sábado, 13 de julio de 2019

Plegaria de Liberación

Oh, Señor, tú eres grande, tú eres Dios, tú eres Padre,
nosotros te rogamos, por la intercesión y con la ayuda
de los arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, que nuestros hermanos
sean liberados del maligno que los ha esclavizado. 
Oh, santos, venid todos en nuestra ayuda.
De la angustia, la tristeza y las obsesiones: Líbranos, oh Señor.
Del odio, la fornicación y la envidia: Líbranos, oh Señor.
De los pensamientos de celos, de rabia y de muerte: Líbranos, oh Señor.
De la división de la familia, de toda amistad mala: Líbranos, oh Señor.
De toda forma de maleficio y de cualquier mal oculto: Líbranos, oh Señor.
Oh, Señor, que dijiste “la paz os dejo, mi paz os doy”,
por la intercesión de la Virgen María concédenos
ser librados de toda maldición y gozar siempre de tu paz

¿Qué es la fe en Dios?


El pequeño Roberto era alumno de Primaria y la maestra les encargó una tarea: “investigar qué es la fe en Dios”.
Intrigado, de regreso a casa le preguntó a su tío cura:
- “¿Qué es la fe en Dios? Me la han puesto de tarea en la escuela”.
Con una amplia sonrisa, su tío le respondió:
- “¿De verdad quieres saber lo que es la fe en Dios?”.
- “Si”, respondió Roberto.
- Bien, vamos a la playa y te lo enseñaré.
Roberto vivía en una paradisíaca playa. Llegados allí le entregó el chaleco salvavidas y unas aletas.
- “Pero yo no sé nadar” dijo Roberto.
- “Lo sé”, le dijo el tío, “póntelos de todas maneras”.
Lo hizo.
- “Ahora, comienza a caminar hacia el mar de espaldas. Llegará un momento en el que sentirás que tus pies no tocan tierra. Déjate ir y arrójate de espaldas. No te hundirás, ya que el chaleco te hará flotar”.
- “No tío, no quiero, tengo miedo”, dijo Roberto aterrado
- “¡Hazlo!, le respondió, estaré junto a ti para que no temas. Así que tranquilo”.
Roberto confió en su tío. Mientras caminaba de espaldas llegó un momento en el que sintió que no tocaba el suelo. Dudó. Pero recordó las palabras de su tío, aparte de que lo tenía cerca.
En un acto de valor, dio el siguiente paso ¡Ya no tocaba tierra! Sin embargo, flotó en el mar gracias al chaleco. Se sintió emocionado y feliz ante la experiencia.
Ambos salieron del mar. Camino a casa, su tío le explicó:
- “En esto consiste la fe en Dios: el mar representa la vida. Yo represento a Dios y el chaleco representa la fe. Cuando te adentres en el mar de la vida y sientas que la lógica no puede ayudarte a salir a flote de tus problemas, hasta perder el suelo firme, debes creer que el chaleco de la fe te salvará. Dios estará siempre cerca de ti, pero depende de que te atrevas a dar el primer paso de confiar en Él, vistiéndote el chaleco de la fe y arrojándote con Él, para que puedas flotar en el mar de la vida con total paz y tranquilidad”.
Roberto quedó maravillado con la explicación de su tío y le dio las gracias. Ni que decir tiene que la maestra quedó impresionada con la tarea y le puso la nota más alta de toda la clase.

