sábado, 28 de septiembre de 2019

Que pueda alabarte

Oh Dios, creador y defensor del género humano,
que formaste al hombre a tu imagen
y lo recreaste más admirablemente
con la gracia del Bautismo,
dirige tu mirada sobre mi, siervo tuyo,
y sé propicio a mis súplicas.
Te pido que nazca en mi corazón el esplendor de tu gloria
para que, alejando todo temor,
pueda alabarte con ánimo y espíritu sereno,
junto a mis hermanos en tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

El jefe y los empleados


Historia perteneciente al libro “El Silencio del Alma”

Durante 15 años estuve trabajando en una empresa comercial. No éramos muchos compañeros pero intentábamos llevarnos lo mejor posible, sin dejar que el roce del día a día nos hiciera tener conflictos entre nosotros. Lo que hacíamos era descargar todos nuestros problemas en el jefe. El era el responsable de la marcha de la empresa, así que si algo no funcionaba era su responsabilidad. Si algo estaba mal, era su problema. Y por supuesto, él era el culpable de los malos resultados económicos y de trabajo. ¿No cobraba más que el resto?, pues que él respondiera ante el dueño de la empresa. Además, no nos gustaba que alguien estuviera por encima nuestro, mandándonos.
Cierto día sucedió que el jefe dimitió. Organizó una reunión con el dueño de la empresa y todos los empleados, y dijo que renunciaba a su cargo. Ya que nadie estaba contento con su trabajo, lo dejaba sin más. Aceptó una reducción de sueldo y se convirtió en uno más de nosotros. Aquello resultó ser algo muy extraño pues yo personalmente nunca había conocido a nadie que se hubiera rebajado su categoría laboral y menos económica. Así que a partir de aquel día, el jefe pasó a ser un trabajador más como nosotros. La verdad es que todos los trabajadores estábamos muy contentos, ahora éramos todos iguales.
Pensábamos que se había acabado la época de tensiones y problemas en la empresa, pero sucedió todo lo contrario. Los problemas lejos de disminuir, aumentaron, y al no tener un chivo expiatorio, cada uno tuvo que asumir su parte de responsabilidad en los pésimos resultados de la empresa. Aquello iba cada vez peor y el dueño no sabía qué hacer. A nadie le gustaba esa situación y menos a nosotros pues teníamos que dar la cara ante el dueño. Así que organizamos una reunión y pedimos por favor al antiguo jefe que volviera a retomar su cargo. El no lo veía claro, pero después de hablar con cada uno de nosotros y con el dueño, decidió retomarlo con una condición, que le ayudáramos a ser buen jefe.
Realmente a nosotros nos interesaba mucho aquella situación ya que él seguiría dando la cara ante el dueño, aunque cobrase más dinero que el resto de nosotros. Pero ahora no íbamos a volver a dejar que pasase la situación anterior, así que intentamos que se sintiese bien siendo el jefe para que así nos dejase tranquilos. Nos pusimos todos de acuerdo en que cuando hubiera un problema, iríamos a decírselo rápidamente a él, para que intentase solucionarlo lo antes posible. Y así sucedió que todos intentamos hacer las cosas un poco mejor y no ponerle zancadillas para que no volviese a dimitir. El seguía siendo el jefe como antes pero ahora en vez de echarle las culpas de todo, hacíamos todo lo posible para que él hiciera bien su trabajo.
Curiosamente, los resultados no tardaron en llegar. El trabajo mejoró, cayó en picado el índice de errores, las medidas correctoras mejoraron y los resultados de la empresa volvieron a ser positivos, como hacía mucho tiempo. Además, una nueva atmósfera se respiraba en la fábrica. El dueño, claro, estaba encantado, y organizó una reunión para darle las gracias al jefe por su labor y reconocerle todos sus éxitos. Pero cuando le tocó el turno de hablar al jefe, todos nos quedamos atónitos ante lo que dijo:
- No, no, yo no soy el responsable de la buena marcha de la empresa ahora. Vosotros mismos sois los responsables. Cuando me juzgasteis incapaz y mal jefe, erais vosotros mismos incapaces y malos trabajadores. Y ahora todo va bien porque está en vuestra voluntad el hacerlo. Yo no existo sino en vuestras acciones. No existe un jefe, sino que existen los que son jefes de su propio trabajo, los que se responsabilizan de cada una de sus acciones, y trabajan día a día para que la empresa funcione mejor. Cada uno es su propio soberano.
La verdad es que desde aquel día, todos sentimos que éramos un poco jefes, que tomábamos la responsabilidad de nuestras acciones. Eso nos hacía sentirnos más importantes, más valorados. Desde entonces, dejé de echar las culpas a los demás o al destino de las cosas que no me gustaban en mi vida y empecé a sentirme el único dueño y soberano de mi vida. Curiosamente seguí haciendo el mismo trabajo y llevando la misma vida, pero ahora… me sentía más lleno.
Y no es casualidad que debido a la mejora económica de la empresa, el dueño nos subió el sueldo a todos, ¡ahora todos cobrábamos como jefes!

