sábado, 9 de febrero de 2019

Manos unidas

                Pedro Casaldáliga

Que seamos, Señor, manos unidas en oración y en el don.
Unidas a tus Manos en las del Padre,
unidas a las alas fecundas del Espíritu,
unidas a las manos de los pobres.
Manos del Evangelio, sembradoras de Vida,
lámparas de Esperanza, vuelos de Paz.
Unidas a tus Manos solidarias, partiendo el Pan de todos.
Unidas a tus Manos traspasadas en las cruces del mundo.
Unidas a tus Manos ya gloriosas de Pascua.
Manos abiertas, sin fronteras, hasta donde haya manos.
Capaces de estrechar el Mundo entero,
fieles al Tercer Mundo, siendo fieles al Reino.
Tensas en la pasión por la Justicia, tiernas en el Amor.
Manos que dan lo que reciben, en la gratuidad multiplicada,
siempre más manos, siempre más unidas.

Servir desde la humildad y la gratitud


Érase una vez un hombre tan piadoso que hasta los ángeles se alegraban viéndolo.
Su santidad consistía en que no tenía en cuenta el pasado de los demás, sino que tomaba a todo el mundo tal como era en ese momento, fijándose, por encima de la apariencia de cada persona, en lo más profundo de su ser. Un día le dijo un ángel:
«Dios me ha enviado a ti. Pide lo que desees y te será concedido. ¿Deseas, tal vez, tener el don de curar?»
— «No respondió el hombre, preferiría que fuera el propio Díos quien lo hiciera.»
— «Entonces, ¿qué es lo que deseas?, preguntó el ángel.
«La gracia de Díos, respondió él. Teniendo eso no deseo tener nada más.»
«No le dijo el ángel, tienes que pedir algún milagro; de lo contrario, se te concederá cualquiera de ellos, no sé cuál...»
«Está bien; si es así, pediré lo siguiente: deseo que se haga el bien a través de mí sin que yo me dé cuenta.»

Por el contrario
Me encanta servirte... pero insisto en que me lo agradezcas
Una enjoyada señora salió, a altas horas de la noche, de un elegante hotel de Londres donde había cenado y asistido a un «baile de caridad» a beneficio de los niños abandonados.
Estaba a punto de subir a su «Rolls Royce» cuando un andrajoso pilluelo se le acercó suplicante:
«Por caridad, señora, déme una limosna. Llevo dos días sin comer...».
La duquesa le rechazó con un gesto y le dijo:
«¡Desagradecido tunante! ¿No te das cuenta de que he estado bailando para ti toda la noche?».

¿Qué es la vida sin amor? ¿Qué es el amor sin vida? ¿Qué es el hombre sin amor?
¿Qué es el amor sin nombre? ¿Qué es un río sin agua? ¿Qué soy yo sin el amor de los demás?
¿Cómo cambiarás el mundo, si tú mismo no quieres cambiar?
¿Cómo podrás tú amar, si te han matado el sentimiento? ¿Cómo podrás alegrarte, si eres incapaz de llorar?
Los cambios han de empezar por ti. Y por mí 