viernes, 12 de julio de 2019

Nueve vacas

Dos amigos marineros viajaban en un buque carguero por todo el mundo, siempre iban juntos. Esperaban la llegada a cada puerto para bajar a tierra, encontrarse con mujeres, beber y divertirse. Un día desembarcaron en una isla perdida en el Pacífico y, en el camino hacia el puerto, junto a un riachuelo, se encontraron con una mujer que estaba lavando ropa. Uno de los marineros se detuvo a conversar con la mujer y el amigo, viendo que no era demasiado bella, no entendía por qué ese afán de conocerla si en el pueblo seguramente iban a encontrar chicas más lindas, más dispuestas y más divertidas.
Sin embargo, el primer marinero insistió en hablar con la muchacha y preguntarle sobre su vida y sus costumbres. La mujer escuchaba cada pregunta sin responder ni dejar de lavar la ropa, hasta que finalmente explicó al marinero que las leyes de su pueblo le impedían hablar con un hombre, salvo que éste tuviera intención de casarse con ella, en cuyo caso, debía hablar primero con su padre, que era el jefe de su comunidad.
Ante la incredulidad de su compañero, el marinero rogó a la mujer que le llevara ante su padre para pedirla en matrimonio. Al llegar ante el jefe y pedirle la mano de su hija, el anciano le explicó:
- “En nuestra aldea, se debe pagar una dote por la mujer elegida. Tengo varias hijas y el valor de la dote varía según sus cualidades: por las más bellas la dote es de 9 vacas, las que no son tan bellas pero saben cocinar, cuestan 8 vacas, …“ y así continuó. Conforme disminuían las bondades de las hijas, menos dote se requería. La mujer del riachuelo costaba 3 vacas por ser poco agraciada.
El marinero respondió: “Está bien, me quedo con la mujer que elegí y pago por ella nueve vacas”.
El padre de la mujer, al escucharlo, pensó que no le había entendido pero el hombre insistió:
- “Entiendo muy bien, me quedo con la mujer que elegí y pago por ella nueve vacas”.
Ante su persistencia, el patriarca aceptó y de inmediato comenzaron los preparativos para la boda. Todos pensaron que el marinero se había vuelto loco, pero la ceremonia se realizó, el hombre se quedó a vivir en la isla y su compañero partió al día siguiente en el barco.
En los años siguientes, el segundo marinero siguió recorriendo mares y puertos a bordo de los barcos cargueros más diversos hasta que, un día, el itinerario de un viaje lo llevó al mismo puerto donde tiempo atrás se había despedido de su amigo. Estaba ansioso por saber de él, así que, en cuanto el barco amarró, saltó al muelle y comenzó a caminar apurado hacia el pueblo. De camino, se cruzó con un grupo de gente que venía andando por la playa, en un espectáculo magnífico. Entre todos, llevaban en alto y sentada en una silla a una mujer bellísima. Todos cantaban hermosas canciones y obsequiaban flores a la mujer y ésta los retribuía con pétalos y guirnaldas.
Al poco rato, encontró a su antiguo amigo. No paraba de preguntarle:
- “¿Y cómo te ha ido? ¿Te has acostumbrado a vivir aquí? ¿Te gusta esta vida? ¿No quieres volver?”. Finalmente le preguntó: “¿Y como está tu esposa?”.
Al escuchar esa pregunta, su viejo amigo le respondió:
- “Muy bien, espléndida. Es más, creo que la acabas de ver llevada en volandas por un grupo de gente en la playa que festejaba su cumpleaños”.
El marinero, recordando a la mujer insulsa que años atrás encontraron lavando ropa, preguntó:
- “¿Entonces, te separaste? No es la misma mujer que yo conocí, ¿verdad?”.
- “Sí” dijo su amigo, “es la misma mujer que encontramos lavando ropa hace años”.
Atónito el marinero exclamó “Pero, es muchísimo más hermosa y agradable, ¿cómo puede ser?”.
- Muy sencillo, -respondió el amigo- me pidieron de dote 3 vacas por ella y ella creía que valía 3 vacas. Pero yo pagué por ella 9 vacas, la traté y consideré siempre como una mujer de 9 vacas, la amé como a una mujer de 9 vacas… y ella se transformó en una mujer de 9 vacas”.

