sábado, 6 de octubre de 2018

Oración de una conversión llena de amor

Señor, hoy me recuerdas que soy pecador,
invitándome a la conversión radical de mi vida.
Hoy me invitas a creer en tu Palabra,
en tu amistad, a tener confianza en Ti.
Quiero despojarme de la hipocresía que me corroe;
que sepa buscarte y agradecerte en lo secreto.
Quiero ser renovado por tu Santo Espíritu.
Con el corazón abierto a Ti, quiero continuar mi camino
con la seguridad de que tu vas a mi lado. Amén.

La verdad y la mentira

Jean-Léon Gerôme, 1896

Cuenta la leyenda, que un día la verdad y la mentira se cruzaron.
- Buen día. Dijo la mentira.
- Buenos días. Contestó la verdad.
- Hermoso día. Dijo la mentira.
Entonces la verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era.
- Hermoso día. Dijo entonces la verdad.
- Aún más hermoso está el lago. Dijo la mentira.
Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y asintió.
Corrió la mentira hacia el agua y dijo...
- El agua está aún más hermosa. Nademos.
La verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba hermosa y confió en la mentira.
Ambas se quitaron las ropas y nadaron tranquilas.
Un rato después la mentira salió la primera, se vistió con las ropas de la verdad y se fue.
La verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la mentira comenzó a caminar sin ropas y todos se horrorizaban al verla.
Es así como aún hoy en día la gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad y no la verdad al desnudo.

jueves, 4 de octubre de 2018

Himno de las criaturas

                      San Francisco de Asís

Omnipotente, Altísimo, Bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor.
Tan sólo Tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de Ti mención.
Loado seas, mi Señor,
por toda criatura, por el hermano sol.
Loado seas, mi Señor,
por la hermana tierra, las flores de color.
Y por la hermana luna de blanca luz menor,
y las estrellas claras que tu poder creó
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son
y brillan en los cielos. ¡Loado mi Señor!
Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta humilde: ¡Loado mi Señor!
Por el hermano fuego que alumbra al irse el sol
y es fuerte, hermoso, alegre, ¡loado mi Señor!
Y por la hermana tierra que es toda bendición,
la hermana madre tierra que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color
y nos sustenta y rige, ¡loado mi Señor!
Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la coronación!
Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay, si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
No probarán la muerte de la coronación,
servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas, todas: ¡load a mi Señor!

Cómo un niño quiso saber lo que hacía San Francisco de noche

              Florecillas de San Francisco de Asis Capítulo XVII

Un niño muy puro e inocente fue admitido en la Orden cuando aún vivía San Francisco; y estaba en un eremitorio pequeño, en el cual los hermanos, por necesidad, dormían en el suelo. Fue una vez San Francisco a ese eremitorio; y a la tarde, después de rezar completas, se acostó a fin de poder levantarse a hacer oración por la noche mientras dormían los demás, según tenía de costumbre.
Este niño se propuso espiar con atención lo que hacía San Francisco, para conocer su santidad, y de modo especial le intrigaba lo que hacía cuando se levantaba por la noche. Y para que el sueño no se lo impidiese, se echó a dormir al lado de San Francisco y ató su cordón al de San Francisco, a fin de poder sentir cuando se levantaba; San Francisco no se dio cuenta de nada. De noche, durante el primer sueño, cuando todos los hermanos dormían, San Francisco se levantó, y, al notar que el cordón estaba atado, lo soltó tan suavemente, que el niño no se dio cuenta; fue al bosque, que estaba próximo al eremitorio; entró en una celdita que había allí y se puso en oración.
Al poco rato despertó el niño, y, al ver el cordón desatado y que San Francisco se había marchado, se levantó también él y fue en su busca; hallando abierta la puerta que daba al bosque, pensó que San Francisco habría ido allá, y se adentró en el bosque. Al llegar cerca del sitio donde estaba orando San Francisco, comenzó a oír una animada conversación; se aproximó más para entender lo que oía, y vio una luz admirable que envolvía a San Francisco; dentro de esa luz vio a Jesús, a la Virgen María, a San Juan el Bautista y al Evangelista, y una gran multitud de ángeles, que estaban hablando con San Francisco. Al ver y oír esto, el niño cayó en tierra desvanecido.
Cuando terminó el misterio de aquella santa aparición, volviendo al eremitorio, San Francisco tropezó con los pies en el niño, que yacía en el camino como muerto, y, lleno de compasión, lo tomó en brazos y lo llevó a la cama, como hace el buen pastor con su ovejita.
Pero, al saber después, de su boca, que había visto aquella visión, le mandó no decirla jamás mientras él estuviera en vida. Este niño fue creciendo grandemente en la gracia de Dios y devoción de San Francisco y llegó a ser un religioso eminente en la Orden; sólo después de la muerte de San Francisco descubrió aquella visión a los hermanos.
En alabanza de Cristo. Amén.

martes, 2 de octubre de 2018

A los santos Ángeles

                Himno de Vísperas

Ángeles de la gloria y del servicio,
que vivís junto a la fuente de la vida,
la santidad de Dios es vuestra estancia
y su divina faz es vuestra dicha.
Ángeles servidores de la paz
en Belén junto al Hijo de María,
ángeles que rendís adoración
en el desierto al Mesías vencedor,
jóvenes de celestes vestiduras
para anunciar en Pascua la noticia,
la Iglesia reconoce vuestros pasos
y da gracias al Padre que os envía.
Ángeles invisibles y callados,
vuestra gracia supera fantasía;
sois gozo de la excelsa Trinidad
y ayuda de la Iglesia peregrina.
Honor y majestad a Jesucristo,
cuyo rostro los ángeles ansían;
honor y gratitud al Unigénito,
al que nos dio su honor con su venida. Amén.