viernes, 8 de febrero de 2019

Un gran jugador


                     Historias de Luz y Sabiduría

Un muchacho vivía sólo con su padre. Ambos tenían una relación extraordinaria y muy especial. El joven pertenecía al equipo de fútbol americano de su colegio. Por lo general no tenía la oportunidad de jugar casi nunca. Sin embargo su padre permanecía siempre en las gradas haciéndole compañía.
El joven era el más bajo de la clase cuando comenzó la secundaria e insistía en participar en el equipo de fútbol del colegio. Su padre siempre le orientaba y le explicaba claramente que "él no tenía que jugar fútbol si no lo deseaba en realidad". Pero el joven amaba el fútbol, no faltaba a un entrenamiento ni a un partido, estaba decidido a dar lo mejor de sí, ¡se sentía felizmente comprometido con el deporte!
Durante su vida en secundaria, lo recordaron como el "calentador de banquillo", debido a que siempre permanecía sentado. Su padre, con su espíritu de luchador, siempre estaba en las gradas, haciéndole compañía, palabras de aliento y el mejor apoyo que hijo alguno podría esperar.
Cuando comenzó la Universidad, intentó entrar al equipo de fútbol; todos estaban seguros que no lo lograría. Contra todos los pronósticos, entró al equipo. El entrenador le dio la noticia, admitiendo que lo había aceptado viendo como entregaba su corazón y su alma en cada entrenamiento y al mismo tiempo trasmitía a los demás miembros del equipo entusiasmo y energía.
La noticia llenó por completo su corazón; entonces, corrió al teléfono más cercano y llamó a su padre, quien compartió con él la emoción. El hijo enviaba al padre cada temporada todas las entradas para que asistiera a los juegos de la Universidad.
El joven atleta era muy persistente, nunca faltó a un entrenamiento ni a un partido durante los 4 años de la Universidad, ¡y eso que nunca tuvo la posibilidad de salir en ningún partido!
Era el final de la temporada, y justo unos minutos antes que comenzara el primer partido de las eliminatorias, el entrenador le entregó un telegrama. El joven lo leyó y casi murió en el silencio... Tragó saliva y, temblando, le dijo al entrenador:
- "Mi padre murió esta mañana, ¿Hay algún problema si hoy falto al partido?".
El entrenador le abrazó y le dijo "Toma el resto de la semana libre, hijo. Y no se te ocurra venir el sábado".
Llegó el sábado, y el partido no estaba muy bien. En el tercer cuarto, cuando el equipo tenía 10 puntos de desventaja, el joven entró al vestuario y calladamente se colocó el uniforme y corrió hacia donde estaba el entrenador y su equipo, quienes estaban impresionados de ver a su compañero de regreso.
- "Entrenador por favor, permítame jugar... Yo tengo que jugar hoy", imploró el joven.
El entrenador hizo como si no lo escuchara. No podía permitir que su peor jugador entrara en el cierre de las eliminatorias. Pero el joven insistió tanto, que finalmente el entrenador sintiendo lástima lo aceptó:
- "Bueno hijo, puedes entrar, el campo es todo tuyo".
Minutos después el entrenador, el equipo y el público, no podían creer lo que estaban viendo. El pequeño desconocido, que nunca había participado en un partido, estaba haciendo todo brillantemente, nadie podía detenerlo en el campo, corría fácilmente como toda una estrella.
Su equipo comenzó a ganar, hasta que empató el juego. En los segundos finales el muchacho interceptó un pase y corrió todo el campo hasta ganar un juego. La gente que estaba en las gradas gritaba emocionadas, y su equipo lo llevó a hombros por todo el campo.
Finalmente, cuando todo terminó, el entrenador notó que el joven estaba sentado calladamente y sólo en una esquina, se acercó y le dijo:
- "Muchacho, ¡no puedo creerlo!, ¡estuviste fantástico! Dime... ¿cómo lo lograste?
El joven miró al entrenador y le dijo:
- "Usted sabe que mi padre murió... pero ¿sabía que mi padre era ciego?
El joven hizo una pausa y trató de sonreír...
- "Mi padre asistió a todos mis partidos, pero hoy era la primera vez que él podía verme jugar. Y yo quise demostrarle que sí podía hacerlo".

Desde que mi voluntad

                 José Luis Blanco Vega, sj

Desde que mi voluntad está rendida a la tuya Señor,
yo conozco la medida de la mejor libertad.
Ven Señor, y toma las riendas de mi albedrío;
de tu mano me confío y a tu mano me entrego,
que es poco lo que me niego si yo soy tan tuyo, y vos tan mío.
A fuerza de amor humano me abrazo en amor divino.
La santidad es camino que va de mí hacia mi hermano.
Me di sin tender la mano para cobrar el favor;
me di en la salud y en dolor a todos, y de tal suerte
que me ha encontrado la muerte sin nada más que el amor.
Que así sea.

jueves, 7 de febrero de 2019

Signos de tu amor


Espíritu Santo, fuente inagotable de todo lo que existe, 
hoy quiero darte gracias.
Gracias ante todo por la vida, porque respiro, me muevo, siento cosas,
mi cuerpo funciona, mi corazón late. Hay vida en mí.
Gracias porque a través de mi piel y mis sentidos
puedo tener contacto con los seres que has creado.
Porque el aire roza mi piel, siento el calor y el frío,
percibo el contacto con las cosas que toco.
Gracias porque mi pequeño mundo
está repleto de maravillas que no alcanzo a descubrir.
Gracias porque tu amor me llega cada día.
Me rodeas y me envuelves con tu luz.
Gracias porque estás conmigo en todo lo que me pasa,
para que pueda aprender algo de cada cosa que me suceda.
Gracias porque quieres transformar todo mi ser con tu vida divina.
Gracias porque cada día es una novedad,
porque siempre hay nuevos signos de tu amor,
porque siempre me invitas a algo más
y siempre me llamas a volver a empezar.
¡Gracias Espíritu Santo! Amén.

