sábado, 6 de marzo de 2021

Amigos

               José Mª Rodríguez Olaizola

Si gasto las horas en batalla infinita
en vanas visiones o en fugaces sueños,
despertadme, los que me llamáis amigo.
Amigos sois si zarandeáis mi inconsciencia
y plantáis cara a mi egoísmo.
Si afeáis el ciego encierro
de quien se enclaustra tras altos muros
para evitar, viviendo menos, ser herido.
Amigos sois si gritáis
hasta el hartazgo, el vuestro o el mío,
que no han de ser mis días una ficción.
Sed exigentes,
aunque os lo pague con mueca distante.
Algún día bajaré la guardia.
Tenedme paciencia hasta entonces,
pues, con toda mi terquedad
os necesito y os quiero.

Las dos ranas

En un bosque lejano, un grupo de ranas paseaba por el bosque cuando de pronto dos de ellas cayeron por accidente en un profundo hoyo. Pensando en que sería imposible salvarlas, las demás ranas les dijeron a sus desafortunadas compañeras que no se esforzaran pues ya no podrían salir de ahí.
Las dos ranas no hicieron caso y saltaron lo más fuerte que pudieron para salir del hoyo. Afuera, las ranas seguían insistiendo en que sus esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas prestó atención a lo que las demás le decían y se rindió. Terminó por desplomarse del cansancio y murió.
La otra rana continuó saltando con todas sus fuerzas, mientras las ranas le hacían señas y seguían gritando para que dejara de sufrir, pues pensaban que no tenía caso seguir luchando. La rana siguió saltando cada vez más alto hasta que por fin logró salir del hoyo.
Cuando salió, las demás ranas la miraron sorprendidas y le dijeron:
- “Nos alegra que hayas logrado salir de ahí después de todo lo que te dijimos”.
La rana, confundida, les explicó que era parcialmente sorda, por lo que no podía escuchar muy bien de lejos y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse para salir del hoyo.

Moraleja: Una palabra de ánimo a una persona que se siente desanimada o preocupada puede motivarla a levantarse y seguir luchando. En cambio, una palabra dañina a alguien que se encuentra triste o desesperado puede terminar destruyéndolo. Debemos tener cuidado con lo que decimos y aconsejamos. Recuerda que una persona especial es aquella que se da tiempo para ayudar a quien lo necesite.

viernes, 5 de marzo de 2021

Tu eres Señor, el Dios de la vida-2

Me da miedo pensar que, de aquí en adelante,
el camino no hará más que estrecharse
y no volverá ya a ensancharse jamás.
Tengo miedo de caer enfermo, de quedarme inválido,
de enfrentarme a la soledad, de mirar cara a cara a la muerte.
Y me vuelvo a ti, Señor,
que eres el único que puede ayudarme en mis temores
y fortalecerme en mis achaques.
Tú has estado conmigo desde mi juventud;
permanece conmigo ahora en mi vejez.
Tú has presidido el primer acto de mi vida;
preside también el último.
Sostenme cuando otros me fallan.
Acompáñame cuando otros me abandonan.
Dame fuerzas, dame aliento,
dame la gracia de envejecer con garbo,
de amar la vida hasta el final,
de sonreír hasta el último momento,
de hacer sentir con mi ejemplo a los jóvenes
que la vida es amiga y la edad benévola,
que no hay nada que temer
y sí todo esperar cuando Tú estás al lado
y la vida del hombre descansa en tus manos.
¡Dios de mi juventud, sé también el Dios de mi ancianidad!
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas;
ahora, en la vejez y las canas, no me abandones, Dios mío.

Vive el presente

Un hombre se le acerco a un sabio anciano y le dijo:
– Me han contado que eres muy sabio. Por favor, ¿qué cosas haces como sabio que no podamos hacer los demás?
El anciano le contestó:
– Bueno, cuando como, simplemente como; duermo cuando estoy durmiendo, y cuando hablo contigo, solo hablo contigo.
El hombre lo miró con asombro y le dijo:
– Pero yo también puedo hacer esas cosas y no por eso soy un sabio.
– Yo no lo creo así -replicó el anciano-. Cuando duermes, recuerdas los problemas que tuviste durante el día, o te preocupas por los que podrás tener al levantarte. Cuando comes, estás pensando en qué harás después. Mientras hablas conmigo, estás pensando en qué vas a preguntarme o cómo vas a responderme antes de que termine de hablar.

