viernes, 8 de marzo de 2019

Un corazón así

                      Padre Ignacio Larrañaga

Señor, para poder servirte mejor, dame un noble corazón.
Un corazón fuerte, para aspirar por los altos ideales
y no por opciones mediocres.
Un corazón generoso en el trabajo, viendo en él
no una imposición sino una misión que me confías.
Un corazón grande en el sufrimiento,
siendo valiente soldado ante mi propia cruz
y sensible cireneo para la cruz de los demás.
Un corazón grande para con el mundo,
siendo comprensivo con sus fragilidades
pero inmune a sus máximas y seducciones.
Un corazón grande con los hombres, leal y atento con todos,
pero especialmente servicial y dedicado a los pequeños y humildes.
Un corazón nunca centrado sobre mí, siempre apoyado en Ti,
feliz de servirte y servir a mis hermanos, Señor, todos los días de mi vida.

La mujer y la flor


Era una joven que tenía todo: un marido maravilloso, hermosos hijos, un muy buen empleo y una familia unida. Pero aún con todo esto no conseguía conciliar su vida, el trabajo y los quehaceres le ocupaban todo el tiempo y su vida siempre estaba fallando en algún área. Si el trabajo le consumía mucho tiempo, ella lo quitaba de los hijos, si surgían problemas, ella dejaba de lado a su esposo. Y así, las personas que ella amaba las dejaba siempre para después.
Un día, su padre, un hombre muy sabio, le dio un regalo. Una flor muy rara, pero muy hermosa y también única. Y le dijo:
- Hija, esta flor te va a ayudar mucho, más de lo que te imaginas. Tan sólo tendrás que regarla y podarla de vez en cuando, y a veces hablar un poco con ella. Te dará a cambio ese perfume maravilloso y esos hermosos colores.
La joven quedó muy emocionada, a fin de cuentas, la flor era de una belleza sin igual. Pero el tiempo fue pasando, los problemas surgieron, el trabajo consumía todo su tiempo, y su vida continuaba tan acelerada como antes, lo cual no le permitía cuidar de la flor. Cuando llegaba a casa, miraba la flor y todavía estaba allí, no mostraba señal de flaqueza o muerte, lucía allí, linda y perfumada. Entonces pasaba de largo. Hasta que un día, al entrar en casa y mirar la flor, vio que la flor había muerto.
Ella se llevó tremendo susto. Estaba completamente muerta, su raíz estaba seca, sus colores se habían perdido y sus hojas estaban amarillas. La joven lloró mucho, llamó a su padre y le contó lo que había ocurrido. Su padre entonces respondió:
- No te puedo dar otra flor, porque no existe otra flor igual a esa. Era una flor única, al igual que tus hijos, tu marido y tu familia. Todos son bendiciones que Dios te ha dado, pero tú tienes que aprender a regarlos, podarlos y darles atención, pues al igual que la flor, los sentimientos también mueren. Te acostumbraste a ver la flor siempre allí, siempre en flor, siempre perfumada, y te olvidaste de cuidarla.
Cuida de las personas que amas, acuérdate siempre de esta flor, pues las Bendiciones del Señor son como ella, Él nos da sus bendiciones, pero nosotros tenemos que cuidar de ellas.

jueves, 7 de marzo de 2019

Salmo 1

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.

Las dos semillas


Dos semillas se encontraban juntas en medio de un fértil terreno en primavera. La primera semilla dijo:
- ¡Quiero crecer!, ¡Quiero hundir mis raíces en las profundidades del terreno que está debajo de mí, y hacer que broten mis ramas por encima de la corteza de la tierra que está encima de mí!… Quiero desplegar mis ¨botones¨ tiernos como banderas para anunciar la llegada de la primavera… ¡Quiero sentir el calor del sol en mi cara y la bendición de la brisa matutina sobre mis pétalos!…
Y creció. La otra semilla dijo:
- ¡Que desgracia de destino el mío! Tengo miedo. Si hundo mis raíces en el terreno bajo mis pies, no sé qué encontraré en esa oscuridad. Si me abro camino para atravesar el duro terreno que está sobre mí, puedo dañar mis delicados brotes… ¿Y si abro mis ¨botones¨ y luego viene a comerme un gusano? Y si abriera mis pétalos, tal vez un niño me ve y me arranca de la tierra. ¡No!, es mejor que me espere hasta que esté bien segura´…
Y esperó.
Una gallina que andaba por ahí al inicio de la primavera “rascando” el terreno, de pronto escarbó y se encontró la semilla que esperaba, ¡Y se la comió!