sábado, 25 de enero de 2020

A la Virgen de la Paz

Tú, María, has creído y confiado en el Señor,
tu corazón de madre ha acogido a Jesús.
Recíbenos, también, a nosotros, que pedimos perdón.
Cuando nuestras fuerzas flaquean,
queremos tenerte cerca, sentirte a nuestro lado.
Tú, pasaste por este mundo, llena de ilusión y esperanza,
a pesar de tus trabajos y sufrimientos.
En este día de la Fiesta de la Virgen de la Paz,
te presentamos nuestras vidas.
Vidas llenas de ilusión y confianza,
de gestos y palabras de cariño hacia todos los que juntos,
vamos caminando al encuentro de un mundo más humano
para todos nuestros hermanos. Ayúdanos.

El chocolate dorado de la felicidad


           Pedro Pablo Sacristán

Hace tanto tiempo que ya nadie se acuerda de que hubo una época en la que cada niño vivía con un duendecillo de la felicidad que lo acompañaba desde el día de su nacimiento. Los duendecillos se alimentaban de la alegría de los niños, y por eso eran expertos inventores de juguetes y magníficos artistas capaces de provocar las mejores sonrisas.
Con el paso de los años, los duendes mejoraron sus inventos y espectáculos, pero la alegría que conseguían era cada vez más breve. Por más que hicieran, los niños se volvían gruñones y exigentes cada vez más temprano. Todo les parecía poco y siempre querían más. Y ante la escasez de felicidad, los duendes comenzaron a pasar hambre.
Pero cuando pensaban que todo estaba perdido, apareció la pequeña Elsa. Elsa había sido una niña muy triste, pero de pronto se convirtió en la más poderosa fuente de alegría. Ella sola bastaba para alimentar cientos de duendes. Pero cuando quisieron felicitar a su duende, el pequeño Flop, no lo encontraron por ningún sitio. Por más que buscaron no hubo suerte, y cuando lo dieron por muerto, decidieron sustituirlo por Pin, el mejor duende de todos.
Pin descubrió enseguida que Elsa era diferente. Ella no disfrutaba mucho con los regalos y maravillas de su duende. Regalaba a otros niños la mayoría de juguetes que recibía de Pin, y nunca dejaba que su duende actuase solo para ella.
Una noche, mientras Pin descansaba en su cama de duende, sintió algo extraño bajo el colchón, y al levantarlo descubrió la ropa de Flop, cubierta de chocolate dorado. Pin corrió hacia la cama en que dormía Elsa y miró a través de sus ojos. ¡Allí estaba Flop, regordete de tanta felicidad! Pin había descubierto el secreto de la felicidad de Elsa: Flop la había convertido desde dentro en un duendecillo de la felicidad, y ahora que estaba tan ocupada haciendo felices a otros se había convertido en una niña verdaderamente feliz.
Los días siguientes Pin investigó cuanto pudo sobre el chocolate dorado para enseñar a los demás duendes cómo hacer el mismo viaje. Bastaba con elegir un niño triste, posarse en su mano mientras dormía, darle un fuerte abrazo, y desear ayudarlo con todas sus fuerzas.
Así fue como Pin se convirtió en un bombón dorado. Y a la mañana siguiente aquel niño triste se lo comió. Aunque sabía que no le dolería, pasó muchísimo miedo, al menos hasta que le tocó la lengua, porque a partir de ese momento sintió las cosquillas más salvajes y rió y rió y rió… hasta que estalló de risa. Y entonces apareció en el alma de aquel niño triste, dispuesto a convertirlo en un auténtico duendecillo de la felicidad ayudando a otros a ser más felices.
Los demás duendes no tardaron en imitar a Pin y a Flop, y pronto cada niño tuvo en su interior un duendecillo de la felicidad. El mismo que aún hoy nos habla todos los días para decirnos que para ser verdaderamente felices hay que olvidarse un poco de las propias diversiones y hacer algo más por los demás.

martes, 21 de enero de 2020

Comprender tu Ley, Señor

Señor, Tú nos ofreces tu palabra y tu ley,
para compartir con nosotros tu sabiduría,
para conducirnos por el camino del bien,
para construir la concordia y la paz,
para ayudarnos a encontrarnos contigo.
No permitas que utilicemos la ley para condenar,
para someter a las personas más débiles,
para defender los intereses de los poderosos,
para justificar injusticias y atropellos,
para convertirla en un ídolo sin corazón.
Señor, danos sabiduría para comprender tu ley,
confianza y voluntad para aceptarla y cumplirla
y acierto para mostrarla a los demás como camino de vida.

Limpiando la playa


Se encontraba una familia de cinco personas pasando el día en la playa. Los niños estaban haciendo castillos de arena junto al agua cuando, a lo lejos, apareció una anciana, con sus canosos cabellos al viento y sus vestidos pobres y harapientos. Parecía hablar para sí misma y recogía cosas y cosas que introducía en una bolsa de plástico.
Los padres llamaron junto a sí a los niños y les dijeron que no se acercaran a la vieja. Cuando ésta pasó junto a ellos, ella dirigió una sonrisa a la familia. Pero nadie le devolvió el saludo.
Semanas más tarde se publicó la noticia de que la anciana había muerto y sólo entonces supieron que aquella anciana había pasado los últimos años de su vida limpiando la playa de cristales y de latas cortantes para que los niños no se hirieran los pies.

domingo, 19 de enero de 2020

Solo Tú, Señor


Señor Jesús, sólo Tú eres el Sol y la luz, pero yo puedo ser una luna que refleje tu resplandor.
Sólo Tú eres Amor, pero yo puedo compartir el cariño que recibo de Ti.
Sólo Tú puedes dar la fe y la esperanza, pero yo puedo dar testimonio.
Sólo Tú eres el Camino, pero yo puedo ser el dedo que lo señala.
Sólo Tú eres la Paz, pero yo puedo acogerla y construirla a mi alrededor.
Sólo Tú haces que crezcan los trigales bajo el sol, pero yo puedo triturar el grano y repartir el pan.
Sólo Tú puedes salvar al mundo, pero yo puedo luchar contigo contra la injusticia y el pecado.
Sólo Tú puedes hacer lo imposible; pero yo puedo hacer lo posible.
Sólo Tú te bastas a Ti mismo, pero prefieres seguir contando conmigo.
Gracias, Señor, gracias.

El rugido del tigre


En una cacería, una manada de tigres fue abatida por los cazadores. Sólo se salvó un cachorro tigre. Al día siguiente pasó por allí un rebaño de cabras y lo adoptaron. El cachorro tigre se convirtió en una cabra, comía hierba y vivía como las cabras.
Nuestro cachorro tigre intuía que era algo diferente y cuando contemplaba su imagen en el agua se veía distinto de las cabras.
Un día un tigre grande, maduro y macho se acercó donde las cabras pastaban y todas huyeron despavoridas. El cachorro tigre se quedó quieto, mirando y esperando.
De repente el tigre rugió con toda su fuerza. Los ojos del pequeño se abrieron y supo quién era. No era una cabra. Era un tigre. Corrió hacia el gran tigre, le siguió y pasó con él el resto de sus días.
Algo en su interior le decía que no era una cabra. Algo en su interior le decía que no era una más del rebaño. Cuando oyó el rugido hermano, se despertó en él la imagen perdida y supo quién era, descubrió su identidad.