombre de Espíritu le preguntaron en qué consistía eso de experimentar y vivir la fe. Él, sin pensárselo dos veces contestó:
- «Consiste en oler a Dios».
Viendo la extrañeza que causó su respuesta, la aclaró contándoles esta historia:
"Un día Dios llamó a tres personas y les regaló a cada una un pequeño frasco que contenía el perfume de la Vida Eterna.
La primera de ellas, abrumada por tal regalo del mismísimo Dios, compró una cadenita de oro para colgarse el pequeño frasco del cuello. Eso le recordaría a Dios y le haría tenerlo siempre presente.
La segunda marchó deprisa a su casa, derramó el perfume en un recipiente y comenzó a analizar su composición química hasta obtener la fórmula. Se la aprendió de memoria e hizo que los demás también se la aprendieran para que supieran en qué consistía el perfume de la Vida Eterna.
La tercera persona abrió el pequeño frasco y vació todo el perfume sobre su cabeza y se marchó a perfumar el mundo",
Terminada la historia preguntó:
- «¿Quién de los tres dejó de oler como hombre para oler a Dios?»
Los que le escuchaban contestaron evidentemente que el tercero. Y él añadió:
- «Pues en eso consiste experimentar y vivir la fe: en oler a Dios».

No en llevar colgantes religiosos... o en examinar teologías o teorías... sino en oler a Dios... Que nuestra vida expanda el buen olor de Jesús...