Moraleja: El secreto es estar consciente de lo que estamos haciendo en el momento presente, y así podremos disfrutar de cada minuto de nuestra maravillosa vida.

jueves, 4 de marzo de 2021

Tu eres Señor, el Dios de la vida-1

Tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti; en el seno, tú me sostenías;
siempre he confiado en ti.
No me rechaces ahora en la vejez; me van faltando fuerzas; no me abandones.
Tú eres parte de mi vida, Señor, desde que tengo memoria de mi existencia.
Me alegro y me enorgullezco de ello.
Mi niñez, mi adolescencia y mi juventud han discurrido bajo la sombra de tus manos.
Aprendí tu nombre de labios de mi madre,
te llamé amigo antes de tener ningún otro amigo,
te abrí mi alma como no se la he abierto nunca a nadie.
Al repasar mi vida, veo que está llena de ti, Señor,
en mi pensar y en mi actuar, en mis alegrías y en mis penas.
He caminado siempre de tu mano por senderos de sombra y de luz,
y esa es, en la pequeñez de mi existencia, la grandeza de mi ser.
Gracias, Señor, por tu compañía constante a lo largo de toda mi vida.
Ahora los años se me van quedando atrás,
y me pongo a pensar, aun sin quererlo, en los años que me quedan.
La edad comienza a pesar, a hacerme sentirme incómodo,
a dibujar el molesto pensamiento de que los años que me quedan de vida
son ya menos de los que he vivido.
Mis fuerzas ya no son lo que eran antes,
la memoria me falla, los pasos se me acortan sin sentir,
y mis sentidos van perdiendo la agudeza de que antes me gloriaba.
Pronto necesitaré la ayuda de otros, y solo el pensar eso me entristece.
Más aún que el debilitarse de los sentidos,
siento el progresivo alargarse de la sombra de la soledad sobre mi alma.
Amigos han muerto, presencias han cambiado,
lazos se han roto, mentalidades han evolucionado,
y me encuentro protestando a diario contra la nueva generación,
sabiendo muy bien que al hacerlo me coloco a mí mismo en la vieja.
Cada vez queda menos gente a mi lado
con quien compartir ideas y expresar opiniones.
Me estoy haciendo suspicaz,
no entiendo lo que otros dicen, ni siquiera oigo bien,
y me refugio en un rincón cuando los demás hablan,
y en el silencio cuando dicen cosas que no quiero entender.

Todo el mundo tiene una historia

Me gusta la historia de un muchacho de unos 25 años que miraba desde la ventana del tren y gritaba sin parar...
- "¡Papá, mira! ¡Los árboles se mueven y se van alejando!".
El padre sonrió. Una joven pareja sentada cerca, miró el comportamiento infantil del muchacho de 25 años con lástima, que de repente exclamó de nuevo...
- "¡Papá, mira las nubes, están corriendo con nosotros!"
La pareja no pudo resistirse y le dijo al padre:
- "¿Por qué no llevas a tu hijo a un buen doctor? Su comportamiento infantil indica que tiene algún problema"
El padre sonrió y dijo: - "lo hice, acabamos de salir del hospital y de tratarle. Mi hijo estaba ciego de nacimiento y hoy es el primer día de su vida que puede ver".

Moraleja: Una vez más, otra historia que anima a no dejarse llevar por los prejuicios, ya que cada persona es un mundo.

martes, 2 de marzo de 2021

No Esperes...

