sábado, 12 de junio de 2021

María del Evangelio

Tú eres, María, la experiencia más bella del Evangelio.
En ti Dios se ha hecho Noticia Buena para el hombre.
Eres como la luz del alba que abre camino al Sol;
eres esa estrella matutina que anuncia el Día.
Eres la mujer creyente que acoge y guarda la Palabra;
la mujer joven que entra en el plan de Dios libre y gozosa.
Eres estilo de vida, nuevo y fascinante en la Historia;
eres, María, la virgen bella y fecunda de Nazaret.
Mi corazón se alegra ante tu presencia luminosa;
mi corazón busca en el tuyo un camino de verdad;
mi corazón se abre a tu vida limpia y profunda;
mi corazón busca en tus ojos un camino de libertad.
Me siento feliz porque eres madre y eres virgen;
me siento feliz porque eres como un lago profundo de paz;
me siento feliz porque eres limpia como la luz de las estrellas:
me siento feliz porque eres libre como agua del manantial.
Aquí me tienes, en busca de un camino de libertad y fe.
Aquí me tienes, en busca de un proyecto de vida.
Aquí me tienes, en busca de Alguien a quien regalar mi amor.
Aquí me tienes, en busca de semillas de alegría.
Aquí me tienes, en busca de paz y de bien.
Aquí me tienes, en busca de un sendero de justicia.
Aquí me tienes, en busca del rostro del Dios vivo.
Aquí me tienes, en busca de la libertad perdida.
¡Gloria a ti, María, Casa donde Dios mora!
¡Gloria a ti, María, Madre de Cristo y Madre mía!

Almorzando con Dios

Un niño pequeño quería conocer a Dios; sabía que era un largo viaje hasta donde Dios vivía, así que preparó su mochila con pastelillos y refrescos, y empezó su viaje.
Cuando había caminado un buen rato llegó al parque y se dispuso a descansar, allí se encontró con una mujer anciana. Estaba sentada sola, quieta, contemplando a unas palomas.
El niño se sentó junto a ella y abrió su mochila. Estaba a punto de beber su refresco, cuando notó que la anciana parecía hambrienta, así que le ofreció un pastelillo.
Ella, agradecida, aceptó el pastelillo y sonrió al niño. Su sonrisa era muy bella, tanto que el niño quería verla de nuevo, así que le ofreció un refresco
De nuevo ella le sonrió. ¡El niño estaba encantado!
Así pasaron toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de los dos dijo una sola palabra. Mientras oscurecía, el niño estaba cansado y se levantó para irse, dio unos cuantos pasos, miró hacia atrás, corrió hasta la anciana y le dio un abrazo.
Ella, después de abrazarlo, le dio la más grande sonrisa de su vida.
Cuando el niño llegó a su casa, abrió la puerta. Su madre estaba sorprendida por su cara de felicidad. Entonces le preguntó:
- Hijo, ¿qué has hecho hoy que te hizo tan feliz?
El niño contestó:
- ¡Hoy estuve merendando con Dios!…
Y antes de que su madre contestara algo, añadió:
- ¿Y sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que he visto nunca!
Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hijo se quedó sorprendido por la expresión de paz en su cara, y preguntó:
- Mamá, ¿qué hiciste hoy que te ha puesto tan feliz? La anciana contestó:
- ¡Comí con Dios en el parque!… Y antes de que su hijo respondiera, añadió:
- ¿Y sabes? ¡Es más joven de lo que pensaba!

jueves, 10 de junio de 2021

A tiempo y a destiempo

                 J. Mª Rodríguez Olaizola

A tiempo y a destiempo, en cualquier lugar, a cualquier hora,
con el viento de espalda o un huracán a la contra;
alegre o afligido, sereno o exaltado, descansado o exhausto,
lleva el Amor por bandera.
No cejes en el intento de compartir la justicia.
No acomodes la Palabra en nombre de la prudencia,
no adulteres la esperanza,
proclama la Vida plena de quien con su Voz nos llama
y con su historia nos llena.
No niegues que eres apóstol, no olvides que eres profeta,
portador de una noticia que ha de atravesar la guerra,
que ha de romper las paredes y ha de fecundar la tierra...

