sábado, 1 de marzo de 2025

Entra en mi vida

            José Mª Rodríguez Olaizola SJ

Entra en lo cotidiano,
en los impulsos y las inercias, en las jornadas de trabajo,
en las afirmaciones olvidables, en el gesto repetido,
en la rutina y la novedad, en el amor concreto.
Entra en las reuniones, en las comidas, en los paseos,
en las lecturas, en las redes, en los proyectos.
En las conversaciones, en los silencios,
en la plegaria y el desconcierto.
Entra en los miedos y los deseos,
En las distancias y los encuentros.
En la desgana y en el consuelo.
En la torpeza y en los talentos.
Entra en mi vida, tú que consumas lo prometido
y el odre viejo lo vuelves nuevo.

¿Por qué los perros viven menos que la gente?

Quien dice "perro" también se puede aplicar al "gato"

Aquí está la respuesta:
Como veterinario, me llamaron para examinar a un perro de 13 años llamado Batuta. La familia esperaba un milagro. Examiné al perro y descubrí que estaba muriendo de cáncer y que no podía hacer nada... Batuta estaba rodeado por su familia.
El niño Pedro parecía tan tranquilo, acariciando al perro por última vez, y me preguntaba si entendía lo que estaba pasando. En pocos minutos, Batuta cayó pacíficamente en un sueño para no despertar nunca más.
El niño parecía aceptarlo sin dificultad. Oí a la mamá preguntándose:
- Por qué la vida de los perros es más corta que la de los seres humanos?
― Yo sé por qué, dijo Pedro. La gente viene al mundo para aprender a vivir una buena vida, cómo amar a los demás todo el tiempo y ser buena persona. Como los perros ya nacen sabiendo hacer todo esto, no tienen que vivir durante tanto tiempo como nosotros para aprenderlo. ¿Lo habéis entendido?
La mamá, el resto de la familia y el mismo veterinario se quedaron sin saber qué decir.
Tiempo después aquel veterinario comentaba que esa respuesta le cambió la forma de ver la vida.

La moraleja de la historia:
Si un perro o un gato fuera tu maestro, aprenderías cosas como:
* Cuando tus seres queridos lleguen a casa, siempre corre para saludarlos.
* Nunca dejes pasar la oportunidad para salir a pasear.
* Permite que la experiencia del aire fresco y del viento en tu cara sea de puro éxtasis!
* Toma siestas, descansa.
* Estírate bien antes de levantarte.
* Corre, salta y juega diariamente.
* Evita ′′ morder ′′ cuando con solo un gruñido sería suficiente.
* En un día de mucho calor, bebe mucha agua y acuéstate bajo la sombra de un árbol frondoso.
* Cuando estés feliz, baila moviendo todo tu cuerpo.
* Disfruta de las cosas simples, de una larga caminata.
* Sé fiel.
* Nunca pretendas ser algo que no eres. ¡Sé auténtico!
* Si lo que quieres, está ′′enterrado ", búscalo, persiste hasta encontrarlo.
* Y nunca olvides: Cuando alguien esté teniendo un mal día, quédate en silencio, siéntate cerca y suavemente hazle sentir que estás allí.

jueves, 27 de febrero de 2025

Corazón de piedra

                 José Mª Rodríguez Olaizola, sj

Arranca la mano de piedra,
que aprieta con saña y apunta con odio,
cocina maldades y pone cadenas…
Verás cómo crece la mano de carne
que acuna y aquieta, que quita cerrojos,
que escribe poemas.
Arranca la pierna de piedra
que al pisar aplasta,
que avanza sin norte, y, cerril, patea.
Verás cómo crece la pierna de carne,
que baila ligera, que te lleva, lejos,
donde Dios te llama,
donde el hombre espera.

