sábado, 25 de mayo de 2019

Con amor y por amor, como Tú

Señor, perdóname, porque muchas veces
trato a los demás como ellos me tratan a mí;

me dejo llevar por lo que me apetece en cada momento.
Tú, en cambio, no me tratas como merecen mis pecados:
tu amor desborda todos mis merecimientos y deseos.
Señor Jesús, enséñame a vivir, enséñame a amar, como Tú.
Que sepa hablar con amor y por amor, como tú.
Que sepa rezar con amor y por amor, como tú.
Que sepa poner a Dios Padre por encima de todo y de todos. con amor y por amor, como tú.
Que sepa trabajar con amor y por amor, como tú.
Que sepa obedecer y rebelarme con amor y por amor, cómo tú.
Que sepa transmitir la fe con amor y por amor, como tú.
Que sepa cumplir los mandamientos con amor y por amor, como tú.
Que sepa compartir con amor y por amor, como tú.
Que sepa renunciar a todo lo que nos separa de Dios con amor y por amor, como tú.
Que sepa servir con amor y por amor, como tú.
Que sepa llevar la cruz con amor y por amor, como tú.
Que sepa compartir mi tiempo y mi vida con amor y por amor, como tú.
Señor Jesús, que sepa vivir y amar como tú y unido a ti. Amén.


Libertad para elegir


                Historias de Luz y Sabiduría

Era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo. Al terminar la clase, ese día de verano, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo:
- Profesor, cuánto me alegra haber terminado la clase porque no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburrida.
El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado.
El profesor miró al alumno un instante y muy tranquilo le preguntó:
- Cuando alguien te ofrece algo que no quieres, ¿lo recibes?
El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.
- Por supuesto que no, contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho
- Bueno, prosiguió el profesor, cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso un sentimiento de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar.
- No entiendo a qué se refiere, dijo el alumno confundido.
- Muy sencillo, replicó el profesor, tú me estás ofreciendo rabia y desprecio y si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo, y yo, amigo mío, prefiero obsequiarme mi propia serenidad. Muchacho, concluyó el profesor en tono gentil, tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa. Yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón, pero de mí depende lo que yo cargo en el mío. Cada día, en todo momento, tú puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres poner en tu corazón y lo que elijas lo tendrás hasta que decidas cambiarlo.
Y finalizó diciendo: Es tan grande la libertad que nos da la vida que hasta tenemos la opción de amargarnos o ser felices.

viernes, 24 de mayo de 2019

A María Auxilio de los cristianos

Virgen María Auxilio de los cristianos
que tu Bendición permanezca en mí noche y día,
en la alegría y en la tristeza, en el trabajo y en el descanso,
en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte.
Oh María Auxiliadora, dichoso quien te pide, recibe y guarda,
y después de obtenerla aquí en la tierra
la lleve a su último suspiro como prenda de vida eterna.
Nuestro Auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Virgen María, Auxilio de los cristianos,
acompáñame en mis viajes, en mis trabajos,
y protégeme de males y enfermedades.
María Auxiliadora, dame tu bendición, y la de tu Santo Hijo,
para mi y para cada uno de mis familiares,
en este día y todos los días de mi vida. Amén.

