Un sábado, David y su padre estaban cavando en el jardín de su nuevo chalet, cuando el pequeño tropezó con una gran piedra.
- “Tenemos que quitarla”, dijo su padre.
- “Yo lo haré”, respondió David, deseando ser útil.
Empujó y jadeó hasta quedar sin aliento, y exclamó derrotado:
- “No puedo, papá”.
- “Yo creo que puedes, si haces todo lo que está en tus manos”, le respondió el padre.
Volvió a intentarlo y la piedra no se movió. Tras el nuevo fracaso, el padre le preguntó:
- “¿Ya has hecho todo lo que podías hacer?”.
David asintió con un gesto y el padre, mientras negaba con la cabeza, le dijo:
- “Hay una cosa que podías haber hecho y no la has hecho”.
- “¿Qué?”, preguntó el hijo un tanto molesto.
- “Podías haberme pedido que te ayudara”.
En efecto: cuando David y su padre juntaron sus fuerzas pudieron mover la piedra.
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