sábado, 31 de octubre de 2020

Alabanza al Dios Creador

               Antonio Porpetta

Ha madrugado Dios esta mañana: 
escuché su trajín, su atareado revuelo por los árboles. 
Es tan grande su casa, que no puede dar reposo a sus manos. 
Comenzó por las cumbres, 
barriendo tiernamente las últimas memorias de las tormentas. 
Los ríos le esperaban: pulimentó sus cauces, 
enderezó los juncos y puso más verdor en los cañaverales. 
Se retrasaba el sol en su redondo sueño 
y tuvo que encender sus almenaras 
y enderezar su rostro gigantesco detrás de las colinas. 
Puso orden al loco griterío de los pájaros, 
dio calor a unos nidos cubiertos de escarcha, 
y lamió los rasguños de una corza batida por el viento. 
Se acercó hasta los mares: 
limpió los arrecifes, repartió las espumas, 
azuleó las aguas, y suprimió el silencio de las islas. 
Detuvo una tormenta, 
mandó que un aire lento peinara los trigales, 
que en la tierra brotaran las semillas, 
que el fuego despertara su furia en lo profundo. 
Y descerró las verjas del amor y del miedo. 
Después ha descansado un brevísimo instante 
cerca de mi ventana. 
Lo he tenido muy cerca, fragante y luminoso: 
Me ha mirado y he visto 
como una leve duda en sus ojos inmensos, 
como un cierto dolor, 
quizás como un humano desaliento.

La falsa santidad

En un convento de Roma vivía una monja que gozaba de fama de santidad. Corría la voz entre el pueblo que la religiosa se hallaba llena de dones celestes y que podía conocer el futuro de las personas y hasta obrar milagros.
Cuando el Papa supo de todo esto, mandó al Padre Felipe para que se entrevistase con la religiosa y luego le comentase cuál era su parecer al respecto, cosa que hizo de inmediato.
Yendo de camino se topó con una de esas tormentas que suelen darse en Roma y que en menos de media hora lo dejan a uno mojado de pies a cabeza. Así, completamente embarrado, llegó el Padre al convento de las religiosas donde pidió hablar con la hermana en cuestión
– Estimado Padre: ¿en qué puedo servirlo? –dijo la religiosa haciendo una reverencia.
El santo, que estaba cómodamente echado en un sofá, sin siquiera ponerse de pie para devolver el saludo, extendió su pie diciendo:
– Antes que nada, Reverenda madre, le ruego que me quite estos zapatos mojados y llenos de barro; una vez que estén limpios, venga aquí y conversaremos.
La monja, horrorizada por las palabras del sacerdote, le dijo:
– ¡Me maravillo cómo usted se atreve a hablarme de una manera semejante! ¡Soy una religiosa! ¿No se da cuenta que no estoy para estas cosas?
Felipe calló amargamente; se levantó y se dirigió hacia la puerta.
– ¿Para qué me buscaba usted? –continuaba diciendo.
– Disculpe, me he equivocado –respondió el santo mientras salía del claustro.
Ya de nuevo en el Vaticano, fue hasta el Santo Padre y le dijo:
– Beatísimo Padre, aquella monja ciertamente no es santa y tampoco hace milagros, porque le falta una virtud fundamental: la humildad. Le he pedido una pequeña prueba y no ha sido capaz de sortearla.

viernes, 30 de octubre de 2020

Solidaridad

         Marcelo A. Murúa 

Señor de la Vida, 
nos invitas a ser solidarios, 
para cambiar el mundo, 
para que nazca el Reino. 
Abre nuestras manos 
y empuja nuestros corazones, 
para aprender a compartir 
lo que somos y tenemos. 
Para vivir la fiesta diaria de la solidaridad, 
que es el amor por los demás 
hecho acción y compromiso. 
Enséñame, Jesús, 
a dar mis cinco panes y dos pescados. 
A dar mi tiempo, 
a ofrecer mi colaboración, 
a compartir mis dones.

