viernes, 8 de enero de 2021

En algún lugar

             María Wine

En algún lugar tiene que haber un rayo de luz
que disipe las tinieblas del futuro,
una esperanza que no se deje matar por el desencanto,
y una fe que no pierda inmediatamente la fe en sí misma.
En algún lugar tiene que haber un niño inocente
al que los demonios no han conquistado aún,
un frescor de vida que no espire putrefacción,
y una felicidad que no se base en las desgracias de los demás.
En algún lugar tiene que haber un despertador de la sensatez
que avise el peligro de los juegos autoaniquiladores,
una gravedad que se atreva a tomarse en serio,
y una bondad cuya raíz no sea simplemente maldad frenada.
En algún lugar tiene que haber una belleza que siga siendo belleza,
una conciencia pura que no oculte un crimen apartado,
tiene que haber un amor a la vida que no hable con lengua equívoca,
y una libertad que no se base en la opresión de los demás.

El muchacho que no tenía nada que regalar al Niño

Alguien me acercó un cuento de Navidad que leyó en alguna parte. Lo contaré a continuación porque realiza un hermoso viaje al corazón de Jesús niño.
Se dice que, cuando los pastores se alejaron y la quietud volvió, el Niño del pesebre levantó la cabeza y miró la puerta entreabierta. Un muchacho joven, tímido, estaba allí, temblando y temeroso.
- Acércate -le dijo Jesús- ¿Por qué tienes miedo?
- No me atrevo… no tengo nada para darte.
- Me gustaría que me des un regalo -dijo el recién nacido.
El pequeño intruso enrojeció de vergüenza y balbuceó:
- De verdad, no tengo nada… nada es mío; si tuviera algo, algo mío, te lo daría… mira.
Y buscando en los bolsillos de su pantalón andrajoso, sacó una hoja de cuchillo oxidada que había encontrado.
- Es todo lo que tengo, si la quieres, te la doy…
- No -contestó Jesús- guárdala. Querría que me dieras otra cosa. Me gustaría que me hicieras tres regalos.
- Con gusto -dijo el muchacho- pero ¿qué?
- Ofréceme el último de tus dibujos.
El chico, cohibido, enrojeció. Se acercó al pesebre y, para impedir que María y José lo oyeran, murmuró algo al oído del Niño Jesús:
- No puedo… mi dibujo es «muy malo»… ¡nadie quiere mirarlo…!
- Justamente, por eso yo lo quiero… siempre tienes que ofrecerme lo que los demás rechazan y lo que no les gusta de ti. Además quisiera que me dieras tu plato.
- Pero… ¡lo rompí esta mañana! -tartamudeó el chico.
- Por eso lo quiero… Ofréceme siempre lo que está roto en tu vida, yo quiero arreglarlo… Y ahora -insistió Jesús- repíteme la respuesta que les diste a tus padres cuando te preguntaron cómo habías roto el plato.
El rostro del muchacho se ensombreció; bajó la cabeza avergonzado y, tristemente, murmuró:
- Les mentí… dije que el plato se me cayó de las manos, pero no era cierto… ¡Estaba enfadado y lo tiré con rabia!
- Eso es lo que quería oírte decir -dijo Jesús- dame siempre lo que hay de malo en tu vida, tus mentiras, tus calumnias, tus cobardías y tus crueldades. Yo voy a descargarte de ellas… No tienes necesidad de guardarlas… Quiero que seas feliz y siempre voy a perdonarte tus faltas. A partir de hoy me gustaría que vinieras todos los días a mi casa.

jueves, 7 de enero de 2021

Acércate a Belén

                       Florentino Ulibarri

“Acércate a esos lugares del mundo
donde hoy acampa silenciosamente la Palabra, sin derechos y sin voz;
donde se refugia su humanidad desnuda, doliente, maltratada.
Acércate y ofrécele acogida, no tengo suelo donde morar y descansar,
porque ha venido y está en lo suyo,
aunque no tenga papeles oficiales, ni permiso legal de residencia permanente.
El gozo de recibirle está hoy a nuestro alcance.
Acércate y escucha, en silencio, el clamor de sus palabras, gritos y gemidos,
y la reivindicación de sus derechos, que viene de muy antiguo;
acércate sin miedo, quiere ser nuestro amigo.
Acércate y déjate querer por quien ha plantado su tienda entre nosotros
y, en medio de este mundo tenso, hostil, cerrado y acotado,
pone la ternura de Dios en nuestras manos.
Acércate a Belén y contempla a Dios encarnado.”