Cuero o mármol


                       Historias de Luz y Sabiduría

Consentido y muy arrogante, el joven hijo de un acaudalado empresario se mostraba sumamente preocupado. Su padre lo invitó a hablar en privado, para ayudarlo a resolver sus problemas.
En esa conversación, franca y honesta, indagó y descubrió que había aspectos de la vida de su hijo que no marchaban bien: se sentía insatisfecho con sus relaciones amorosas, con tener todo el dinero del mundo y no ser feliz, y con no encontrarle sentido a la vida.
- Papa, no sé qué hacer. Le doy vueltas a los problemas y no puedo resolverlos. Sé que tengo la dureza y el temple que heredé de ti, pero aún así, no consigo fortalecerme.
Y el padre le dijo:
- Querido hijo: la dureza no lo es todo. Imagina una gran placa de mármol, majestuosa, brillante… pero si la golpeas con una maza, se rompe en mil pedazos. Lo que importa en la vida, es ser fuerte. 
En cambio, el cuero es blando, y por más que lo golpees con fuerza, no se romperá. Entonces, prueba ser como el cuero: flexible y elástico ante los problemas, y verás cómo, dentro de poco, todo se solucionará.
El hijo, emocionado, le agradeció con un fuerte abrazo. El padre le dijo, susurrándole al oído:
- Y recuerda: confía en el proceso de la vida.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Oración por la Justicia y la Paz

Señor, tú dijiste que cuantos trabajan por la paz 
serían llamados hijos e hijas de Dios;
Concédenos entregarnos sin descanso a instaurar en el mundo
la única justicia que puede garantizar
a los hombres y mujeres la verdadera paz.
Señor, que con tu amor paternal gobiernas el mundo,
te rogamos que todos los hombres a quienes diste un idéntico origen,
constituyan una sola familia en la paz
y vivan siempre unidos por el amor fraterno.
Señor, creador del mundo, bajo cuyo gobierno
se desarrolla la marcha de la historia; atiende nuestras súplicas
y concede la paz a nuestros tiempos difíciles.
Señor de la Paz, tú eres la misma justicia:
por eso el hombre violento no te comprende ni el corazón cruel te acepta;
haz que los buenos perseveren en el bien y los que están enfrentados
recuperen la paz con el olvido del odio…Amén

Las piedrecitas azules


Había dos piedrecitas que vivían en medio de otras en el lecho de un torrente de agua. Ellas se distinguían entre todas porque eran de un intenso color azul. Cuando les llegaba el sol, brillaban como dos pedacitos de cielo caídos al agua. Las piedrecitas azules conversaban sobre lo que llegarían a ser cuando alguien las descubriera:
– “¡Acabaremos en la corona de una reina!”, se decían emocionadas.
Un día por fin fueron recogidas por una mano humana. Por algún tiempo estuvieron sofocándose en diversas cajas. Un día, alguien las tomó y las oprimió contra una pared, junto a otras piedras, introduciéndolas en un lecho de cemento húmedo. Lloraron, suplicaron, insultaron, amenazaron, pero dos fuertes golpes de martillo las hundieron todavía más en aquella prisión de cemento. A partir de entonces solo pensaban en huir.
Trabaron amistad con un hilo de agua que de cuando en cuando corría por encima de ellas. Un día, las piedrecitas le pidieron:
– “Fíltrate por debajo de nosotras y arráncanos de está pared”.
Así lo hizo el hilo de agua y al cabo de unos meses las piedrecitas ya bailaban un poco en su lecho.
Finalmente, en una noche húmeda, las dos piedrecitas cayeron al suelo y, yaciendo por tierra, echaron una mirada a lo que había sido su prisión. La luz de la luna iluminaba un espléndido mosaico. Había miles de piedritas de oro y de colores brillantes; rojos, púrpuras, anaranjados, turquesas, verdes, amarillos… todas juntas formaban la figura de Cristo. Pero en el rostro del Señor había algo raro. ¡Estaba ciego! Sus ojos carecían del iris.
Entonces las dos piedritas comprendieron. ¡Eran ellas los ojos de Cristo! Por la mañana, un sacristán distraído tropezó con algo extraño en el suelo. En la penumbra pasó la escoba y las echó al cubo de basura.
Esta historia nos recuerda que Cristo tiene un plan maravilloso para cada uno de nosotros. A veces no lo entendemos y, por hacer nuestra propia voluntad, malogramos lo que Él había trazado para nosotros. Hoy quiero revelarte un gran secreto, ¡tú también eres los ojos de Cristo… y Él te necesita para mirar con amor a cada persona que se acerca a tu vida!

