sábado, 5 de agosto de 2023

A Nuestra Señora Virgen de las Nieves

Hoy, 5 de Agosto, es su fiesta

Oh María, mujer de las más sublimes alturas,
enséñanos a escalar la montaña santa que es Cristo.
Guíanos en el camino de Dios, marcado por las huellas de tus pasos maternales.
Enséñanos el camino del amor, para siempre poder amar.
Enséñanos el camino de la alegría, para hacer felices a los demás.
Enséñanos el camino de la paciencia, para poder acoger a todos con generosidad.
Enséñanos el camino de la bondad, para servir a los hermanos que pasan necesidades.
Enséñanos el camino de la simplicidad, para disfrutar de las bellezas de la creación.
Enséñanos el camino de la mansedumbre, para traer paz al mundo.
Enséñanos el camino de la fidelidad, para nunca cansarnos de hacer el bien.
Enséñanos a mirar a lo alto, para no perder de vista el objetivo final de nuestra vida:
la comunión eterna con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

Cuidado (don de Temor de Dios)

     Anthony de Melo

El sacerdote anunció que el domingo siguiente iría a la iglesia el mismísimo Jesucristo en persona. Lógicamente, la gente acudió en tropel a verlo.
Todo el mundo esperaba que predicara, pero él, al ser presentado, se limitó a sonreír y dijo: «Hola».
Todos, y en especial el sacerdote, le ofrecieron su casa para que pasara aquella noche, pero él rehusó cortésmente todas las invitaciones y dijo que pasaría la noche en la iglesia.
Todos pensaron que era lo más apropiado.
A la mañana siguiente, a primera hora, salió de allí antes de que abrieran las puertas del templo. Y cuando llegaron el sacerdote y el pueblo, descubrieron horrorizados que su iglesia había sido profanada: las paredes estaban llenas de «pintadas» con la palabra «¡Cuidado!». No había sido respetado ni un solo lugar de la iglesia: puertas y ventanas, columnas y púlpito, el altar y hasta la Biblia que descansaba sobre el atril.
En todas partes ¡Cuidado!, pintado con letras grandes o pequeñas, con pincel o aerosol, y en todos los colores imaginables. Dondequiera que uno mirara, podía ver la misma palabra: ¡Cuidado!
Ofensivo. Irritante. Desconcertante. Fascinante. Aterrador. ¿De qué se suponía que había que tener cuidado? No decía. Tan sólo decía «¡Cuidado!».
El primer impulso de la gente fue borrar todo rastro de aquella profanación, de aquel sacrilegio. Y si no lo hicieron, fue únicamente por la posibilidad de que aquello hubiera sido obra del propio Jesús.
Y aquella misteriosa palabra, «¡Cuidado!», comenzó, a partir de entonces, a surtir efecto en los feligreses cada vez que acudían a la iglesia. Comenzaron a tener cuidado con las Escrituras, y consiguieron servirse de ellas sin caer en el fanatismo. Comenzaron a tener cuidado con los sacramentos, y lograron santificarse sin incurrir en la superstición. El sacerdote comenzó a tener cuidado con su poder sobre los fieles, y aprendió a ayudarles sin necesidad de controlarlos. Y todo el mundo empezó a tener cuidado con esa forma de religión que convierte a los incautos en santurrones.
Comenzaron a tener cuidado con la legislación eclesiástica, y aprendieron a observar la ley sin dejar de ser compasivos con los débiles. Comenzaron a tener cuidado con la oración, y ésta dejó de ser un impedimento para tener confianza en sí mismos.
Comenzaron, incluso, a tener cuidado con sus ideas sobre Dios, y aprendieron a reconocer su presencia fuera de los estrechos límites de la Iglesia. Actualmente, la palabra en cuestión, que entonces fue motivo de escándalo, aparece inscripta en la parte superior de la entrada de la iglesia, y si pasas por allí de noche, puedes leerla en un enorme cartel de luces multicolores.

domingo, 30 de julio de 2023

Dame, Señor

         Santo Tomás de Aquino

Dame, Señor:
Un corazón atento para que ningún pensamiento irreflexivo me aparte de ti.
Un corazón noble, que no lo envilezca ningún sentimiento indigno.
Un corazón sincero, que ninguna segunda intención desvíe el camino recto.
Un corazón fuerte, que no lo rompa ninguna dureza.
Un corazón libre, que no lo subyugue ninguna presión.
Dame, Señor:
Un entendimiento que te conozca.
Un celo que te busque.
Una sabiduría que te encuentre.
Una vida que te sea agradable.
Una constancia que se apoye confiadamente en ti
y una confianza que, finalmente, te consiga.

Mi gran tesoro

Se cuenta que en una ocasión, un rey cruzaba el desierto con sus ministros. De pronto, uno de los camellos se desplomó agotado por el peso y se rompió un baúl que cargaba. Joyas, perlas preciosas y diamantes se desparramaron sobre la arena del desierto
El rey, entonces, dijo a sus ministros:
- “Señores, yo sigo adelante. Ustedes, si quieren, pueden quedarse aquí. Todo lo que recojan, será suyo.”
El rey continuó su viaje pensando que nadie le seguiría. Al poco rato, el rey, volviendo su mirada atrás, se dio cuenta de que le seguía uno de sus ministros. El rey entonces le dijo:
- “¿Es que no te importan las perlas y los diamantes de tu rey? Habrías podido ser rico durante toda tu vida.”
Y el ministro le respondió:
- “Me importa más mi rey que todas sus perlas. Mi rey es mi gran tesoro.”