viernes, 11 de enero de 2019

A eso de caer y volverse a levantar

A eso Señor, a eso de caer y volver a levantarme,
de fracasar y volver a comenzar,
de seguir un camino y tener que torcerlo,
de encontrar el dolor y tener que afrontarlo.
A eso que le llamo adversidad, enséñame a llamarle sabiduría.
A eso de sentir “la mano de Dios” y saberme impotente,
de fijarme una meta y tener que seguir otra.
de huir de una prueba y tener que encararla.
A eso de planear un vuelo y tener que recortarlo,
de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar.
A eso que le llamo castigo, muéstrame que es enseñanza.
A eso de pasar días juntos radiantes.
Días felices y días tristes. Días de soledad y días de compañía.
A eso que le llamo rutina, enséñame a llamarle experiencia.
A eso de que mis ojos puedan ver, y mis oídos oigan.
y mi cerebro funcione y mis manos trabajen.
Y mi alma irradie, y mi sensibilidad sienta. Y mi corazón ame.
A eso Señor, que no le llame poder humano,
sino milagro divino, tu amor por mí...Amén!

Aprender a comunicarse


Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.
- "¡Qué desgracia, mi Señor! Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra Majestad", dijo el sabio.
- "¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! ¡Que le den cien latigazos!", gritó el Sultán enfurecido.
Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
 "¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes".
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
- "¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.
El segundo sabio respondió:
- "Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado."

jueves, 10 de enero de 2019

Señor, danos tu Paz

Si nadie te ama, mi alegría es amarte.
Si lloras, estoy deseando consolarte.
Si eres débil, te daré mi fuerza y mi alegría.
Si nadie te necesita, yo te busco.
Si eres inútil, yo no puedo prescindir de ti.
Si estás vacío, mi ternura te colmará.
Si tienes miedo, te llevo en mis brazos.
Si quieres caminar, iré contigo.
Si me llamas, vengo siempre.
Si te pierdes, no duermo hasta encontrarte.
Si estás cansado, soy tu descanso.
Si pecas, soy tu perdón.

El saco de patatas


Una de mis profesoras nos hizo llevar una bolsa de plástico transparente y una bolsa de patatas. Por cada persona que nos negábamos a perdonar, debíamos elegir una patata, escribir en ella el nombre y la fecha y ponerla en la bolsa de plástico. Algunas de nuestras bolsas, como podrán imaginar, eran bastante pesadas.
Nos dijeron que lleváramos con nosotros a todos lados esta bolsa durante una semana, poniéndola al lado de nuestra cama por la noche, en el asiento del coche cuando estuviéramos conduciendo, y al lado del escritorio en el trabajo.
La molestia de cargar esto con nosotros nos mostraba claramente el peso espiritual que llevábamos; teníamos que prestarle atención continuamente para no olvidarla y llevarla a lugares donde resultaba embarazosa.
Naturalmente, las patatas comenzaban a pudrirse empezando a dar un apestoso olor.

¡Ésta es la gran metáfora del precio que pagamos por mantener nuestra pena y pesada negatividad! Demasiado a menudo pensamos que el perdón es un regalo hecho a otra persona, y aunque eso es verdad, también es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos.

martes, 8 de enero de 2019

La población de mi corazón

reflejosdeluz.net

Señor, hoy quiero darte gracias por toda mi gente.
Gracias por todos esos nombres que están en mi vida
que llenan y que evocan episodios compartidos.
Gracias por todas esas figuras que pueblan mi día a día,
al menos en tramos del camino.
Gracias por todos esos momentos de celebración o de rutina,
por las conversaciones donde otros se asoman a mi historia
y yo me asomo a otras historias.
Gracias por las miradas que hablan.
Gracias por los esfuerzos compartidos para conseguir algo.
Gracias porque están ahí. Aunque a veces no estemos cerca.
No permitas Señor que me invada esa mala nostalgia
que se atasca en el pasado y se lamenta.
Que pueda recurrir siempre a esa memoria que evoca episodios
me que hacen fuerte y me da motivos para luchar,
un horizonte hacia el que caminar, y la seguridad
de que hay vivencias que nadie me puede arrebatar.
Señor, hoy traigo ante tu presencia cada uno de los rostros
que forman y constituyen parte de la población de mi corazón,
mi familia, los de mi infancia, juventud,
todos esos que pasaron por un pequeño o largo tiempo
con alguna misión en mi vida dejando Tu huella, a veces misteriosamente.
Señor, bendice el corazón de cada uno y el de sus familias
y enséñame a abrazarlos con el corazón y con la oración,
porque sus presencias fueron y son parte del sustento
sobre el que se construye mi vida.

