viernes, 15 de agosto de 2025

Precursora

              Seve Lázaro, SJ (rezando voy)

Brillas en lo alto como humilde servidora, sin corona,
para que nada estorbe lo que tú siempre quisiste,
que Dios lo fuera todo en ti, sin sombra alguna.
Muestras el camino oscuro y claro del futuro:
una humanidad recién nacida, en sus inicios,
libre de dragones con chaqueta y con prestigio.
En la que la fe esté por encima de los resultados,
la humildad derrote a la crecida prepotencia,
y el abrirse a lo desconocido venga vacío de miedos.
Así, como tú, mujer vestida de sol y de faena
que huye de protagonismos y titular alguno,
que guarda la mejor noticia para sus adentros.
Una humanidad de cuidados y de encuentros,
de palabras y respuestas sinceras, como las tuyas,


que quiten clavos y espinas a este mundo en agonía.

Los tres caminos

        Emmanuel Emilio montero

Una mañana, un burro se despertó en medio de un desierto, muy confundido, ya que no sabía cómo había llegado allí. Miró a su alrededor para ver si había algún camino que lo llevara de regreso a casa y, en lugar de un solo camino, pudo ver tres. El burro notó algo en los tres caminos, pues cada uno tenía un letrero. El primero decía 'rencor', el segundo 'amor' y el tercero 'perdón'. En ese momento, el burro se adelantó y decidió tomar el primero, que decía 'rencor'.
Al caminar, el burro se topó con una roca y, sin querer, tropezó. El burro se irritó y maldijo a la roca, llevando su enojo en su interior y deseando que la roca desapareciera. Sin embargo, la roca no sentía nada; el burro era el único que se sentía muy mal. Su enojo lo llevó a golpear la roca, causándose más daño a sí mismo. Posteriormente, el burro regresó de su camino y decidió tomar el segundo que decía 'Amor'. Al entrar por este, el burro se encontró nuevamente con la misma roca y volvió a tropezar.
Muy dolorido, el burro maldijo a la Roca, pero en el fondo se sentía culpable. No quería maldecirla, ya que sabía que la roca no tenía la culpa. Sin embargo, algo dentro de él lo llevaba a estar molesto con ella.
Finalmente, el burro decidió retroceder y tomar otro camino; esta vez eligió el tercero, que decía 'perdón'. Una vez allí, se volvió a encontrar con la roca y tropezó por tercera vez. Sin embargo, a pesar de su dolor, no la maldijo. La miró con ojos alegres y se marchó. Al llegar a casa, se encontró con sus amigos, y uno le preguntó:
- '¿Dónde estabas?'
'No importa dónde estuve -respondió el burro- lo único que sé es que el rencor te destruye a ti mismo. El amor no puede ir de la mano con el rencor, y el perdón es lo que te libera del rencor y te muestra el verdadero amor.'

jueves, 14 de agosto de 2025

Aprender a amar a todos

Dios y Señor nuestro, que sea perfecto como Tú eres perfecto,
que sea comprensivo como Tú eres comprensivo conmigo,
que sea misericordioso como Tú eres misericordioso conmigo,
que sea generoso como Tú eres generoso conmigo,
que sea...
Que sepa perdonar como Tú me perdonas,
que sepa estar cerca como Tú estás cerca de mí,
que sepa cuidar a quien lo necesite como Tú cuidas de mí,
que sepa...
En definitiva, que sepa amar a todos,
a los que me hacen bien y a los que me hacen daño,
como Tú me amas a mí, con todo el corazón,
cuando te amo y cuando te olvido.
¿Señor, no es excesivo lo que te pido,
no es demasiado empinado el camino que me señalas?
Es inalcanzable, Señor, para mis pobres fuerzas,
pero contigo puedo parecerme, cada día, más a Ti.
Porque Tú no sólo eres mi modelo y mi camino,
Tú eres mi fuerza y mi energía. Gracias, Señor.

La joya más valiosa

            