Este hombre está chiflado


San Juan Bosco necesitaba construir una Iglesia en honor de María Auxiliadora, pero no tenía nada de dinero. Se lanzó, pero las deudas también se lanzaron sobre él. Para conseguir dinero en un momento en que no podía retrasar más los pagos, un día le dijo a la Virgen:
– ¡Madre mía! Yo he hecho tantas veces lo que tú me has pedido… ¿Consentirás en hacer hoy lo que yo te voy a pedir?
Con la sensación de que la Virgen se ha puesto en sus manos, don Bosco entra en el palacio de un enfermo que tenía bastante dinero pero que también era bastante tacaño. Este enfermo, que hace tres años vive crucificado por los dolores y no podía siquiera moverse de la cama, al ver a don Bosco le dijo:
- Si yo pudiera sentirme aliviado, haría algo por usted.
- Muchas gracias; su deseo llega en el momento oportuno; necesito precisamente ahora tres mil liras.
- Está bien; obténgame siquiera un alivio, y a fin de año se las daré.
- Es que yo las necesito ahora mismo.
El enfermo cambia con mucho dolor de postura, y mirando fijamente a don Bosco, le dice:
- ¿Ahora? Tendría que salir, ir yo mismo al Banco Nacional, negociar unas cédulas… ¡Ya ve!, es imposible.
- No, señor, es muy posible -replica Don Bosco mirando su reloj-. Son las dos de la tarde… Levántese, vístase y vamos allá dando gracias a María Auxiliadora.
- ¡Este hombre está chiflado!, protesta el viejo entre las mantas, hace tres años que no me muevo en la cama sin dar gritos de dolor, ¿y usted dice que me levante? ¡Imposible!
- Imposible para usted, pero no para Dios… ¡Ánimo! Haga la prueba…
Al rumor de las voces han acudido varios parientes, la habitación está llena. Todos piensan de don Bosco lo mismo que el enfermo: que está chiflado.
- Traigan la ropa del señor, que va a vestirse -dice Don Bosco-, y hagan preparar el coche, porque va a salir. Entretanto, nosotros, recemos. Llega el médico.
- ¿Qué imprudencia está por cometer, señor mío?
Pero ya el enfermo no escuchaba más que a don Bosco; se levanta de la cama y empieza a vestirse solo, y solo, ante los ojos maravillados de sus parientes, sale de la habitación y baja las escaleras y sube al coche. Detrás de él, don Bosco.
– ¡Cochero, al Banco Nacional! Ya la gente no se acuerda de él: llevaba tres años sin salir a la calle. Vende sus cédulas y entrega a don Bosco sus tres mil liras.

Quien confía en Ti, Madre, jamás se queda a dos velas. Pero no estoy seguro de poderte decir lo que te dijo don Bosco: Madre mía, yo he hecho tantas veces lo que Tú me has pedido. Sí, a partir de ahora, sí que podré decírtelo. Pero ayúdame: quiero, sinceramente, saber lo que me pides.

jueves, 23 de mayo de 2019

Pero te quiero, María

Como una nube blanca en el cielo, 
como rayo de luz que no logro alcanzar,
como una flor mecida por el viento,
como sol radiante en mi amanecer.
Nunca tengo palabras para hablarte,
para decirte lo que eres para mí, te siento a mi cercana
y no puedo alcanzarte, pero te quiero así…
Como soplo de viento en la mañana,
como valle que empieza a florecer,
como esa palabra que me alienta,
como el arcoiris después de la lluvia.
Enséñame, María, tu silencio, déjame en tus manos,
para aprender a amar, sentirte aún más cercana,
para poder hablarte como una amiga más.
De tus manos recibí la ternura de esa madre, que enseña a caminar,
eres la luz del faro que me guía, y a buen puerto mi vida llevará.
Al fin encuentro palabras para hablarte,
para decirte lo que eres para mí: eres Madre y hermana
y, desde hoy, mi ideal para vivir…