lunes, 4 de febrero de 2019

Anhelo creer de corazón

Señor, anhelo creer de corazón y de palabra.
Creer con la cabeza y con las manos.
Negar que el dolor tenga la última palabra.
Arriesgarme a pensar que no estamos definitivamente solos.
Anhelo saltar al vacío en vida, de por vida,
y afrontar cada jornada con la certeza de que Tú estás.
Anhelo avanzar a través de la duda.
Atesorar, sin mérito ni garantía, alguna certidumbre frágil.
Sonreír en la hora difícil con la risa más clara que pueda imaginarme.
Porque el Amor habla a su modo, acariciando intocables.
¡Anhelo mirar con Tus ojos!
¡Anhelo hablar con Tus palabras!
¡Anhelo amar con Tú corazón!

Muerte y miedo


                  Historias de Luz y Sabiduría

Miles de peregrinos se dirigían hacia un santuario. Un caballero, apostado cerca del camino, los observaba. De pronto, vio a un hombre extraño, feo y vulgar. Detuvo al hombre y le preguntó:
- ¡Eh!, ¿quién eres? No pareces ser peregrino...
- Señor, ¿cómo puedes verme? Nadie debería darse cuenta de que estoy aquí.
- Eso no importa. El hecho de que esté interrogándote significa que puedo verte. Así, pues, dime: ¿quién eres?
- Soy el Mensajero de la Muerte.
- ¿Hacia dónde te diriges?
- Voy al lugar sagrado de peregrinaje.
- Oh, ¿y piensas adorar a Dios allí?
- No, señor, ésa no es mi ocupación. Voy allí a realizar mi trabajo.
- ¿Cuál es tu trabajo?
- Me han enviado para quitar algunas vidas. Algunas personas deben dejar sus cuerpos, y la peregrinación es una buena oportunidad para hacerlo. Dadas las malas condiciones, seguramente la gente contraerá enfermedades con facilidad.
- Entonces ¿qué harás?
- Pues sembraré el cólera.
- ¿A cuántos matarás?
- Me han asignado llevarme a cuatrocientas cincuenta personas.
- Bien, si te han dicho que lo hicieras, hazlo.
Entonces, la extraña criatura continuó su camino. Después que hubo terminado la celebración sagrada, todos los peregrinos volvieron por el mismo camino. Nuevamente el caballero se hallaba a la vera del camino, observando a los que por allí pasaban. Les preguntó a algunos de ellos:
- ¿Cómo fue todo?
- Todo salió bien -respondieron-, pero, desgraciadamente, sobrevino el cólera y acabó con las vidas de muchos.
- ¡Oh! ¿Cuánta gente murió?
- Alrededor de mil quinientas personas.
- ¿Tantas?
- De eso puede estar seguro.
El caballero se quedó a esperar a que pasara el Mensajero de la Muerte y preguntarle qué tenía que decir. Cuando finalmente lo vio, le dijo:
- ¡Deténgase! ¿Es usted el mismo hombre que vi en camino al santuario sagrado?
- Sí, señor.
- ¿No me dijo Usted que iba a la peregrinación a llevarse cuatrocientas cincuenta vidas?
- Sí, así le dije.
- Pero, ¿sabe cuántas murieron?
- Sí, mil quinientas.
- ¿Cómo pudo hacer eso? ¡Solamente debía llevarse a cuatrocientas cincuenta!
- Señor, sólo hice mi trabajo. Me llevé a cuatrocientos cincuenta.
- Entonces, ¿cómo murieron las demás?
- Murieron de miedo.

"Dejarse vencer por el pesimismo es apagar la luz de la esperanza" (Luis Carrillo Hernández)

domingo, 3 de febrero de 2019

Desconcierto

                              F. Ulibarri

Señor: Que quienes te buscan a tientas, te encuentren;
que quienes dudan una y mil veces, no desistan;
que quienes se extravían en su camino, vuelvan;
que quienes creen conocerte y poseerte, sigan buscándote.
Que quienes caminan a tientas y solos, no se pierdan;
que quienes tienen miedo al futuro, se abran a la confianza;
que quienes no logran triunfar, perseveren;
que quienes tienen hambre y sed, sean saciados.
Que los grandes y poderosos se sientan vulnerables;
que los amargados de la vida disfruten de tu presencia y gracia;
que los olvidados de todos dejen oír su canción;
que tus hijos e hijas nunca nos saciemos de tus dones.
Que quienes desean y buscan milagros sepan acogerlos;
que quienes presumen de profetas acepten a los de su tierra;
que quienes se descubren leprosos bajen a lavarse a un humilde río;
que quienes tienen pensares ocultos no se enfurezcan contigo.
Y si Tú nos provocas nuevamente,
como provocaste a tus paisanos de Nazaret entonces,
danos la gracia de entenderte y tolerarte ahora,
y descubrir quién eres, a pesar de las apariencias y de tus pobres orígenes.
¡Señor, ábrete paso entre nosotros y sigue tu camino
aunque nos escandalicemos!