Presencia eucarística de Jesús

Hay una historia famosa de la vida de San Felipe Neri que ayuda a responder esa pregunta. Un día, mientras celebraba la Misa, un hombre recibió la Sagrada Comunión y abandonó la iglesia con prisa.
El hombre parecía no tener en cuenta la Presencia eucarística dentro de él, por lo que Felipe Neri decidió aprovechar esta oportunidad como un momento de enseñanza. Envió a dos monaguillos con velas encendidas para que siguieran al hombre fuera de la iglesia. Después de un rato caminando por las calles de Roma, el hombre se dio la vuelta y vio a los monaguillos que aún lo seguían. Confundido, el hombre regresó a la iglesia y le preguntó a san Felipe Neri por qué envió a los monaguillos.
San Felipe Neri respondió:
- "Tenemos que rendirle el debido respeto a Nuestro Señor, a quien llevas contigo. Como te has negado a adorarlo, he enviado a dos acólitos para que lo hicieran en tu lugar”.
El hombre quedó atónito ante la respuesta y resolvió ser más consciente de la presencia de Dios en el futuro.

jueves, 29 de octubre de 2020

Bendito seas, Señor.

Bendito seas, Señor, por los que rechazan la espiral de la venganza
Haznos levadura de perdón. 
Bendito seas, Señor, por los que rompen las divisiones entre los pueblos. 
Haznos levadura de fraternidad. 
Bendito seas, Señor, por los que rechazan la violencia y las guerras. 
Haznos levadura de paz. 
Bendito seas, Señor, por los que suprimen las distancias y descalificaciones. 
Haznos levadura de curación. 
Bendito seas, Señor, por los que luchan contra toda forma de injusticia y opresión. 
Haznos levadura de liberación. 
Bendito seas, Señor, por los hombres y mujeres de oración 
Haznos levadura de adoración y gratitud 
Bendito seas, Señor, por las comunidades cristianas 
Haznos levadura de tu presencia y de tu Reino 
Bendito seas, por los hombres y mujeres habitados por tu Espíritu, 
y por todos nosotros, a quienes tú has escogido 
para que vivamos tu proyecto de amor redentor 
en medio de una humanidad que tanto te necesita.

¡Y luego… morir!

En cierta ocasión se encontró San Felipe con un desconocido sacerdote, que había llegado a Roma con la esperanza de poder “hacer carrera”.
– Bienvenido seas, querido amigo –le dijo el santo. ¿Qué de bueno te ha traído hasta estos lugares?
– Padre tantos en Roma consiguen buena fortuna que hasta yo echaré suertes aquí para ver qué sucede.
– ¿Y qué pretendéis con eso? ¿Qué cargo podréis recibir?
– ¿Qué pretendo? La mitra no estará mal; quizás algunas prelaturas y ¿quién sabe? ¿Por qué no el “cappello” cardenalicio?
– Y luego…, cuéntame ¿qué más?
– Luego, ya con las primeras prebendas se continúa y con una buena carrera podría obtener alguna nunciatura.
– ¿Y luego?
– Luego… Usted sabe… de entre los cardenales se elige al Papa. ¿Quién sabe?
– ¿Y luego…? Imaginemos que lo eligieran Papa…
– “¿Y luego…?”, “¿y luego…?”; pero, me da risa tantos “y luego…”. ¡Luego morir, naturalmente!
Llegados a este punto, San Felipe lo abrazó estrechamente y le dijo al oído:
– Señor canónico, y luego morir, y luego morir, y luego morir…
Y guiñándole el ojo, le sonrió apaciblemente y saludándolo lo dejó.
Le había dado una lección de humildad.

martes, 27 de octubre de 2020

Qué es orar

Jean Vanier, fundador de L'Arche

Orar, es penetrar despacio, tranquilamente,
en el silencio de Dios,
dejar a Dios darse y darme su silencio,
para que pueda dejar mi corazón latir al unísono del suyo.
Dejar mi respiración, entrar en la respiración de Dios.
Dejarme entrar en Su presencia.
Darme cuenta cada vez más de que Dios está dentro de mí,
no, evidentemente, para evitar a mis hermanos,
sino para llevarles más.
Porque es verdaderamente imposible
acercarse al Crucificado 
sin acercarse a los crucificados del mundo entero.