Las sandalias de José…

Escrito por Paulo Coelho, basado en una narración de 1903 del francés Francois Coppée.

Hace muchos años, tantos que ya hemos olvidado la fecha exacta, vivía en una aldea del sur de Brasil un niño de siete años llamado José. Había perdido a sus padres muy pronto, y había sido adoptado por una avariciosa tía que, aunque tenía mucho dinero, apenas gastaba algo con su sobrino. José, que jamás había conocido el sentimiento del amor, creía que la vida era así y no se enfadaba por eso.
Como vivían en un barrio de gente rica, su tía forzó al director del colegio a aceptar a su sobrino, pagando solo una décima parte de la mensualidad, y amenazándolo con protestar ante el alcalde si no lo hacía. El director no tuvo elección, pero siempre que podía les decía a sus profesores que humillasen a José, esperando que, de esa manera, se portara mal y valerse así de un pretexto para expulsarlo. Sin embargo, José, que jamás había conocido el amor, creía que la vida era así, y no se enfadaba por eso.
Llegó la Nochebuena. Todos los alumnos fueron obligados a asistir a Misa en una iglesia lejos del pueblo, ya que el sacerdote del lugar estaba fuera. Por el camino, los niños hablaron sobre lo que iban a encontrar en sus zapatos a la mañana siguiente: ropa de moda, juguetes caros, chocolates, patines y bicicletas. Todos iban bien vestidos, como siempre en los días especiales, salvo José, que seguía vistiendo ropa zarrapastrosa y calzando unas sandalias gastadas y demasiado pequeñas para sus pies Algunos niños le preguntaron por qué era tan miserable y le dijeron que se avergonzaban de tener un amigo que vestía y calzaba de esa manera. Como José no conocía el amor, no se enfadaba por eso.
Sin embargo, cuando entró a la iglesia, escuchó el órgano y vio las luces encendidas, las familias unidas y los padres abrazados a los hijos, José se sintió la más miserable de las criaturas. Después de la comunión, en vez de volver a casa con el grupo, se sentó a la entrada de la capilla y se puso a llorar; Aunque no conocía el amor, ahora entendía lo que era estar solo, desamparado, abandonado por todos.
En aquel momento, vio a un niño a su lado, descalzo, que parecía tan miserable como él. Como nunca lo había visto, dedujo que debía de haber caminado mucho para llegar hasta allí. “Deben de dolerle mucho los pies a este chico”, pensó. “Voy a darle una de mis sandalias, así por lo menos, alivio la mitad de su sufrimiento”. Porque aunque no conocía bien el amor, José conocía el sufrimiento, y no deseaba que los demás sintieran lo mismo.
Le dejó una de sus sandalias al niño y volvió con la otra; de vez en cuando la cambiaba de pie, para no lastimarse mucho con las piedras del camino. En cuanto llegó a casa, la tía vio que su sobrino había perdido una de las sandalias y lo amenazó: si no conseguía recuperarla antes de la mañana siguiente, sería castigado severamente.
José se fue a la cama sintiendo miedo, pues conocía los castigos que le solía aplicar su tía. Se pasó la noche temblando de miedo, apenas pudo conciliar el sueño y cuando ya estaba a punto de conseguir dormirse, oyó muchas voces en la sala de estar. Su tía entró corriendo en la habitación, preguntándole que había pasado. Todavía atontado, José fue hasta la sala y vio que la sandalia que le había dejado al niño estaba en medio de la sala, cubierta de todo tipo de juguetes, bicicletas, patinetes, ropa. Los vecinos gritaban, decían que a sus hijos les habían robado, ya que no habían encontrado nada en sus zapatos cuando se despertaron.
Entonces, apareció apresuradamente el sacerdote de la iglesia en la que habían celebrado la Misa; a la entrada de la capilla había aparecido una estatua de un Niño Jesús vestido de oro, pero con una sola sandalia en los pies. Inmediatamente se hizo el silencio, la comunidad alabó a Dios y sus milagros, la tía lloró y pidió perdón. Y el corazón de José se llenó de alegría y del significado del AMOR. 

miércoles, 6 de enero de 2021

El regalo que yo quiero

              Gloria Fuertes

Yo no deseo un reglo
que se compre con dinero.
He de pedir a los Reyes
algo que aquí no tengo:
pido dones de alegría
y la canción de un jilguero,
y la flor de la esperanza
y una fe que venza el miedo.
Pido un corazón muy grande
para amar al mundo entero.
Yo pido a los Reyes Magos
las cosas que hay en el cielo:
un vestido de ternura,
una cascada de besos,
la hermosura de los ángeles,
sus villancicos y versos,
y una sonrisa del Niño.
El regalo que yo quiero.