¿A qué esperar...? si los días pasan raudos,
si los días se pierden en la sinrazón de tus idas y venidas,
pronto abrirás los ojos, ojalá tu tiempo no haya sido perdido.
¿A qué esperar...?
para dar un abrazo, para decir un te quiero,
para brindar una mano, para perdonar,
para pedir perdón, para ayudar.
¿A qué esperar...?
para enterarnos que hemos destruido todo,
que ya no hay mañana para nuestros nietos,
a que esperar para reconstruirles el mundo?
para hacerlo posible para todos…,
para que el agua corra limpia... los pájaros vuelen libres...,
el viento sople fresco... la montaña se vista de verde...,
nuestros niños jueguen y salten sin prevenciones,
nuestros ancianos mueran satisfechos,
por la vida dada, por la vida recibida...
¿A qué esperar?
hazlo ahora... vamos, hazlo ahora
da ese pasito... abre bien los ojos...
la vida no te la fabrican en un Noticiario…,
no te la hacen en una novela...
es tu responsabilidad tu vida...
es tu responsabilidad este mundo que habitas...
este mundo y esta vida es aquí y es ahora...
Ayuda, ¿a qué esperas?

Perritos a la venta

El dueño de una tienda de mascotas colocó un letrero sobre su puerta que decía: "cachorros a la venta". Letreros como este siempre atraen a los niños pequeños. Un niño lo vio, se acercó al dueño y preguntó:
- "¿señor, por cuánto va a vender los cachorros?"
El dueño de la tienda respondió: "cada cachorro vale 50 euros".
El niño sacó las monedas de su bolsillo. "Tengo 2.45 euros", dijo. "¿Por este precio puedo mirarlos por favor?"
El dueño de la tienda sonrió y silbó. Fuera de jaula apareció Lady, una perrita que corrió por el pasillo de la tienda, seguida por cinco pequeñas bolas de pelo. Un cachorro se quedaba muy atrás, caminando con dificultad.
Inmediatamente, el niño señaló al cachorro rezagado y cojeando y dijo: "¿qué le pasa a ese perrito?"
El dueño de la tienda explicó que el veterinario había examinado al cachorrito y había descubierto que tenía un defecto en una pata. Siempre sería cojo.
El niño pequeño se emocionó. "Ese es el cachorro que quiero comprar".
El dueño de la tienda dijo: "No, no te voy a vender a ese perrito". Si realmente lo quieres, te lo regalaré".
El niño pequeño se enfadó. Miró directamente a los ojos del dueño de la tienda, señalando con el dedo, y dijo: "No quiero que me lo regale. Ese pequeño perro vale tanto como todos los otros perros y pagaré el precio completo. De hecho, le daré 2.34 € ahora y 50 céntimos cada semana hasta que lo tenga pagado por completo".
El dueño de la tienda respondió: "Pero... nunca podrá correr, saltar y jugar contigo como los otros cachorros".
Para sorpresa del tendero, el niño se inclinó y se subió la pernera del pantalón para descubrir una pierna izquierda torcida y lisiada, sostenida por un gran tirante de metal. Levantó la mirada hacia el dueño de la tienda y respondió en voz baja: "¡Bueno, yo tampoco puedo correr y el pequeño cachorro necesitará a alguien que lo entienda!"

Moraleja: cada persona en el planeta tiene una historia. No juzgues antes de que realmente las conozcas. La verdad puede sorprenderte.

lunes, 1 de marzo de 2021

Para todos sale el sol

Sobre buenos y malos, Padre, haces salir el sol y mandas la lluvia.
A todos sostienes, a todos ofreces tu regazo
y susurras palabras de vida y ternura,
independientemente de sus méritos, de su dignidad,
de su bondad o malicia, de su credo, de su autoestima.
Amas a todos, mas no eres neutral.
Amas al injusto, pero detestas la injusticia.
Amas al pobre, pero aborreces la pobreza.
Amas al engreído, pero te hastía el orgullo.
Amas al pecador, pero odias toda maldad.
Graba en nosotros las claves de tu corazón,
y da a nuestras entrañas los ritmos de tu querer
para respetar a los que son diferentes,
ser tolerantes con los que no coinciden,
dialogar con los disidentes, acoger a los extranjeros,
prestar sin esperar recompensa, defender a los débiles,
saludar a los caminantes,
y amar a todos por encima de nuestros gustos y preferencias.
Enséñanos, Padre, a ser como Tú.
Que todos puedan decir:
Son hijas e hijos dignos de tal Padre.