La utilidad de los rumiantes


             Mamerto Menapace 

Una vez, no hace tanto ni muy lejos, había un pueblecito solitario y perdido entre las ciudades de los hombres. Era un pueblecito chiquitín y sin importancia. No tenía emisora, ni periódico, y por ello todos pensaban que esta gente del pueblecito no tenía nada que decir. En este pueblecito de campo todos hablaban bajito porque se habían acostumbrado a escuchar. De vez en cuando, sí, cantaban, silbaban o tarareaban; y tenían los ojos grandes, acostumbrados a ojear.
Era un pueblecito con niños desnutridos, de barriguita abultada y bracitos estrechos.
Un grupo de científicos vino una vez a visitar el pueblecito. Vinieron malgastando palabras y sonrisas, y hablaron en términos técnicos e incomprensibles. Llenaron cuadernos con nombres y preguntas, tubos de vidrio con muestras de sangre. La verdad es que la gente del pueblecito se sintió humillada y guardó silencio. Los científicos los calificaron como gente apocada y taciturna. Diagnosticaron descalcificación y avitaminosis. Mientras que los niños del pueblo hasta ahora sólo se habían dado cuenta de que tenían hambre. Los científicos elevaron un informe al Ministerio. Si llegó hasta aquella orilla, no sé: porque era de papel.
Pero el Señor Dios amaba a este pueblecito. Y quiso ayudarlo. Por ello un buen día el Señor Dios mandó a este pueblecito tres cabritos y una vaca. Cuatro animalitos de ojos mansos y un balido dulce. Nada llevaban para el pueblecito; simplemente venían a quedarse.
Al principio despertaron la curiosidad. Al pasar por las calles del pueblecito la gente los miraba. Como no venían a buscar de nada, pronto fueron admitidos en la vida del pueblecito. Los vieron mansos e indefensos y comenzaron a protegerlos; hasta comenzaron a hablarles porque los vieron callados.
Para alimentarse había bastante con los pastos que crecían en el lugar, y que ellos mismos salían a comérselos. Y la gente se deleitó viéndolos comer y alimentarse de lo mismo que había entre ellos. Y por ello, no sólo no los echaron del lugar sino que hasta llegaron a construirles un establo. Un establo para sus noches; porque de día les gustaba verlos por las calles, entrar en sus patios, participar en su misma geografía familiar. Hasta se hicieron amigos de sus perros, que ya no les ladraban al verlos llegar. Y sabéis que en el campo, sólo a las visitas amigas no ladran los perros.
Y fue así como, con el tiempo, el pueblecito se dio cuenta del regalo que Dios les había hecho con ellos. Cada madrugada tenían su vaso de leche para sus niños pequeños, para sus ancianos enfermos, para sus madres que amamantaban.
Vaso de leche que no era una realidad traída de fuera. Pero que sin embargo hasta ahora nunca habían tenido. Eran sus propios pastos, su trébol familiar asumido y rumiado lento en sus horas de silencio y soledad, con sus ojos mirando hacia el cielo. Y los hombres del pueblecito se dieron cuenta de la importancia de este tiempo de rumia y de silencio que pasaban sus animalitos. Y como por instinto comenzaron en respetar estos momentos.

martes, 21 de mayo de 2019

Jesús, ¿qué dices cuando callas?

                           P Javier Albisu SJ

Cuando callo lo que digo es “que te quiero”,
que mi amor te ama en silencio,
como en silencio muere el grano para darse por entero.
Cuando callo lo que digo es “dame tiempo”,
el tiempo necesario para poner sobre tu rostro un beso nuevo.
Cuando callo lo que digo es “que te espero”,
que siempre te he esperado, aunque tú, no siempre hayas vuelto.
Cuando callo lo que digo es
“que me cuentes lo que vives y sin miedo”;
pues cuando tímido me dices:
“¿Señor, no sé en verdad cómo comienzo?”,
Yo ya he empezado a leer en tu secreto.
Cuando callo lo que digo es “te respeto”,
pues siendo el que todo lo hizo y aún más puedo,
para hacerlo ahora en ti, necesito tu “sí, quiero”.
Cuando callo lo que digo es “que de ti estoy sediento”;
de regalarte la verdad que dé tu alumbramiento.
¡Quiero llenarte de Vida, y sabes que no miento!
Cuando callo lo que digo es “¡escuchemos!”,
el soplo del Espíritu ya va a levantar vuelo
y en él se eleva tu gemido: “¡Papá, sin Ti, no puedo!”
Jesús, afíname el oído
para escuchar lo que tu amor por mí está haciendo,
de modo que no tenga que pedirte que me hables
¡cuándo tanto me dice tu silencio!