El poder de la Fe

Una señora muy pobre telefoneó a un programa de radio pidiendo ayuda pues no tenía nada para comer.
Un brujo del mal que por casualidad oía el programa consiguió su dirección, llamó a sus secretarios y ordenó que compraran alimentos y los llevaran a la mujer, con la siguiente instrucción: Cuando ella pregunte quien mandó estos alimentos, responded que fue el diablo…
Cuando llegaron a la casa, la mujer los recibió con alegría y fue inmediatamente guardando los alimentos que le llevaron los ayudantes del brujo.
Al ver que ella no preguntaba nada, ellos le preguntaron:
- ¿Señora, no quiere saber quién le envió estas cosas?
La mujer, en la sencillez de la fe, respondió:
- No, hijito… No es necesario… Cuando Dios manda, ¡hasta el diablo obedece!

lunes, 1 de octubre de 2018

Vivir despierto...

                  Anselm Grün

Dios mío, te doy gracias por este nuevo día.
Siento que aún no estoy despierto del todo
para cumplir con las exigencias que me planteará el día.
Pero confío en que me sostendrás con tu mano protectora
y me darás la fuerza necesaria para esta nueva jornada.
Acompáñame en este día para que dé los pasos correctos;
para que descubra qué cosas hoy me harán progresar en mi camino
y dónde puedo comprometerme con la vida.
Ábreme a la vida y haz que esté en contacto con ella, conmigo mismo,
pero también con todas las personas que encuentre hoy.
Que pueda regalarle a sus corazones un gesto de amor.
Disipa la niebla que a veces me envuelve
y me hace vivir en la mediocridad.
Quiero vivir despierto. Vivir con todos los sentidos.
Quiero gozar de la belleza de la vida.
Quiero contribuir a que este día sea más hermoso,
con colores y alegría para mis amigos.
Bendíceme para que pueda hacerlo,
para que yo sea una bendición para los demás. ¡Amén!

La tetera

                          Hans Christian Andersen

Érase una vez una tetera muy arrogante; estaba orgullosa de su porcelana, de su largo pitón, de su ancha asa; tenía algo delante y algo detrás: el pitón delante, y detrás el asa, y se complacía en hacerlo notar. Pero nunca hablaba de su tapadera, que estaba rota y encolada; o sea, que era defectuosa, y a nadie le gusta hablar de los propios defectos, ¡bastante lo hacen los demás! Las tazas, la mantequera y la azucarera, todo el servicio de té, en una palabra, a buen seguro que se habían fijado en las grietas de la tapa y hablaban más de ella que de la artística asa y del estupendo pitón. ¡Bien lo sabía la tetera!
«¡Las conozco! -decía para sus adentros-. Pero conozco también mis defectos y los admito; en eso está mi humildad, mi modestia. Defectos los tenemos todos, pero una tiene también sus cualidades. Las tazas tienen un asa, la azucarera una tapa. Yo, en cambio, tengo las dos cosas, y además, por la parte de delante, algo con lo que ellas no podrán soñar nunca: el pitón, que hace de mí la reina de la mesa de té. El papel de la azucarera y la mantequera es de servir al paladar, pero yo soy la que otorgo, la que impero: reparto bendiciones entre la humanidad sedienta; en mi interior, las hojas de té se elaboran en el agua hirviente e insípida.»
Todo esto pensaba la tetera en los despreocupados días de su juventud. Estaba en la mesa puesta, manejada por una mano primorosa. Pero un día, la primorosa mano resultó torpe, la tetera se cayó, se rompió el pitón y se rompió también el asa; de la tapa no valía la pena hablar; ¡bastante disgusto había causado ya antes! La tetera yacía en el suelo sin sentido, y se salía toda el agua hirviendo. Fue un rudo golpe, y lo peor fue que todos se rieron: se rieron de ella y no de la torpe mano.
- ¡Este recuerdo no se borrará nunca de mi mente! -exclamó la tetera cuando, más adelante, relataba su vida-. Me llamaron inválida, me pusieron en un rincón, y al día siguiente me regalaron a una mujer que vino a mendigar un poco de grasa del asado. Descendí al mundo de los pobres, tan inútil por dentro como por fuera, y, sin embargo, allí empezó para mí una vida mejor. Se empieza siendo una cosa, y de pronto se pasa a ser otra distinta... Me llenaron de tierra, lo cual, para una tetera, es como si la enterrasen; pero entre la tierra pusieron una semilla. Quién lo hizo, quién me lo dio lo ignoro; el caso es que me lo regalaron. Fue una compensación por las hojas de té y el agua hirviente, por el asa y el pitón rotos. Y la semilla depositada en la tierra, en mi seno, se convirtió en mi corazón, mi corazón vivo; nunca lo había tenido. Desde entonces hubo vida en mí, fuerza y energías. Latió el pulso, la semilla germinó, estalló por la expansión de sus pensamientos y sentimientos, que cristalizaron en una flor. La vi, la sostuve, me olvidé de mí misma ante su belleza.
¡Dichoso el que se olvida de sí por los demás! No me dio las gracias ni pensó en mí; a ella iban la admiración y los elogios de todos. Si yo me sentía tan contenta, ¿cómo no iba a ser ella admirada? Un día oí decir a alguien que se merecía una maceta mejor. Me partieron por la mitad; ¡ay, cómo dolió!, y la flor fue trasplantada a otro tiesto más nuevo, mientras a mí me arrojaron al patio, donde estoy convertida en cascos viejos. Mas conservo el recuerdo, y nadie podrá quitármelo.