viernes, 27 de septiembre de 2019

A san Vicente de Paúl

San Vicente de Paúl, apóstol y testigo de la Caridad de Cristo,
alcánzanos amar a Dios, con nuestros brazos y la ayuda de la gracia divina.
Ayúdanos a abandonarnos a su Providencia,
fieles en descubrir su acción en todos los acontecimientos de nuestra vida.
Sostennos en nuestro deseo de discernir y cumplir la voluntad de Dios.
Obtennos un corazón tierno y compasivo
con las miserias y sufrimientos de los pobres,
especialmente de los más indefensos y abandonados de este mundo,
los preferidos de Dios.
Acompáñanos en nuestro servicio a los hombres
para que, en todas nuestras actividades
de servicio y de evangelización,
seamos personas apasionadas del Evangelio del Amor.

Ver a Dios


En una escuela primaria la maestra dijo:
- Pablito mira por la ventana…, ¿ves el cielo?
- Sí, maestra -respondió el niño-.
Volvió a preguntar la maestra:
- ¿Pablito ves a Dios?
- No maestra -contestó Pablito-.
- Eso es -explicó la maestra- para que ustedes se den cuenta que Dios no existe.
Entonces se levantó una niña llamada Saraiy le preguntó a la maestra:
- ¿Puedo hacerle una pregunta a Pablito, maestra?
- Claro que si -contestó la maestra.
- Pablito, ¿ves la cabeza de la maestra?
- Sí, contestó Pablito,
- ¿Y puedes ver el cerebro de la maestra?
- No... Contestó Pablito.
- Eso es para que se den cuenta que la maestra no tiene cerebro.

Dios existe y es real... ¿Que no se ve? Yo lo veo cada mañana al despertar, en el canto de las aves, en los rayos del sol, en las gotas de lluvia, en el aire que respiro... ¡¡¡Es mi creador y me ha dado todo!!! Comenzando por el aliento de vida... ¡¡¡Nunca pierdas la FE pase lo que pase!!!.......
El amor de Dios es maravilloso y su misericordia es para siempre!

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Hazme prudente, Señor

                        J. Leoz

Que me ofrezca sin esperar nada a cambio.
Que exprima lo mejor de mí mismo,
aún, aparentemente, no viendo fruto alguno.
Que trabaje los talentos que Tú me has dado
y puedan servir como camino que me lleven hacia Ti.
Que, de tal manera viva yo en Ti,
que disfrute viviendo y cumpliendo tu voluntad,
distante de lo efímero, para buscar lo eterno,
crítico con aquello que me paraliza
y dinámico para buscarte en el silencio,
para dar y regalar lo mejor de mí mismo.
Que no te busque por interés.
Que no te quiera porque me esperas.
Que no te amé porque es mucho lo que me aguarda.
Para que te busque porque eres lo mejor.
Para que te quiera porque siempre esperas.
Para que te amé, porque, Tú antes, me amas.

Una gran amistad


Plácido Domingo y José Carreras que emocionaron al mundo cantando juntos. Por cuestiones políticas, se volvieron enemigos.
Ambos hacían constar en sus contratos que sólo actuarían en determinado espectáculo si el adversario no fuese invitado. Pero Carreras enfermó de una terrible leucemia. Se sometió a varios tratamientos, como auto trasplante de la médula ósea, además del cambio de sangre, lo que le obligaba a viajar una vez al mes a Estados Unidos.
En esas condiciones no podía trabajar y eso debilitó sus finanzas. Supo de la existencia de una fundación en Madrid, cuya única finalidad era apoyar el tratamiento de enfermos de leucemia. Gracias a ese apoyo pudo vencer la enfermedad y volvió a cantar.
Carreras quiso asociarse a la Fundación. Al leer los estatutos descubrió que el fundador, mayor colaborador y presidente de la fundación era Plácido Domingo. Que éste había creado la Fundación en principio para atenderlo y que se había mantenido en el anonimato para no humillarlo al tener que aceptar auxilio de su adversario.
El encuentro más conmovedor fue de los dos, imprevisto para Plácido, en una de sus actuaciones en Madrid. Allí, Carreras interrumpe el concierto y humildemente, arrodillándose a sus pies, le pide disculpas y le agradece en público. Plácido lo levanta y con un fuerte abrazo, los dos sellan en ese instante el inicio de una gran amistad.

martes, 24 de septiembre de 2019

Oración a la Virgen

                 de la encíclica Lumen Fidei, Papa Francisco

¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra,
para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos,
saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor,
para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor,
sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz,
cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús,
para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros,
hasta que llegue el día sin ocaso,
que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.