de Angel Arias

Había en un pueblo que llaman Villacuadrada, una mujer viuda, ya con algunos años, a la que la pensión que recibía le daba justo para ir tirando. Tenía una hija, Ana Marilde, que estaba preparando su boda para los próximos meses. Para festejar el acontecimiento, pensó en regalarle una joya que tenía en gran estima y, por ello, sacó de una cajita en la que guardaba recuerdos muy preciados -un mechón de pelo de su primer hijo varón, fallecido de una enfermedad rara a los dos años, el primer diente de leche de Ana Marilde- un broche dorado que tenía engastada en su centro una piedra preciosa.
- No sé por qué te molestas, mamá -le dijo la hija-. Se lo mucho que aprecias esa reliquia de tu juventud.
- Pero, si tanto te empeñas …-se corrigió sobre la marcha- vayamos a un tasador amigo para que valore esta joya y así sabremos cuánto vale tu regalo, por si algún día tengo que ayudarte económicamente.
Cuando el tasador tuvo en sus manos la pieza, la miró por todos lados, la observó detenidamente bajo la lupa y concluyó, meneando la cabeza:
-Tengo que darles la mala noticia, señoras, que este broche es falso. No vale nada. La piedra es un cristal torpemente tallado y el metal no es oro, sino latón.
Salieron de la oficina del experto muy decepcionadas. La hija, que llevaba el broche en la mano, hizo ademán de tirarlo en una papelera.
- No hagas eso -le atajó su madre-. Ese broche es muy valioso.
- No digas tonterías -replicó la otra-. El tasador acaba de decirnos claramente que es una baratija.
La madre, con el broche en su mano, le explicó, mientras una lágrima se deslizaba por sus mejillas.
-Tu padre me regaló ese broche cuando se me declaró. Desde entonces, lo he conservado como testimonio de su cariño. Puede que para el tasador y para muchas otras personas, no tenga ningún valor. Pero, para mi, tiene el valor de la joya más preciada del mundo.
La hija se quedó callada un buen rato. Luego, la abrazó y cogió la mano a su madre, y caminaron juntas.

domingo, 10 de agosto de 2025

Alerta

(Adaptación de Lc 12, 32-48 por Rezandovoy)

No temas, que el Padre ha decidido darte el reino.
Vende tus bienes y da limosna.
Busca algo que no se gaste, que no envejezca,
un tesoro inagotable en el cielo, que no se puede robar ni apolillar.
Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón.
Ten preparada la ropa para echarte al camino,
y ten la luz encendida, mostrando que estás despierto.
Como aquel que espera a que su jefe llegue, y está preparado para atenderle.
Es mejor que en ese momento uno esté dispuesto.
Afortunado es el que está alerta para lo que sea necesario en cada momento,
y las sorpresas no le pillan de improviso.
Pues ahora sabes que el Señor viene. Estate alerta,
porque cuando menos lo piensas, Dios aparece.
Si actúas mal, si tratas a la gente con dureza,
sin pensar que todo lo que uno hace importa,
¿qué ocurrirá el día que tengas que dar explicaciones?
¿Qué ocurrirá el día en que tengas que mirar, cara a cara, a la verdad de tu vida?
Te lo digo con severidad, con sinceridad y porque te quiero.
Te quiero confiar lo mejor que tengo, la verdad del Reino,
pero eso implica una responsabilidad grande,
porque a quien mucho se le dio mucho se le pedirá,
y a quien mucho se le confió mucho más se le exigirá.

¡¡No es culpa de las nueras o yernos!!

            Canal Asombroso.

Entré medio borracho a casa, y allí estaba mi padre, de pie, con una gran sonrisa en su rostro. Se veía a la legua que estaba feliz de verme llegar.
— Pasa, hijo, ¡qué bueno que has llegado! -me dijo entusiasmado-. ¿Y mi nuera?
— Disculpa, papa, por la hora. Casi se acaba el día. Ya sabes, cada año vamos a casa de mi suegro, y se enfada si no vamos.
— No te preocupes, hijo mío. Lo bueno es que estás aquí.
— Tampoco le traigo regalo, papa. Laura le compró uno bien caro a su papá y me dejó sin nada.
— No te preocupes, hijo. Yo solo he estado esperando todo el día a que llegaras. Ese es mi mejor regalo, que estás aquí, mi único hijo. Te he preparado lo que tanto te gustaba de chico.
— No, no, no, papa, ya me voy. Laura ya me está pitando desde el coche. Sigue disfrutando. Vengo la semana que viene.
— A qué caray, ya te vas, caramba.
— Pues sí, pero ya le digo, siga pasándoselo bien.
— ¿Pero con quién? Si estoy más solo que una planta en sequía. Pensé que te quedarías más rato. Hasta natillas te había hecho para que cenaras conmigo.
— Quisiera, papa, pero ya conoces a mi mujer, que no le gusta entrar aquí.
— No me quiere por pobre, hijo, pero tú así la escogiste.
— Cuídate, papa.
— Anda, hijo, Dios te bendiga. Acércate para darte su bendición.
— Hay papa, otro día, voy con prisa.
— Hasta la bendición me desprecias, canijo…
Eso fue lo último que le escuché decir, porque cuando volví la semana siguiente, lo encontré sin vida, y descompuesto. Sus manos, aferradas, sostenían la única foto en la que aparecíamos juntos en la feria de diciembre, cuando yo tenía ocho años.
Le lloré tanto... Mi papá vivió pobre, teniendo a un hijo profesional, pero una esposa egoísta. Pero no es culpa de ella, es mía. Solo mía, por cobarde e idiota.
Lo enterré en un cajón barato, sin Misa, porque teníamos que marcharnos a Vallarta, y ya teníamos los gastos calculados.