Oración de acción de gracias

Señor, hoy queremos expresarte:
Nuestra alegría por haber sido llamados a la existencia, a la vida y al amor.
Nuestro agradecimiento por todos los que han hecho posible nuestra vida,
nuestro crecimiento y nuestra felicidad.
Nuestro deseo de ser agradecidos 
y entregar gratis a los demás lo que gratis hemos recibido.
Nuestra voluntad decidida de que en nuestra familia
y en nuestra parroquia se cree un ambiente de amor y de acogida.
Nuestra voluntad de comprometernos cada día
a construir un mundo más digno de los hijos e hijas de Dios.

jueves, 11 de julio de 2019

Relato: Eres importante para mí Oración: Soy peregrino


Una profesora universitaria inició un experimento entre sus alumnos. A cada uno les dio cuatro tarjetas de color azul, todos con la leyenda: “Eres importante para mi” y les pidió que se pusieran una.
Cuando todos lo hicieron, les dijo que eso era lo que ella pensaba de ellos. Luego les explicó de qué se trataba el experimento: tenían que darle una de esas tarjetas a alguna persona que fuera importante para ellos, explicándoles el motivo, y dándole el resto para que esa persona hiciera lo mismo. El experimento era ver cuánto podía influir en las personas ese pequeño detalle.
Todos salieron de clase pensando y comentando a quién darían esas tarjetas. Algunos mencionaban a sus padres, a sus hermanos o a sus novios.
Pero entre aquellos estudiantes había uno que vivía lejos de sus padres. Había conseguido una beca para esa universidad y al estar lejos de su hogar, no podía darle esa tarjeta a sus padres o hermanos. Pasó toda la noche pensando a quién se la daría. Al día siguiente, muy temprano, pensó en un amigo suyo, joven profesional que le había orientado para elegir carrera y que muchas veces le aconsejaba cuando las cosas no iban tan bien como él esperaba.
A la salida de clase se dirigió al edificio donde su amigo trabajaba. En la recepción pidió verlo. A su amigo le extrañó, ya que el muchacho no solía ir a esas horas, por lo que pensó que algo malo pasaba. El estudiante le explicó el motivo de su visita, le entregó tres tarjetas y le dijo que al estar lejos de casa, él era el más indicado. El joven ejecutivo se sintió halagado, pues no recibía ese tipo de reconocimiento muy a menudo y prometió a su amigo que seguiría con el experimento y le informaría de los resultados.
El joven ejecutivo regresó a su trabajo y ya casi a la hora de la salida se le ocurrió una arriesgada idea: entregaría los dos tarjetas restantes a su jefe. Su jefe era una persona huraña y siempre muy atareada, por lo que tuvo que esperar que estuviera “desocupado”. Cuando consiguió verlo, estaba inmerso en la lectura de los nuevos proyectos de su departamento, con la oficina estaba repleta de papeles.
El jefe sólo gruñó: “¿Qué desea usted?”.
El joven ejecutivo le explicó tímidamente el propósito de su visita y le mostró las dos tarjetas.
El jefe, asombrado, le preguntó: “¿Por qué cree usted que soy el más indicado para tener ese tarjeta?”
El joven le respondió que él lo admiraba por su capacidad y entusiasmo en los negocios, y porque de él había aprendido mucho y estaba orgulloso de estar bajo su mando.
El jefe titubeó, pero recibió con agrado los dos tarjetas. No muy a menudo se escuchan esas palabras con sinceridad estando en el puesto en el que él se encontraba.
El joven ejecutivo se despidió cortésmente del jefe y, como ya era la hora de salida, se fue a su casa.
El jefe, acostumbrado a estar en la oficina hasta altas horas, esta vez se fue temprano a su casa. Se fue reflexionando mientras conducía rumbo a su casa.
Su esposa se extrañó de verlo tan temprano y pensó que algo le había pasado. Cuando le preguntó si pasaba algo, el respondió que no pasaba nada, que ese día quería estar con su familia. La esposa se extrañó, ya que su esposo acostumbraba a llegar de mal humor.
El jefe preguntó “¿Dónde esta nuestro hijo?”.
La esposa sólo lo llamó, y el chico vino, y su padre sólo le dijo:
- “Acompáñame, por favor”.
Ante la mirada extrañada de la esposa y del hijo, ambos salieron de la casa.
El jefe era un hombre que no acostumbraba gastar su “valioso tiempo” en su familia muy a menudo. Tanto el padre como el hijo se sentaron en el porche de la casa.
El padre miró a su hijo, quien a su vez lo miraba extrañado. Le empezó a decir que sabía que no era un buen padre, que muchas veces se ausentó en aquellos momentos que sabía que eran importantes. Le mencionó que había decidido cambiar, que quería pasar más tiempo con ellos, ya que su madre y él eran lo más importante que tenía. Le mencionó lo de las tarjetas y cómo uno de sus jóvenes ejecutivos se la había dado. Le dijo que lo había pensado mucho, pero quería darle la última tarjeta a él, ya que era lo más importante, lo más sagrado para él, que el día que nació fue el más feliz de su vida y que estaba orgulloso de él: eres importante para mi.
El chico, con lágrimas en los ojos, le dijo: “Papá, no sé qué decir, mañana pensaba suicidarme porque pensé que yo no te importaba. Te quiero, papá, perdóname.”
Ambos lloraron y se abrazaron.
El experimento de la profesora dio resultado, había logrado cambiar no una, sino varias vidas, con sólo expresar lo que sentía.


