sábado, 25 de agosto de 2018

El arcoiris: la hermosura de la unión


Una historia hindú dice que en cierta ocasión los colores comenzaron a pelearse. Cada uno quería ser el más importante. 
El verde alegaba que era el color de la vida y la esperanza, y el más repartido por la naturaleza. 
El azul reivindicaba ser el color del agua, del mar, del cielo y de la paz. 
El amarillo decía ser el color de la alegría, del sol y de la vitalidad. 
El naranja pretendía ser el color de la salud, de la vitamina y de la fuerza: sólo había que pensar en las naranjas, mangos, papayas, zanahorias y calabazas. 
El rojo subrayaba su fuerza y valor, su pasión y su fuego. 
El púrpura indicó que era el color de la nobleza y del poder. 
Y el añil hizo notar que era el color del silencio, de la reflexión, de la oración y de los pensamientos profundos.
La lluvia observó la disputa e intervino con fuerza: los colores se acurrucaron entre sí y se fundieron en uno. Cuando cesó la lluvia, se desplegaron en forma de arco iris y todos y cada uno de ellos lució su belleza sin rivalidades… Y se dieron cuenta de la hermosura de la unión.

Señor Jesús: De nuevo hoy nos invitas a pensar en el valor de la fuerza. 
Y es que tú conoces nuestro corazón 
y sabes cuántas energías perdemos en enfrentamientos tontos; 
mientras que cada uno se enriquecería y enriquecería a los demás, 
si en lugar de enfrentarnos nos uniéramos.
Ayúdanos a ser capaces de unirnos. 
Te pedimos por todas esas personas que en lugar de la unión 
buscan la división y el enfrentamiento; 
y por aquéllos que son capaces de promover la unión y la paz.

jueves, 23 de agosto de 2018

Una vasija de barro, eso soy...

Señor ante Ti hoy te vengo a dejar
mis proyectos, mi vida, mis sueños y mi libertad.
Señor quiero que mi felicidad sea amarte
y servirte buscando hacer tu voluntad.
Recibe Señor en tus manos la ofrenda
que hoy vengo a traer ante Ti.
Reviste con tu fortaleza mi débil pobreza que hoy te dice sí,
y nunca permitas que crea que serte fiel sólo depende de mi,
pues llevo en vasijas de barro el tesoro que sin merecer recibí.
Señor aquí estoy, Tú sabes como soy,
con tu gracia transforma mi alma, limpia mi corazón.
Señor, haz que en mí siempre crezca esta sed
de que en tus aguas profundas pueda un día beber.
Que yo pueda ser sacramento de Amor.
Consuélame Señor, cuando venga el dolor.
Que no olvide, que clavado a un madero, fue inmolado el Amor.
Y cuando en mi obrar sólo busque brillar,
que tu Cruz me haga ver hasta donde yo debo llegar.
Hoy me abandono en Ti. Amén.

Hay más alegría en dar

A David, un amigo mío, su hermano le regaló un automóvil.
Un día, cuando David salió de su oficina, vio a un niño dando vueltas alrededor de su brillante coche nuevo admirándolo.
- "¿Este es su coche señor?" -preguntó el niño.
David afirmó con la cabeza y añadió:
- "Mi hermano me lo regaló.
El niño estaba asombrado:
- "¿Quiere decir que su hermano se lo regaló y a usted no le costó nada? Vaya me gustaría..." titubeo el niño.
- "¡Desde luego!" -David sabía lo que el niño iba a decir, que le gustaría tener un hermano así, pero lo que el muchacho realmente dijo sorprendió a David:
- "Me gustaría -prosiguió el niño- poder ser un hermano así"
David miró al niño con asombro, e impulsivamente añadió:
- ¿Te gustaría dar una vuelta en mi coche?".
- ¡¡¡Ah si, eso me encantaría!!!
Después de un corto paseo, el niño se volvió y, con los ojos chispeantes, dijo:
- "Señor... ¿no le importaría que pasáramos frente a mi casa?"
David sonrió. Creía saber lo que el muchacho quería. Quería enseñar a sus vecinos que podía llegar a su casa en un gran automóvil, pero de nuevo, David estaba equivocado.
- ¿Se puede detener donde están esos dos escalones? -pidió el niño.
Subió corriendo y en un momento el niño regresaba, pero no venía deprisa. Llevaba consigo a su hermanito lisiado. Lo sentó en el primer escalón, mirando hacia el coche.
- "¿Lo ves Juan? Allí está, tal como te acabo de decir. Su hermano se lo regaló y a él no le costó ni un centavo, y algún día yo te voy a regalar uno igualito... entonces podrás ver por ti mismo todas las cosas bonitas de los escaparates, de las que he estado tratando de contarte".
David, bajó del coche y subió al muchacho lisiado al asiento delantero. El hermano mayor, con los ojos radiantes, se subió tras de él y los tres comenzaron un paseo memorable.