domingo, 30 de septiembre de 2018

Amar en lo sencillo y cotidiano

Tú te das cuenta, Señor, de todos los detalles.
Tú conoces nuestras necesidades, nuestros egoísmos y miserias te son familiares,
pero te alegras por cada pequeña cosa que hacemos por el otro.
Tú nos presentas mil ocasiones de amar a lo largo de la vida cotidiana:
la sonrisa al que vive a nuestro lado, la disculpa al que comete un error,
el agradecimiento a quien nos sirve, la broma al que nos encontramos,
la preparación de cualquier alimento, recoger lo del otro, sin quejarnos,
suplir, sin pasar factura, disculpar a quien nos hirió…
Tú nos haces caer en la cuenta de la necesidad
de un telefonazo oportuno, de una carta de acompañamiento,
de una felicitación a alguien lejano, de una visita al que está solo,
de una caricia estimulante, de un gesto gratuito y con amor,
de un aplauso de reconocimiento y del más mínimo detalle hacia cualquiera.
Tú potencias en nosotros el Amor, impulsándonos a:
abrazar expresando el cariño, guiñar el ojo, en señal de atención,
apretar la mano, acompañando un duelo, crear un regalo, con toda ilusión,
hacer hueco al otro, cuando hay poco espacio,
perder protagonismo, para potenciar autoestimas,
y a poner pasión e ilusión al amar de verdad.
Cuando Tú nos invades, Señor… nos haces todo Amor.

Historia de una silla

Fui creada por el trabajo y el ingenio del hombre para ofrecerle un servicio solidario: proporcionarle una postura en la que parte de su cuerpo podría estar descansando mientras que la otra parte podría estar trabajando. Mi primer diseño fue sencillo: un soporte de madera y tres patas. No hay pilar más firme que tres patas para una superficie. Nunca cojeaba. Y sólo una desproporción muy grande entre una pata y otras me hacía cumplir mal mi función. ¡Qué sencilla era entonces; y cuánto podía servir así a las personas!
¡Cuánto más débil, cansado, viejo y enfermo era mi dueño, más útil, bonito y bello era el servicio que yo le prestaba! Se podía decir con verdad lo que dijo de mi el carpintero que me creó: “¡Venid a mi los cansados y agobiados!”
Pero el hombre, en su afán de desbancar la pericia de mi primer creador, me fue rehaciendo guiado de sus propias tendencias. Necesitaba que fuera más segura y más fuerte. Y entonces me puso otra pata. Y desde entonces no paro de cojear. Necesitaba que fuera más cómoda para su comodidad. Y entonces me hizo un soporte más grande y lo forró de mullidos y esponjosos materiales. Necesitaba que fuera distinguida y diferenciada en el caso de que quien se sentara en mi fuera distinguido. Y me empezó a adornar con todo tipo de ridículos lazos y telas.
Al cabo del tiempo ya no éramos sillas para las personas sino que eran personas para las sillas. Las personas, a base de sentarse en estas sillas, se hicieron casi a su imagen y semejanza: seguras de si mismas, fuertes y frías, comodonas y figuronas.
Por eso ya casi nadie cae en la cuenta cuando me ponen en un autobús, y en un parque, y en el metro, y en una sala de cultura... de que fui hecha en primer lugar para los cansados, los agobiados en la lucha, los mayores, los que trabajan. Y con frecuencia tengo que soportar ser el apoyo de los descansados y ver enfrente mía a los cansados que siguen estando de pie.
Y por eso me hace sufrir mucho más, cuando me ponen en la caja de mi carpintero que me creó, que esté antes ocupada por los descansados, o vigorosos o jóvenes traseros que por los cansados. Sobre todo cuanto contemplo la “silla” en que han sentado a mi Padre.
(En memoria de los que dejamos de pie mientras los niños y los jóvenes ocupábamos las sillas)