Soy peregrino, soy peregrino…
Somos peregrinos de la vida,
caminantes en busca de paz.
Recorremos todos juntos el camino
y creamos un mundo de hermandad.
Somos peregrinos de la vida,
caminantes en busca de verdad.
Luchamos por la paz y la justicia
entregando la vida a los demás.
Somos peregrinos de la vida,
caminantes unidos para amar.
Ven hermano, y camina con nosotros
seremos constructores de la paz.

miércoles, 10 de julio de 2019

Relato: la semilla de bambú Oración: Atrévete a perdonar


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡Crece, maldita seas!"
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, hasta tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!
- ¿Tarda sólo seis semanas en crecer?
- No, la verdad es que ha tardado siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirán sostener el crecimiento que va a tener después de siete años.
Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que este requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de los que aspiran a resultados a corto plazo, abandonan justo cuando ya estaban a punto de conseguir la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que solo llegan al éxito aquellos que luchan de forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación.
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes... quizá solo estés echando raíces....


Atrévete a perdonar y dejar de lado el rencor y egoísmo.
Atrévete, sé valiente, lucha por aquello en lo que crees
y acepta la visión que los demás puedan tener de la vida.
Cuando alguien te ofenda... no te enojes, no mires para otro lado...
acoge esa ofensa como parte de su pequeñez o pobreza.
Nadie en su sano juicio hace daño a los demás
con un objetivo concreto de forma premeditada...
Si el otro no entiende la vida como tú o no ve las cosas como tú
y piensas que tiene un propósito intencionado para hacerte daño
lo mejor es no hacer caso... porque si atiendes a situaciones absurdas
y carentes de sentido te metes en el mismo juego que él
y al final ambos salís mal parados.
Atrévete a perdonar, no es fácil,
son muchos los factores que entran en el hecho de la reconciliación,
pero también sé que ¡es posible!
Para perdonar debes abrir tu corazón, tocar el fondo de tu alma
y vagar por tus sentimientos buscando notas de amor
que te ayuden a dar ese paso.
No lo dudes, el perdón acorta distancias y acerca personas...
Atrévete a perdonar...