El inventario de las cosas perdidas

Aquel día lo vi distinto. Tenía la mirada distante. Casi ausente. Tal vez presentía que ese era el último día de su vida. Me aproximé y le dije:
– ¡Buen día, abuelo!
Él se quedó en silencio. Me senté junto a su sillón y después de un misterioso instante, exclamó:
– ¡Hoy es día de inventario, hijo!
– ¿Inventario? –pregunté sorprendido.
– Si… ¡El inventario de las cosas perdidas! –me contestó con cierta energía y no sé si con tristeza o alegría, y prosiguió- en el lugar de donde yo vengo las montañas suben hasta el cielo. Siempre tuve deseos de escalar la más alta, nunca lo hice, no tuve tiempo ni la voluntad suficiente para sobreponerme a mi inercia. Recuerdo también a Mara, aquella chica que amé en silencio durante cuatro años, hasta que un día se marchó del pueblo, sin yo saberlo. ¿Sabes? También estuve a punto de estudiar ingeniería, pero mis padres no pudieron pagarme los estudios. Además, el trabajo en la carpintería de mi padre me impedía viajar. ¡Tantas cosas no concluidas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas!
Luego, su mirada se hundió aún más en el vacío y se humedecieron sus ojos. Y continuó:
– En los treinta años que estuve casado con Rita, creo que sólo cuatro o cinco veces le dije: «Te amo».
Después de un breve silencio, regresó de su viaje mental y mirándome a los ojos, me dijo:
– Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi vida. A mí ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo.
Hizo una pausa y luego, con cierta alegría en el rostro, continuó con entusiasmo y casi divertido:
– ¿Sabes qué he descubierto en estos días?
– ¿Qué, abuelo?
Aguardó unos segundos y no contestó. Sólo volvió a preguntarme nuevamente:
– ¿Cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre?
La pregunta me sorprendió y sólo atiné a decir con inseguridad:
– No lo había pensado. Supongo que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y desearle mal. ¿Tener malos pensamientos, tal vez?
Su cara reflejaba una negativa. Me miró fijamente, como marcando el momento y en tono grave y firme me señaló:
– El pecado más grave en la vida de un ser humano es el pecado por omisión. Y lo más doloroso es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas.
Dos días después regresé temprano a casa después del entierro del abuelo para realizar urgentemente mi propio inventario de las cosas perdidas.

Expresarnos nos deja muchas satisfacciones, así que no tengas miedo, y procura hacer lo que sabes que es bueno… antes de que sea demasiado tarde. Dile a esa persona: «Te amo, perdóname, me equivoqué”. Dile a Dios: «Me arrepiento, Señor, por favor perdóname».

miércoles, 9 de junio de 2021

El amor en negativo

NO ABUSA de ti ni se desinteresa de ti.
NO TE PIDE que te alteres tu ritmo.
NO TE CULPA ni te guarda rencor.
NO TE CHANTAJEA con rabietas, llantos ni gritos.
NO DISCUTE como si en ello le fuera la vida.
NO TE DA consejos que no hayas pedido.
NO TE JUZGA ni te dice “en qué consiste tu problema”.
NO TE TOLERA como si te hiciera un favor.
NO TE HACE JUSTIFICARTE una y otra vez.
NO NECESITA tener siempre razón ni todas las respuestas.
NO SE ENFURRUÑA ni se niega a hablar contigo.
NO TE CASTIGA en venganza por haberte equivocado.
NO RECUERDA todas las cosas que has hechos mal.
NO BUSCA atraer la atención sobre sí mismo.
NO HACE ALARDES para que sepas quién es quién.
NO SOCAVA tu confianza en ti mismo.
NO TE USA para sus propios fines y luego te rechaza.
NO VUELCA sus emociones en ti como si fueras el cubo de la basura.
NO PRESCINDE DE TI aunque no hayas satisfecho tus expectativas.