El mejor regalo

 (Pequeña lista de regalos al alcance de todos)  

Muestras de afecto: Sé generoso en besos, abrazos y caricias. El amor necesita signos y nunca debe darse por supuesto. 
La sonrisa: Quizá alguien pueda decirte un día: "Me he enamorado de una sonrisa" 
El buen humor. Siembra alegría en los que amas. Olvida tus quejas y tus penas y enciende la risa en el alma del otro.
Escuchar: Es una de las cosas más importantes que puedes hacer por los demás. Así, demuestras tu cariño y matas la soledad del otro. Escucha a fondo, sin interrumpir, sin preparar la respuesta. Escucha, sin más.
Escribir: El corazón siempre se esponja ante una carta, una postal, una nota...sencilla como un "te quiero" o creativa como un poema.
El cumplido: Demuestra que te fijas en los demás y que los otros cuentan para ti con frases como éstas: "te sienta bien ese traje", "me encanta tu vestido", "¡qué guapa estás hoy!"...
El favor: Poner la mesa, fregar los platos, ir a por agua... sin que te lo pidan es puro amor.
Jugar: Todos tenemos un juego que nos encanta. Busca el del otro y compártelo con él. Respetar la soledad
Respeta la intimidad: Escabúllete a tiempo y dulcemente, dejando al otro con su mismidad.
La oración: Haz una lista mental con las personas que quieres y recórrela con Jesús. Rezar por alguien es una forma de decir: "te aprecio tanto que a menudo le hablo a Dios de ti". ¿Por qué no pedir alguno de ellos en esta Navidad?

martes, 5 de enero de 2021

Tu Palabra

Tú nos regalas tu palabra, Señor,
y nosotros buscamos traducciones complicadas.
Tú nos sales al encuentro en tu Evangelio
y nosotros apenas lo leemos.
Tú nos quieres decir algo nuevo cada día
y nosotros lo damos todo por sabido.
Tú nos hablas al corazón siempre
y nosotros seguimos buscándote por otros rincones.
Ayúdanos, Señor, a saber disfrutarte, a leer entre líneas, a gozar tu mensaje.
Enséñanos a comentarte en compañía, a compartir lo que susurras a cada uno.
Poténcianos la escucha, la reflexión, la intimidad contigo.
Mantennos muy atentos, disponibles, no dispersos,
y haz que tu palabra nos llegue al corazón.
Así caminaremos hacia la verdadera Vida,
esa que Tú nos ofreces constantemente. Amén

¿Cómo le explico a mi hij@ la historia de los Reyes Magos?

Este año, me ha llegado el gran momento, después de esquivar varias veces la pregunta: “Mamá dime la verdad, ¿quienes son los reyes magos?”, decidí que ya no podía esperar más para darle una respuesta, así que me lo llevé un día a merendar y le dije:
- Te voy a contar la verdad sobre los Reyes Magos…
Y así empecé a contarle la historia que ya había buscado por internet y que la había adaptado a mi manera. Lo que tenía claro es que no podía ser tan sencillo como decirle, “sí hijo son los padres”. Esta es la historia que le conté y aquí os la dejo para que lo podáis usar cuando os llegue el momento:

Cuando los Reyes Magos de Oriente llegaron a Belén guiados por una gran estrella, le llevaron regalos al niño Jesús en señal de amor y respeto. Al ver la cara de alegría del niño los tres a la vez pensaron: “Ojalá pudiéramos llevarle regalos a todos los niños del mundo para poder verles esta cara de alegría” Pero fue Melchor el primero en hablar:
- Sería maravilloso, pero por muy magos que seamos es imposible llevar regalos a los millones de niños que hay en el mundo. Además somos muy mayores, sobre todo yo y cada vez me cuesta más hacer largos viajes.
Gaspar y Baltasar sabían que tenía razón y se pusieron muy tristes al pensar que no podrían hacer felices a todos los niños. Entonces oyeron la voz del niño Jesús en sus corazones:
- A mí también me gustaría que pudierais cumplir vuestro deseo, decidme, qué necesitáis para hacerlo realidad.
- Necesitaríamos muchos pajes, millones de pajes para que llevaran regalos en distintas partes del mundo. Al menos deberíamos tener uno por familia para poder hacerlo
- Yo os daré dos pajes por niño
- Pero eso no es posible, son demasiados pajes, ¿de dónde los vas a sacar?
- Los pajes deben querer mucho a los niños y además tendrían que conocer bien sus deseos para acertar con los regalos, ¿verdad?
- ¡Eso sería fantástico!
- Pues decidme; ¿Hay alguien que quiera más a los niños que sus propios padres?
Los tres Reyes Magos asintieron, entendiendo lo que el Niño Jesús les proponía. Así, uniendo su magia a la del niño, convirtieron en pajes a todos los padres del mundo. Y este es el motivo por el que, en Navidad, todos los padres nos convertimos en pajes y repartimos los regalos en nombre de los Reyes Magos. Además, debemos cumplir una única norma: mientras nuestros hijos son pequeños, la entrega de regalos la haremos como si fueran los propios Reyes Magos, de esta manera mantenemos viva la magia que hizo posible que todos los niños del mundo reciban regalos en Navidad.


Pero cuando tu hij@ deja de ser un niñ@ y empieza a hacerte preguntas, llega el momento de explicarle esta historia. Por eso te la cuento hoy porque creo que ya no eres un niñ@ y aunque me da mucha pena verte crecer, algún día tú serás el paje de tus propios hijos y deberás explicarles esta historia. Ese día recordarás cada palabra que te dije y sentirás todo lo que yo sentí.
La expresión de la cara de mi hijo, no se me olvidará. Creo que esta historia le encantó. No preguntó nada más, ningún detalle, ya no necesitaba saber más. Se quedó con la magia y creo que hizo una gran elección.
Pero esto no iba a ser todo, no podía acabarse la historia aquí. Decidí hacer que recibiera una carta de despedida de Baltasar, su Rey Mago. Al volver un día del colegio, la encontró. La carta decía así:

Hola ________, Te escribo porque creo que ya has dejado de ser un niño y te estás convirtiendo en un hombrecito. Este año, te has dado cuenta de que nosotros no podemos repartir regalos a todos lo niños del mundo y menos ahora que hay millones y millones. Nosotros también nos dimos cuenta de esto y por eso convertimos a todos los padres del mundo en nuestros pajes. Esta es la GRAN VERDAD de los Reyes Magos y tienes que ser capaz de guardar este misterio hasta que tú mismo te conviertas en el paje de tus hijos. Así es como conseguimos mantener viva la ilusión de todos los niños. Ahora te toca formar parte de todo esto y no debes revelar este misterio ni a tu hermano ni a tu hermanita ni a ningún otro niño o niña que no haya recibido todavía esta carta. Querido ________, esta carta es una despedida, pero antes quiero que sepas que me ha encantado ser tu rey preferido como lo fui de tu madre y de la madre de tu madre. Sé que te dejo en las mejores manos, las de tus padres que se sienten muy orgullosos de tí y estoy seguro que harán todo lo posible para que cada Navidad de tu vida sea feliz y esté llena de los regalos que tanto deseas. Cuida tú también de ellos y recuerda que la Navidad es tiempo para estar en familia y rodearte de aquellos que tanto te quieren. Me despido ya de tí y espero que no nos olvides nunca. Tu rey: Baltasar 

Todavía no me ha dicho nada, ni sé si lo hará. Tal vez guarde la carta y la mantenga en secreto. Ya os lo explicaré. Espero que mi experiencia os sirva para cuando os llegue el momento. Para nosotros ha sido algo muy especial y no podía dejar de compartirlo con vosotros.

lunes, 4 de enero de 2021

Oración para el comienzo del año

Señor Dios, yo quisiera en este nuevo año:
Que el dolor no me quite la fe.
Que las dificultades no se lleven mi alegría.
Que el trabajo no me vuelva ambicioso.
Que mis sentimientos sean humanos,
mis acciones limpias
y mis reacciones sean por amor.
Que mis pasos no se contaminen,
mis argumentos no se confundan
y mis regalos no se materialicen.
Que no entre la indiferencia a mi solidaridad.
Que no entre la presunción en mi sencillez.
Que no entre el rencor en mi corazón.
Que no entre el frío en mi conciencia.
Que no entre la nostalgia en mi pasado.
Que no entre el vacío en mi presente.
Que no entre la impotencia en mi futuro.
Que no toque el resentimiento en mi puerta.
Que no llegue tu voz a mis oídos sordos.
Que el Nacimiento no sea para decorar, sino para verte nacer.
Que no sea un pretexto para la salir de fiesta,
sino una motivación nueva, por la venida de Jesús.