martes, 9 de julio de 2019

Relato: Todo es posible si lo puedes creer Oración: Danos concordia y paz

Heather Whitestone, una joven de 21 años, residente en el estado de Alabama (Estados Unidos), tuvo una experiencia que para muchos sería el ácido para aniquilar cualquier sueño y abrazarse al temor.
Apenas cumplidos sus 18 meses una reacción a la vacuna contra el tétano y la difteria la dejó en un silencio casi total; sólo retuvo un cinco por ciento de la capacidad auditiva de uno de sus oídos.
La madre de Heather tomó la decisión de no educar a su hija para que se comunicara con el lenguaje gestual usado habitualmente por los sordos. Con mucho esfuerzo, la niña aprendió a comunicarse con el mundo por medio de un audífono, la lectura de labios y su propia voz.
Cuando tenía cinco años, Heather descubrió un modo de expresión que obviaba todo problema de palabras o gestos manuales. Su madre la apuntó a una escuela de ballet, donde, durante una hora semanal aprendía a danzar con todo su potencial.
Las vibraciones que recogían sus pies, la métrica que recitaba en su cabeza y las tenues tonalidades que lograba percibir eran todo su instrumento. El amor por el movimiento era toda su música.
Un año antes de terminar la secundaria, la danza se convirtió en un vehículo para su espiritualidad. Ese año Heather se incorporó a la compañía de danza de una iglesia Presbiteriana.
En 1993 Heather acompañó -junto a su madre- a una amiga al Centro de Convenciones de Atlantic City para apoyar a una representante de su ciudad en el concurso de belleza Miss Estados Unidos.
Cuando todo había terminado, con el salón en penumbra y la sola presencia del personal de limpieza, Heather tuvo la idea de subirse a la pasarela y pensar en presentarse para el siguiente año.
Un año después la audiencia del Centro de Convenciones enmudeció al ver a esta concursante bailar, consagrándola Miss Estados Unidos 1994. Pero acaso la emoción que dominaba la sala pendía de un detalle: la elegida nueva Miss Alabama era la única de todos los presentes que no escuchaba una sola nota de la música que coreografiaba. Era la primera concursante con una discapacidad física que conquistaba el trono y, por si no bastara, también se encontraba entre las 28 concursantes en la historia del certamen que ganaba dos pruebas preliminares: la de traje de baño, la de baile o talento personal, y por supuesto, la corona.
Para Heather el triunfo no fue tanto una consagración personal como una confirmación de su lema de toda la vida: "Todo es posible si lo puedes creer".
Es el mensaje que la bella Heather transmitió el año que duró su reinado en las cientos de conferencias y apariciones públicas que le tocó realizar por todo su país. El éxito de Heather no sorprendió a su madre, quien le enseñó desde pequeña que "Las personas más discapacitadas del mundo son los pesimistas", frase que Heather repetía cada vez que le preguntaban si podría hacer frente a todo el año de giras.

 Oración cristiana de San Clemente de Roma.
Te suplicamos, oh Señor Dios Nuestro, que pongas la paz del cielo
en los corazones de los hombres, para que pueda unir a las naciones
en una alianza inquebrantable, en el honor de tu santo nombre.
Puríficanos con la limpieza de tu verdad y guía nuestros pasos en santidad interior.
Danos concordia y paz a nosotros y a todos los seres vivos de la tierra,
como la diste a nuestros padres cuando te suplicaron, con fe verdadera,
dispuestos a obedecer al Santísimo y Todopoderoso.
Concede a los que nos gobiernan y nos conducen en la tierra
un recto uso de la soberanía que les has otorgado.
Señor, haz sus criterios conforme a lo que es bueno y agradable a Ti,
para que, utilizando con reverencia, paz y bondad
el poder que les has concedido, puedan encontrar favor a tus ojos.
Sólo Tú puedes hacerlo, esto y mucho más que esto.
Gloria a Ti, ahora y siempre.