El helecho y el bambú

Un día decidí darme por vencido: renuncié a mi trabajo, a mi relación y a mi vida. Fui al bosque para hablar con un anciano que, según decían, era muy sabio.
- ¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido? -le pregunté.
- Mira a tu alrededor, -me respondió- ¿ves el helecho y el bambú?
- Sí. -respondí.
- Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú las cuidé muy bien. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo, no renuncié al bambú.
En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y, nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante.
El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se habían pasado ya cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.
¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.

martes, 8 de junio de 2021

El amor en positivo

TE ACEPTA tal como eres.
AFIRMA tu bondad y tus dones.
SE PREOCUPA por ti, quiere saber que estás bien.
TE IMPULSA a que te desarrolles plenamente.
EMPATIZA: sabe lo que se siente siendo tú,
TE ANIMA a que creas en ti mismo.
ES AMABLE en tu trato contigo.
GUARDA LOS SECRETOS: tus confidencias están a salvo.
ES BONDADOSO: siempre te apoya y está a tu lado.
SE RÍE MUCHO, siempre contigo, nunca de ti.
BUSCA TU BONDAD y la encuentra.
HACE QUE TE SIENTAS satisfecho de ser tú mismo.
NO TIENE EN CUENTA tus absurdas vanidades y debilidades humanas.
ORA por tus necesidades y por tu crecimiento.
VE en ti aspectos positivos que los demás no han visto.
COMPARTE contigo su ser mostrándose tal como es.
HABLA A TU FAVOR cuando necesitas que te defiendan.
TIENE TACTO incluso cuando se enfrenta contigo.
ASUME LA RESPONSABILIDAD de su propio comportamiento.
TE DICE LA VERDAD siempre y con honestidad.
PIENSA en ti y en tus necesidades.
ES DURO O TIERNO, según lo que necesites.
COMPRENDE tus altibajos, te permite tener “malos días”.

La importancia de saber nadar

Nasrudín a veces llevaba a la gente a pasear en su bote. Un día un pedagogo lo contrató para que le transportara al otro lado de un ancho río. Tan pronto como empezaron a navegar, el erudito preguntó si la travesía sería inquietante.
- De eso, no me pregunte nada, contestó Nasrudín.
Entonces el profesor preguntó a Nasrudín:
- ¿Qué, nunca has estudiado gramática?
- No, respondió él.
- Has perdido entonces la mitad de tu vida.
Nasrudín no contestó. Pronto se desató una terrible tormenta. El endeble barquichuelo de Nasrudín empezó a hacer agua. Éste se inclinó hacia su compañero de travesía y le preguntó:
- ¿Ha aprendido usted a nadar?
- ¡No!, contestó el erudito.
- En tal caso, maestro, ha perdido usted toda su vida, porque nos estamos hundiendo.

MORALEJA: Existen cosas que no logramos aprender en un cierto tiempo, pero también hay cosas que en poco tiempo podemos aprender y que salvarían nuestras vidas.

lunes, 7 de junio de 2021

Cuánto viven los perros

Pregunta: ¿Por qué los perros viven menos que la gente?
Aquí está la respuesta:
Como veterinario, me llamaron para examinar a un perro de 13 años llamado Batuta.
La familia esperaba un milagro.
Examiné a Batuta y descubrí que estaba muriendo de cáncer y que no podía hacer nada...
Batuta estaba rodeado por su familia.
El niño Pedro parecía tan tranquilo, acariciando al perro por última vez, y me preguntaba si entendía lo que estaba pasando. En pocos minutos, Batuta cayó pacíficamente en un sueño para no despertar nunca más.
El niño parecía aceptarlo sin dificultad.
Oí a la mamá preguntándose; - Por qué la vida de los perros es más corta que la de los seres humanos?
Pedro dijo: Sé por qué.
La explicación del niño cambió mi forma de ver la vida.
Él dijo: - La gente viene al mundo para aprender a vivir una buena vida, cómo amar a los demás todo el tiempo y ser buena persona, ¿eh?! Como los perros ya nacen sabiendo hacer todo esto, no tienen que vivir tanto tiempo como nosotros. ¿Entendido?