Juzgar antes de tiempo


En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en una heladería y se sentó en una mesa. La camarera puso un vaso de agua frente a él.
-"¿Cuanto cuesta un helado de chocolate con almendras?", preguntó el niño.
-"Cincuenta céntimos", respondió la camarera.
El niño sacó la mano del bolsillo y miró el dinero que llevaba.
-"¿Cuánto cuesta el helado de chocolate solo?", volvió a preguntar.
Algunas personas estaban esperando para sentarse y la camarera ya estaba un poco impaciente.
-"Treinta y cinco céntimos", dijo ella bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas.
-"Quiero el helado solo", dijo el niño.
La camarera le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se fue a seguir con su trabajo. El niño terminó el helado, pagó en la caja y se fue.
Cuando la camarera volvió a limpiar la mesa le costó creer lo que estaba viendo. Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco céntimos..., su propina.
Jamás juzgues a alguien antes de tiempo.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Libera mi corazón, Señor

Señor, no dejes que mi corazón
se aferre a los ídolos del poder y del tener.
Amarte a ti con todo el corazón
me libera del ansia, de la avaricia, de la ambición,
del miedo de no tener nunca bastante.
Amarte con todo el corazón
me abre al gozo de compartir, de dar y recibir
los bienes que has puesto a nuestra disposición
según las necesidades de cada uno.
Entonces el mundo deja de ser un campo de batalla
del egoísmo y el ansia de tener
y empieza a asemejarse a una gran familia,
la familia de los hijos de Dios.
Entonces el dinero deja de ser un arma peligrosa
y se convierte en un instrumento muy útil
al servicio del bienestar universal.

Los siete tarros de oro


Al pasar un barbero bajo un árbol oyó una voz que le decía:
- ¿Te gustaría tener los siete tarros de oro?
El barbero respondió anhelante:
- Sí, me gustaría mucho.
- Entonces ve a tu casa en seguida, dijo la voz, y allí los encontrarás.
El barbero fue corriendo a su casa. Y en efecto: allí estaban los siete tarros, todos ellos llenos de oro, excepto uno que sólo estaba medio lleno.
Entonces el barbero no pudo soportar la idea de que un tarro no estuviera lleno del todo. Sintió un violento deseo de llenarlo, de lo contrario, no sería feliz. Fundió todas las joyas de la familia en monedas de oro y las echó en el tarro. Pero éste seguía igual que antes: medio lleno. ¡Aquello le exasperó!
Se puso a ahorrar y a economizar como un loco, hasta hacer pasar hambre a su familia. Todo inútil. Por mucho oro que introdujera en el tarro, éste seguía estando medio lleno. De modo que un día pidió al Rey que le aumentara su sueldo. El sueldo le fue doblado y reanudó su lucha por llenar el tarro. Incluso llegó a mendigar Y el tarro engullía cada moneda de oro que en él se introducía, pero seguía estando a medio llenar.
El Rey se dio cuenta del miserable y famélico aspecto del barbero. Y le preguntó:
- ¿Qué es lo que te ocurre? Cuando tu sueldo era menor, parecías feliz y satisfecho. Y ahora que te ha sido doblado el sueldo, estás destrozado y abatido. ¿No será que tienes en tu poder los siete tarros de oro?
El barbero quedó estupefacto.
- ¿Quién os lo ha contado, Majestad?, preguntó.
El Rey se echó a reír.
- Es que es obvio que tienes los síntomas de la persona a quien el fantasma ha ofrecido los siete tarros. Una vez me los ofreció a mí y yo le pregunté si el oro podía ser gastado o era únicamente para ser atesorado; y él se esfumó sin decir una palabra. Aquel oro no podía ser gastado. Lo único que ocasiona es el irresistible impulso de amontonar cada vez más. Anda, ve y devuélveselo al fantasma ahora mismo y volverás a ser feliz.