El exilir de la felicidad


A un pueblo perdido entre las montañas llegó un caminante que regalaba unos frascos que contenían, según él, el elixir de la felicidad. Como todos estaban muy necesitados de ella, acabaron con todos los frascos que llevaba. Pero aquel elixir no podía tomarse de cualquier manera.
Antes de marcharse les dijo que, para que funcionara, tenían que beberlo después de cenar en casa de unos vecinos y esperar con ellos media hora para notar sus efectos. Y así comenzaron a hacerlo aquella misma noche. Todos prepararon sus casas para acoger a sus vecinos y hacer que la espera fuera lo más agradable posible.
Los efectos fueron tan extraordinarios que al día siguiente no se hablaba de otra cosa en el pueblo. Por la noche volvieron a hacer lo mismo, pero esta vez con diferentes vecinos. Y, asombrosamente, funcionó igual de bien. A la mañana siguiente todos iban radiantes de felicidad comentando las maravillas de aquel elixir. Noche tras noche se fue repitiendo la misma historia hasta que los frascos quedaron vacíos. Entonces la tristeza se apoderó nuevamente de todos.
Pasaron unos días hasta que otra vez volvió a pasar por allí el caminante. Al verlo, se abalanzaron sobre él pidiéndole más frascos de aquel elixir. El caminante, muy extrañado, les dijo.
Pero si ya no me quedan más frascos. Creía que ya os habríais dado cuenta dónde estaba el secreto del elixir. Cada vez que os sintáis infelices, no tenéis más que llenar vuestros frascos de agua azucarada con limón e ir a casa de vuestros vecinos a compartir la vida.

domingo, 6 de enero de 2019

No busquéis estrellas ya

Reyes que venís por ellas, no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está no tienen luz las estrellas.
Mirando sus luces bellas, no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está no tienen luz las estrellas.
Aquí parad, que aquí está quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto, y si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.
No busquéis la estrella ahora: que su luz ha oscurecido
este Sol recién nacido en esta Virgen Aurora.
Ya no hallaréis luz en ellas, el Niño os alumbra ya,
porque donde el sol está no tienen luz las estrellas.
Aunque eclipsarse pretende, no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto como cuando el sol se enciende.
Aquellas lágrimas bellas la estrella oscurecen ya,
porque donde el sol está no tienen luz las estrellas. Amén.

Una noche de Reyes


En todas las casas, los niños dormían plácidamente, soñando con los regalos que habían escrito en sus cartas a los Reyes Magos. Pero en una de esas casas un niño, Oscar, no podía dormir. Estaba tan nervioso que no paraba de correr de su cama al comedor y del comedor a su cama, para comprobar que todo estuviera en su sitio:
1. Tres trozos de turrón, para Melchor, Gaspar y Baltasar.
2. Los zapatos para que sepan donde dejar los regalos.
3. Tres vasos de agua para Mechalbeló, Guasón el bromista y Barbas el peludo, los tres camellos de los Reyes Magos.
- ‘Oscar, que es hora de ir a la cama’. La mamá de Oscar llevó al pequeño a su cama, le acostó y le sonrió.
- ‘Pero mami, yo quiero esperar despierto a los Reyes Magos ¿Cómo sabrán encontrarme?'.
- 'Eso depende de ti, de todos los niños, y de una pequeña estrella fugaz…'
- '¿Quién es esa estrella fugaz?'.
 Y la mamá de Oscar, le contó esta historia:
'Era una noche mágica, como la de hoy, pero hace mucho tiempo, del cielo caían copos de nieve blanca, como bailarinas bailando una canción, dejando a su paso un brillante manto blanco. Allá, en las alturas, en la casa de las estrellas, habían venido todas de lugares lejanos. Todas competían para ser la más brillante… Había una estrella muy roja, diciendo que era la mejor. Y otra plateada con cuerpo de hielo que despedía diamantes a su paso…
Pero de pronto, de entre todas las estrellas, se oyó una voz tímida que decía: ‘yo también quiero intentarlo’. Todas se quedaron asombradas: la que hablaba, era una pequeña estrella, muy pequeña. Ninguna confiaba en ella, pero la estrellita cerró los ojos muy fuerte y pensó. ‘soy brillante, soy brillante’… pero al abrir los ojos, sólo se oían las risas del resto…
Un golpe de viento la tiró, y cayó en un lugar oscuro… lleno de rocas… Y al tocar, descubrió que estaba dentro de una… ¡boca! Resultó ser la boca del Rey mago Baltasar. La estrella salió de la boca del rey, y descubrió que junto a él viajaban dos reyes magos más. A los Reyes les encantó la presencia de la pequeña estrella. Le preguntaron qué hacía allí… y ella, avergonzada, dijo que se había caído del cielo.
El rey Baltasar le dijo que ella podía ayudarles.
- ¿Cómo?, dijo la estrella, ¡Si yo soy pequeña y apenas brillo!
- 'No eres pequeña- le dijo el rey mago- Serás la estrella de los niños, la que nos guíe hasta los deseos de los niños. Cierra los ojos y concéntrate… escucharás las voces de los niños pidiendo sus deseos. Tú nos llevarás hasta ellos’
Y así fue. Desde entonces, la estrellita fugaz se encarga cada Navidad de llevar a los reyes Magos hasta los sueños de los niños. Cada vez brilla más y más, porque lo que hace brillar más a una estrellita, es su corazón.