Ese día, David comprendió lo que Jesús quiso decir con: "Hay más dicha en dar... que en recibir"
Que tengas un excelente día y no olvides: Dar vida a otras vidas... Dar esperanza... Somos lo que pensamos. Somos lo que decidimos ser.
Decidamos ser hombres y mujeres de valores. ¡Nuestro entorno lo necesita desesperadamente! Ojala que aprendamos la lección.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Cada detalle cuenta

Si cuidas una abeja, habrá más miel en el panal.
Si evitas una injusticia, habrá más justicia en el mundo.
Si cultivas un rosal, habrá más rosas en el jardín.
Si amas, Dios estará más presente en el mundo.
Si siembras un grano de trigo, habrá más pan sobre la tierra.
Si enciendes una vela, habrá más luz en la noche.
Si vives en la verdad, habrá menos mentira en el mundo.
Si cuidas un nido, habrá más golondrinas en primavera.
Si vives en libertad, habrá más libertad en el mundo.
Si enciendes un fuego, habrá menos frío en el invierno.
Si irradias tu alegría, habrá menos tristezas en el mundo.
Si esperas cambiar tú cuando haya cambiado el mundo,
morirás sin haber vivido;
Si comienzas cambiando tú, ya estás cambiando el mundo...

Atrévete a tocar el cielo

Ana vivía en un pueblecito cerca del mar, se pasaba el día mirando a través de la ventana de su habitación, la encantaba levantarse por las mañanas y mirar, cómo amanecía el día con un sol radiante, ver a sus amigos jugando, gente paseando y al fondo, como todos los días, el mar y el cielo azul, que se perdían juntos, unidos en el infinito; siempre su mirada la dirigía hacia allí, siempre querría haber llegado, a tocar el borde donde el cielo se une con la tierra.
Pero nunca lo hacia, nunca lo intentaba, siempre permanecía allí sentada mirando sin actuar, nunca se atrevía a salir a ir más allá, apenas se atrevía a salir de su habitación, allí era donde Ana, se encontraba protegida, nada malo la podía pasar, su ropa, sus cosas, pero el mundo de fuera, el mundo tras la ventana la asustaba.
Sus padres, su familia, siempre la habían animado a descubrir todo lo que había allí fuera, esperándola, pero ella no se atrevía, sus amigos habían dejado de ir a buscarla, siempre les decía que no. Poco a poco, pasó el tiempo y solo su ventana la atraía. Uno de esos días Ana estaba mirando por ella, ensimismada, con sus ojos puestos en el infinito, cuando una voz dijo:
- “Ven, atrévete, ven te estoy esperando”.
Una voz que la animaba a salir, una voz que la trasmitía paz, tranquilidad, calma, sosiego, se sentía tan bien, que se dejó llevar. Sin más, salió a la puerta; sus padres no podían creer lo que estaba pasando, ¿qué había cambiado? Los ojos de Ana solo seguían a esa voz y a esa fina línea donde cielo y tierra se unen.
Al pasar por el parque, sus amigos la vieron y decidieron unirse a su familia que la seguía en silencio, querían acompañarla. En el camino se encontró con más personas conocidas, profesores, vecinos, todos ellos, asombrados por la manera en la que actuaba Ana, se fueron incorporando al grupo.
Ana seguía; en sus oídos solo escuchaba:
- “Atrévete estás más cerca, no tengas miedo a nada, estoy contigo, nada te pasará confía en mí”.
De pronto, llegó hasta la orilla del mar, allí se paró cuando el agua mojó sus pies y vio tan cerca esa fina línea donde tierra y cielo se unen, vio cómo cielo y mar eran uno solo y comprendió que la vida del cielo la podemos tener reflejada aquí en la tierra.
Ana se giró y observó a toda la gente que la había seguido: sus padres, amigos, vecinos y comprendió lo importante que era para cada uno de ellos, comprendió que por ellos, tenía que atreverse a vivir la vida, si estaba cerrada en su habitación, en su corazón, no podía llegar a nadie, no podía ser, ni dar felicidad, comprendió que cuando uno se atreve, cuando uno apuesta, consigue y gana.