La huída del pintor Notcha

En una región húmeda y verde, sonriente y siempre primaveral de la inmensa China, nació el extraño pintor Notcha. Su infancia había sido siempre alegre entre prados y blancos árboles floridos. ¡La aldea, la dulce aldea, sus viejos padres campesinos, el río transparente entre cañaverales de bambú…!
Aquello era todo su gozo y toda su vida. Hasta cuando dormía sonreía soñando en la luz de cristal de sus campos. Desde muy pequeño dibujaba los peces y los pájaros en las piedras lavadas del río, y los rebaños y pastores en las maderas de los establos. El yeso y el carbón eran lápices mágicos en sus manitas de niño. Notcha creció. En las alquerías y en los pueblos próximos todos hablaban de Notcha. Mucha gente venía por los caminos para ver las obras preciosas del joven artista. La fama de su arte fue creciendo, hasta llegar al palacio del emperador.
Un día el emperador lo llamó. Notcha se arrodilló tres veces ante el hijo del Cielo, y tocó tres veces el suelo con su frente. El Emperador le dijo:
― Te quedarás aquí y trabajarás para adornar los corredores y los salones del palacio. Ya he mandado que te preparen en una de las salas, tu taller, bien provisto de colores y lacas y ricas maderas. Tu vida cambiará desde hoy. Ya no volverás al lugar donde naciste.
Notcha estaba triste. Ya no podría ver su casa en la dulce aldea blanca de árboles florecidos a la orilla del río tembloroso de brisa. Tendría que contentarse con soñar la alegría del campo en las cerradas salas de palacio decoradas con barbados dragones de piedra.
Trabajaba sin descanso para agradar al Emperador. Sus pinturas llenaban los biombos lacados. Las puertas de madera y de hierro y los muros de los templos y salones imperiales. Pero su pensamiento volaba hacia las bellas tierras húmedas donde había vivido feliz.
Un día Notcha pintó un gran cuadro maravilloso: el transparente cielo de su infancia, el campo, los prados, el puentecillo de estacas en el río bordeado de bambúes y enebros, la blanca aldea a lo lejos entre vuelos de patos salvajes, un rojo sol de aurora y un verde limpio de yerba húmeda.
Un gran cuadro maravilloso, acudían a verlo príncipes y mandarines. Colgado en un lujoso salón del palacio, parecía una ventana abierta en el recio muro frente al más delicioso y sereno paisaje campesino.
Notcha había hecho su mejor obra; la que llevaba siempre en su pensamiento y en su sueño. A él no le parecía una pintura de su región, sino su región misma recogida en el cuadro como un milagro. Por eso habría pasado largas horas frente a él aspirando su aire limpio y fragante, pero el pintor esclavo no podía entrar en las grandes salas destinadas a fiestas y recepciones de príncipes y nobles. Él había de vivir en su taller olvidado de todos.
Notcha espiaba siempre para poder ver su cuadro a través de las puertas entreabiertas. Un día, ausentes guardianes y criados, entró muy despacio, descolgó el campo verde y se lo llevó por corredores oscuros para esconderlo en su taller donde podía contemplarlo ilusionado.
La voz de alarma resonó imponente en el palacio y se extendió por toda la ciudad. La pintura maravillosa había desaparecido. El Emperador estaba furioso y amenazador. Mil soldados buscaron al ladrón. Buscaron en todas las casas y en todos los rincones. Por fin hallaron el cuadro en el taller de Notcha, escondido detrás de un gran tibor entre tablas y lienzos.
El Emperador mandó encarcelar a Notcha y le ordenó que siguiera pintando cuadros en la prisión para adornar su palacio.
Notcha no podía pintar. Le faltaba luz a sus ojos y alegría a su alma.
Entonces lo llamó el Emperador y le dijo:
― Vendrás otra vez a vivir y a trabajar en palacio. Para que te contentes te dejaré a solas con tu cuadro unos momentos cada día, pero si intentas algo que pueda enojarme serás castigado sin compasión.
Notcha continuó su trabajo. Cada día se le ensanchaba el alma de esperanza frente al campo libre de su verde país. Después seguía sufriendo la pesada tristeza del palacio imperial.
Un día ya no pudo resistir más, se encontraba solo en la amplia sala, ante el paisaje suyo, mirándolo con grandes ojos muy abiertos. Su aldea, su aldea verde y luminosa; ancho el campo para correr sin llegar al final, para abrazarse a los árboles, para cantar con el viento y oír su murmullo en los cañaverales de bambú…, para huir de este otro mundo negro y pesado como una cárcel. Sí, ancho el campo, allí cerca, blancos de prados, para pisarlo para correr allá con los brazos abiertos como alas…Y Notcha se acercó, se acercó, dio un pequeño salto, se metió en el cuadro, en el campo, en los prados, sin buscar los caminos, corriendo, corriendo, sin descanso, alejándose, haciéndose poco a poco pequeño, pequeñito, hasta perderse en el horizonte azul…
Cuando los guardianes entraron para retirar a Notcha no lo encontraron. El emperador se enfureció. Era imposible que hubiera salido de allí sin ser visto. Un sabio mandarín encontró la explicación del misterio.
Notcha había huido por el cuadro, metiéndose y corriendo por el paisaje que había pintado. Aún se veían las huellas de sus pisadas en la hierba húmeda de los prados.