Las murmuraciones: la gallina desplumada

Había entre las penitentes de san Felipe Neri una mujer muy dada a la murmuración que no lograba enmendarse de este pésimo hábito.
El Padre Felipe más de una vez la había amonestado por el mal que causaba, pero visto que todo era en vano, decidió un día cortar por lo sano.
Después de haberla escuchado una vez más en confesión, le preguntó:
– ¿Cae usted, frecuentemente, en este pecado?
– ¡Siempre, Padre! Estoy tan acostumbrada que ni siquiera me doy cuenta de ello –respondió la señora.
Ante ello, el confesor se dio cuenta de que la cosa era ya demasiado seria; después de pensarlo vio oportuno ponerle una penitencia grave:
– Hija mía –continuó– vuestra falta es grande, pero la misericordia de Dios es todavía más grande. Ahora quiero haceros tocar con la mano todo el mal que habéis hecho. Debéis hacer esto que os digo: irás al mercado y comprarás una gallina muerta con todas sus plumas.
– Padre –interrumpió la penitente– ¿qué tiene que ver la gallina con la penitencia que me dais?
– ¡Cállate, que todavía no he terminado! Luego, con la gallina en la mano, daréis unas cuantas vueltas por el centro de la ciudad y, poco a poco, la irás desplumando hasta llegar hasta aquí.
La penitente obedeció en todo a las prescripciones del confesor y después de cumplir el mandato, regresó hasta él.
– Ahora –le dijo el santo– te pido que vayas por el mismo camino por el que viniste y recojas una por una las plumas que tiraste.
– ¡Pero Padre, eso es imposible! ¿Quién sabe dónde estarán todas esas plumas, con el viento que había?
– Es verdad –dijo el santo-. Es lo mismo que tú has hecho con el pecado de murmuración. Hablar mal del prójimo es como echar plumas al viento: una vez arrojada la fama, es difícil recuperarla.
Era la murmuración tan delicada para San Felipe Neri que cuando oía narrar alguna falta grave respecto de alguien, sea laico o sacerdote, en vez de escandalizarse, decía:
– ¡Señor: pon tus manos sobre mí; de lo contrario yo haré cosas mucho peores que éstas! 

domingo, 25 de octubre de 2020

Oración por las personas sin hogar

Escucha nuestra oración de hoy 
por todas las mujeres y hombres, niños y niñas que no tienen hogar. 
Por aquellos que duermen bajo los puentes, en los bancos del parque, 
en los portales o estaciones de autobús. 
Para aquellos que sólo pueden encontrar un refugio para pasar la noche, 
pero que deben ambular durante el día. 
Por las familias rotas porque no podían darse el lujo de pagar el alquiler. 
Por aquellos que no tienen familiares o amigos que pueden recibirles. 
Por aquellos que no tienen un lugar para mantener 
las posesiones que les recuerden quiénes son. 
Por los que tienen miedo y no tienen esperanza. 
Por aquellos que han sido traicionados 
por nuestra red de seguridad social. 
Ayúdanos a ver Tu rostro en los ojos de cada persona sin hogar 
que encontremos, para que podamos ser fortalecidos 
a través de la palabra y de las obras, 
y a través de los medios políticos que tenemos, 
para traer justicia y paz a los que no tienen hogar. Amén.

Globos con nombre

Un maestro llevó globos a su escuela y le regaló uno a cada alumno. Después ordenó que anotasen sus nombres en su globo, los dejaran en el suelo y abandonaran el aula. Una vez afuera, les dijo:
- "Tenéis cinco minutos para que cada uno encuentre el globo que lleva su nombre".
Los alumnos entraron y buscaron, pero se acabaron los cinco minutos y nadie había podido encontrar el suyo.
El maestro les dijo ahora:
- "Tomad cualquier globo y entregádselo al dueño del nombre que lleva anotado".
En apenas un par de minutos todos los alumnos ya tenían el suyo en la mano.
Finalmente, dijo el maestro:
- "Chicos, los globos son como la felicidad. Nadie la va a encontrar buscando la suya solamente. En cambio, si cada uno se preocupa por la del otro, encuentra rápido la que le pertenece".