La moraleja de la historia: Si un perro fuera tu maestro, aprenderías cosas como:
* Cuando tus seres queridos lleguen a casa, siempre corre para saludarlos.
* Nunca dejes pasar la oportunidad para salir a pasear.
* Permite que la experiencia del aire fresco y del viento en tu cara sea de puro éxtasis.
* Se echa siestas, descansa.
* Se estira bien antes de levantarse.
* Corre, salta y juega diariamente.
* Evita ′′ morder ′′ cuando con solo un gruñido es suficiente.
* Cuando hace mucho calor, bebe mucha agua y se acuesta bajo la sombra de un árbol frondoso.
* Cuando está feliz, baila moviendo todo su cuerpo.
* Disfruta de las cosas simples, de una larga caminata.
* Es siempre fiel.
* Nunca pretende ser algo que no es. Es auténtico!
* Si lo que quiere, está ′′enterrado ", los busca, persiste hasta encontrarlo.
* Y nunca olvides: Cuando alguien esté teniendo un mal día, se queda en silencio, se sienta cerca y suavemente te hace sentir que está allí.

domingo, 6 de junio de 2021

Es tu palabra y tu promesa, Señor

                    Florentino Ulibarri

Esta es la fórmula de mi definitiva alianza
con vosotros y la Humanidad entera:
vosotros seréis mi cuerpo visible
y mi sangre que da vida;
y yo seré el pan que os alimenta
y el vino que os alegra e ilusiona.
Es tu palabra y tu promesa, Señor
Yo alimentaré vuestro cuerpo
y vuestra esperanza desestimada.
Yo mantendré vuestra llama y amor
y os haré fuertes contra el dolor.
Yo os invito a crecer y madurar
hasta llegar a la sazón.
Vosotros elevaréis, allí donde viváis,
el signo de un Dios comprometido con todos,
siendo pan hecho carne,
vino convertido en sangre,
palabra corporal y verdadera
y encarnación en nuestra historia.
¡Misterio de intimidad humana y divina!

Vosotros seréis, en adelante, mi pascua,
mi presencia tierna y salvadora,
mi encarnación en la tierra,
la buena noticia que todos anhelan,
la primicia de lo que os espera.
Mis brazos para estrechar soledades,
mi boca para clamar contra las injusticias
mis pies para salir tras los perdidos y olvidados,
mi corazón para latir al unísono
con todos los corazones que desfallecen.
Estaré con vosotros todos los días.
A cualquier hora y en cualquier lugar.
Siempre. Es mi palabra y mi promesa.

A pan y agua

Érase un muchacho que siempre llegaba tarde a casa cuando salía de la escuela. Los consejos y reprimendas no surtían ningún efecto. Finalmente, un día, su padre le llamó al orden y le dijo:
- La próxima vez que llegues tarde, cenarás pan y agua. ¿Está claro?
El hijo lo entendió perfectamente.
Pocos días después el muchacho llegó a casa más tarde que nunca. Sus padres no le dijeron nada. Cuando se sentaron a cenar vio que los platos de sus padres estaban llenos y en el suyo había sólo un trocito de pan y un vaso de agua. Miró al pan y luego al agua.
El padre esperó un rato para que el hijo interiorizara el castigo. Luego tomó el plato del hijo y se lo puso delante de él. Cogió su plato y lo puso enfrente de su hijo y se pusieron a cenar.
Años más tarde, ese mismo muchacho al recordar aquel episodio de su vida comentaba:
- Toda mi vida he sabido cómo es Dios por lo que hizo mi padre aquella noche.

Hermosa lección en la que el padre se impone el castigo que su hijo merece. Una lección sin palabras. Una lección sobre Dios que el hijo nunca olvidó.