domingo, 23 de febrero de 2025

Gracias por estar aquí

Dame Señor, alegría para ser siempre amable
e ilumíname para ser entusiasta.
Dame Señor, amigos para echarles una mano
y amar de verdad a nuestros enemigos.
Dame, Señor, suficientes cosas para poder compartir
y dame también necesidades para dejarme ayudar.
Dame, Señor, confianza en ti para contagiar esperanza y amor.
Padre bueno, yo sé que estás aquí, dentro de mí.
Que me conoces y me amas.
Tú sabes que te quiero y deseo ser siempre tu amigo.
Conoces mis pensamientos, mis sentimientos y deseos.
Te doy gracias porque me conoces y me amas.
Yo también quiero conocerte bien, sentirte a mi lado,
para amarte y hacerte conocer y amar.
Gracias Jesús por estar aquí.

El rey busca esposa

Cuentan que había una vez un rey muy apuesto que estaba buscando esposa. Por su palacio pasaron todas las mujeres más hermosas del reino y de otros más lejanos; muchas le ofrecían además de su belleza y encantos, muchas riquezas, pero ninguna lo satisfacía tanto como para convertirse en su reina.
Cierto día, llegó una mendiga al palacio de este rey y con mucha lucha consiguió una audiencia.
― "No tengo nada material que ofrecerte, solo puedo darte el gran amor que siento por ti, le dijo al rey, sí me permites puedo hacer algo para demostrarte ese amor".
Esto despertó la curiosidad del rey, quién le pidió que dijera que era eso que podía hacer.
― Pasaré 100 días en tu balcón expuesta a la lluvia, al sereno, al sol y al frío de la noche. Si puedo soportar estos 100 días, entonces me convertirás en tu esposa.
El rey, sorprendido más que conmovido, aceptó el reto. Le dijo:
― Acepto, si una mujer puede hacer todo esto por mí, es digna de ser mi esposa.
Dicho esto, la mujer comenzó su sacrificio. Empezaron a pasar los días y la mujer valientemente soportaba las inclemencias del tiempo. Muchas veces sentía que desfallecía de hambre y frío, pero la alentaba imaginarse finalmente al lado de su gran amor.
De vez en cuando el rey se asomaba desde la comodidad de su habitación, para verla y le hacía señas de aliento con el pulgar.
Así fue pasando el tiempo, 20 días, 50 días, la gente del reino estaba feliz pues pensaban: ¡Por fin tendremos reina!... 90 días... y el rey continuaba asomando su cabeza de vez en cuando para ver si la mujer seguía allí. "Esta mujer es increíble" pensaba para sí mismo, y volvía a darle aliento con señas.
Al fin llegó el día 99 y todo el pueblo empezó a reunirse en las afueras del palacio para ver el momento en que aquella mendiga se convertiría en la esposa del rey. Fueron contando las horas, a las 12 de la noche de ese día, tendrían reina.
La pobre mujer estaba muy desmejorada; había enflaquecido mucho y contraído enfermedades. Entonces sucedió. A las 11 de la noche del día 100, la valiente mujer se rindió, y decidió retirarse de aquel palacio. Dio una triste mirada al sorprendido rey, y sin decir una palabra se marchó.
¡La gente estaba conmocionada! Nadie podía entender porque aquella valiente mujer se había rendido faltando solo una hora para ver sus sueños convertidos en realidad. Había soportado tanto!
Al llegar a su casa, su padre se había enterado ya de lo sucedido. Le preguntó:
―¿Por qué te rendiste a solo minutos de ser la reina?
Y ante su asombro, ella respondió:
― Estuve 99 días y 23 horas bajo su balcón, soportando todo tipo de calamidades y no fue capaz de liberarme de ese sacrificio. Me veía padecer y solo me alentaba a continuar, sin mostrar siquiera un poco de piedad ante mi sufrimiento. Esperé todo este tiempo un atisbo de bondad y consideración que nunca llegaron. Entonces entendí: una persona tan egoísta, desconsiderada y ciega, que solo piensa en sí misma, no merece mi amor!