El anillo del Rey “Esto también pasará”

                Cuento popular – Anónimo

Una vez, un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:
– “He mandado hacer un precioso anillo con un diamante a uno de los mejores orfebres del reino. Quiero guardar, oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo”.
Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios, eruditos que podían haber escrito grandes tratados… pero ¿pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy difícil. Igualmente pensaron, y buscaron en sus libros de filosofía durante muchas horas, sin encontrar nada que ajustara a los deseos del poderoso rey.
El rey tenía muy próximo a él, un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre murió, era tratado como de la familia y gozaba del respeto de todos.
Por esos motivos, el rey, también lo consultó. Y éste le dijo:
– “No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.”
– “¿Cómo lo sabes”?, preguntó el rey
– “Durante mi larga vida en Palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.
En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.
– “Pero no lo leas”, dijo, “mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación”.
Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado. Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo, y los perseguidores eran numerosos. En un momento, llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle. Caer por él, sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.
Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento…
Simplemente decía “Esto También Pasará”.
En ese momento fue consciente que se cernía sobre él, un gran silencio.
Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino. Pero lo cierto es que lo rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.
El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo. Reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado.
El día de la victoria, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile…y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.
En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:
– “Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo.”
– “¿Qué quieres decir?”, preguntó el rey. “ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.
– “Escucha”, dijo el anciano, “este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje… “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”
Y, nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido.
El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.
Entonces el anciano le dijo:
– “Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”

domingo, 28 de febrero de 2021

Oración con Jesús en el Tabor

Señor, qué bien se está aquí a tu lado.
Quiero estar atento a la Palabra del Padre
para escuchar lo que quieres de mi y seguirte.
Cuando estoy contigo a solas, cuando hago silencio,
cuando me pongo a tu escucha
me ocurre lo mismo que a Pedro, a Santiago y a Juan,
siento que mi vida se ilumina.
Tú me haces descansar del trajín de cada día,
me impulsas a perdonar, me reconcilias conmigo mismo
y me acompañas a bajar de nuevo a la vida.
Me dices que, como a Ti, la cruz y las dificultades me esperan.
Que he de salir de mi rutina y bienestar.
Que seguirte es duro, pero al final del camino,
Tú me esperas glorioso y resucitado.
Así, contigo, caminaré hacia la Pascua.
Gracias, Señor, por la fe y la esperanza que me das.
¡Qué bien se está a tu lado!

El Dios del bosque

Una viuda de una pobre aldea de Bengala no tenía dinero para pagar el autobús de su hijo, pues ella lo había matriculado en un colegio que estaba muy lejos de su casa. El chico tenía que atravesar solo un bosque. Para tranquilizarlo, ella le dijo.
- No tengas miedo del bosque, hijo mío. Pídele a Dios que te acompañe. Él escuchará tu oración.
El muchacho hizo lo que su madre le decía, Dios se le apareció y desde entonces lo acompañaba todos los días a la escuela.
Cuando llegó el día del cumpleaños del profesor, el niño le pidió dinero a su madre para comprar un regalo.
- No tenemos dinero, hijo. Pídele a Dios que te consiga un regalo.
Al día siguiente, el niño le contó su problema a Dios. Este le dio una jarra llena de leche.
Animado, el niño le entregó la jarra al profesor. Pero como los otros regalos eran más bonitos, el maestro no le prestó al suyo la más mínima atención.
- Lleva esta jarra a la cocina le dijo el profesor a un ayudante.
El ayudante hizo lo que se le había ordenado. Al intentar vaciar la jarra, sin embargo, se dio cuenta de que volvía a llenarse sola. Inmediatamente fue a comunicárselo al profesor, quien, confuso, le preguntó al niño.
- ¿Dónde has conseguido esta jarra? ¿Cuál es el truco que la mantiene llena?
- Quien me la dio fue el Dios del bosque.
Todo el mundo se echó a reír, el maestro, los alumnos, el ayudante.
- ¡No hay dioses en el bosque! ¡Eso es superstición! dijo el maestro. Si es verdad que existe, ¡salgamos a verlo!
El grupo entero salió. El niño se puso a llamar a Dios, pero este no aparecía. Desesperado, realizó un último intento.
- Dios que me acompañas en este bosque, mi maestro quiere verte. Por favor, ¡aparece!
En este momento vino del bosque una voz que resonó por todos los rincones.
- ¿Estás seguro de que quiere verme, hijo mío? ¡Si él ni siquiera cree que existo!