lunes, 8 de julio de 2019

Relato: Comiéndose su dinero Oración: Despiértame


El Mulá Nasrudín, como todos saben, proviene de un país donde la fruta es fruta, la carne es carne y el curry es algo que jamás se come.
Un día, a poco de descender de las altas montañas del Kafiristán, marchaba cansadamente por un polvoriento camino de la India, cuando una intensa sed se apoderó de él. Pronto –se dijo– debo encontrar algún sitio donde obtener buena fruta.
Apenas estas palabras se formaron en su mente dobló un recodo del camino y vio a un hombre de aspecto bondadoso, sentado a la sombra de un árbol, con una canasta frente a él. Esta se veía llena de grandes frutas, rojas, brillantes.
- “Esto es lo que necesito”, -dijo Nasrudín-.
Desanudó la punta del turbante, extrajo dos pequeñas monedas de cobre y se las alcanzó al vendedor de frutas.
Sin decir palabra el mercader le entregó la canasta entera, pues en la India esa fruta es muy barata y la gente suele adquirirla en cantidad.
Nasrudín se sentó en el lugar que dejó el vendedor y empezó a comer las frutas. En pocos segundos su boca ardía. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas y sentía fuego en su garganta. El Mulá siguió comiendo.
Al cabo de un par de horas acertó a pasar por allí un montañés afgano. Nasrudín lo saludó:
 “¡Hermano, estas frutas infieles deben venir de la misma boca de Satán!”.
- Tonto –le dijo el montañés- ¿Nunca has oído hablar de los picantes del Indostán? Deja de comerlos de inmediato o la muerte, con seguridad, cobrará una víctima antes de que se oculte el sol.
- No puedo moverme de aquí –jadeó el Mulá– hasta tanto no termine la canasta.
- ¡Insensato! ¡Estas frutas son para preparar curry!.
- Ya no es fruta lo que como –graznó Nasrudín –estoy comiendo mi dinero.


 Anselm Grün
Dios mío, te doy gracias por este nuevo día.
Siento que aún no estoy despierto del todo para cumplir
con todas las exigencias que me planteará el día.
Pero confío en que me sostendrás con tu mano protectora
y me darás la fuerza necesaria para esta nueva jornada.
Acompáñame en este día para que dé los pasos correctos;
para que descubra qué cosas hoy me harán progresar en mi camino
y dónde puedo comprometerme con la vida.
Ábreme a la vida y haz que esté en contacto con ella, conmigo mismo,
pero también con todas las personas que encuentre hoy.
Que pueda regalarle a sus corazones un gesto de amor.
Disipa la niebla que a veces envuelve mi vida y me hace vivir en la mediocridad.
Quiero vivir despierto. Vivir con todos los sentidos.
Quiero gozar de la belleza de la vida.
Quiero contribuir a que este día sea más hermoso, con colores y alegre para mis amigos.
Bendíceme para que pueda hacerlo, para que yo sea una bendición para los demás. Amén!

domingo, 7 de julio de 2019

Relato: Una vela Oración: Salmo del seguimiento


 Joan Aragonés 
Nasrudín y sus amigos hicieron una apuesta. Si era capaz de pasarse una noche de invierno en medio de la plaza del pueblo sin ningún tipo de calefacción, le pagarían una cena. De lo contrario, seria él quien les invitaría a todos.
Nasrudín cumplió las condiciones, pero, durante la noche tuvo al lado una vela encendida para no quedarse a oscuras.
- Has perdido -le dijeron- porque te has calentado con una vela.
- Por más que él lo creyera injusto, se vio obligado a pagar la cena.
Llegado el día les dijo:
- Esperad un momento que acabe de hervir la olla.
Como la sopa no llegaba, fueron a la cocina y se encontraron una gran olla encima de una pequeña vela.
- ¿Cómo puedes hacer hervir una olla con una vela?
- Del mismo modo que con una vela se puede calentar un hombre.

Cuando el propio interés entra por la puerta de delante, la cordura sale por la puerta de atrás

SALMO DEL SEGUIMIENTO
Iré detrás de ti, si tú vienes a mí
buscando horizontes más amplios para volar.
Iré a enseñar a todos que tú eres libertad,
que solo en ti se encuentra el manantial,
la felicidad, la verdadera paz.
Iré siempre en tu nombre despojado de mis cosas,
buscando en la noche, sediento de tu amor.
Iré a decirles a todos que tú eres alegría,
la eterna oferta de un amor total.
Iré a buscar camino detrás de cada lucha,
donde los hombres sufren su llanto y soledad.
Iré si tú me llamas a ser siempre tu amigo
sin importarme nada, pues tú eres mi caminar.
Iré diciendo a todos, iré contando siempre,
iré entre los hombres gritando la verdad.