martes, 21 de agosto de 2018

Quita de mí el corazón de piedra

Señor, quita de mí el corazón cerrado,
un corazón que pone llave a lo que pasa dentro con el pretexto
de que sólo él entiende lo que le pasa y nadie más...
Quita de mí el corazón enredado
que vive dando vueltas sobre sí mismo...
Quita de mí el corazón lleno de espinas
que vive siempre a la defensiva...
Un corazón guardado a veces
para una supuesta ocasión que nunca llega,
un corazón enamorado de sí mismo...
Quita de mí el corazón víctima
que considera que todos lo han herido,
que no le queda sino estarse sólo con él,...
Quita de mí Señor, el corazón empachado de sí mismo
que harta a los demás hablando de sí,
y nunca baja a los demás.
Un corazón que se pasa la vida contemplándose a sí mismo,
ególatra, autosuficiente, que necesita de los demás para sentirse admirado.
Quita de mí el corazón dividido, disperso, desordenado,
desprovisto de la capacidad de elegir...
Que se queda solo lo que entra por los sentidos,
la calle, la televisión, internet, que lo hacen esclavo.
Quita de mí el corazón implacable, que no se perdona nada,
que vive a presión, que no sabe disfrutar.
Un corazón que, persiguiendo un ideal inalcanzable, vive frustrado
porque no tiene la humildad de reconocer que no todo lo puede...
Quita de mí Señor, el corazón enfermo de apariencia,
abrumado de la necesidad de contentar a los otros,
un corazón enfermo de "tener que" y no poder disfrutar...
Quita de mí Señor, el corazón de piedra... Amén.

La rosa y el cactus


Un hombre preguntó a un sabio si debía quedarse con su esposa o su amante. El sabio tomó dos flores en su mano, una rosa y un cactus y le preguntó al hombre:
- ¿Si yo te doy a escoger una flor cuál eliges?
El hombre sonrió y dijo:
- La rosa, es lógico.
A lo que el sabio respondió:
- A veces los hombres se dejan llevar por la belleza externa de lo mundano y eligen lo que brille más, lo que valga más, pero en esos placeres no está el amor. Yo me quedaría con el cactus, porque la rosa se marchita y muere, el cactus en cambio, sin importar el tiempo o el clima seguirá igual, verde con sus espinas.
Tu mujer conoce tus defectos, tus debilidades, tus errores, tus gritos, tus malos ratos y así está contigo. Tu amante conoce tu dinero, tus lujos, los espacios de felicidad y tu sonrisa, por eso está contigo. Ahora dime hombre, ¿con quién te quedarás?


domingo, 19 de agosto de 2018

Comulgar es estar de acuerdo contigo

Cada vez que comulgo, Señor,
estoy reforzando mi amistad contigo,
te miro como alguien vivo y cercano
y siento tu esperanza y fortaleza en mi interior.
Cada vez que te recibo en mis entrañas,
renuevas mis ilusiones fraternas,
porque me indicas claramente la ruta
de construir una tierra justa y nueva.
Cada vez que me acerco hasta tu altar,
me llenas de entusiasmo y de sentido
y ya no puedo prescindir de tu misión
de agrandar mi corazón universal.
Cada vez que entras en mis adentros,
tu espíritu me anima y me sostiene,
haces renacer en mí la solidaridad,
un talante agradecido y sensible.
Cada vez que me encuentro contigo,
mi corazón se ensancha y se dinamiza,
me sacas de todos mis pequeños egoísmos
y me llenas de tu capacidad de obrar el bien.

Algún día el mundo será así

Os dejo este hermoso video. Al verlo puedes pensar: “nunca será realidad” o “yo puedo empezar hoy haciendo mi parte”. Puedes pasar toda la vida quejándote de lo que te rodea, pero solo traerá más amargura y enfado a tu vida. Te animo a poner tu granito de arena para cambiar el mundo en que vivimos.