sábado, 18 de noviembre de 2023

Oración de Azarías

Daniel 3, 26ss

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
digno de alabanza y glorioso es tu nombre.
Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros
y todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos,
y justos todos tus juicios.
Porque hemos pecado y cometido iniquidad
apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido.
Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia.
Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde.
Que éste sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro.

Los monos

Era un aspirante espiritual con mucha motivación, pero tenía una mente muy dispersa. Tuvo noticias de un sabio y no dudó en desplazarse hasta donde vivía y decirle:
-- Respetado maestro, perdona que te moleste, pero mi gratitud sería enorme si pudieras proporcionarme un tema de meditación, puesto que tengo decidido retirarme al bosque durante unas semanas para meditar sin descanso.
-- Me complace tu decisión. Ve al bosque y estate contigo mismo. Puedes meditar en todo aquello que quieras, excepto en monos. Trae lo que quieras a tu mente, pero no pienses en monos.
El discípulo se sintió muy contento, diciendo: ¡Qué fácil es el tema que me ha proporcionado el maestro!; sí, realmente sencillo! Se retiró a un frondoso bosque y preparó una cabaña para la meditación. Transcurrieron las semanas y el aspirante término el retiro. Regresó junto al sabio, y éste, nada más verlo, preguntó:
-- ¿Qué tal te ha ido?
Apesadumbrado, el aspirante repuso:
-- Ha sido agotador. Traté incansablemente de pensar en algo que no fuesen monos, pero los monos iban y venían por mi mente sin poderlo evitar. En realidad, llegó un momento en que sólo pensaba en monos.

Moraleja: La mente es amiga y enemiga; es una mala dueña, pero una buena aliada. Por eso es necesario aprender a contener el pensamiento y poner la mente bajo el yugo de la voluntad.

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Salmo 100: Propósitos de un príncipe justo

Voy a cantar la bondad y la justicia, para ti es mi música, Señor;
voy a explicar el camino perfecto: ¿cuándo vendrás a mí?
Andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa;
no pondré mis ojos en intenciones viles.
Aborrezco al que obra mal, no se juntará conmigo;
lejos de mí el corazón torcido, no aprobaré al malvado.
Al que en secreto difama a su prójimo lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes no los soportaré.
Pongo mis ojos en los que son leales, ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto, ese me servirá.
No habitará en mi casa quien comete fraudes;
el que dice mentiras no durará en mi presencia.
Cada mañana haré callar a los hombres malvados,
para excluir de la ciudad del Señor a todos los malhechores.

La verdad... ¿es la verdad?

El rey durante los últimos días estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas, entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver este último interrogante, pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que vivía en un bosque cercano y que llevaba años dedicado a la meditación, teniendo fama de sabio y objetivo.
Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.
-- Señor, ¿qué deseas de mí? -preguntó ante el meditabundo monarca.
-- He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.
-- La gente dice, señor -repuso indiferente el ermitaño.
-- A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el rey-. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?
-- Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar otras actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la Verdad, que tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria
El rey se quedó pensativo. Luego reaccionó para replicar:
-- De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.
El eremita sonrió levemente, pero no dijo nada. Guardó silencio.
El rey mandó colocar un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Unos soldados a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad.
El rey hizo público lo siguiente: "Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada".
Amanecía. El ermitaño, tras pasar toda la noche en meditación, marchó a la ciudad. Su bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:
-- ¿Adónde vas?
-- Voy camino del patíbulo para que podáis ahorcarme -repuso sereno el eremita.
-- No lo creo -aseveró el capitán.
-- Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.
-- Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.
-- Así es -afirmó el ermitaño-. Ahora ya sabes lo que es la verdad... ¡tu verdad!

El Maestro dice: El aferrarse a puntos de vista es una dificultad mental y un fuerte obstáculo en el viaje interior.

domingo, 12 de noviembre de 2023

¿Qué ves en la noche?

¿Qué ves en la noche, dinos, centinela?
Dios como un almendro con la flor despierta;
Dios que nunca duerme busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes sólo hay cinco en vela.
Gallos vigilantes que la noche alertan.
Quien negó tres veces otras tres confiesa,
y pregona el llanto lo que el miedo niega.
Muerto le bajaban a la tumba nueva.
Nunca tan adentro tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos, piedra contra piedra.
Vi los cielos nuevos y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos, y la muerte muerta.
Dios en las criaturas, ¡y eran todas buenas!

¡Soy de otro cuento!

¡Soy de otro cuento!
no conozco el país de las maravillas, ni tengo la belleza de Blancanieves,
tampoco el pelo largo de Rapunzel... ¡no canto como la sirenita!
Yo vengo de otro lugar, ¡soy de otro cuento!... Uno ¡llamado realidad!, donde las princesas se rescatan solas y besan sapos que nunca se volverán príncipes.
¡No buscamos un príncipe!... queremos un hombre de verdad, un ogro como Shrek, ¡que se juega la vida por su Fiona!... un loco... ¡un Quijote de la Mancha!, que pelea por su amada Dulcinea.
¡No queremos siete enanos!, tampoco palacios y castillos, ¡nos basta un ser como la bestia!... que nos ame como él ama a la bella.
¡Soy de otro cuento!, uno mucho más bello, donde no hay dragones, ni hadas madrinas, tampoco pócimas de amor, ni hechizos que te solucionen la vida.
Mi cuento no siempre termina en... ¡Fueron felices para siempre!, aquí se llora, y muchas veces se sufre, pero se aprende. Lo que sí hay en mi cuento... ¡Es magia! Puedo romperme, quedar hecha pedazos, ¡pero reconstruirme!
Como ves, mi cuento es diferente, porque lo escribo yo, lo único que no cambia, es que en él también hay una princesa... ¡Y en este la princesa soy yo, la princesa eres tú que lees esto!