viernes, 5 de mayo de 2023

María, Madre de la Iglesia

           Papa Pablo VI

Virgen María, Madre de la Iglesia, te encomendamos toda la Iglesia.
“Socorro de los cristianos”, protégenos y asístenos a todos,
al Papa, a los obispos, sacerdotes, religiosos y seglares,
que con ellos colaboran en su arduo trabajo.
Tú que, por Tu mismo divino Hijo, en el momento de su muerte redentora,
fuiste presentada como Madre al discípulo predilecto,
acuérdate del pueblo cristiano, que en Ti confía.
Acuérdate de todos tus hijos; avala sus preces ante Dios;
conserva sólida su fe; fortifica su esperanza; aumenta su caridad.
Acuérdate de aquellos que viven en la tribulación,
en las necesidades, en los peligros,
especialmente de aquellos que sufren persecución
y se encuentran en la cárcel por la fe.
Para ellos, Virgen Santísima, solicita la fortaleza
y acelera el ansiado día de su justa libertad.
Mira con ojos benignos a nuestros hermanos separados, y dígnate unirnos,
Tú que has engendrado a Cristo, fuente de unión entre Dios y los hombres.
Templo de la luz sin sombra y sin mancha,
intercede ante tu Hijo Unigénito,
Mediador de nuestra reconciliación con el Padre,
para que sea misericordioso con nuestras faltas
y aleje de nosotros la desidia,
dando a nuestros ánimos la alegría de amar.
Finalmente, encomendamos a Tu Corazón Inmaculado
todo el género humano; condúcelo al conocimiento
del único y verdadero Salvador, Cristo Jesús;
aleja de él el flagelo del pecado,
concede a todo el mundo la paz en la verdad,
en la justicia, en la libertad y en el amor.
Y haz que toda la Iglesia pueda elevar al Dios de las misericordias
un majestuoso himno de alabanza y agradecimiento,
un himno de gozo y alegrías,
pues grandes cosas ha obrado el Señor por medio tuyo,
clemente, piadosa y dulce Virgen María.

El secreto de la felicidad

Un mercader envió a su hijo con el más sabio de todos los hombres para que aprendiera el secreto de la felicidad. Al llegar al castillo, este acabó en una sala llena de gente hablando, personas que entraban y salían...
El sabio conversaba con todos y el joven tuvo que esperar dos horas para que lo atendiera. Tras escuchar lo que quería, el hombre le dijo que no podía contarle el secreto de la felicidad y le sugirió que diera un paseo por su palacio y volviera en dos horas.
- «Pero quiero pedirte un favor. Mientras caminas, lleva esta cucharita y cuida que el aceite no se derrame», le rogó el sabio.
Este se dio una vuelta por el palacio sin quitar la vista de la cuchara. Al volver, el sabio le preguntó si había admirado todas las obras de arte colgadas en las paredes, a lo que el joven le respondió que no.
- «Vuelve y conoce las maravillas de mi mundo. No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa», le insistió.
Esta vez el joven sí se detuvo a contemplar las obras que adornaban el edificio.
Al regresar, sí que lo había visto todo, pero se habían derramado dos gotas de aceite.
- «Este es el único consejo que puedo darte. El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse nunca de las dos gotas de aceite de la cuchara», le reveló el sabio de todos los sabios.

miércoles, 3 de mayo de 2023

Alabanza al Dios creador (Salmo 148)

Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles; alabadlo, todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna; alabadlo, estrellas lucientes.
Alabadlo, espacios celestes y aguas que cuelgan en el cielo.
Alaben el nombre del Señor, porque él lo mandó, y existieron.
Les dio consistencia perpetua y una ley que no pasará.
Alabad al Señor en la tierra, cetáceos y abismos del mar,
rayos, granizo, nieve y bruma, viento huracanado que cumple sus órdenes,
montes y todas las sierras, árboles frutales y cedros,
fieras y animales domésticos, reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños,
alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra; él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido.

Raíces profundas

Durante un tiempo fui vecino de un médico cuyo pasatiempo era plantar árboles en el enorme patio de su casa. Desde mi ventana veía cómo día a día los plantaba. Lo que más me llamaba la atención era que no regaba los arbolitos.
Tanta era mi curiosidad que fui a preguntarle. Me dijo que si regaba sus arbolitos, las raíces se acomodarían en la superficie y quedarían siempre esperando el agua que él diariamente les daba. Al no regarlos, éstos tardarían más en crecer, pero sus raíces se verían obligadas a profundizar en la tierra en busca del agua y de los nutrientes que se encuentran en las capas más profundas del suelo.
Así, los árboles tendrían raíces profundas y serían más resistentes.
Al cabo de un tiempo fui a vivir a otro país. Cuando después de varios años regresé a mi antigua casa, noté que mi vecino había cumplido su sueño, tenía un hermoso bosque.
Llegó el rigor del invierno y en un día muy ventoso, cuando todos los árboles de la calle estaban arqueados por el viento, pude notar la solidez de los árboles de mi vecino, que casi ni se movían.
Las adversidades por las cuales aquellos árboles habían pasado, al ser privados de agua, les había beneficiado mucho más que el confort o un trato mucho más delicado.
Todas las noches antes de ir a acostarme echo siempre una mirada a mis hijos. Les observo y veo cómo ellos van creciendo.

“Siempre pedimos que las cosas sean fáciles, pero, en verdad, lo que necesitamos es pedir que en nuestro interior se formen raíces fuertes y profundas; de tal modo, que cuando las tempestades lleguen, sin previo aviso y los vientos helados soplen, seamos capaces de resistir en lugar de ser derrotados y destruidos como lo son los árboles sin raíces profundas."