Quien se lleva el hijo

Un hombre millonario y su hijo, tenían gran pasión por el arte. Poseían en su colección desde pinturas de Picasso, hasta Van Gogh. Disfrutaban sentándose, admirando y contemplando estas obras.
Pero la situación de su país hizo que el hijo tuviera que ir a la guerra. Murió una batalla mientras rescataba a otro soldado. Cuando el padre recibió la noticia sufrió profundamente la muerte de su único hijo.
Un mes más tarde, antes de Navidad, alguien llamó a la puerta. Un joven con un gran paquete en sus manos dijo al padre:
- Señor, usted no me conoce, pero yo soy el soldado por quien su hijo dio la vida. Yo me encontraba herido y él se acercó con la intención de salvarme cuando, de pronto, una bala atravesó su pecho, muriendo al instante. Él hablaba muy a menudo de usted y de su amor por el arte y, extendiendo sus manos, le entregó el paquete que llevaba. Yo sé que esto no es mucho, no soy un gran artista, pero creo que a su hijo le hubiera gustado que usted recibiera esto.
El padre abrió el paquete. Era un retrato de su hijo, pintado por el joven soldado. Contempló con profunda admiración la manera en que el soldado había captado y plasmado la personalidad de su hijo en la pintura. El padre estaba tan conmovido por el realismo de la expresión de los ojos de la pintura, que los suyos se llenaron de lágrimas. Le agradeció al joven soldado y ofreció pagarle por el cuadro.
- ¡Oh, no señor! yo nunca podría cobrarle, ¡con todo lo que su hijo hizo por mí! Acéptelo como un regalo.
El padre lo colgó sobre la pared. Cada vez que los visitantes llegaban a su casa les mostraba el retrato de su hijo, antes que su famosa colección.
Al cabo de pocos años, el hombre murió y se anunció una subasta con todas las pinturas que poseía.
Muchas personas importantes acudieron con grandes expectativas. Allí, sobre la plataforma, estaba el retrato del hijo presidiendo la subasta.
El subastador golpeó su martillo para dar inicio. Empezaremos los remates con este retrato, éste es el hijo del dueño de la colección. ¿Cuánto ofrecen por este retrato?
Hubo un gran silencio. Entonces una voz, dijo:
- ¡Queremos ver las pinturas famosas! ¡Olvídese de esa!
Sin embargo, el subastador insistió:
- ¿Quién ofrece por esta pintura? ¿50 dólares? ¿100 dólares?
Alguien gritó alterado:
- ¡No venimos por esa pintura! Venimos por los Van Gogh, los Rembrandts y los cuadros de Picasso. ¡Vamos a las ofertas de verdad!
Pero aún así el subastador continuó con su labor: "El Hijo", "El Hijo" ¿Quién se lleva "El Hijo"?
Finalmente, una voz se oyó desde el fondo de la sala:
- Yo doy diez dólares por la pintura. Era el viejo jardinero de la familia, que ofrecía lo único que podía ofrecer.
- ¡Tenemos 10 dólares! ¿Quién da 20? gritó el subastador.
La multitud estaba inquieta. No querían la pintura del hijo, querían las que representaban una valiosa inversión para sus propias colecciones. El subastador golpeó por fin el martillo:
- A la una, a las dos y. . . ¡vendida por 10 dólares!
- Por fin. ¡Ahora ya podemos empezar con la colección!, gritó uno.
Pero el subastador soltó su martillo y dijo:
- Lo siento mucho, damas y caballeros, pero la subasta ha llegado a su final.
- Pero, ¿qué pasa con las otras pinturas? dijeron los interesados.
- Lo siento, cuando me llamaron para conducir esta subasta, estaba estipulado en el testamento del dueño y yo no tenía permitido revelar esto hasta este momento, que solamente la pintura de "EL HIJO" sería subastada. Aquel que la comprara, heredaría absolutamente todas las posesiones de este hombre, incluyendo las famosas pinturas. El hombre que compró "EL HIJO" se quedó con todo.