sábado, 20 de agosto de 2022

Nos miras con amor, Señor

     F. Uribarri

Señor, te damos gracias porque nos miras con amor,
conoces nuestras debilidades y malos momentos,
y nos ofreces siempre la luz de la esperanza.
Ilumina, Señor, nuestras tinieblas,
Tú, que, antes de entregarte a la pasión,
quisiste manifestar la gloria de la resurrección futura.
Gracias, Señor, por todas las personas,
por todos los momentos y lugares,
por todas las oraciones y celebraciones
que transfiguran nuestro corazón y nuestro rostro,
que nos devuelven la esperanza y la paz,
que nos quitan dificultades y pecados.
Señor, que también nosotros estemos atentos
para descubrir a todas las personas desanimadas,
para compartir con ellas el amor y la esperanza
que cada día Tú nos ofreces a manos llenas. Amén.

El ermitaño astuto

Era un ermitaño de muy avanzada edad. Sus cabellos eran blancos como la espuma, y su rostro aparecía surcado con las profundas arrugas de más de un siglo de vida. Pero su mente continuaba siendo sagaz y despierta y su cuerpo flexible como un lirio. Sometiéndose a toda suerte de disciplinas y austeridades, había obtenido un asombroso dominio sobre sus facultades y desarrollado portentosos poderes psíquicos. Pero, a pesar de ello, no había logrado debilitar su arrogante ego.
La muerte no perdona a nadie, y cierto día, Yama, el señor de la muerte, envió a uno de sus emisarios para que atrapase al ermitaño y lo condujese a su reino. El ermitaño, con su desarrollado poder clarividente, intuyó las intenciones del emisario de la muerte y, experto en el arte de la ubicuidad, proyectó treinta y nueve formas idénticas a la suya. Cuando llegó el emisario de la muerte, contempló, estupefacto, cuarenta cuerpos iguales y, siéndole imposible detectar el cuerpo verdadero, no pudo apresar al astuto ermitaño y llevárselo consigo. Fracasado el emisario de la muerte, regresó junto a Yama y le expuso lo acontecido.
Yama, el poderoso señor de la muerte, se quedó pensativo durante unos instantes. Acercó sus labios al oído del emisario y le dio algunas instrucciones de gran precisión. Una sonrisa asomó en el rostro habitualmente sobrio del emisario, que se puso en marcha hacia donde habitaba el ermitaño. De nuevo, el ermitaño, con su percepción altamente desarrollada, intuyó que se aproximaba el emisario. En unos instantes, reprodujo el truco al que ya había recurrido anteriormente y recreó treinta y nueve formas idénticas a la suya.
El emisario de la muerte se encontró con cuarenta formas iguales.
Siguiendo las instrucciones de Yama, exclamó:
-- Muy bien, pero que muy bien. !Qué gran proeza!
Y tras un breve silencio, agregó:
-- Pero, indudablemente, hay un pequeño fallo.
Entonces el ermitaño, herido en su orgullo, se apresuró a preguntar:
-- ¿Cuál?
Y el emisario de la muerte pudo atrapar el cuerpo real del ermitaño y conducirlo sin demora a las tenebrosas esferas de la muerte.

El Maestro dice: El ego abre el camino hacia la muerte y nos hace vivir de espaldas a la realidad del Ser. Sin ego, eres el que jamás has dejado de ser.

miércoles, 17 de agosto de 2022

Si tenéis fe…

        Florentino Ulibarri

Señor: demasiados interrogantes, dudas y oscuridades;
a veces, demasiados golpes, heridas y fracasos,
como para no protestar y plantearte pleito.
Me enfado y quejo, te reprocho, te increpo y levanto la voz,
te acuso de ambiguo y tramposo y me enfrento a ti.
Y Tú, no te incomodas ni te impacientas,
ni rompes los lazos de amor que un día forjaste;
toleras nuestras impertinencias aunque se repitan.
Pero no sé si te ríes o eres todo misericordia
rompiendo nuestros esquemas.
Quizá te agrade nuestra libertad, frescura y rebeldía,
y temas más el silencio y la incomunicación de tus hijos
que nuestros cuestionamientos y salidas de tono.
Cuanto más nos tensamos, más juntos están en nosotros
la rebeldía y la confianza, la protesta y la obediencia,
el grito y el abrazo, el no y el amén;
y más veloces salen los anhelos más cálidos y vivos,
hacia la tierra prometida y el regazo de quien le da acogida.
Y después de tantas quejas y protestas, o en medio de ellas,
la única respuesta que descubrimos
está ya tatuada en la historia y en la Buena Noticia:
Si tenéis fe, ¡cómo no voy a hacer justicia!

¿Avisarías a los personajes de tu sueño?

El discípulo se reunió con su director espiritual para preguntar sobre algunos aspectos de la Liberación y de aquellos que la alcanzan. Hablaron durante horas. Por último, el discípulo le preguntó al maestro:
-- ¿Cómo es posible que un ser humano liberado pueda permanecer tan sereno a pesar de las terribles tragedias que padece la humanidad?
El director tomó entre las suyas las manos del perplejo discípulo, y le explicó:
-- Tú estás durmiendo. Supóntelo. Sueñas que vas en un barco con otros muchos pasajeros. De repente, el barco encalla y comienza a hundirse. Angustiado, te despiertas. Y la pregunta que yo te hago es: ¿Acaso te duermes rápidamente de nuevo para avisar a los personajes de tu sueño?

El Maestro dice: El ser liberado es como una flor que no deja de exhalar su aroma y, suceda lo que suceda, no se marchita.