viernes, 26 de noviembre de 2021

Si piensas que estás vencido…

           Rudyard Kipling

Si piensas que estás vencido, lo estás.
Si piensas que no te atreves, no lo harás.
Si piensas que te gustaría ganar, pero que no puedes,
es casi seguro que no lo harás.
Si piensas que perderás, has perdido ya.
En el mundo encontrarás
que el éxito comienza por la voluntad.
Todo depende de nuestra actitud mental.
Por eso, muchas carreras se han perdido
antes de haberse corrido.
Y muchos cobardes han fracasado
antes de haber comenzado la carrera.
Si piensas cosas grandes, llegarás a ser grande.
si piensas en pequeño, te quedarás atrás.
Piensa que puedes y podrás.
Tarde o temprano, el hombre que triunfa
es aquel que cree poder triunfar.

La historia de Pablito

27 de Noviembre, fiesta de san José de Calasanz, patrono de l@s maestr@s

Pablito era un niño de 8 años que asistía a una escuela muy humilde de su barrio.
Desde que ingresó en su primer año escolar, mostró una conducta muy extraña. En clase siempre se le notaba distraído, no seguía el mismo ritmo de crecimiento intelectual que sus compañeros y sus notas eran un desastre.
Su maestra no sabía qué hacer con él y llamó a su madre para tratar de entender lo que ocurría, pero fue muy poco lo que esta pudo aportar, ya que su desinterés por el niño era evidente.
Fue pasando el tiempo, sin ver una reacción. Al contrario Pablito empezó a tener problemas con sus compañeros, se ponía muy agresivo y sin ningún motivo, reñía con ellos.
En clase estaba inquieto, decía frases incoherentes, molestaba a la maestra y al grupo, hasta que después de varios avisos sin ningún resultado positivo, para que dejara de molestar la maestra le sacaba de clase y lo dejaba castigado en el pasillo.
Esta situación empezó a repetirse casi diariamente. La directora del colegio, una mujer apasionada por la docencia, llevaba en su corazón el deseo de que cada niño saliera de su colegio, preparado y lleno de los conocimientos que iba a necesitar en el futuro.
La primera vez que vio a Pablito expulsado de la clase, no le dio mucha importancia, ya que cuando lo niños no se portan bien o provocan alborotos, es normal sacarlos fuera de clase para disciplinarlos. Pero como esta situación se repetía casi cada día, la directora llamó a la maestra del niño y le pidió que le explicara lo que sucedía. Después de hablar, no podían entender el porqué del comportamiento del niño. Se comprometieron a poner más atención, para tratar de descubrir el motivo de la situación, pero no sirvió de nada.
En el colegio había varios alumnos con conductas similares, pero de alguna manera los docentes tenían la posibilidad de entender cuál era la causa y así mejorar su rendimiento académico y su comportamiento.
Un día la directora iba caminando por el pasillo y se encontró de nuevo a Pablito fuera de clase, pero en esa ocasión en lugar de regañarle o llamarle la atención, abrumada por la situación, le pidió a Dios que la ayudara y Él le inspiró la siguiente pregunta:
– Hola, Pablito, has comido algo hoy.
– No, Seño, muy pocas veces hay comida en mi casa.
La directora llevó al niño a comer y se enteró que la mayoría de los días Pablito no tenía nada que comer.
Más tarde con algunos de sus colaboradores, fue a casa del niño para analizar la situación. Lo que vieron fue espantoso, la vivienda era sumamente precaria, la madre era una mujer de 25 años, pero el padre tenía alrededor de 70 años. Además había tres niños más, totalmente desnutridos, sucios, con ropas andrajosas.
Este patético cuadro les hizo ver de dónde venía la mala conducta de Pablito y decidieron ayudar a esta familia, en aquellas cosas más elementales: comida, ropa y trabajo.
No pasó mucho tiempo para que comenzaran a ver los resultados, Pablito dejo de ser ese niño agresivo e intolerante, se integró en el grupo y además empezó a recibir felicitaciones por sus trabajos y sus notas, que mejoraron sustancialmente.

Cuantos Pablitos, hay en los colegios. Cuando no sepas que hacer con ellos, pídele sabiduría a Dios y Él te inspirara, vas a lograr que ese diamante brille ante tus ojos.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Mi nombre en tus labios

                          José María R. Olaizola, sj

Escuché de ti mi nombre como nunca antes.
No había en tu voz reproche ni condiciones.
Mi nombre, en tus labios, era canto de amor,
era caricia, y pacto.
Con solo una palabra, estabas contando mi historia.
Era el relato de una vida, que, narrada por ti
se convertía en oportunidad.
Descubrí que comprendías los torbellinos de siempre,
las heridas de antaño, las derrotas de a veces,
los anhelos de ahora,
y aún sin saber del todo en qué creía yo,
tú creías en mí, más que yo mismo.
Así, mi nombre en tus labios
rompió los diques que atenazaban la esperanza.

El Diario de un padre

Esta es la historia de un hombre que durante muchos años estuvo distanciado de su padre por una serie de desacuerdos que lo llevó a marcharse de su casa y no volver. Hasta que un día recibió la llamada de su madre para avisarle que su padre había muerto, el hombre no derramó ni una lágrima, ni siquiera sintió tristeza y aunque le habría gustado acompañar a su madre, prefirió no ir al funeral por su padre para no faltar al trabajo. Al menos ahora podría ir a ver a su madre, porque ya no estaría su padre para criticarlo y darle consejos que no pidió.
Pocos días después de la noticia, recibió un paquete por correo, tenía una nota de su madre que decía:
- Encontré esto entre sus posesiones más preciadas, creo que le habría gustado que lo conservaras tú.
Se trataba de un cuaderno y cuando lo abrió se dio cuenta de que era el diario de su padre, reconoció su letra en la primera hoja, qué decía:
- Hoy estoy feliz, nació mi hijo, mi primer hijo, estoy muy orgulloso de ser su padre.
Con cada página que leía sentía un nudo en la garganta por lo su padre había escrito:
- Hoy fue su primer día de clase, que emoción sentí al verlo con su uniforme, le deseo un futuro lleno de sabiduría, para que su vida sea diferente a la mía. Yo no pude estudiar porque debía ayudar a mi padre, pero a mi hijo no le faltará nada y podrá dedicarse a sus estudios.
En otra página decía: - Hoy mi hijo me pidió una bicicleta, con mi sueldo no alcanza, pero haré horas extras para comprarla, él se lo merece.
El hombre tuvo que aguantar las lágrimas, recordó las discusiones que tuvo con su padre por esa bicicleta, le exigía una porque todos sus amigos tenían una, fue muy intolerante y desconsiderado con su padre.
Continuó leyendo: - Qué difícil es castigar a un hijo, si él supiera que a mí me duele igual o más que a él, espero que algún día, cuando tenga sus propios hijos, entienda que debo hacerlo por su propio bien, solo deseo lo mejor para él.
El hombre vio la fecha y se dio cuenta de que lo escribió en su última discusión, la siguiente y última página decía:
- Dios mío, ¿qué hice para que mi hijo me odie tanto? Dime si es que fui muy duro con él, yo solo quería hacer de él un hombre de bien, por favor, Dios, solo te pido que él entienda algún día que solo lo hice por su bien y que lo quiero con todo mi ser y que me perdone por no haber sido el padre que él deseaba y merecía.
El hombre terminó de leer, deseó abrazar a su padre y decirle que ahora comprendía, si hubiera sabido todo lo que pensaba su padre, todo habría sido distinto.

Valora cuando una persona que te ama se preocupa por tus decisiones y quiere que seas una mejor persona.