Aliviar el dolor

- Abuela, ¿cómo se enfrenta el dolor?
- Con las manos, cariño. Si lo haces con la mente, el dolor en lugar de suavizarse, se endurece aún más.
- ¿Con las manos abuela?
- Sí. Nuestras manos son las antenas de nuestra alma. Si las haces mover cosiendo, cocinando, pintando, tocando o hundiéndolas en la tierra, éstas envían señales de amor a la parte más profunda de ti. Y tu alma se tranquiliza porque le estás prestando atención. Así ya no necesita enviarte dolor para hacerse notar. Muévelas mi pequeña, empieza a crear con ellas y todo dentro de ti se moverá. El dolor no pasará. Pero se convertirá en la mejor obra maestra. Y ya no dolerá más. Porque habrás logrado bordar su esencia

domingo, 3 de enero de 2021

Y acampó entre nosotros

Todo comenzó antes de un sí.
Todo comenzó en el corazón de Dios.
Todo comenzó en un derroche de amor.
Todo se hizo posible por un sí.
Todo será posible por un sí.
Todo es una cadena de “síes”.
Acampó entre nosotros. Y sigue acampando en el corazón de los sencillos,
en el corazón de los hombres y mujeres
que, como María, saben tener el corazón abierto.
Acampó entre nosotros en la sencillez de una mujer
que supo decir sí, y nos enseña a vivir diciendo sí a Dios.

El Mesías disfrazado

- “Que deseas”, le preguntó el sabio, con fama de santo.
El abad le contó la triste historia de su monasterio, que en otro tiempo había sido famoso en todo el mundo occidental, sus celdas estaban llenas de jóvenes novicios, y en su iglesia resonaba el armonioso canto de sus monjes. Pero habían llegado malos tiempos, la gente ya no acudía al monasterio a alimentar su espíritu, la avalancha de jóvenes candidatos habían cesado y la iglesia se hallaba silenciosa. Solo quedaban unos pocos monjes que cumplían triste y rutinariamente sus obligaciones. El abad preguntó al sabio:
- “¿Hemos cometido algún pecado para que el monasterio se vea en esta situación?”
- “Sí, respondió el sabio, un pecado de ignorancia. Uno de los monjes es el Mesías disfrazado, y los demás no lo saben”. Dicho esto, el sabio cerró sus ojos y volvió a su meditación.
Durante el viaje de regreso a su monasterio, el abad sentía cómo su corazón se desbocaba al pensar que el Mesías, ¡el mismísimo Mesías!, había vuelto a la tierra y había ido a parar justamente a su monasterio. ¿Cómo no había sido capaz de reconocerlo? ¿Y, quién podría ser? ¿Acaso el hermano cocinero? ¿El hermano sacristán? ¿El hermano administrador? ¿O sería él, el hermano superior? ¡No, él no! Por desgracia él tenía demasiados defectos… Pero resulta que el sabio había hablado de un Mesías disfrazado… ¿No serían esos defectos parte de su disfraz? Bien mirado, todos en el monasterio tenían defectos… ¡Y uno de ellos tenía que ser el Mesías!
Cuando llegó al monasterio, reunió a los monjes y les contó lo que había averiguado. Los monjes se miraban incrédulos unos a otros: “¿El Mesías Aquí?” “¡Increíble!”. Claro que, si estaba disfrazado… entonces, tal vez… ¿Podría ser Fulano…? ¿O Mengano? ¿O a lo mejor…?
Una cosa era cierta; si el Mesías estaba allí disfrazado, era probable que no pudieran reconocerlo. De modo que empezaron todos a tratarse con respeto y consideración. “Nunca se sabe”, pensaban cada cual para sí mismo cuando trataban con otro monje, “Tal vez sea éste…”.
El resultado fue que el monasterio recobró su antiguo ambiente de gozo y de espiritualidad desbordantes. Pronto volvieron a acudir docenas de candidatos pidiendo ser admitidos en la Orden, y en la iglesia volvió a escucharse el jubiloso canto de los monjes radiantes del espíritu de Amor.
¿Y el Mesías?... Permaneció entre ellos por siempre.