Amor entre pájaros

El pájaro manso vivía en la jaula y el pájaro libre en el bosque. Mas su destino era encontrarse, y había llegado la hora.
El pájaro libre cantaba: “Amor, volemos al bosque”.
El pájaro preso decía bajito: “Ven tú aquí, vivamos los dos en la jaula”.
Decía el pájaro libre: “Entre rejas no pueden abrirse las alas”.
¡Ay!, decía el pájaro preso, ¿sabré yo posarme en el cielo?
El pájaro libre cantaba: “Amor mío, pía canciones del campo”.
El pájaro preso decía: “quédate a mi lado, te enseñaré la canción de los sabios”.
El pájaro libre cantaba: “No, no, nadie puede enseñar las canciones”.
El pájaro preso decía: “Ay, yo no sé las canciones del campo”.
Su amor es un anhelo infinito, mas no pueden volar ala con ala. Se miran y se miran a través de los hierros de la jaula, pero es en vano su deseo. Y aletean nostálgicos y cantan: “Acércate más, acércate más”.
El pájaro libre grita: “¡No puedo! ¡No puedo! ¡Qué miedo me da tu jaula cerrada!”
El pájaro preso canta bajito: “¡Ay!, no puedo. ¡Mis alas se han muerto!

lunes, 20 de mayo de 2019

Oración a Ntra. Sra. del Buen Consejo

Virgen Inmaculada, Madre de Dios y nuestra, 
el Señor hizo de ti una consejera admirable.
En las Bodas de Caná dejaste tu consejo: “haced lo que Él os diga”.
En el día de Pentecostés cuando la Iglesia nacía
bajo el impulso del Espíritu Santo,
tu presencia se hizo sentir entre los apóstoles.
También yo, Madre, suplico tu consejo para mi vida y caminar cristiano.
Quiero sentir tu presencia orientándome en mis decisiones,
en mis pensamientos y actitudes,
para que estén siempre de acuerdo con la voluntad del Padre.
Toma mis manos, Madre querida
y orienta mi corazón y todos mis pasos en dirección a tu Hijo,
el único camino que conduce al paraíso,
donde un día deseo estar contigo sumergido para siempre en Dios.
María, Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros.
Amén.


El Tesoro


Era un día cualquiera cuando un pobre labrador escuchó un ruido bajo la rueda del arado; desconcertado miró y descubrió un tronco lleno de monedas de oro. Toda una fortuna para él. El hombre arrastró el tronco hasta su rancho y lo enterró profundamente en su jardín.
Pasaron los días y no sabía qué debía hacer con toda esa fortuna. Imaginó todo lo que podría comprar y decidió dejarlo enterrado durante un tiempo prudencial y usarlo poco a poco. Con ese tesoro, cualquier cosa podía resolverse y por fin tenía una seguridad ante cualquier imprevisto, calamidad o escasez.
Pero contar con ese tesoro, no sólo le dio seguridad, también cambió el carácter de nuestro hombre, que empezó a mostrarse relajado y de ser una persona gruñona y taciturna, pasó a ser un hombre chispeante y agradable. Su temor e intolerancia dejaron paso a la confianza, la fe y la compasión. De hecho, empezó a ver la vida como una experiencia hermosa y feliz, sabiendo que, aunque lleguen situaciones duras, sería capaz de hacerles frente.
Toda la vida de este hombre, dio un giro radical para su propio bien y el de su familia, amigos y allegados, llegando incluso a transformar el estado de la comarca, pues al volverse un hombre esforzado, positivo e influyente, su marco de acción se engrandeció sustancialmente, tanto que la abundancia y la prosperidad caracteriza ahora su vida.
Y así pasaron los años, hasta que le llegó el tiempo de partir. Antes de expirar, reunió a sus hijos y les reveló su increíble y bien guardado secreto. Después de eso, ya podía morir en paz.
Al día siguiente, muy temprano, sus hijos cavaron afanosamente en el lugar indicado, y encontraron el tronco. Pero, para sorpresa de todos, estaba totalmente vacío. Lo que nadie nunca supo, es que las monedas habían sido robadas por unos aventureros desde hacía más de diez años.

¿Cuál es el verdadero tesoro? No fue el hecho de ser rico lo que dio seguridad y felicidad a nuestro héroe, sino más bien el pensamiento de que tal riqueza existía y que estaba a su disposición, lo que despertó una nueva actitud en él.
Esta historia nos da una perspectiva acerca del poder que tienen nuestros pensamientos. Cuando tengamos la sensación de que somos desgraciados, rechazados, olvidados, no merecedores de algo, o decididamente malvados, pensemos si no estamos otorgando un poder especial a nuestros pensamientos.